31.07.13

 

En el progre-eclesialismo español andan la mar de ilusionados esperando que el papa Francisco eche a patadas a los obispos que no son del gusto de esos paladines del mal. Piensan que el Santo Padre va a dedicarse a poner patas arriba la Iglesia en España y ya tienen fijada su hoja de ruta. Les caen mal Mons Munilla, Iceta, Sanz Montes, Demetrio Fernández, Reig Pla, Francisco Pérez, etc, y han llegado a la siguiente conclusión: “Como Francisco es de los nuestros, se va a cargar a los que no nos gustan".

Ciertamente no sabemos por dónde irán los nombramientos episcopales en nuestro país. Por delante tenemos la inmediata sucesión de Madrid y Barcelona, que sin duda marcarán una tendencia. Y dado que el cardenal Cañizares va a volver, sospecho que una de esas dos sedes será ocupada por él. Ahora bien, me parece muy aventurado suponer que un papa argentino es un gran conocedor de todas las vicisitudes de las diócesis españolas. Para eso está el Nuncio y los cardenales españoles que sirven a la Iglesia desde la Congregación para los Obipos, que es la responsable de presentarle los nombramientos al Vicario de Cristo. Con Francisco, como ocurrió con otros papas anteriores, lo normal es esperar que elija personalmente a los arzobispos de las diócesis más importantes del país. Del resto, confiará en lo que le propongan.

El problema es que el progresismo-eclesial tiene prisa por desandar lo andado. Si algo cabe agradecer al cardenal Rouco es su papel esencial para que España tenga hoy mejores obispos que hace 20 años. El ejemplo de San Sebastián es palmario. Pasar de Mons. Setién a Mons. Munilla es como pasar de tener a un pastor que amaba más a unas ovejas que a otras -él lo reconoció- a otro que ama a todas por igual, sean de la tendencia que sean. Dicho amor no significa que vaya a hacer siempre lo que les apetecía a las “más amadas” por su antecesor. De Mons. Uriarte, que estuvo entre Setién y Munilla, mejor no hablo, porque consiguió el hito de ser el único obispo católico en medio siglo al que Doctrina de la Fe le tiró abajo un imprimatur a un libro de un teólogo. Si el Papa quiere que los obispos huelan a oveja, puede preguntar a las víctimas del terrorismo con qué obispo se sienten más amparadas.

El Santo Padre puede indagar también qué diócesis catalanas cuentan con más vocaciones en el seminario. Si hace eso, lo mismo saca alguna conclusión sobre qué le conviene a Barcelona.

Dado que Francisco ha mostrado su predilección por los nuevos movimientos -en el avión de vuelta a Roma dijo que “en este momento de la Iglesia y amplío un poco la respuesta, creo que los movimientos son necesarios. Los movimientos son una gracia del Espíritu“- no parece posible que nombre a obispos que quieran aparcarlos en el desván de sus diócesis. Y ya sabemos lo mucho que el progre-eclesialismo detesta a dichos movimientos.

De momento en Argentina ha nombrado como obispo de Orán a Mons. Gustavo Zanchetta. ¿Cómo ha sentado dicho nombramiento al progre-eclesialismo de esa nación? Léanlo ustedes mismos.

En cualquier caso, lo realmente repugnante es usar al Papa como arma arrojadiza contra nuestros pastores. Francisco tiene la personalidad que tiene. Su carisma es el que es. Como he escrito hace unos días, a mí me gusta mucho como predica. Su intención de reformar la Curia me parece excelente y será una bendición para todos si tiene éxito. Pero la Iglesia no se compone de obispos que son un clon del Obispo de Roma. Ya me dirán ustedes cuántos obispos españoles encajaban con el perfil de Benedicto XVI o incluso con el de Juan Pablo II. Lo importante es que cumplan bien la misión que el Señor les ha encomendado.

En medio de una secularización interna espantosa, no tendría mucho sentido volver a un modelo episcopal que fue, siquiera en parte, el causante de dicha secularización. Y aun así, si tal cosa ocurriera, Dios no lo quiera, la Iglesia ha demostrado a través de los siglos tener una gran capacidad de regeneración. No en vano, es el Espíritu Santo quien la guía. No lo olviden aquellos que quieren regresar a los tiempos de la crisis postconciliar, cuando todo estaba patas arriba y parecía que la Barca de Pedro podía naufragar en cualquier momento.

Luis Fernando Pérez Bustamante