10.07.13

 

¿Acaso se esperaban otra cosa? Era lo previsible en la progresía eclesial. Tras varios meses de vendernos la moto de la primavera eclesial que por fin llegaba con Francisco, comienzan a vislumbrarse los nubarrones de siempre. Es verdad que gustan los gestos del papa, a mí también, pero me temo que escuece su doctrina. Eso de que hable con inusitada frecuencia del demonio, la oración, la confesión o la Iglesia como el CAMINO y no una vía más, son cosas que acaban haciendo pupa. Cuatro meses hablando de la renovación eclesial y nos sale ahora Francisco con esta encíclica que parece gusta más bien poco.

De momento Boff cabreado porque es una reflexión “ad intra” (otras veces se cabrean porque se dirige a todos sin respetar a los no creyentes), porque es “europeísta” y porque habla de la verdad, que por lo visto es una cosa mala. Finalmente echa en falta que no responda a la fundamental pregunta de “dónde estaba Dios cuando el tsunami que diezmó miles de vidas o en Fukushima? ¿Cómo creer después de las masacres de miles de indios a manos de los cristianos a lo largo de nuestra historia, de los miles de torturados y asesinados por las dictaduras militares de los años 70 a 80? ¿Cómo tener todavía fe después de los millones de muertos en los campos de exterminio nazis?” Curiosamente la pregunta de dónde estaba Dios cuando se produjeron las matanzas de Stalin o las masacres de religiosos, sacerdotes y laicos cristianos en la guerra civil española se le ha pasado, debe ser cosa de la edad que no perdona.

Tampoco le gusta a José Ignacio Calleja, que considera que “Lumen fidei representa la teología de la fe típicamente universitaria y culta, pero idealista y desencarnada”. Tampoco acabo de entenderlo. Justo lo que transforma el mundo es la conversión a Cristo, la vivencia de la fe, pero yo no soy un experto.

González Faus no está contento, es decir, que está como siempre. Su conclusión es que acaba siendo una encíclica para dar buena conciencia ilustrada a los sectores más conservadores, sin exigirles ningún cambio de rumbo a lo Zaqueo.

Curiosa la crítica del abogado mexicano, experto parece ser en derechos humanos, que se llama Rodrigo Olvera que se ha permitido hacer una enmienda a la totalidad afirmando que es una mezcla de “los ya conocidos sectarismo y pesimismo antropológico de Ratzinger con un poco de devocionalismo de Bergoglio”. Tela. Como todos los anteriores dice que la base de la encíclica es de Benedicto XVI (vaya novedad), pero este va más lejos, porque llega a acusar nada menos que a Josep Ratzinger de “deficiente conocimiento y exégesis bíblica”, de “milagrismo y lectura literalista de la Biblia”, así como de una “apología sin argumentos” y el “control de las personas dedicadas a la teología” que servidor pensaba era una exigencia del Vaticano II: “Los exegetas católicos, y demás teólogos deben trabajar, aunando diligentemente sus fuerzas, para investigar y proponer las Letras divinas, bajo la vigilancia del Sagrado Magisterio.” (Dei Verbum 23).

Bueno, pues como no ha gustado nada, a ver ahora cómo justificamos la primavera eclesial. ¿Solución? Qué bueno es Francisco que ha querido tener un detalle con Benedicto XVI haciendo suya esta encíclica. Pues no. Francisco, si algo ha demostrado, es que se pone el mundo por montera, hace lo que cree que tiene que hacer, predica lo que piensa debe predicar y se comporta como le place. Ejemplos los tenemos en su vivir en Santa Marta, el uso de pectoral o zapatos, renuncia a Castelgandolfo, lavatorio de pies a mujeres o recorrer la plaza de San Pedro en coche completamente descubierto. Tiene una gran personalidad. Y no le veo yo firmando una encíclica que no le guste solo por hacer una carantoña a Benedicto XVI.

Es una buena encíclica. Habla de fe, de eclesialidad, de magisterio, de comunión. Pero también de cosas tan pastorales como el catecismo de la Iglesia y la transmisión de la fe desde la familia. Evidentemente no gusta en algunos sectores. Quizá sea la mejor señal.