Diócesis
13 de julio del 2013

“Echo mucho de menos mi Diócesis, pero eso es al mismo tiempo la mejor garantía de que puedo ser capaz de amar y entregarme a Japón”, Pascual Saorín, misionero en Japón

Pascual Saorín Camacho es un sacerdote de la Diócesis de Cartagena que desarrolla su ministerio sacerdotal en Japón desde hace doce años. D. Pascual Saorín es oriundo de Cieza, de la parroquia de San Juan Bosco, donde nació y creció su vocación como sacerdote. Hoy desempeña su misión pastoral en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción en Takarazuka, una ciudad de unos 300.000 habitantes de la provincia de Hyogo, justo al lado de Osaka (Japón).


 

¿Cómo surgió su vocación?

En una parroquia de pueblo, en torno a la catequesis, el coro y el trabajo con Cáritas... poco a poco, como un goteo continuo pero incesante que iba conduciendo mi vida hacia una opción que cada día era más difícil de rechazar: la de la posibilidad de ser sacerdote.

¿Cuales fueron sus primeras parroquias?

Tres parroquias pequeñas del campo de Cartagena: Roldán (donde vivía), el Jimenado y los Martínez del Puerto. Allí pasé los dos mejores años de mi vida. Luego estuve cinco años en la parroquia de San Ginés, en la ciudad de Cartagena. Allí fue donde realmente empecé a asentar mi vocación.

¿Desde cuándo desempeña su ministerio como misionero en Japón?

Llegué a Japón el 18 de septiembre de 2001 (una semana después del atentado de las torres gemelas de Nueva York). Los dos primeros años fueron de estudio del japonés, así que mi trabajo misionero tuve que iniciarlo desde el silencio con los japoneses y colaborando con la pastoral latina, con los inmigrantes de habla hispana, sobre todo peruanos y brasileños.

¿Por qué Japón y no otro lugar?

La mayoría de sacerdotes que deciden ofrecerse para ir a misión descartan Asia por el problema de los idiomas y la inversión de tiempo que hay que dedicar con la cultura y la lengua (en mi caso, un año estudiando inglés en Londres y dos años japonés en Osaka). Es cierto que existen ciertos grupos que están intentando iniciar un camino misionero en Japón, pero son experiencias nuevas que generalmente parten de cero, sin respetar el camino y la tradición ya hecha en aquellos países y, sobre todo, que pretenden transportar esquemas europeos tal cual al mundo asiático; por eso tienen tantas dificultades para entrar. Estos problemas hacen que los misioneros en Asia envejezcan sin que haya relevo por parte de misioneros jóvenes diocesanos. Ante esta propuesta, no tuve más remedio que ofrecerme para probar si realmente Dios me quería allí. No hubo ninguna otra razón especial, únicamente no encontré razones para negarme.

¿Qué labores de pastoral realiza allí? ¿Con qué proyectos podemos colaborar?

Básicamente mi trabajo no difiere mucho del trabajo de un párroco en cualquier parroquia del mundo. El trabajo del sacerdote es presidir los sacramentos y pastorear al pueblo de Dios; el resto es cosa de los laicos.  Al estar en un país no cristiano (el 99% no es cristiano), cualquier actividad que se realice, incluso la liturgia, tiene una dimensión misionera. Con todo, la tarea más bonita para un misionero son los procesos de iniciación cristiana y las actividades que te permiten trabajar con no cristianos y te dan una opción de presentarles el Evangelio.

Respecto a los proyectos en que se pueda colaborar desde España, lo que siempre pido es sobre todo oración y unión espiritual con aquella pequeña Iglesia asiática. Pido que no se la considere como una Iglesia "exótica" por ser pequeña y de tradición reciente. Sería bonito que también desde nuestras diócesis españolas se conozca y se sepa lo que se hace en Asia y se respete el trabajo de los misioneros que, desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial, han dedicado su vida a reiniciar el trabajo que comenzó San Francisco Javier en el siglo XVI. Algunos profesores de religión ya lo hacen mediante el contacto de sus alumnos con los niños de mi parroquia, sobre todo a raíz del tsunami y el problema nuclear. Sería bonito incrementar el contacto epistolar o por internet con aquella Iglesia ahora que la tecnología nos lo permite.

Los católicos en Japón son una minoría, ¿cómo viven allí su fe?

Los cristianos en Japón somos una minoría muy dinámica. En total somos el 1% de la población, siendo los protestantes el 0,6% y los católicos un 0,4%. Esta última cifra prácticamente no ha cambiado en siglos, si bien las iglesias protestantes son un fenómeno relativamente reciente provocado al término de la Segunda Guerra Mundial por parte de los Estados Unidos, que usaron tanto el idioma como la religión para convertir a Japón en un país amigo y aliado, apoyando e introduciendo el cristianismo como herramienta para ello.

