9.06.13

 

Francisco José Fernández de la Cigoña lleva escritos una serie de artículos en los que da los datos del número de miembros de las órdenes y congregaciones religiosas, con fecha 1 de enero del 2012. Para que no andéis buscándolos en su blog, aquí os pongo enlaces a todos:
Los últimos datos sobre la crisis de los religiosos (I)
Los últimos datos sobre la crisis de los religiosos (II)
Los últimos datos sobre la crisis de los religiosos (y III)

Y ahora las monjas (I)
Y ahora las monjas (II)
Y ahora las monjas (III)
Y ahora las monjas (y IV)

Los datos, datos son, y pueden ser objeto de diversos análisis. Carmen Bellver ha hecho el suyo propio en su blog en Religión Digital. Plantea el hecho de la crisis de la vida religiosa en el contexto social que ha vivido la Iglesia, sobre todo en Occidente. Dice:

La segunda guerra mundial trajo una reconstrucción de Europa que convulsionó en los años sesenta. El esquema de pensamiento que se había mantenido incólume durante generaciones, de repente quedó cuestionado y se vino abajo. El progreso material de la sociedad dio paso al consumismo y al estado del bienestar. La revolución sexual y el feminismo tomaron carta de naturaleza entre los más jóvenes. La utopía política mutó en aquellos años que idealizaron la revolución cubana. Ese panorama social de búsqueda de nuevas alternativas, de cambios que afectaban directamente a la familia, tenía que manifestarse también en las estructuras de la Iglesia.

Estoy de acuerdo en la descripción de los hechos pero no en que “tenía que manifestarse también en las estructuras de la Iglesia". La Iglesia no puede ir a rastras de lo que haga el mundo. Muy al contrario, ha de ser siempre un faro de luz capaz de iluminar a dicho mundo. Eso no significa que no deba de adaptarse a las circunstancias históricas y sociales. Pero una cosa es buscar la mejor manera de transmitir el evangelio y de vivir la vida cristiana, sobre todo en el caso de los religiosos consagrados, y otra dejar que los vaivenes de las sociedades transformen la Iglesia en algo incompatible con su naturaleza.

Añade Carmen:

No era difícil por tanto que esas personas que hicieron una opción de vida, tuvieran sus crisis personales y muchas reconsiderasen su camino. El mundo había cambiado, ya no era como el de sus antepasados. Había por tanto que encontrar nuevos caminos y nuevas formas de conectar con la sociedad. Y ahí tuvieron lugar esos experimentos con gaseosa que todos conocemos. Algo que trajo una Iglesia de dos velocidades, la de los progresistas y la de los conservadores. Una Iglesia sometida al vaivén de los cambios sociales y otra empeñada en circunscribirse a la tradición. Sólo ahora tras cincuenta años de convulsiones podemos afirmar que se va abriendo una nueva vía.

He de confesar que lo de la “tercera vía” me recuerda mucho al experimento anglicano. Es decir, una especie de mix del catolicismo de siempre y el protestantismo. Hoy vemos en qué está quedando esa opción. El problema es que en la Iglesia Católica no caben personas que profesan una fe diferente los unos de los otros. En el anglicanismo convivieron durante siglos la High Church -catoliquizante- con la Low Church -protestantizante-, hasta que llegaron los liberales y arrasaron todo. En el catolicismo ni siquiera sería posible una High Church y Low Church, y ni les cuento lo absurdo que es pretender encajar el liberalismo teológico dentro del alma católica. Como diría mi abuelo paterno, “lo que no puede ser no puede ser y además es imposible".

Ciertamente el catolicismo no ha sido jamás una realidad monolítica y sin matices. La pluralidad de carismas forma parte de la misma esencia de la Iglesia. Pero hablamos de una pluralidad que está circunscrita a un patrimonio común, que es el depósito de la fe. Fuera del mismo, se pierde la identidad católica aunque nominalmente se pretenda seguir siendo católico.

El futuro, pues, del catolicismo, no es una vía intermedia entre los progresistas y los conservadores. El futuro es ser católico a secas. Es decir, asumiendo toda la Tradición -sin rupturas- y a la vez siendo conscientes de que el magisterio puede seguir avanzando en el camino que lleva recorrido estos últimos veinte siglos. El cardenal Henry Newman, beato y converso al catolicismo desde el anglicanismo, lo explicó muy bien en su obra sobre el desarrollo del dogma, aunque no estoy hablando solo de cuestiones dogmáticas. Quien dude que pueden darse novedades en el seno de la Iglesia que no son necesariamente incompatibles con su esencia, que vea lo que está ocurriendo con los denominados “nuevos movimientos eclesiales”, frutos en gran medida del último concilio. No es que no haya problemas con ellos, pero no dejan de ser un ejemplo de que la Iglesia está muy viva y, por el Espíritu Santo, da a luz nuevos hijos.

Volviendo a la cuestión de los religiosos, el análisis de Carmen Bellver sería más adecuado si incluyera un hecho inobjetable. Hay congregaciones religiosas que no tienen crisis de vocaciones por la sencilla razón de que son fieles a su carisma. El drama se da sobre todo en quienes han sufrido un proceso de secularización interna brutal, que ha desnaturalizado completamente la identidad que tenían.

Ahí está el ejemplo de las religiosas de la LCWR en EE.UU, que son un esperpento. Al contrario, en España tenemos los casos de las monjas de Sigena o las conocidas como veroniquesas. Y, de hecho, incluso en las órdenes y congregaciones que más han sufrido la secularización, hay religiosos que permanecen fiel al carisma de sus fundadores. Dios se lo pague.

Hoy hay órdenes y congregaciones religiosas que, usando un término castizo, no las conoce ni la madre que las parió. Y están destinadas a desaparecer porque en ellas se cumple lo que dijo Cristo:

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. El que no permanece en mí, es echado fuera, como el sarmiento, y se seca, y los amontonan y los arrojan al fuego para que ardan.
Juan 15,5-6

En este portal hemos escrito mucho acerca de la necesidad de una auténtica reforma de la Iglesia, que sirva para solucionar la crisis en la que está envuelta desde hace décadas. El blog de nuestro editor se titula “Reforma o apostasía” y es claro ejemplo de lo que digo. Es nuestro pequeño grano de arena al servicio del Señor y de la Iglesia. Y si en verdad hay algo dentro de ella que necesita, con urgencia, ser reformado para bien, es la vida religiosa. Los datos que da Fernández de la Cigoña son solo un síntoma. Y apuntan hacia una realidad espantosa si no se toman medidas. Pero hay algo más espantoso que perder religiosos consagrados. A saber, que muchos de los que haya estén alejados, en mayor o menor medida, de la verdadera consagración. No se entiende la Iglesia sin la existencia de los religiosos. Pero no se entiende la existencia de los religiosos si no están verdaderamente injertados en el árbol de la fe que nos ha sido entregada “una vez y para siempre“(Jud 3).

Luis Fernando Pérez Bustamante