24.06.13

La “misa” de la “Iglesia popular”

A las 8:00 AM, por Germán
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Cuando uno conversa con seglares vinculados a las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), de los 1980, se da cuenta inmediatamente del ideologizado resultado que produjo la agitada y sediciosa Teología marxistizada de la Liberación.

Un equipo conformado por el sacerdote belga Joseph Comblin, Carlos Mesters, O. Carm, el ex sacerdote dominico Betto (Carlos Alberto Libânio Christo), el ex presbítero Leonardo Boff, y su hermano Clodovis Boff, OSM, llevó adelante la instauración de “otra Iglesia en la base” con las bendiciones de obispos como Pedro Casaldáliga, Tomás Balduinos y Leónidas Proaño (entre otros), y la apertura de las puertas de múltiples obispados, a través de las CEBs.

Esa falsificación de la fe sentó soberanía no solamente en las CEBs, sino que desde éstas cundió también a las parroquias, Asambleas y Sínodos diocesanos, documentos episcopales, y otras instancias pastorales, gravitando fuertemente en la identidad misma de las iglesias particulares, en las cátedras de las facultades de teología, universidades «católicas» y en los seminarios.

«Imagino la tristeza de una madre que educó cariñosamente a su hijo en las virtudes de la sólida doctrina cristiana, oírlo después de un período en el Seminario, agresivo y rebelde contra todo y contra todos los que le habían enseñado el cristianismo, considerado ahora –después de su deformación personal- como viciado y superado. Y tal lavado de cerebro fue realizado no en un campo de concentración nazista o comunista, sino en una institución mantenida por la caridad cristiana, incluso con sacrificio de los fieles. Allí se formó alguien que pudo tener como modelos a Camilo Torres o al Che Guevara» (Verdades, errores y peligros en la Teología de la Liberación, cardenal Agnelo Rossi).

En un obispado el Prelado quiso incluso efectuar una mutación de los movimientos apostólicos a dichas CEBs, y fueron los dirigentes de un movimiento, que defendiendo firmemente su derecho de ser fieles a su carisma original, salvaron con su decidida y resuelta firmeza también a los otros movimientos.

El error comenzó cuando las CEBs se politizaron.

«Siguendo esa idea se imprimieron Cartillas Políticas, con la pretensión de formar una clase social en lucha contra las instituciones civiles e incluso eclesiásticas, convirtiéndose así las CEBs en minas inagotables de acción partidista».

En el escrito ya citado, el cardenal Agnelo Rossi concluye:

«En este ambiente toma cuerpo la “Iglesia popular", creada por el pueblo, o comunidades eclesiales de base contaminadas por la lucha de clases en oposición a la Iglesia con autoridades superiores, la Iglesia tradicional».

Una de las Cartillas instruía generar un nuevo concepto de la Misa: «La Eucaristía en las CEBs.»ampliamente difundida y aplicada a capa y espada, especialmente en aquellas diócesis en las que dichas CEBs fueron declaradas la «opción principal» de los prelados.

Esa imposición artificialmente fabricada del Sacramento Central de la Fe Católica, la Santísima Eucaristía, condujo a su adulteración, misma que durante más de tres décadas ha  penetrado en la mente y en la praxis litúrgica, hasta el punto de que muchos se preguntan, si la misa así «celebrada» es válida o no. Si consideramos el largo período distorsionador, millones han participado de ese tipo de eucaristías adulteradas y no conocen otra celebración eucarística que esa.

Es evidente esa devaluación eucarística, cuando se pone mayor énfasis en los movimientos corporales, o en la incorporación de ritos paganos 

«ya que donde no se puede fomentar la lucha de clases se busca afanosamente reemplazar la fe católica por la lucha de culturas y religiones, para llegar a la lucha de razas (las razas indígenas contra la raza blanca)» (Puebla y la revolución marxista en América Latina, Miguel Poradowski).

El plan hábilmente tejido, quedó patentizado en el texto señalado que a la letra dice:

«Fue necesario el Concilio Vaticano II para repensarse el absurdo que estaba sucediendo con el cristianismo».

Para los promotores de la «nueva misa», ésta queda reducida a una especie de mitin que consiste en la«celebración de las luchas del pueblo», es «celebrar la esperanza repartiendo luchas… pues las luchas de hoy son señales de que el Reino está próximo», luchas «para vencer el sistema que causa la marginalización, que no permite que el pan sea repartido».  Visión reduccionista de la Misa que se concretiza en «las luchas de nuestras comunidades, sus conquistas y sus dolores; la vida de nuestros mártires: San Dias da Silva, Don Oscar Romero, etc., las luchas de la liberación de nuestros hermanos latinoamericanos».

«Queda claro que para nosotros la celebración de la Eucaristía, antes que nada es la celebración de los iguales en la lucha, en la donación de la vida toda» (La Eucaristía en las CEBs, Antonio Francisco Falconi y Adelina Zaccardi e Carlos, Ediciones Paulinas, 1982).

Para el padre Lisboa, Vicepresidente del Instituto Misionero Indígena «la Misa es buena para nosotros. Para los indios, la expresión del mismo impulso religioso se expresa bailando con una maraca pintada de achiote», por lo tanto si esa mal llamada «misa» es un «impulso religioso» simplemente, deja de ser la perpetuación del sacrificio redentor de Cristo en la Cruz y en la Ultima Cena, y por lo tanto ya no es el Santo Sacrificio de la Misa.,

«Él, (Satán) formará una contra-iglesia que será el mono de la iglesia, porque el diablo es el mono de Dios. Tendrá todas las características de la Iglesia, pero a la inversa y vaciadas de su contenido Divino. Será el cuerpo místico del Anticristo, tan parecido externamente al Cuerpo Místico de Cristo. Luego se verificará una paradoja: las mismas objeciones con que los hombres del último siglo rechazaron la Iglesia, serán las razones por las que aceptarán la contra-iglesia» (Mons. Fulton J. Sheen. El comunismo y la conciencia de Occidente.