ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 05 de julio de 2013

La frase del viernes 5

“He amado la justicia y odiado la iniquidad; por eso muero en el destierro”.

Últimas palabras y epitafio de San Gregorio VII

 


El papa Francisco

La encíclica Lumen Fidei: la fe en un lenguaje accesible
El card. Ouellet: mucho de Benedicto y todo del papa Francisco. Mons. Fisichella: una fuerte connotación pastoral. Link con el texto de la encíclica

La 'Luz de la Fe' indispensable para una sociedad con justicia y paz
Cardenal Ouellet: Una cierta teología de la liberación de orientación marxista encuentra respuesta en la encíclica

El arzobispo Müller destaca el contenido de la encíclica "Lumen fidei"
Intervención completa del prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe al presentar hoy el documento pontificio

Francisco consagró el Vaticano a san José y a san Miguel Arcángel
Presente Benedicto XVI. Encomendó a los consagrados y habitantes del Vaticano. Al arcángel le pidió que desenmascare las insidias del demonio

"El corazón del mensaje de Dios es la misericordia"
El papa Francisco este viernes en Santa Marta. Concelebró el cardenal de Venezuela

Santa Sede

Juan Pablo II y Juan XXIII proclamados santos. Álvaro del Portillo y mártires españoles, beatos
Francisco firmó los decretos y dispensó del milagro al papa Roncalli. Una venezolana será venerable. Fechas de las ceremonias por confirmar.

Mirada al mundo

A 18 días de la JMJ: El domingo llega a Río la reliquia del beato Juan Pablo II
Será venerada por los fieles y continuará en peregrinaje. Es la misma de la ceremonia de la beatificación

España: beatificarán a 500 mártires de la Guerra Civil
El 13 de octubre en Tarragona. Se sumarán a los 1001 mártires del siglo XX

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

San Antonio María Zaccaría
«Ángel en carne. Gran reformador y artífice de los Clérigos Regulares de San Pablo (barnabitas)»


El papa Francisco


La encíclica Lumen Fidei: la fe en un lenguaje accesible
El card. Ouellet: mucho de Benedicto y todo del papa Francisco. Mons. Fisichella: una fuerte connotación pastoral. Link con el texto de la encíclica

Por H. Sergio Mora

CIUDAD DEL VATICANO, 05 de julio de 2013 (Zenit.org) - Lumen Fidei, la primera encíclica del papa Francisco ha sido presentada hoy en una repleta Sala de Prensa del Vaticano.

Intervinieron el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación de los obispos; el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Gerhard Ludwig Müller; y el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Mons. Rino Fisichella, además del director de la Oficina de Prensa del Vaticano, padre Federico Lombardi.

El papa explica “en un lenguaje accesible lo que es la fe”, dijo el cardenal Ouellet y subrayó que se trata de “una encíclica que tiene mucho de Benedicto XVI y todo de papa Francisco”.

Indicó además “que a la trilogía de Benedicto XVI sobre las virtudes teologales le faltaba un pilar. La Providencia ha querido que la columna faltante fuera un don del papa emérito a su sucesor y al mismo tiempo un símbolo de unidad, pues al asumir y cumplir la obra iniciada por su predecesor, el papa Francisco da testimonio con él de la unidad de la fe”.

“Una encíclica --añadió-- que presenta verdaderamente la fe cristiana como una luz proveniente de la escucha la palabra de Dios en la historia”.

Y el cardenal Ouellet, que es también presidente de la Pontificia Comisión para América Latina citó la encíclica: «La fe no es una luz tal de disolver todas nuestras tinieblas, pero la lámpara que guía nuestros pasos en la noche, y lo que nos basta para el camino”.

Precisó que la fe es una apertura al amor de Cristo que extiende el "yo" a las dimensiones de un "nosotros" que en la Iglesia no es solamente humano, pero que es propiamente divino, con una participación al “nosotros” en la Trinidad de Dios.

Y que “la encíclica se engancha de manera enteramente natural al “nosotros”, la familia, que es el lugar por excelencia de la transmisión de la fe”.

La encíclica, recordó el purpurado, indica que el fiel se encuentra “involucrado en la verdad por él confesada” y por este mismo hecho transformado “e introducido en una historia de amor que aferra, dilata su ser volviéndolo miembro de una gran comunión”.

“Acogemos con gran alegría y gratitud --concluyó el cardenal Ouellet-- esta confesión de fe integral bajo la forma de catequesis a cuatro manos de lo sucesores de Pedro. Estos exponen juntos la fe de la Iglesia en su belleza que “se confiesa el interior del cuerpo de Cristo, como comunión concreta de los fieles”.

Mons. Fisichella subrayó que en el texto “está puesto en el binomio 'luz y amor' y nos enseña el camino que el papa Francisco le propone a la Iglesia, para recuperar su misión en el mundo de hoy”.

Lumen Fidei, prosiguió el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, “es una encíclica con una fuerte connotación pastoral en la que el papa Francisco, con su sensibilidad de pastor logra traducir muchas cuestiones de carácter perfectamente teológico en temáticas que pueden ayudar la reflexión y la catequesis”. Y añadió: “Por eso es importante la invitación conclusiva de la encíclica: no nos dejemos robar la esperanza”.

Mons. Fisichella recordó que “Lumen Fidei es publicada en el Año de la Fe, lleva la fecha del 29 de junio. “Aquí se encuenta su estilo, y la peculiaridad da la que nos ha acostumbrado Francisco en estos primeros meses de su pontificado, sobretodo con sus homilías cotidianas” en las cual “vuelven tres verbos que el papa empleó en su primera homilía: camminare, costruire, confessare” dijo.

Y Mons. Fisichella recordó que sobre el Concilio Vaticano II, Francisco reitró: Fue “un concilio sobre la fe”. Y sobre el catecismo dijo que es “un instrumento válido a través del cual la Iglesia cumple su obra de transmisión de la fe” además del “gran valor que posee la profesión de fe del Credo”.

El prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Mons. Müller, por su parte subrayó que la enciclica Lumen Fidei nos invita a reconocer que “la fe, gracias a la luz que viene de Dios, ilumina 'todo el recorrido del camino' y toda la existencia del hombre'. Esta 'no nos separa de la realidad pero nos permite entender todo el significado más profundo, de descubrir cuanto Dios nos ama y de este modo lo oriente hacia sí mismo”.

Mons. Müller clasificó como “una fortuna” que el texto haya sido “por así decir escrito con la mano de dos pontífices” y si bien se pueden notar las diferencias de estilo y sensibilidad, también “la sustencial continuidad del mensaje del papa Francisco con el magisterio de Benedicto XVI”.

