Diócesis
23 de julio del 2013

Monseñor Munilla, desde las favelas de Brasil, alerta de la presencia de las sectas y agradece, emocionado, “la hospitalidad de los pobres”

El grupo de peregrinos que ha viajado desde la diócesis de San Sebastián con su obispo hasta Brasil está dejando sus impresiones de la Jornada Mundial de la Juventud en un blog que recoge las palabras de monseñor Munilla. De su primera jornada, en las favelas de la parroquia de Santa Luzia, en la diócesis de Campo Olimpio, a las afueras de Sao Paolo, da cuenta del preocupante incremento de las sectas entre la población más desfavorecida. El 50% es católico y la otra mitad pertenece a alguna secta.


 

"Nos han acogido no digo bien, sino increíblemente bien. Es emocionante ver la hospitalidad de los pobres", dice monseñor Munilla en su carta en la que explica que la zona en la que están está especialmente deprimida y el 30% de la población vive en favelas, no siempre ilegales pero sí paupérrimas.

Además, a monseñor Munilla le ha llamado la atención la enorme presencia de sectas: "El 50 % de la población está en sectas, y el otro 50% es católica. El número de sectas es altísimo. El párroco dice que hay más de cien sectas creadas en este barrio".

Contra esa lacra lucha la actividad pastoral de la parroquia, con diferentes grupos como Renovación Carismática, Legión de María, Apostolado de la oración, grupos vicencianos de caridad, grupos de pastoral juvenil, etc.

Los peregrinos fueron a jugar un partido de fútbol con los chicos de las favelas aunque se llevaron dos derrotas consecutivas contra los más jovencitos del vecindario que jugaban bastante mejor, incluso descalzos.

La experiencia del rosario rezado en la favela de una familia en la que dos niños habían muerto en un tiroteo fue sobrecogedora porque pudieron vivir la misma pobreza en la que vive buena parte del mundo. Así lo cuenta el obispo de San Sebastián: "La madre nos había preparado una merienda para después del Rosario, y luego hicimos una fiesta con bailes a la que asistieron los miembros católicos de las favelas vecinas (también al Rosario). Todo el mundo bailaba, cada uno en el cubículo en que se encontrase, porque era imposible que cupiésemos en el mismo habitáculo".

También celebraron misa en la parroquia. "Asistió muchísima gente del barrio. Impresionante cómo se puede compaginar tanta 'devoción' con tanta fiesta en la eucaristía (guitarras eléctricas y batería inclusive). Al mismo tiempo, todo supersolemne, con monaguillos con sotana roja y roquete incluido. Al terminar la eucaristía, unos diez minutos de cantos y baile en la iglesia con toda la gente que no terminaba de marcharse, por la música religiosa tan animada".