CARTA DEL OBISPO

LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD,
GRAN FIESTA DE LA FE

 

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SANTANDER | 30.07.2013


Queridos hermanos en Cristo:

Con gozo he participado como Obispo junto a algunos jóvenes de la Diócesis en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, los días 23 al 28 de este mes de julio. Otros jóvenes nuestros han seguido la JMJ desde El Rocío (Huelva), con el lema, Otro lugar…un mismo corazón.

La JMJ de Río de Janeiro ha sido una gran fiesta de la fe, en el Año de la fe, protagonizada por los rostros alegres de tres millones de jóvenes de todas las naciones del mundo. Durante una semana todos los participantes hemos compartido la alegría de la fe, en un “Pentecostés eclesial”, presidido por el Papa Francisco, Sucesor de Pedro.

Los mensajes ricos y abundantes del Papa Francisco han sido directos, interpeladores, con puntos muy claros dichos por un gran padre, maestro, catequista y amigo, que tenía delante “la juventud del Papa”.

Los mensajes del Papa merecen ser releídos con paz y sosiego. Tienen que sedimentarse y ser punto de referencia para nuestra vida cristiana y para la renovación personal y comunitaria.

Los jóvenes se han sentido convidados a la gran fiesta de la vida en un clima de amistad, de fiesta, de oración, de compromiso.

Las palabras más repetidas han sido: Dios, Jesucristo, Iglesia, fe, esperanza, amor, corazón, unidos, compromiso, misión.

El lema de la JMJ de Río de Janeiro era: “Id y haced discípulos a todos los pueblos” (Mt 28, 19). El Papa Francisco, en la Misa de clausura, en una vibrante homilía resumía la finalidad de estos días: Id, sin miedo, servid el Evangelio de la esperanza y haced discípulos a todos los pueblos. La Jornada de Río ha sido la más misionera.

Desde esta carta pastoral, doy gracias a Dios por la celebración de esta nueva JMJ del año 2013. La maravillosa y gran ciudad de Río de Janeiro nos ha acogido con los brazos abiertos del imponente Cristo Redentor desde el monte del Corcovado, estampa e icono de la ciudad de Río.

Lo que ha sido gran don de gracia se convierte en compromiso para todos nosotros, especialmente para los jóvenes. Ahora nos toca a nosotros aprovechar este gran caudal de esperanza y cosechar los frutos de esta abundante sementera de buena semilla, que ha caído en la tierra buena del corazón de millones de jóvenes, que quieren ser discípulos de Cristo y misioneros del Evangelio.

Que Dios nos conceda a todos, especialmente a los sacerdotes, religiosos, padres, educadores, saber encauzar este río de agua viva, para que fecunde nuestra pastoral con los jóvenes y para promover en nuestra Diócesis una cultura de la vocación, según pretende nuestra Programación Pastoral Diocesana del curso 2013-2014.

+ Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Santander