La mayoría de nuestras parroquias datan de aquella época (mi parroquia acaba de cumplir 50 años). La Iglesia desempeña una función de servicio a la sociedad, especialmente en el ámbito educativo (cientos de guarderías, colegios y algunas universidades), como en el sanitario (diversos hospitales). Estas plataformas, junto con las parroquias y otros centros sociales ejercen una gran influencia en la población japonesa. Se dice que el 12% de los japoneses son "cristianos de corazón" y sienten una profunda devoción por Jesucristo y la Virgen María. Figuras como la Beata Madre Teresa de Calcuta son conocidas y admiradas en todo Japón. La Iglesia goza de un gran prestigio en Japón  por su servicio sin proselitismo y por su demostrada reputación. Con todo, no es fácil vivir siendo una comunidad tan pequeña en un mundo social y culturalmente dominado por tradiciones más antiguas que el cristianismo, como son el sintoísmo, el budismo y la ética social confucionista heredada de China y que impera en las relaciones sociales entre japoneses.

¿Qué es lo más gratificante y lo más difícil de ser misionero?

Lo más gratificante es el ciento por uno que te da Dios cuando sales de tu tierra. Como dice el Evangelio, sin das uno, Dios te da cien... esto es cierto. Salir de tu tierra te abre horizontes, te hace una persona más humilde pero al mismo tiempo te da la posibilidad de hablar otras lenguas y comprobar como los "venenos" de este mundo no pueden quitarte la vida. La riqueza humana es muy grande e impagable. En concreto, vivir en primera línea los procesos de conversión de personas ajenas completamente al cristianismo, así como poder ser un pobre instrumento en el proceso de iniciación cristiana, es algo impagable...  Ver como Dios pasa por el corazón de los japoneses que descubren en Jesucristo el sentido de sus vidas, es algo inenarrable.

Lo más difícil es vivir lejos de tu familia y de tu comunidad de origen, en mi caso la parroquia de San Juan Bosco de Cieza, de mi pueblo, mis amigos, mi Diócesis y los compañeros sacerdotes con los que compartí seminario, sueños y trabajo pastoral por las tierras de Murcia. Echo mucho de menos mi Diócesis, pero eso es al mismo tiempo la mejor garantía de que puedo ser capaz de amar y entregarme a Japón.

¿Qué echa de menos de Cieza cuando está en Japón?

Lo que más echo de menos es el apoyo de la familia y los amigos. Lo peor en Japón es la soledad; en Asia las relaciones son diferentes, aparentemente más frías, aunque no sea así realmente. Es un reto para toda la Iglesia (y para mí personalmente) ser capaces de asimilar que somos enviados por el Señor "de dos en dos", es decir, nunca como francotiradores, sino en equipo. Trabajar en equipo es uno de los retos más grandes al que nos debemos de enfrentar los sacerdotes diocesanos; vivimos en una sociedad individualista, y ese individualismo se nos ha colado también en la Iglesia. Cuando estoy en España lo que echo de menos es el orden, la educación, el respeto y la cultura de Japón. A modo de broma siempre digo que mi sueño es inventar un país nuevo que se llame "Japaña"... es decir, una especie de mezcla entre Japón y España, pero cogiendo de ambos lo mejor...

¿Qué les diría a los jóvenes que se están planteando una posible vocación al sacerdocio o a aquellos jóvenes que ya se están formando en los seminarios de la Diócesis de Cartagena?

Que sobre todo y ante todo sean sinceros consigo mismos y con Dios (que viene a ser lo mismo). Que escruten a solas y con la ayuda de sacerdotes experimentados si realmente es Dios quien les llama o son ellos mismos los que buscan el sacerdocio por otras razones. El mundo de hoy necesita personas sinceras y profundamente vocacionales. Un sacerdocio mediocre es un drama y una tragedia para la propia persona, para la Iglesia y para la sociedad. Sin reciedumbre, hombría y nobleza es mejor esperar y madurar fuera del seminario para escuchar también ahí la voz de Dios. Dios no se cansa de llamar y generalmente siempre se sale con la suya cuando se le busca con sincero corazón. Hoy día la mediocridad es una verdadera tragedia. Don Miguel Bobadilla, que era mi director espiritual en el seminario siempre solía repetirnos: "no empeñaros en ser curas..." aquello nos dejaba muy tocados, pero al mismo tiempo nos animaba a mirarnos por dentro con ojos de fe. Hoy la Iglesia necesita esa mirada fiel.

A finales de abril estuvo celebrando y predicando en Cieza con motivo de la Clausura del Año Jubilar del Santísimo Cristo del Consuelo, ¿cómo se sintió?

Fue una gracia de Dios inmensa. Sentí a un pueblo deseoso de que se le hable con claridad, sin paños calientes, respetando las sensibilidades, con caridad y prudencia, pero sin que esa prudencia sea una rendición a los dramas que hoy día está viviendo el pueblo de Dios. Lo viví también con sorpresa al comprobar como cada día subía y subía el número de los asistentes a la novena hasta llegar un momento en que literalmente no se cabía dentro de la iglesia... hacía años que no vivía una experiencia así. Me impresionó el silencio y la devoción durante la misa y la atención increíble en las homilías de ¡media hora cada una!...  Intenté hacer un recorrido por los grandes temas de la fe, precisamente en el Año de la Fe, a modo de catequesis nucleares que afiancen todo aquello en que creemos. Para aquellos interesados, pueden encontrar toda la novena en mi blog:  www.misionenjapon.wordpress.com