17.06.13

El síndrome silenciado

A las 1:45 PM, por Germán
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Recientemente se ha difundido la noticia de que la actriz india británica Jiah Khan fue encontrada muerta en su apartamento en Bombay, misma que se habría suicidado ahorcándose, tras no poder superar la depresión por el aborto de su bebé y supuestos abusos de su pareja. En una nota dejó escrito que el aborto de su hijo la había «herido profundamente».

Muchos ignoran aún, la conclusión a la que ha llegó la Dra. Susan Stanford, hace ya cinco lustros, y que estremece a quien la conozca. La Dra. Stanford, codirectora del Institute for Pregnancy Loss de Jacksonville (Florida), es una de las pioneras en la investigación sobre el «síndrome postaborto» y su tratamiento. En su libro Will I Cry Tomorrow? (1986),«Stanford explica cómo el discurso pro-choice la llevó a considerar el aborto como una solución aceptable; lo mal que lo pasó después; y cómo se arrepintió y logró salir adelante».

Tras un estudio de especiales encuestas, confesiones, manifestaciones de psiquiatras, psicólogos y directores espirituales ha llegado a la conclusión de que el 80% de las mujeres que han practicado el aborto son luego víctimas del síndrome postaborto que es un pesar, un arrepentimiento tardío, una situación de reconocimiento de su crimen, que se manifiesta en las siguientes condiciones: una depresión permanente y que parece incurable a medida que transcurre el tiempo. una antipatía en las relaciones con el varón que provocó o recomendó dicho aborto. una agresividad amarga que arranca a la persona de su normalidad. una rebaja de toda ilusión y vitalidad.

Se han realizado numerosos estudios que encontraron una asociación entre el aborto y el suicidio. Otros estudios han encontrado una relación entre aborto y depresión (que es un importante factor de riesgo para el suicidio).

La información que ofrece la organización HazteOir resume diversos estudios realizados, como el de AC Gilchrist en el British Journal of Psychiatry (1995) mismo que encontró que en las mujeres sin antecedentes de enfermedad psiquiátrica, la tasa de autoagresión deliberada era un 70 por ciento más alta después de un aborto que después de dar a luz.

Otro estudio verificado en Finlandia (1996) por el investigador a favor del aborto Mika Gissler en el British Medical Journal quien encontró que la tasa de suicidio fue casi seis veces mayor entre las mujeres que abortaron que entre las mujeres que dieron a luz.

Un estudio en 2002 sobre registros relacionados de pacientes de Medicaid de California en el Southern Medical Journal, que controlaba la enfermedad mental previa, encontró que el riesgo de suicidio fue de 154 por ciento más alto entre las mujeres que abortaron que entre las que dejaban nacer a sus hijos.

La revista British Medical Journal, en 2003, reportó un estudio que revela que las mujeres que abortaron eran siete veces más propensas a suicidarse que las mujeres que dieron a luz.

Mientras los pro-choice promueven el aborto en nombre de una falsa compasión, parecería que mucha gente cristiana no se ha enterado de las diversas condenaciones públicas de la Iglesia respecto al aborto. El Concilio Vaticano II llamó al aborto «crimen» porque no se debe disimular de que se trata de un verdadero asesinato premeditado, y «crimen abominable» porque es el colmo de la degradación el hecho de que una madre y personas que la aman lleguen a realizar tan increíble fusilamiento.

Juan Pablo Magno lo señaló con gravedad:

«La Iglesia tiene que defender con fuerza, con claridad y con paciencia el derecho de todos a la vida, especialmente cuando se trata de niños que no han nacido y que por ello mismo están más necesitados de ayuda; la Iglesia tiene que defender la validez ilimitada del quinto mandamiento de Dios: no matarás. A pesar de los intentos de disfrazar la verdad con juegos dialécticos; a pesar de que se pretende rehuir la reflexión, la mayoría de la gente sigue pensando que el aborto es un crimen consciente contra vidas humanas inocentes» (Münster, Alemania, 1 mayo 1987).

Hay que evitar el aborto por lo que es, pero si las mujeres tuvieran en cuenta esta situación de síndrome del postaborto que queda en la inmensa mayoría de las que lo practican, lo evitarían no solamente porque es un crimen abominable, sino, por los efectos que en ella produce, porque aumenta la tensión, la seguridad de que no puede arreglarse la injusticia, porque no se puede resucitar a la criatura, de que se privó a un inocente de su derecho a gozar de una vida, cuyos cimientos humanos poseía legítimamente. Así como antes de agredir y asesinar a un adulto se piensa, se calibra el crimen y casi siempre se desalienta y abandona el vil propósito, igualmente hay que medir el alcance del aborto antes de cometerlo.

Ante la arremetida abortista, han surgido en la Iglesia Católica variadas iniciativas para ayudar a sanar los efectos traumáticos del síndrome postaborto como «Viñedo de Raquel» y «Proyecto Raquel»” entre otros.

Si teme el síndrome del SIDA ¿por qué no al aborto no menos temible y roedor?