20.06.13

Católicos y luteranos, las formas y el fondo

A las 11:19 AM, por Luis Fernando
Categorías : Ecumenismo protestantes

 

Como estaba anunciado, se ha publicado un documento conjunto entre católicos y luteranos con motivo del V Centenario de la reforma protestante, que tendrá lugar en el año 2017. A falta de tener en español el texto completo, parece que es un tocho de 90 páginas, lo cual no va a ayudar precisamente a su difusión masiva.

Algunos medios han destacado un par de frases del texto:

“La conciencia que está naciendo entre los luteranos y los católicos es que la lucha del siglo XVI ha terminado".

y

“Las razones para condenar mutuamente la fe de los otros han quedado en el camino".

Evidentemente la situación hoy no es la misma que la del siglo XVI. Ya no solucionamos nuestras diferencias en el campo de batalla con reyes y príncipes apoyando a cada uno de los dos bandos. Esos tiempos, Dios lo quieran, ya no volverán.

Ahora bien, eso de que no hay razones para reprobar como falsa la fe de los otros no acabo de entenderlo. Hasta donde yo sé, los luteranos no han renunciado al solafideísmo, al Sola Scriptura y el libre examen. Y no sé de ningún Papa que haya dicho recientemente que la Tradición no es una de las fuentes de la Revelación, que los dogmas marianos no son tales o que eso de venerar imágenes no está bien, que es aceptable la ordenación sacerdotal o episcopal de mujeres o de homosexuales públicos.

Se podrá decir que hace unos años se publicó un documento conjunto católico-luterano sobre la justificación, pero hemos de tener en cuenta que un sector muy importante del luteranismo mundial denunció dicho acuerdo. Es lo que tiene intentar llegar a acuerdos con los protestantes. Su absoluta falta de autoridad eclesial interna hace que lo que firmas con sus representantes oficiales no valga nada si centenares de pastores y teólogos de ellos lo rechazan.

Por otra parte, la situación del luteranismo a principios del siglo XXI hace que podamos decir, sin temor a equivocarnos, que el mismísimo Lutero no reconocería a gran parte de los actuales luteranos. Sospecho que, sin ir más lejos, no vería con buenos ojos la presencia de obispas luteranas lesbianas. Cuando hace más de 15 años entablé amistad con un pastor luterano sueco, no tuvo el menor empacho en decirme que la iglesia luterana oficial de su país era un engendro de Satanás entregada en manos del liberalismo teológico. El problema es que, al igual que ocurre con el anglicanismo, el sector netamente protestante-evangélico en el luteranismo europeo y de EE.UU es muy minoritario. No olvidemos que aquel médico abortista que fue asesinado en los Estados Unidos era un miembro destacado de una parroquia luterana.

Eso hace que la inmensa mayoría de los protestantes evangélicos consideren a los actuales luteranos como una especie de apóstatas renegados que han traicionado los principios de la Reforma. La sangría de fieles que sufren los protestantes liberales es imparable y amenaza -a Dios gracias- su supervivencia de aquí a unas pocas décadas. Ríanse ustedes del drama de la secularización interna de algunas iglesias católicas locales y/o nacionales. Son un paraíso al lado de lo que ocurre entre los luteranos alemanes y de los países bálticos. Y sin embargo, es con ellos con quienes la Santa Sede pretende seguir recorriendo el camino ecuménico. Me pregunto hasta qué punto es posible buscar una comunión real en la ortodoxia y en la ortopraxis con quienes van derechos camino de la tumba.