Texto de la encíclica publicado por la Conferencia Episcopal Española

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La 'Luz de la Fe' indispensable para una sociedad con justicia y paz
Cardenal Ouellet: Una cierta teología de la liberación de orientación marxista encuentra respuesta en la encíclica

Por H. Sergio Mora

CIUDAD DEL VATICANO, 05 de julio de 2013 (Zenit.org) - La encíclica Lumen Fidei, presentada hoy en la Sala de Prensa del Vaticano permitió a los periodistas realizar algunas preguntas. Una de ellas se refirió a la teología de la liberación, tan en boga en años pasados en América Latina y en un contexto muy diverso del actual.

El prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Gerhard Ludwig Müller;respondiendo a las preguntas se refirió en dos oportunidades al tema sobre la teología de la liberación.

“No tenemos nada que ver con esa falsa antropología” sino “con la doctrina social, con una modificada teología de la liberación, con el bien común" dijo.  Y precisó La teología

la iglesia es instrumento para el tercer mundo pero tiene una dimensión universal, del evangelio para los pobres y para todos los hombres”. Y concluyó: “Necesitamos una verdadera teología de la libertad y de la liberación pero afuera y lejana del marxismo. No tenemos nada que ver con esta falsa antropología”.

Y en otra oportunidad de la conferencia de prensa durante las respuestas añadió: “Juan Pablo II indicó que la teología auténtica está afuera del marxismo” y reiteró: “no tenemos nada que ver con esta falsa antropología”.

Acabada la presentación, ZENIT le preguntó al cardenal Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, sobre la teología de la liberación.

“Esta encíclica nos muestra – indicó Ouellet-- como la fe que es un don de Dios está hecha para ser compartida en la sociedad, construyendo justicia y paz en la misma”. Y precisó que “la importancia y la pertinencia social de la fe está muy bien desarrollada en esta encíclica” motivo por el cual “es una respuesta a las dificultad y a los errores de una cierta teología de la liberación de orientación marxista”.

Consideró además que “el punto principal de esta encíclica, para mi es el testimonio de comunión entre los dos papa, entre lo esencial de la fe y el estilo simple y catequético adapto a todo el pueblo de Dios y a un pueblo amplio”.

En las palabras de presentación de la encíclica el cardenal canadiense en indicó que la misma “habla de la fe como de una experiencia de comunión, de dilatación del yo y de solidaridad en el camino de la Iglesia con Cristo para la salvación de la humanidad. Objetivamente, la luz de la fe orienta el sentido de la vida, ayuda y consuela a los corazones inquietos y abandonados, pero compromete también a los creyentes para que se pongan al servicio del bien común de la humanidad a través del anuncio y la división auténtica de la gracia recibida de Dios”.

Y añadió: “Subjetivamente la fe es una apertura al Amor de Cristo, un acoger, un entrar en relación que ensancha el yo a la dimensión de un nosotros que no es solamente humano, en la Iglesia, sino que es propiamente divino, esto es, una participación auténtica en el Nosotros del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo”

“A partir de este 'nosotros' trinitario que se prolonga en el 'nosotros' eclesial, la encíclica se enlaza de forma completamente natural con el 'nosotros' de la familia que es el lugar por excelencia de transmisión de la fe”.

“Por otra parte -indicó-- recuerda las profundas afinidades entre la fe y el amor sin fin que se prometen el hombre y la mujer que se unen en matrimonio”.

Asimismo “la encíclica da un notable contribución a la pertinencia de la fe para la vida social, para la construcción de la ciudad en la justicia y en la paz, gracias al respeto de cada persona y de su libertad, gracias a los recursos de la compasión y la reconciliación que ofrece para el consuelo de los sufrimientos y la composición de los conflictos”.

“La tendencia a confinar a la fe en la esfera de la vida privada – prosiguió el purpurado-- se confuta en tonos mesurados, pero de forma decisiva” y “muchos aspectos desarrollados en precedencia por las encíclicas sobre la caridad y la esperanza se completan con esta puesta en luz de la fe como comunión y servicio al bien común”.

Y al terminar sus palabras recordó: “Al concluir, la encíclica contempla a María, la figura por excelencia de la fe, aquella que ha escuchado la Palabra y la ha conservado en su corazón, la que ha seguido a Jesús y se ha dejado transformar”.

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El arzobispo Müller destaca el contenido de la encí­clica "Lumen fidei"
Intervención completa del prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe al presentar hoy el documento pontificio

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 05 de julio de 2013 (Zenit.org) - Este viernes 5 ha sido presentada en el Vaticano, la encíclica "Lumen fidei", firmada por el santo padre Francisco, sobre la base del manuscrito dejado por su antecesor, el papa emérito Benedicto XVI.

Ofrecemos a nuestros lectores el texto íntegro del prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, arzobispo Gerhard Ludwig Müller, leído durante la presentación del documento pontificio en la sala de prensa vaticana.

*****

En las meditaciones que el Santo padre ofrece diariamente, con frecuencia se afirma que "todo es gracia". Esta afirmación, que de frente a la complejidad y contradicciones de la vida, puede parecer a alguien ingenua o abstracta, es en cambio una invitación a reconocer que la dimensión ultima de la realidad es de signo positivo.

Esta verdad es justamente aquello que quiere poner de relieve la carta encíclica Lumen fidei: la luz que proviene de la fe, de la revelación de Dios en Jesucristo y en su Espíritu, ilumina la profundidad de la realidad y nos ayuda a reconocer que ella lleva inscripta en sí misma los signos indelebles de la bondadosa iniciativa de Dios. Gracias a la luz que viene de Dios, la fe puede iluminar "todo el trayecto del camino" (n.1), "toda la existencia del hombre" (n.4). Ella "no nos separa de la realidad, sino nos permite captar su significado profundo, descubrir cuánto ama Dios a este mundo y cómo lo orienta incesantemente hacia sí" (n. 18).

Este es el mensaje central de la carta encíclica, que retoma algunos temas particularmente queridos por Benedicto XVI. "Estas consideraciones sobre la fe – escribe el Papa Francisco – en línea con todo lo que el Magisterio de la Iglesia ha declarado sobre esta virtud teologal, pretenden sumarse a lo que el Papa Benedicto XVI ha escrito en las Cartas encíclicas sobre la caridad y la esperanza. Él ya había completado prácticamente una primera redacción de esta Carta encíclica sobre la fe. Se lo agradezco de corazón y, en la fraternidad de Cristo, asumo su precioso trabajo, añadiendo al texto algunas aportaciones." (n. 7).

El hecho de que el presente texto haya sido escrito, por así decir, con la mano de dos pontífices, es una circunstancia feliz. Quien lo lea, podrá inmediatamente notar, más allá de las diferencias de estilo, sensibilidad y acentos, la sustancial continuidad del mensaje del Papa Francisco con el magisterio de Benedicto XVI.

