13.07.13

 

Sin el menor género de dudas, al menos para mí, el documento “Iglesia particular y vida consagrada” hecho público ayer por la Conferencia Episcopal Española está llamado a convertirse en un texto de referencia sobre como deben ser las relaciones entre los religiosos y la jerarquía de la Iglesia. Creo que tiene un peso similar al que tuvo en su día el documento sobre teología y secularización.

Teológicamente hablando, el documento es de una gran riqueza. Es tal la profusión de citas magisteriales que ofrece, que es un auténtico manual sobre cómo entiende la Iglesia la vida consagrada. De hecho, esa manera de redactar el documento hace que el mismo sea difícilmente “atacable". ¿Cómo se puede arremeter, desde la comunión eclesial, contra lo que es simple y llanamente doctrina católica? Y, sin embargo, ya empiezan a leerse críticas que aseguran que el texto es muy duro, que los obispos quieren coaccionar a los religiosos, etc. Hay párrafos que provocan erisipela en el progre-eclesialismo. Por ejemplo, este:

Se tendrá presente que los consagrados están sujetos a la potestad de los obispos, a quienes han de seguir con piadosa sumisión y respeto, en aquello que se refiere a la cura de almas, al ejercicio público del culto divino y a otras obras de apostolado.

Lo de “piadosa sumisión” no les gusta nada a los que viven instalados en la disidencia. De hecho, el término sumisión es visto por ellos poco menos como sometimiento a una tiranía. Y sin embargo, fue el mismísimo Cristo quien nos dio el mayor ejemplo de sumisión a la voluntad del Padre. Él es el modelo a seguir.

El diálogo, necesario para que haya una buena relación entre religiosos y obispos, no elimina la autoridad de los pastores. La caridad no puede ser usada como excusa para permitir que las órdenes y congregaciones religiosas vayan a su aire sin tener en cuenta la voluntad de los responsables de pastorear el rebaño de Cristo. La autonomía necesaria de los consagrados no ha de ser la puerta abierta hacia la anarquía.

Con esto no estoy diciendo que todos los religiosos, ni siquiera la mayoría, sean unos ácratas antisistema o unos perroflautas eclesiales. De todo hay en la viña del Señor y eso vale también para la vida consagrada. Desgraciadamente suelen ser más noticia los que viven instalados en la disidencia que los que permanecen fieles al Señor y su Iglesia. Llama más la atención el que causa escándalo que el que cumple la voluntad de Dios. Los primeros interesados en poner fin a los escándalos que provocan determinados religiosos deberían ser aquellos de sus hermanos que no traicionan el carisma que recibieron. Es un acto de caridad corregir e incluso disciplinar al que se desvía de los caminos del Señor y se hace acompañar por otros en esa senda equivocada.

Dicen los obispos españoles (negritas mías):

Consecuencia y signo al mismo tiempo de esa comunión es el principio sentire cum Ecclesia, cuya concreta aplicación significa la unidad con los pastores. «En vano se pretendería cultivar una espiritualidad de comunión sin una relación efectiva y afectiva con los pastores, en primer lugar con el papa, centro de la unidad de la Iglesia, y con su Magisterio. […] Amar a Cristo es amar a la Iglesia en sus personas y en sus instituciones. Hoy más que nunca, frente a repetidos empujes centrífugos que ponen en duda principios fundamentales de la fe y de la moral católica, las personas consagradas y sus instituciones están llamadas a dar pruebas de unidad sin fisuras en torno al Magisterio de la Iglesia, haciéndose portavoces convencidos y alegres delante de todos».

Pues bien, teniendo la vida consagrada un puesto importante en la Iglesia como comunión, a quienes la profesan se les pide que sean verdaderamente expertos en comunión eclesial, uno de cuyos distintivos es “la adhesión de mente y de corazón al magisterio de los obispos, que ha de ser vivida con lealtad y testimoniada con nitidez ante el Pueblo de Dios por parte de todas las personas consagradas, especialmente por aquellas comprometidas en la investigación teológica, en la enseñanza, en publicaciones, en la catequesis y en el uso de los medios de comunicación social".

Vamos a ser claros. Sobran los consagrados que no se ahdieren de mente y corazón al magisterio de los obispos. Son instrumentos de división, de difusión de la heterodoxia, de expansión de la secularización interna, de generalización de la apostasía. Por supuesto, se puede decir lo mismo del resto del clero o de los seglares con responsabilidades eclesiales que creen que el magisterio es una especie de cárcel de la conciencia. Todos los fieles estamos llamados a hacer lo que se les pide a los consagrados en relación a la autoridad magisterial de la Iglesia.

Por otra parte, no podemos ignorar un hecho. Siendo que Dios ha querido suscitar diversidad de carismas que han servido para fundar congregaciones y órdenes religiosas de lo más variadas, ¿somos conscientes de la pérdida que representa para la Iglesia la falta de fidelidad a esos carismas? La Iglesia necesita a los consagrados. Son parte fundamental de la misma. Su servicio es en muchos casos irremplazable. No puede haber verdadera reforma que no pase por ayudarles a que sean fieles a aquello para lo que han sido llamados. Y ellos mismos, desde esa fidelidad, son una magnífica ayuda para la reforma del resto de la Iglesia. Por eso mismo, el documento de los obispos españoles es absolutamente necesario y puede marcar un antes y un después si es recibido en el espíritu de comunión que Cristo quiere para toda su Iglesia.

