5.07.13

 

Las cosas se pueden decir de muchas maneras. A la hora de defender la verdad, hay modos y formas que, dependiendo del contexto, facilitan o incluso dificultan la tare de transmitirla. Pues bien, en el caso de la entrevista que el cardenal Amigo ha concedido al diario alicantino Información, es evidente que ha dicho verdades como catedrales sin buscar disfraces buenistas para disimularlas.

La preguntan:

- ¿Qué opina de la reforma de la ley del aborto?

Y responde:

Hay una gran hipocresía. Hace unas semanas una pobre mujer echó a su hijo a una alcantarilla y la llevaron a la cárcel. Si esa mujer mata a su hijo unas semanas antes no pasa nada. Después parece que estamos más preocupados por los supuestos de despenalización que en el delito. Lo importante no es buscar atenuantes sino evitar el delito. Aborto bajo ningún concepto.

A los antiabortistas les escandalizará la llamativa comparación entre la madre que asesina a su hijo recién nacido y la que lo mata unas semanas antes de nacer. Pero hay un hecho claro: en ambos casos la mujer mata a su hijo. Y punto.

Pero a mí me llama aún más la atención que el cardenal ponga el dedo en la llaga al señalar que muchos parecen estar más preocupados en buscar supuestos en los que se despenalice el delito que en evitarlo. Sus dos frases “lo importante no es buscar atenuantes sino evitar el delito. Aborto bajo ningún concepto” son para enmarcar. Y deberían figurar tal cual en todos los comunicados que la Conferencia Episcopal emita a partir de ahora sobre esta cuestión.

Muy importante es también lo que el cardenal dice acerca de la situación de la institución familiar:

Hay una desestima de la familia en los jóvenes. Ya no se casan ni por lo civil ni por lo religioso ni por nada. Se unen y se acabó. Lo cual es un problema porque quieren tener los derechos sociales como familia o como matrimonio y no aceptar el matrimonio. ¿En qué quedamos? Hay cosas que le han quitado valor a la familia, como el divorcio exprés. La gente dice «nos juntamos y si no nos entendemos pasado mañana cada uno por su lado». Esto es una desestabilización social y un capricho impropio de personas maduras. Uno piensa que cuando se quiere de verdad a la otra persona y se unen en matrimonio lo que quiere es que esto no termine nunca.

No se puede decir mejor. El divorcio exprés hace que el matrimonio sea una farsa legal que puede romperse en cualquier momento. Como ya hemos dicho en otras ocasiones, en España es más fácil acabar legalmente con un matrimonio que cambiar de compañía telefónica.

Pero aparte de lo que diga la ley, el cardenal apunta a la necedad de aquellos que creen que se puede formar una familia en base a la idea de que los cónyuges deben separarse en cuanto les dé la real gana, sin necesidad de argumentar otra razón que la voluntad propia. Quien va al matrimonio con esa mentalidad, no tiene la menor intención de crear un hogar en el que educar a sus hijos. La pareja se convierte en un mero instrumento para la satisfacción propia, y no alguien a quien hay que querer, cuidar, mimar, apoyar, fortalecer y serle fiel incluso cuando hayan pasado las fases de enamoramiento, pasión, etc.

Conclusión. El cardenal Amigo -que en la entrevista se ríe de que le tilden de progresista- está denunciando que en este país no existe el derecho a la vida y la legislación familiar es un desastre. Ya me dirán ustedes qué tipo de sociedad civilizada se puede construir sobre esas bases.

Luis Fernando Pérez Bustamante