En el origen de todo se encuentra Dios. La fe en Dios es justamente reconocer este hecho, que dilata la razón y el corazón del hombre, amplía sus horizontes, y lo hace siempre más cercano a los demás, mientras se le abre las puertas de una existencia vivida finalmente a la altura de su dignidad. Debemos reconocerlo: todas las veces que no pensamos, obramos y amamos para que actúe la fe en Dios, no contribuimos a edificar un mundo más humano. Por el contrario, frecuentemente damos uno contra testimonio de Dios y desfiguramos el rostro de la Iglesia.

En la fe viva en Dios, dentro de la cual nos introduce su Hijo Unigénito, Jesucristo, mediante su Espíritu, se encuentra nuestra mayor fuente de reservas. A partir de aquí, se levanta o cae todo tentativo de reforma, y esto, no solamente en la Iglesia, porque a este nivel de cosas está en juego un don que la Iglesia no puede guardarse sólo para sí. La fe y la vida de la gracia que la Iglesia nos ofrece, es de hecho un tesoro de bien y de verdad que toca a cada hombres, porque todos están llamados a vivir en amistad con Dios y a descubrir los horizontes de libertad que se abren a quien se deja tomar de la mano por Él.

La fe en Dios que nos revela a Jesucristo es la verdadera "roca" sobre la cual el hombre está llamado edificar su vida y la del mundo. Se trata de un don que nunca puede ser considerado "como un hecho descontado", sino que debe ser continuamente "alimentado y robustecido" (n. 6).

Gracias a la fe podemos reconocer que cada día se nos ofrece un "grande Amor", un amor que " nos transforma, ilumina el camino y hace crecer en nosotros las alas de la esperanza para poder recorrerlo con alegría" (n. 7). Gracias a la fe, podemos mirar con realismo el futuro y, llenos de confianza, cuidar que nadie nos "robe la esperanza", como repite continuamente el Papa Francisco. Fe, esperanza y amor, "en una admirable urdimbre", constituyen el dinamismo de la vida del hombre que se abre a los dones que provienen de Dios (cf. n. 7).

La carta encíclica Lumen fidei afirma estas verdades, dividiendo las temáticas en cuatro partes, que podemos considerar como cuatro cuadros de una única grande "pintura".

En la primera parte, a partir de la fe de Abraham, que presenta al hombre reconociendo en la voz de Dios "una llamada profunda, inscrita desde siempre en su corazón " (n. 11), se pasa a la fe del pueblo de Israel. La historia de la fe de Israel, a su vez, es un continuo pasaje de la "tentación de la incredulidad" (n. 13) y la adoración de los ídolos, "obras de las manos del hombre", a la confesión "de los beneficios de Dios y al cumplimiento progresivo de sus promesas (n. 12). Se llega así a la historia de Jesús, compendio de la salvación, en quien todas las líneas de la historia de Israel se unen y concentran.

Con Jesús podemos decir definitivamente que "hemos conocido y creído al amor que Dios tiene por nosotros" (1 Jn. 4,16), porque Él es "la manifestación plena de la fiabilidad de Dios" (n.15). Con Él la fe alcanza su plenitud. Ella implica reconocer que Dios no ha permanecido lejos, en su cielo inalcanzable, sino que ha querido que se lo pueda encontrar en Jesucristo, muerto y resucitado, presente en medio de nosotros.

Siguiendo a Jesús, toda la existencia del hombre se transforma gracias a la fe. El "yo", la personalidad de quien cree, abriéndose al amor originario que le es ofrecido en la fe (cf. n.21), se dilata y "se convierte en existencia eclesial" (n. 22). Abriéndonos a la comunión con los hermanos y las hermanas, la fe no nos reduce a "mera pieza de un grande engranaje" (n. 22), sino que además "cada uno alcanza hasta el fondo su propio ser" (n. 22). "

El que cree, aceptando el don de la fe, es transformado en una criatura nueva, recibe un nuevo ser" (n. 19), y la fe se convierten en una auténtica "luz" que invita a dejarse transformar siempre de nuevo por la llamada de Dios. "la fe, sin verdad, no salva… se queda en una bella fábula… se reduce a un sentimiento hermoso" (n .24).

En la segunda parte, la encíclica pone la verdad como una cuestione que se coloca "en el centro de la fe" (n. 23). La fe es un evento cognoscitivo relacionado con el conocimiento de la realidad: "sin la verdad, la fe no salva… permanece una hermosa fábula… o se reduce a un bello sentimiento" (n. 24).

La pregunta por la verdad y el compromiso de buscarla no pueden evitarse, del mismo modo que, en la búsqueda de la verdad, no puede excluirse a priori la contribución de las mayores tradiciones religiosas, sobre todo en lo que se refiere a las grandes verdades de la existencia humana.

En este sentido, ¿qué aporte ofrece la fe en Jesucristo? La fe, abriéndonos al amor que viene de Dios, transforma nuestro modo de ver las cosas "en cuanto el mismo amor trae una luz" (n. 26). Aun cuando el hombre moderno no parece creer que la cuestión del amor tenga relación con la verdad, habiendo sido relegado al esfera del sentimiento, "amor y verdad no se pueden separar" (n. 27).

El amor es auténtico cuando nos une a la verdad, mientras la verdad nos atrae a ella con la fuerza del amor. "Este descubrimiento del amor como fuente de conocimiento, que pertenece a la experiencia originaria de cada hombre", nos es testimoniada justamente "por la concepción bíblica de la fe" (n. 28) y constituye uno de los énfasis más bellos e importantes de esta Encíclica.

El hecho de que la fe atañe al conocimiento y esté vinculada a la verdad, hace que Tomás de Aquino hable de oculata fides, es decir, de la fe como evento que toca el"ver" (cf. n. 30). La fe se relaciona al acto de escuchar, pero no en forma exclusiva, porque ella es también un "camino de la mirada" (n. 30) que busca y reconoce la verdad; un camino en el que "fe y razón se refuerzan mutuamente" (n.32). Por otra parte ya Agustín de Hipona había "descubierto que todas las cosas tienen en sí una transparencia" y pueden "reflejar la bondad de Dios, el Bien" (n. 33). La fe nos ayuda por tanto a alcanzar en profundidad los fundamentos de la realidad.