Tras la teoría llega la práctica, la toma de medidas. Es la sección “Cauces operativos” del documento episcopal. Destaco algunos puntos:

1. Desde los primeros grados de formación inicial eclesiástica y para la vida consagrada, dar la debida importancia al estudio sistemático de la eclesiología, insistiendo en la teología de la Iglesia particular, del ministerio episcopal y de la vida consagrada

Es de cajón. Quien está correctamente formado tiene mucho más fácil obrar bien. La formación errónea lleva, sí o sí, al error. El problema está cuando los que en su día fueron formados mal se convierten en formadores de otros. Se produce un círculo vicioso difícil de romper. Aquellos consagrados que profesan una eclesiología errónea difícilmente pueden transmitir la verdad sobre la Iglesia a los novicios.

5. Teniendo en cuenta las orientaciones del obispo diocesano conforme a las facultades que le confiere el derecho de la Iglesia, se ha de promover la vida de oración y la consiguiente formación litúrgica y doctrinal de las comunidades contemplativas y de las personas consagradas en general, de modo que sean para los fieles escuela de oración y de experiencia de Dios

Dado que una buena parte de los consagrados están en contacto directo con el resto de fieles, es absolutamente imprescindible que estén en sintonía con los pastores a la hora de ayudar a los bautizados en su vida espiritual. No puede ser que el obispo vaya por un lado y los religiosos por otro. No caben líneas y acciones pastorales contradictorias e incompatibles entre sí.

7. El obispo diocesano es el primer responsable de la acción pastoral en la diócesis, con el que han de colaborar los consagrados para enriquecerla según su carisma. Para su integración y participación en la acción pastoral de la diócesis, los consagrados observarán las facultades y competencias que el derecho de la Iglesia establece para el obispo diocesano en los distintos ámbitos de la acción pastoral: liturgia, homilías, catequesis, escuela católica y sus capellanes, obras asistenciales, etc

Como ven ustedes, los obispos insisten en explicar cuál es el papel que les corresponde como pastores. Piden a los consagrados que respeten su autoridad para así poder integrarse en la acción pastoral. En realidad, yo iría más allá y hablaría de integración en la vida de la Iglesia, pues no se puede ser buen católico yendo por libre en las tareas apostólicas.

9. Se tendrá presente que los consagrados están sujetos a la potestad de los obispos, a quienes han de seguir con piadosa sumisión y respeto, en aquello que se refiere a la cura de almas, al ejercicio público del culto divino y a otras obras de apostolado. Asimismo, en el ejercicio del apostolado externo, dependen también de sus propios superiores y deben permanecer fieles a la disciplina de su Instituto; los obispos no dejarán de urgir esta obligación cuando proceda, estableciéndose para ello las convenientes vías de diálogo entre los obispos y los superiores mayores, especialmente si se produjeran situaciones en que algunos consagrados expresaran públicamente un disenso eclesial.

Este punto es esencial. No solo por lo que se les pide a los religiosos sino por lo que se reclama a los propios obispos. Es de ellos de quienes se dice que “no dejarán de urgir esta obligación“. Un obispo que calla y mira para otro lado cuando algunos consagrados presentes en su diócesis se convierten en motivo de escándalo público y disenso eclesial, es un mal obispo. Y de hecho, dada su responsabilidad superior en la tarea de servir al bien común de todos los fieles, es más grave la falta de reacción de un pastor ante el error que la propia acción del que difunde dicho error. No hace falta que demos ejemplos concretos. Todos los conocemos.

19. Promuévanse con cierta periodicidad asambleas o encuentros de obispos y superiores mayores en la provincia y región eclesiástica. Estas reuniones pueden servir para el seguimiento y la evaluación de las relaciones mutuas según estos cauces operativos.

Es fundamental que obispos y religiosos se vean, dialoguen, superen desconfianzas mutuas, reparen los puentes destruidos. En definitiva, que creen comunión allá donde la misma está amenazada o quebrada.

Acabo señalando quién es el principal responsable de este documento. Puede que determinados sectores de la información y opinión religiosa señalen a determinados obispos para criticarles. Pues bien, según mis fuentes, que acostumbran a ser bastante buenas, aunque todos los obispos han dado el visto bueno y muchos de ellos han hecho valiosas aportaciones, el padre de la criatura es Mons. Vicente Jiménez Zamora, obispo de Santander y presidente de la comisión episcopal para la vida consagrada de la CEE. De hecho, es lógico que sea él, junto con el resto de miembros de dicha comisión, el que haya puesto el mayor empeño en que el texto salga adelante. Por tanto, los que quieran criticar el texto, ya saben a quién dirigirse. Y los que queremos alabarlo, idem.

También he de decir que los obispos han tratado con los responsables de CONFER sobre el contenido de “Iglesia particular y vida consagrada". La relación entre obispos y religiosos mejoró notablemente con la llegada del P. Elías Royón al frente de la propia Confer. Y se nota.

Quiera Dios que este servicio de nuestros obispos a la comunión eclesial sea bien acogido por todos. Quiera Dios que la vida consagrada en España dé buenos y abundantes frutos. Quiera el Señor que este documento no se quede en papel mojado, sino que sirva para que su Iglesia en este país le sirva más y mejor.

Luis Fernando Pérez Bustamante