27.07.13

Una Iglesia de jóvenes y ancianos

A las 12:19 PM, por Luis Fernando
Categorías : Actualidad, Papa Francisco

 

Cada vez que se celebra una Jornada Mundial de la Juventud es habitual escuchar a todo el mundo -también a los papas- decir algo tan evidente que no acabo de entender por qué se repite tanto. A saber, que los jóvenes son el futuro de la Iglesia. Y me pregunto, ¿cómo no habría de ser así?

Por una mera cuestión biológica, los que hoy tienen entre catorce y veintitantos años tendrán entre treinta y cuarenta dentro de dos décadas. Y entonces el futuro seguirá siendo cosa de los jóvenes. De hecho, no ha habido una sola época en los veinte siglos de la historia de la Iglesia en que no haya sido así.

Es bastante probable que entre los centenares de miles de chavales que están en Río -o en las JMJs paralelas que se celebran en todo el orbe- haya muchos que serán sacerdotes e incluso obispos. Pero la gran mayoría están llamados a unirse para formar familias cristianas.

Ello mismo nos debe hacer comprender la importancia de dar una formación adecuada a quienes han de recoger el testigo de la fe que ha sido entregada de una vez para siempre a todos los santos. Ya desde la niñez, el cristiano ha de alimentarse de buenos pastos y no de cardos y de espinas.

Como dice el salmo “¡Tú, oh Dios, me adoctrinaste desde mi juventud, y hasta ahora he pregonado tus prodigios!” (Salm 71,17). Si algo bueno tienen las JMJs es que el Vicario de Cristo tiene la oportunidad de dar buena doctrina a los jóvenes, tanto si son católicos como no. Y la repercusión mediática del evento hace que las palabras del Papa tengan más eco.

Sin embargo, el papa Francisco ha querido dar protagonismo en esta JMJ a esa parte de la Iglesia que tiende a ser bastante ignorada por todos. Me refiero a los ancianos. Aprovechando que ayer era la festividad de Santa Ana y San Joaquín, padres de la Virgen María, el Papa ha recalcado el papel que juegan los abuelos en la transmisión de la fe. Y es que por mucho que los jóvenes sean el futuro, éste no será bueno si se produce una ruptura de la comunión entre los chavales y aquellos que están ya en la fase final de su peregrinación por esta vida camino del Padre.

Dice el proverbio: “La gloria de los jóvenes es su fuerza, y la hermosura de los ancianos es su vejez” (Prov 20,29). La Iglesia ha de ser a la vez fuerte y hermosa, y para ello debe contar con la energía de sus jóvenes y la sabiduría de sus ancianos, acumulada tras una larga vida en el Señor.

Vivimos en una época en la que la juventud se ha convertido en el gran campo de batalla espiritual entre los hijos de Dios y los hijos de las tinieblas. Debemos evitar tanto el error de la idolatrización de los jóvenes por el mero hecho de ser jóvenes, como en el pesimismo del que se pasa el día diciendo “¿a dónde vamos a parar con esta juventud?”

En realidad los jóvenes son en gran medida aquello que les hemos enseñado a ser. Por supuesto, cada chaval tiene su parte de responsabilidad a la hora de marcar el camino por el que ha de transitar en lo que le queda de vida, pero nadie puede pedir el milagro de tener una juventud sana si se le ha educado en los valores del hedonismo y la inmoralidad. No basta con no enseñarles el mal. Hay que formarles en el bien, darles instrumentos para que la gracia haga su labor en sus almas, de manera que puedan oponerse al espíritu de este mundo, que sin duda les arrastra hacia las tinieblas del consumismo, del ocio irresponsable y de la incapacidad de formar familias estables.

Gracias a Dios, el papa Francisco está siendo capaz de ofrecer a nuestros jóvenes el único camino seguro para que puedan ser aquello a lo que el Señor les ha llamado. El Vicario de Cristo les hace preguntas de cuya respuesta depende el que sean siervos de Dios o esclavos del mal. Pero es necesario abonar la semilla que el Papa pone en sus corazones. La Iglesia ha de saber regar el mensaje de la salvación que ellos reciben en esta JMJ. Es necesario asegurarse que los catequistas hacen bien su función. Es vital que las pastorales juveniles sean eficaces. No se puede pedir a los chavales que vayan contracorriente si no se les enseña a entregar su vida a Cristo.

En ese sentido, la secularización interna de la Iglesia es un enemigo muy poderoso. Es la quintacolumna de Satanás en medio del pueblo de Dios. Y los jóvenes son sus principal objetivo. No basta con enseñar la verdad. Hay que denunciar la mentira, combatirla, arrancarla de cuajo en el seno de la Iglesia. La luz siempre se impone sobre las tinieblas, pero si dejamos que sectores importantes del catolicismo vivan cegados por la oscuridad de la herejía, tendremos cristianos incapaces de ser fieles a Cristo. El evangelio nos llama a dar de comer al hambriento y de beber al sediento. Nos llama a atender al enfermo, a visitar a los que están presos, a cuidar de las viudas y los huérfanos. Pero sobre todo, Cristo nos pide que hagamos discípulos en todas las naciones. Si esto último lo dejamos a un lado, seremos aquello que el Papa no quiere que seamos: una ONG más que presta servicios sociales. Y Cristo no vino a fundar una ONG, sino una Iglesia que es santa, católica y apostólica.

Luis Fernando Pérez Bustamante