En ese sentido, se puede comprender el nivel en el cual la luz de la fe puede "iluminar los interrogativos de nuestro tiempo en cuanto a la verdad" (n.34), es decir las grandes preguntas que surgen en el corazón humano frente a la totalidad de la realidad, sea en relación a su belleza que a sus aspectos dramáticos. La verdad a que nos introduce la fe está vinculada con el amor y proviene del amor. No es una verdad que atemoriza, porque no se impone con la violencia sino que busca convencernos en la profundidad de nuestro ser: fortiter ac suaviter al mismo tiempo.

Por esto la encíclica no teme afirmar que "la fe ensancha los horizontes de la razón para iluminar mejor el mundo que se presenta" (n. 34), tanto a los estudios de la ciencia como a la investigación del hombre sinceramente religioso. Es justamente la fe la que nos revela que quien se pone en camino para buscar la verdad y el bien "se acerca a Dios" y es "sostenido por su Él" (n. 35) aunque no lo sepa.

No me detengo a resumir la tercera y cuarta parte de la Encíclica, pero quisiera llamarles la atención, en el breve tiempo que tengo, sobre algunos puntos que creo particularmente relevantes. Antes que nada acerca del lugar genético de la fe. Ella es un evento que toca íntimamente la persona, pero no cierra el "yo" en un aislado y aislante "tú a tú" con Dios. De hecho, la fe "nace de un encuentro que se produce en la historia" (n. 38) y "se transmite… por contacto, de persona a persona, como una llama enciende otra llama (n. 37).

La fe ocurre siempre en el interior de una trama de relaciones que nos precede y nos excede, en un "nosotros" que nos invita a salir de la soledad de nuestro "yo" para ponernos en un horizonte, en un ámbito siempre más grande; en un diálogo y en un camino que no terminan jamás. La misma forma dialogada que ha dado lugar a nuestro credo documenta este hecho y este movimiento que nos colocan en el interior del "nosotros" eclesial, del nuevo sujeto al que pertenecemos a través de la fe.

La Iglesia es el lugar dentro del cual este movimiento de la persona, que nace a partir de la fe vivida, se radica para ser nuevamente lanzado una y otra vez, abriéndonos a Dios y a los demás, y convirtiéndose en una nueva Weltanschauung (Cosmovisión), una peculiar visión del mundo: es de hecho, según la hermosa cita de Romano Guardini, "la portadora histórica de la visión integral de Cristo sobre el mundo" (n. 22).

La Iglesia es el lugar donde nace la fe y se convierte en experiencia que se puede comunicar, es decir testimoniar en modo razonable y por lo tanto confiable: "lo que se comunica en la Iglesia… es la luz nueva que nace del encuentro con el Dios vivo" (n. 40).

La Iglesia hace justamente posible este encuentro con el Dios viviente, permitiendo que la fe sea un testimonio creíble. Vehículo y signo eficaz de este encuentro "son los sacramentos, celebrados en la liturgia de la Iglesia" (n.40). Por eso la Encíclica afirma que "la fe tiene una estructura sacramental" (n. 40).

Desde aquí se comprende bien la naturaleza del movimiento inherente a la fe: a partir de las cosas visibles y materiales ella nos mueve "al misterio [invisible] de lo eterno" (n. 40). En este movimiento, el creyente se sumerge con todo su ser para alcanzar la verdad que reconoce y confiesa (cf. n. 45). Éste no puede ya "pronunciar con verdad las palabras del Credo sin ser por eso mismo transformado" (n. 45), porque la fe exige un continuo cambio del hombre, que le impide cerrarse en una cómoda tranquilidad.

En segundo lugar, señalo con agrado una cita, presente en la tercera parte de la Encíclica, extraída de las Homilías de San León Magno: "si la fe no es una, no es fe" (n. 47). Vivimos de hecho en un "mundo" que, a pesar de sus conexiones y globalizaciones, está fragmentado y seccionado en muchos mundos, que si bien se encuentran en comunicación, se hallan con frecuencia en mutuo conflicto. Por esta razón la unidad de la fe es un bien precioso que el Santo Padre y sus hermanos obispos están llamados a testimoniar, alimentar y garantizar como primicias de una unidad que se ofrece al mundo entero como don.

Se trata de una unidad no monolítica, sino rica y de viva pluriformidad, que a la sombra del misterio del Dios Uno y Trino, se presenta al mismo tiempo como origen y misión de la Iglesia. Ésta ha sido definida por el Concilio Vaticano II como "signo e instrumento" (LG 1) de la unidad que viene de Dios y está destinada a abrazar a todo el género humano.

Es una unidad que con razón se define católica, porque está fundada sobre la verdad a la cual quiere servir y hacer valorar. Tiene de hecho el "poder de asimilar todo lo que encuentra en los diversos ámbitos en que se hace presente, en las culturas que halla, purificándolo todo a fin de que todo encuentre su mejor expresión" (n.48). Porque está fundada sobre la verdad, esta unidad no nos empobrece sino nos enriquece con los dones que nacen de la generosidad del corazón de Dios y del prójimo.

Esta unidad en la que nos introduce Dios, Padre de todos nosotros, nos ayuda también a encontrar la raíz de la verdadera fraternidad (cf. n. 53). Sin verdad y sin Dios, el sueño de una fraternidad universal, generado por la modernidad, no tiene posibilidad de realizarse y está destinado a reeditar la triste experiencia de Babel. De hecho la fraternidad, "sin regencia a una Padre común como fundamento último, no logra subsistir" (n. 54). La historia de los últimos dos siglos, nos ofrece una triste y amplia documentación de ello.

Por último, deseo referirme a un pasaje de la cuarta parte de la Encíclica. Si es verdad que la fe auténtica llena el corazón de alegría y "se ensancha la vida" (n.53) —afirmación que aúna concretamente al Papa Francisco y Benedicto XVI— "la luz de la fe no nos lleva a olvidarnos de los sufrimiento del mundo" (n.57) sino que nos abre "a una presencia que le acompaña, con una historia del bien que se une a toda historia de sufrimiento, para abrir en ella un resquicio de luz" (n.57). Sólo la luz que viene de Dios, del Dios encarnado que ha atravesado la muerte y la ha vencido, puede ofrecer una esperanza que inspire confianza frente al mal, ante cada mal que aflige la vida del hombre.

En resumen, la encíclica quiere reafirmar de modo nuevo, que la fe en Jesucristo es un bien para el hombre y "es un bien para todos, un bien común": "su luz no luce sólo dentro de la Iglesia, ni sirve únicamente para construir una ciudad eterna en el más allá; nos ayuda a edificar nuestras sociedades para que avancen hacia el futuro con esperanza" (n.51).