No es menos cierto que en la Iglesia Católica se sigue hoy una praxis pastoral mucho más laxa con la heterodoxia doctrinal. Todavía no se ha recuperado la “tolerancia cero para la herejía”. Sospecho que hoy Lutero no solo no habría sido excomulgado, sino que podría ganarse la vida dando conferencias en centros católicos. Como mucho se le habría retirado la licencia para enseñar teología católica, pero ni siquiera se le habría suspendido a divinis. Las famosas tesis -no eran 95- que Lutero no clavó en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg eran un dechado de ortodoxia católica si las comparamos con los libros que muchos de nuestros seminaristas y estudiantes de teología han estudiado en los últimos 40 años. Y su desprecio por la autoridad del magisterio de la Iglesia lo vemos hoy en multitud de religiosos, sacerdotes y seglares “comprometidos”, sin que los pastores hagan gran cosa por ponerles en el lugar que les corresponde. Sí, de vez en cuando se saca algún documento diciendo que enseñan graves errores, pero nada más. Ellos siguen en las parroquias, siguen escribiendo, siguen y vendiendo libros en editoriales y librerías católicas, a veces diocesanas, y algunos siguen dando clase en nuestros seminarios y universidades.

A pesar de lo que acabo de escribir, el cardenal Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, ha demostrado tener un grado de sensatez altamente necesario en estos momentos. Les ha dicho a los luteranos que aunque “el objetivo del esfuerzo ecuménico tiene que ser la cena común“, “sería difícil que este documento fuera el paso hacia esto“. Y ha añadido: “Nosotros, por ejemplo, no podemos imponerles a ustedes el papado; y yo puedo esperar de ustedes que no nos presionen a recibirles en la eucaristía y la comunión eclesial, porque estas son cuestiones constitutivas para los fundamentos teológicos de nuestra fe“.

Seamos sinceros por una vez. Si para que se produzca la “cena común” (Eucaristía) los luteranos tienen que dejar de ser luteranos y los católicos tenemos que dejar de ser católicos, es imposible que lleguemos a ese punto. Y quien quiera tapar el sol con un dedo, acabará ciego. Podríamos llegar a ir de la mano con los protestantes en muchos temas, pero ni siquiera sería con estos luteranos liberales. No verán ustedes a los ortodoxos rusos perdiendo el tiempo con quienes ordenan homosexuales. No verán ustedes a los bautistas del sur de EE.UU poniendo buena cara a quienes tienen abortistas entre sus fieles.

Se anuncia también que se está avanzando en el diálogo con los luteranos sobre la cuestión del bautismo. Yo juraría que el luteranismo sostiene prácticamente lo mismo que el catolicismo sobre dicho sacramento. A saber, aceptan la regeneración bautismal y que hay que bautizar a los niños. Que es exactamente lo contrario a lo que creen la inmensa mayoría del resto de protestantes en todo el mundo, que ni bautizan niños ni creen en la parte del Credo que dice “confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados“. Ya me dirán ustedes de qué sirve dialogar con los luteranos sobre algo en lo que estamos de acuerdo, al menos nominalmente, con ellos. Es uno de esos misterios insondables de la existencia.

Concluyo. La división entre los cristianos es una tragedia. Cristo quería que todos estuviéramos unidos y dirigiéndose al Padre rogó por nuestra unidad: “…para que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y Yo en ti, para que también ellos sean en nosotros, y el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,21). Eso es tan cierto como que San Juan advirtió: “…de nosotros han salido, pero no eran de los nuestros. Si de los nuestros fueran, hubieran permanecido con nosotros; pero así se ha hecho manifiesto que no todos son de los nuestros” (1 Jn 2,19). Por más buena intención que le pongamos, los que viven separados no solo de la Iglesia Católica, sino de los mismos principios elementales establecidos por los líderes de la reforma protestante (Lutero, Calvino y Zwingilio), difícilmente pueden entrar dentro de la oración a favor de la unidad que Cristo hizo. Para ello deberían convertirse a algo que al menos pudiera tener el nombre de cristianismo. Es decir, deberían renegar absolutamente del liberalismo teológico y moral, condenado, como diría Trosky, “al basurero de la historia". Mientras no ocurra tal cosa, dialogar con ellos es, en mi opinión, un brindis al sol, una pérdida de tiempo e incluso una falta de respeto a todos aquellos santos que, como San Francisco de Sales, procuraron convertir a los protestantes a la fe de aquella que es Una, Santa, Católica y Apostólica.

Luis Fernando Pérez Bustamante