Éstas son las breves muestras de la Encíclica, que querrían inducir a la lectura de este rico documento e invitar a gustarlo. El presente texto puede muy bien considerarse un "documento": en él que se nos ofrecen no sólo palabras, sino que se nos documenta una mirada positiva, a la luz de la fe, sobre una vida que se deja atraer y envolver totalmente en Dios. Es este, por lo demás, el testimonio que agradecemos al Papa Francisco y a Benedicto XVI: dos auténticas luces de fe y de esperanza para el hombre contemporáneo.

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Francisco consagró el Vaticano a san José y a san Miguel Arcángel
Presente Benedicto XVI. Encomendó a los consagrados y habitantes del Vaticano. Al arcángel le pidió que desenmascare las insidias del demonio

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 05 de julio de 2013 (Zenit.org) - El santo padre Francisco consagró hoy el Estado de la Ciudad del Vaticano a san Miguel Arcángel y a san José, con motivo de la inauguración del nuevo monumento a San Miguel Arcángel, del artista Giuseppe Antonio Lomuscio.

Entre los presentes se encontraba el papa emérito Benedicto XVI, invitado especialmente por el papa Francisco, para esta importante consagración. Ambos permanecieron juntos delante del monumento durante toda la ceremonia, indicaron en el Vaticano.

"En los jardines del Vaticano --indicó Francisco--, hay varias obras de arte; esta, que se ha añadido hoy, sin embargo, asume una posición de especial importancia, tanto en la disposición, como en el significado que expresa. No es solo una obra de celebración, sino una invitación a la reflexión y a la oración, que encaja muy bien en el Año de la Fe.

Miguel qué significa:¿Quién es como Dios? Es la muestra del primado de Dios, de su trascendencia y poder. Miguel lucha para restaurar la justicia divina; defiende al pueblo de Dios de sus enemigos, y sobre todo del enemigo por excelencia, el diablo. Y san Miguel vence porque en él es Dios quien actúa.

Esta escultura nos recuerda entonces que el mal ha sido vencido... En el camino y en las pruebas de la vida no estamos solos, estamos acompañados y apoyados por los ángeles de Dios, que ofrecen, por así decirlo, sus alas para ayudarnos a superar muchos peligros, para ser capaces de volar alto en comparación con aquellas realidades que pueden hacer que nuestra vida sea pesada o que nos arrastren hacia abajo. En la consagración del Estado de la Ciudad del Vaticano pedimos a san Miguel Arcángel que nos defienda del mal y lo heche afuera".

"Queridos hermanos y hermanas --prosiguió Francisco--, consagramos también el Estado de la Ciudad del Vaticano a san José, el custido de Jesús y de la Sagrada Familia. Su presencia nos vuelva aún más fuertes y corajosos  para darle espacio a Dios en nuestra vida, para vener siempre el mal con el bien".

Cuando inició la consagración a san José le dijo: “Bajo tu mirada benévola y sabia ponemos hoy con renovada confianza, a los obispos y sacerdotes, a las personas consagradas y a los fieles laicos que trabajan y viven en el Vaticano: cuida su vocación y enriquécela de todas las virtudes necesarias”.

En la consagración a san Miguel, el santo padre le pidió: “Vela por esta Ciudad y por la Sede Apostólica, corazón y centro de la catolicidad, para que viva en la fidelidad al evangelio y en el ejercicio de la caridad heroica”.

Y le imploró también: “Desenmascara las insidias del demonio y del espíritu del mundo. Vuélvenos victoriosos contra las tentaciones del poder, de la riqueza y de la sensualidad”.

Luego rezó: “Se tú el baluarte contra todo tipo de maquinación que amenaza la serenidad de la Iglesia; se tú el centinela de nuestros pensamientos, que libra del asedio de la mentalidad mundana; sé tu nuestro paladín espiritual”.

Y con el hisopo roció con agua bendita el nuevo monumento, para luego impartir su bendición a los presentes.

(Red/HSM)

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"El corazón del mensaje de Dios es la misericordia"
El papa Francisco este viernes en Santa Marta. Concelebró el cardenal de Venezuela

Por Redacción

ROMA, 05 de julio de 2013 (Zenit.org) - El corazón del mensaje de Dios es la misericordia. Este fue el mensaje central del papa Francisco hoy en la misa en Santa Marta, comentando el evangelio de la llamada de Mateo. Concelebró el cardenal Jorge Liberato Urosa, arzobispo de Caracas, en el día de la fiesta nacional de Venezuela. Según informa Radio Vaticana, estaba presente un grupo de empleados de la Gobernación del Vaticano.

Una mirada, una llamada

"Quiero misericordia y no sacrificio": el papa repite las palabras de Jesús a los fariseos que critican al Señor porque come con los pecadores. Y los publicanos –explica, "eran doblemente pecaminosos, porque estaban apegados al dinero e incluso eran traidores a la patria", al ser quienes recogían los impuestos de su pueblo para los romanos. Jesús, por lo tanto, ve a Mateo, el recaudador de impuestos, y le mira con misericordia:

"Y a aquel hombre, sentado en el banco de impuestos, en un primer momento Jesús lo mira y este hombre siente algo diferente, algo que no sabía --la mirada de Jesús sobre él--, siente un estupor por dentro, escucha la invitación de Jesús: ‘¡Sígueme! ¡Sígueme!'. Y en ese momento, se vuelve un hombre lleno de alegría, pero también un poco dubitativo, por que está muy apegado al dinero. Y bastó solo un momento a solas --que sabemos cómo logró expresarlo el Caravaggio: aquel hombre que miraba, pero que también, con sus manos, tomaba el dinero--, para que Mateo diga sí, deje todo y se vaya con el Señor. Es el momento de la misericordia recibida y aceptada: ‘¡Sí, voy contigo!’. Es el primer momento del encuentro, una experiencia espiritual profunda".

Recordar el primer encuentro

"Luego viene un segundo momento: la fiesta", "el Señor hace fiesta con los pecadores": se celebra la misericordia de Dios, que "cambia la vida". Después de estos dos momentos, el estupor del encuentro y la fiesta, viene "el trabajo diario", el anuncio del evangelio:

"Este trabajo debe ser alimentado con el recuerdo de aquel primer encuentro, de aquella fiesta. Y esto no es un momento, es un tiempo: hasta el final de la vida. La memoria. ¿Memoria de qué? ¡De aquellos hechos! ¡De ese encuentro con Jesús que cambió mi vida! ¡Cuando tuvo misericordia! Que ha sido muy bueno conmigo y también me dijo: '¡Invita a tus amigos pecadores, para que hagamos fiesta!'. Ese recuerdo le da fuerza a Mateo para seguir adelante. ‘¡El Señor me ha cambiado la vida! ¡Me encontré con el Señor '. Recordar siempre. Es como soplar sobre las brasas de aquella memoria, ¿verdad? Soplar para mantener el fuego, siempre".

En las parábolas evangélicas se habla de la negativa de muchos invitados a la fiesta del Señor. Por lo que Jesús se fue a "buscar a los pobres, a los enfermos, e hizo fiesta con ellos".

"Y Jesús, continuando con esta costumbre, celebra con los pecadores y ofrece a los pecadores la gracia. ‘Quiero misericordia, y no sacrificios. No he llegado, por cierto, a llamar a los justos, sino a los pecadores’. ¡Quién se cree justo, que se cocine su propio caldo! Él ha venido por nosotros, pecadores, y esto es lo bello. Dejémonos mirar por la misericordia de Jesús, ¡hagamos fiesta y tengamos memoria de esta salvación!".

Traducido y adaptado por José Antonio Varela V.

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Santa Sede


Juan Pablo II y Juan XXIII proclamados santos. Álvaro del Portillo y mártires españoles, beatos
Francisco firmó los decretos y dispensó del milagro al papa Roncalli. Una venezolana será venerable. Fechas de las ceremonias por confirmar.

Por José Antonio Varela Vidal

LIMA, 05 de julio de 2013 (Zenit.org) - Dos papas, un superior general, tres fundadoras, cuarenta y uno mártires, dos religiosos y un laico. Estos son los nuevos nombres que aparecen en los decretos firmados hoy por el papa Francisco, y que eleva a algunos a los altares, declara a otros venerables, e inscribe en el libro de los santos a dos antecesores suyos en la sede de Pedro.

Según informaciones oficiales de la Santa Sede, el santo padre recibió este viernes en audiencia al cardenal Angelo Amato, SDB, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, a quien le autorizó publicar los decretos de cincuenta cristianos que de una u otra manera, vivieron su cielo en la tierra.

Santos papas

Un nombre muy esperado encabeza la lista. Se trata del beato Juan Pablo II (Karol Józef Wojtyla), pontífice de origen polaco nacido en el 1920, y que ejerció el papado de 1978 a 2005. Su proclamación como beato fue una de las más rápidas de la historia, dado que a seis años de su muerte, el papa emérito Benedicto XVI lo proclamaba como tal por sus altísimas virtudes, y al atribuirle la curación milagrosa de una religiosa francesa aquejada con el mal de Parkinson.

Ahora el segundo milagro ha sido confirmado a través de una curación inexplicable en 2011 en Costa Rica, donde la señora Floribeth Mora, con una lesión cerebral lo invocaba con fe. En este caso se habla de un milagro doble, porque ante la acción sobrenatural de Dios a través del papa beato, toda la familia habría recuperado la fe.

Los devotos del "Papa bueno", como se le conoce a Juan XXIII estarán también jubilosos, dado que Francisco ha dispensado de la realización de un nuevo milagro para poder nombrarlo santo, al aprobar el voto favorable de los cardenales y obispos reunidos en sesión ordinaria.

Aunque las reconocidas virtudes o las enseñanzas cristianas de una persona no bastan para que el proceso de canonización lo declare santo, pues se necesita el milagro, el santo padre valiéndose de las atribuciones personalísimas en cuanto sumo pontífice, sin mediar explicación alguna que no sea su propio criterio, puede dispensar del milagro a quien quiera elevar de forma definitiva a los altares. Así acaba de hacerlo con Juan XXIII.

Fundadores y superiores

Gracias a un milagro atribuido a la intercesión del venerable Álvaro del Portillo y Diez de Sollano (1914-1994), obispo español y prelado de la prelatura personal del Opus Dei, y primer sucesor de san Josemaría Escrivá de Balaguer, podrá ser invocado como beato por sus fieles y la Iglesia entera.

Según nota informativa del Opus Dei, el milagro aprobado por la Santa Sede se refiere a la curación instantánea en 2003 del niño chileno José Ignacio Ureta Wilson, quien a los pocos días de nacer, sufrió un paro cardiaco de más de media hora y una hemorragia masiva, la que se detuvo con las oraciones de sus padres, mientras que, de modo inesperado, el corazón del recién nacido comenzó a latir de nuevo, hasta alcanzar el ritmo de 130 pulsaciones por minuto. A pesar de la gravedad del cuadro clínico, diez años después, el pequeño desarrolla su vida con normalidad.

El papa Francisco también reconoció la intervención milagrosa de la venerable Esperanza de Jesús (en el siglo María Josefa Alhama Valera) (1893-1983), española, fundadora de las Congregaciones de las Siervas del Amor Misericordioso y de los Hijos del Amor Misericordioso, quien será reconocida como beata.

Otras dos fundadoras de congregaciones religiosas femeninas serán declaradas venerables, permaneciendo aún en proceso de beatificación. Se trata de la sierva de Dios Maria Isabel da Santíssima Trinidade (1889-1962), portuguesa, (en el siglo: Maria Isabel Picão Caldeira viuda de Carneiro), fundadora de la Congregación de las Hermanas Concepcionistas. Y la sierva de Dios María del Carmen Rendiles Martínez (1903 -1977), venezolana, fundadora de las Siervas de Jesús de Venezuela.

Asimismo, avanza en su proceso de beatificación el siervo de Dios Bernard Philippe (1895-1978), francés, (en el siglo Jean Fromental Cayroche), hermano profeso del Instituto de las Escuelas Cristianas y fundador de las Hermanas Guadalupanas de La Salle.

Mártires por la fe

España sigue dando nuevos modelos de fidelidad a la Iglesia. Específicamente durante los años de la Guerra Civil, durante la cual varios siervos de Dios dieron la vida "iluminados por la fe" y que muy pronto serán venerados como beatos por la Iglesia.

En el decreto del santo padre difundido hoy, se supo que al presbítero diocesano José Guardiet y Pujol, español, nacido en 1879, así como el religioso español Mauricio Íñiguez de Heredia y 23 compañeros de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, el papa les ha reconocido el martirio "por odio a la fe", entre los años 1936 y 1937.

Otro grupo de testigos del siglo pasado son los siervos de Dios Fortunato Velasco Tobar, español y 13 compañeros, de la Congregación de la Misión (vicentinos), quienes junto a las religiosas Maria Asunción (en el siglo: Juliana González Trujillano) y 2 compañeras, españolas, religiosas profesas de la Congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor, fueron al haber sido asesinados también en España y por odio a la fe, entre 1934 y 1936, serán proclamados beatos.

Olor a santidad

El papa Francisco ha decidido reconocer como venerables al siervo de Dios Nicola D'Onofrio, italiano, clérigo profeso de la Orden de los Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos (camilos), nacido en 1943 y muerto en 1964. De igual forma, al siervo de Dios Giuseppe Lazzati (1909-1986), italiano, laico consagrado.

Aunque no se sabe las fecha exacta de las canonizaciones ni beatificaciones, estas podrán hacerse en Roma, por haber sido el lugar del fallecimiento de los dos papas y del prelado del Opus Dei, así como en las diversas diócesis de España, de donde provienen la fundadora Esperanza de Jesús y los mártires.

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Mirada al mundo


A 18 días de la JMJ: El domingo llega a Río la reliquia del beato Juan Pablo II
Será venerada por los fieles y continuará en peregrinaje. Es la misma de la ceremonia de la beatificación

Por Redacción

LIMA, 05 de julio de 2013 (Zenit.org) - La reliquia del beato Juan Pablo II –-futuro santo--, llegará a Río de Janeiro el domingo 7 de julio. Traída por el presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, cardenal Stanislaw Rylko, es la misma que se utilizó durante la ceremonia de beatificación de Pontífice, que consistió en un poco de su sangre.

Según una nota oficial de la JMJ, la reliquia será presentada para la veneración de los fieles en la misa del mismo domingo en el santuario de la Medalla Milagrosa en Tijuca, la que será presidida por el cardenal Rylko y concelebrada por el arzobispo de Río de Janeiro y presidente del Comité Organizador Local, monseñor Orani João Tempesta, entre otros.

Desde ese día, la reliquia de Juan Pablo II seguirá en peregrinación por la ciudad anfitriona de la JMJ 2013. Durante la JMJ, la reliquia podrá ser venerada por los peregrinos en los actos centrales.

La noticia también informa que la misa de este domingo contará con los símbolos de la JMJ, es decir la Cruz Peregrina y el Ícono de la Virgen María, entregada a los jóvenes por el papa proclamado hoy como santo y creador de las JMJ, durante el período de su pontificado. (Red/JAV)

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España: beatificarán a 500 mártires de la Guerra Civil
El 13 de octubre en Tarragona. Se sumarán a los 1001 mártires del siglo XX

Por Redacción

MADRID, 05 de julio de 2013 (Zenit.org) - Son casi 500 los mártires del siglo XX en España que serán beatificados en Tarragona el domingo 13 del próximo mes de octubre y son parte del Año de la Fe. Entre los 480 mencionados, hay 3 obispos, 79 sacerdotes diocesanos, 3 seminaristas, 391 consagrados y 4 laicos. Los nuevos beatos vendrán a sumarse así a los 1001 mártires del siglo XX en España

Será en Tarragona el domingo 13 a las 12 horas, en una Eucaristía que tendrá lugar en el Complejo Educativo de la ciudad tarraconense y que será presidida por el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y representante del Papa Franciscopara esta Beatificación, informó la Conferencia Episcpal Española (CEE).

La Beatificación es una de las acciones principales para el Año de la Fe, prevista en el vigente Plan Pastoral de CEE. La Asamblea Plenaria aprobó en noviembre de 2012 que esta celebración tuviera lugar en Tarragona y en abril de 2013 publicó un Mensaje, que incorpora en el título el lema de esta Beatificación (Los mártires del siglo XX en España, firmes y valientes testigos de la fe).

El Mensaje va encabezado por las palabras de Benedicto XVI en la Carta Apostólica Porta Fidei, donde recuerda que “por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había transformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor, con el perdón de sus perseguidores”.

La Secretaría General de la CEE, a través de la Oficina para las Causas de los Santos, está dirigiendo los trabajos de organización, que ya se vienen realizando desde hace meses, en coordinación con la diócesis anfitriona.

Los nuevos beatos

Hasta el día de hoy, la Santa Sede ha aprobado el Decreto de martirio de 480 mártires, pertenecientes a 29 Causas. Se espera que en breve se publiquen los Decretos de otras 4 causas, que sumarían algunas decenas de mártires más.

Entre los 480 mencionados, hay 3 obispos, 79 sacerdotes diocesanos, 3 seminaristas, 391 consagrados y 4 laicos. Las causas fueron introducidas en las diócesis de Ávila, Barbastro, Barcelona, Bilbao, Cartagena, Ciudad Real, Córdoba, Cuenca, Jaén, Lérida, Madrid, Menorca, Sigüenza-Guadalajara, Tarragona, Tortosa y Valencia. (listado completo)

La Causa más numerosa es la de Tarragona, con 147 mártires, entre ellos el Obispo auxiliar, Manuel Borrás, y 66 sacerdotes diocesanos. Esta fue una de las razones por las que los obispos decidieron que la Beatificación se celebrara en Tarragona. Además, la sede tarraconense cuenta con una gran historia de fe cristiana y martirial, dado que precisamente el Obispo de Tarragona, Fructuoso y sus dos diáconos Augurio y Eulogio, se hallan entre los primeros mártires hispanos. Los tres fueron martirizados en el año 259 en el anfiteatro romano de Tarragona.

Los nuevos beatos vendrán a sumarse así a los 1001 mártires del siglo XX en España que, hasta el momento, han sido beatificados. Once de ellos son ya santos: 9 hermanos de las Escuelas Cristianas –La Salle- (ocho mártires en Turón, Asturias, durante la Revolución de octubre de 1934, y uno martirizado en Tarragona en 1937); el sacerdote pasionista Inocencio de la Inmaculada, mártir también en Turón (todos ellos fueron canonizados en Roma, en 1990) y el sacerdote diocesano Pedro Poveda Castroverde, martirizado en Madrid, en 1936, que fue canonizado por Juan Pablo II, en 2003, durante su V Visita apostólica a España.

Programa de actos

Desde el día 11 de octubre, la diócesis de Tarragona preparará diversos actos de acogida a los peregrinos y ofrecerá distintas rutas para recorrer el itinerario de los primeros cristianos.

El acto central será la beatificación del domingo 13, a las 12 horas. Además, el sábado 12, a las 19 horas, se celebrarán unas Vísperas Solemnes en la Catedral, y viernes 11 y sábado 12 tendrán lugar en el auditorio Tarraco Arena Plaza tres representaciones de la Pasión de San Fructuoso, a cargo del grupo de la Asociación Cultural de San Fructuoso.

Televisión Española dará la señal institucional de la ceremonia de Beatificación, que será retransmitida en directo por La 2 de TVE. También podrá verse por 13 TV y ser seguida en directo en la web de la Beatificación (www.beatificacion2013.com) y en la del Arzobispado de Tarragona (www.arquebisbat.cat). Las Vísperas Solemnes podrán seguirse en directo por 13TV y por las citadas páginas web.

Inscripciones

Para asistir a la Ceremonia de Beatificación es muy importante inscribirse en la web www.beatificacion2013.com. La inscripción es gratuita. De esta forma podrá acomodarse mejor a todo el mundo.

La entrada a las Vísperas Solemnes será libre hasta completar el aforo de la Catedral.

En la citada web se facilitará un enlace para adquirir las entradas del espectáculo teatral sobre la Pasión de San Fructuoso.

También en la web oficial, dentro del apartado Sala de Prensa, estará disponible el formulario para las acreditaciones de los periodistas. El plazo, tanto para las inscripciones generales como para las acreditaciones de prensa, se abrirá el próximo 1 de julio.

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


San Antonio María Zaccaría
«Ángel en carne. Gran reformador y artífice de los Clérigos Regulares de San Pablo (barnabitas)»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 05 de julio de 2013 (Zenit.org) - Antonio María fue otro rayo de luz para la Iglesia, como san Cayetano y san Ignacio, en una época marcada por las ansias de reforma que en lo eclesial discurría entre una ferviente búsqueda de Dios y la tibieza de miembros de la Iglesia, incluidos pontífices y prelados, que habían sucumbido bajo el influjo mundano del Renacimiento. Antes de morir dejó este excelso legado a los suyos: «No quiero que seáis santos pequeños: os quiero grandes santos. No digáis nunca: ¡sólo hasta aquí!, en vuestras ascensiones espirituales, porque siempre queda cuesta por subir. Es preciso que corramos como locos no sólo hacia Dios, sino también hacia los prójimos, porque en ellos entregamos a Dios lo que no podemos darle directamente, no teniendo Él necesidad de nuestros bienes».

Nació a finales de 1502 en Cremona, Italia. Su padre era de ascendencia genovesa y origen patricio. Fue hijo único, aunque estuvo rodeado de sus parientes cercanos, tíos y primos, que compartían un palacio destinado también al próspero negocio de paños de lana de su propiedad. A buen seguro que la unidad existente entre todos, coronada por el patriarca de la familia, tendría su trascendencia en la formación del futuro santo que vio cómo iban dejando este mundo paulatinamente algunos de estos seres queridos, uno de ellos su propio padre. Cuando su madre Antonieta enviudó, él tenía año y medio de vida, una edad en la que el perfil de los rostros amados suele permanecer desdibujado. Pensando en su bien, ella no volvió a casarse. Transmitió a su hijo el valor de la abnegación, de la pobreza y de la renuncia en beneficio del prójimo. Tan bien asimiló esta lección el santo que siempre huyó de lo superfluo y ostentoso. En su adolescencia se desprendió sin dudarlo de su capa de terciopelo para que se cubriese con ella un pobre harapiento. Este gesto, tras el que se adivinan otros similares, se producía en unas circunstancias calamitosas para su ciudad: damnificados por el desbordamiento del río, fiebres y miseria por doquier. Para alguien de su sensibilidad era un escenario ante el que no podía quedar impasible.

A los 15 años comenzó estudios de filosofía en Pavía donde permaneció tres años. Entretanto, Lutero clavaba en las puertas del castillo de Wittenberg su repulsa contra las indulgencias, plasmadas en las famosas 95 tesis. En diciembre de 1520 quemó la bula de excomunión papal. Ese año Antonio María se había trasladado a Padua para cursar medicina. Como universitario y creyente, vivió de lleno las consecuencias derivadas de este funesto episodio que tuvo gran repercusión en el ambiente universitario en el que se movía. Renunció a la herencia que le correspondía, y solo aceptó lo preciso para vivir. En 1524, nada más concluir los estudios de medicina, regresó a Cremona. Eligió la carrera para poder ayudar al prójimo y enseguida vio que sus anhelos iban más allá del cuidado del cuerpo. Comenzó a frecuentar a los dominicos, y consagró su virginidad a María. También se fraguó su vocación sacerdotal. Confió este sentimiento a su director espiritual y después de cursar los estudios eclesiásticos, en 1528 se ordenó sacerdote. En su primera misa, y en el instante de la consagración, se produjo un hecho sobrenatural: el altar quedó inundado de luz durante un tiempo mientras era escoltado por ángeles que se unían a su adoración a Cristo.

Las catequesis con niños de diversa condición fue una de sus primeras acciones apostólicas. Las impartía en la iglesia de San Vitale orientando sus vidas evangélicamente frente a las ideas profanas y laxas defendidas por la corriente renacentista predominante. A este grupo infantil se fueron uniendo sus madres y el resto de familiares. Querían escuchar a este apóstol que salía a la calle a buscar a la gente que andaba por el mal camino con el crucifijo en la mano, y que en medio del asfalto les exhortaba a la penitencia y al arrepentimiento de sus pecados. Puso en marcha a las angélicas con el apoyo de la condesa de Guastalla, Luisa Torelli, que adquirió una casa para llevar vida de perfección con otras jóvenes. En 1530 se trasladó a Milán, donde se involucró en la Sociedad de la Sapiencia Eterna. Conoció entonces a Giacomo Antonio Morigia y a Bartolomé Ferrari, que deseaban iniciar una sociedad de sacerdotes. Al conocer al santo se materializó su proyecto dando lugar a los Clérigos regulares de San Pablo (barnabitas), nombre que aludía al lugar de reunión, la iglesia de San Bernabé. Esta fundación les acarreó no pocos disgustos y amenazas de personas exaltadas, como un predicador que arremetió contra ellos tildándolos de fanáticos y locos. Fueron denunciados ante el arzobispado, el senado y la Inquisición. Lleno de confianza Antonio Maria acudió al tribunal, y en el transcurso del proceso los jueces comprendieron que todo era fruto de una calumnia. El acusador inicuo se retractó antes de morir, mientras el santo lo acogía en sus brazos.

A este enamorado de Cristo y de María se debe el toque de las tres de la tarde todos los viernes, y las cuarenta horas de adoración al Santísimo Sacramento solemne y perpetua, prácticas que inculcó a los fieles y que siguen vigentes. También constituyó una congregación para los casados con el fin de introducir el espíritu de la reforma en las familias. Con indecible fatiga, debido a la lucha que mantuvo día tras día, cayó extenuado en Guastalla. Ni siquiera podía trasladarse con sus hermanos de comunidad, y rogó que le enviasen con su madre a Cremona. Ésta, al verle en tal estado a sus 36 años, estalló en llanto. Y él le dijo: «¡Ah, madrecita, dejad de llorar! En breve, gozaréis conmigo de aquella gloria eterna en que, desde ya, espero entrar». Vaticinó que él moriría el día de la octava de san Pedro y san Pablo, y así sucedió el 5 de julio de 1539. León XIII confirmó su culto el 3 de enero de 1890, y lo canonizó el 27 de mayo de 1897. Fue considerado por sus paisanos «Padre de la Patria» y «Ángel en carne».

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