3.08.13

 

Creo que las indicaciones de dirección para el futuro, que los obispos estén revisando nuestros materiales, nuestras publicaciones y dirigiendo la asamblea es inaceptable“. Así de claro se expresa Sor Pat McDermott, superiora del Instituto de las Hermanas de la Misericordia, congregación religiosa a la que pertenecen once mil consagradas.

Resulta que del 13 al 16 de este mes de agosto tendrá lugar en Orlando la Asamblea General de la LCWR ( Leadership Conference of Women Religious - Conferencia de Superioras de Mujeres Religiosas) de Estados Unidos. Y siguiendo las instrucciones marcadas por la Santa Sede, y refrendadas por el Papa Francisco, dicha asamblea va a ser monitorizada por los obispos. Mons. Sartain, arzobispo de Seattle, acudirá como delegado apostólico.

Mc Dermott no es la única que tiene la mosca tras la oreja. Sor Theresa Kane, quien fue presidenta de la LCWR durante los años 1979-1980 advierte que Mons. Sartain tiene la intención de estar en Orlando todos los días en que tenga lugar el encuentro. Y considera que tal hecho implica que “nos está controlando. Es como una nube.. y estamos viviendo a través de ella.

La religiosa McDermott va más allá y asegura que, en vista de que la jerarquía de la Iglesia quiere revisar lo que hacen, “esta no es una Conferencia a la que la mayoría superioras quieren pertenecer“. En otras palabras, está como amenazando de que si todo sigue igual, la LCWR se disolverá por decisión de ellas.

Sin embargo, Sor Margaret Ormond, superiora de las Hermanas Dominicas de la Paz, ha optado por preguntar a sus compañeras religiosas qué es lo que quieren que el arzobispo oiga de ellas. En una carta opina que su congregación se ha mantenido fiel a la Iglesia y asegura que han llevado una labor de servicio basada en la opción preferencial por los pobres. Parece, sin duda, una actitud más sensata.

Sor Pat McDermott, la misma religiosa que cree inaceptable que los obispos revisen lo que hacen, es la que pide que el Obispo de Roma las reciba para hablar de sus cosas. Es peculiar que quienes rechazan la autoridad episcopal, se quieran entrevistar con la cabeza del colegio apostólico. Deben pensar que quizás tienen la opción de convencer al Papa para que las permita hacer lo que han venido haciendo en las últimas décadas y que ha sido precisamente la razón de que la Santa Sede las interviniera.

No es imposible que un Papa deshaga lo que hizo su antecesor, pero sospecho que en este caso los obispos norteamericanos tienen mucho que decir al respecto. Al fin y al cabo, son ellos los que tienen el “problema” de la LCWR en sus diócesis. Si desde el progre-eclesialismo se apela tanto a la colegialidad episcopal, no tiene sentido que pretendan que el Santo Padre ignore a los obispos de toda una nación a la hora de tomar una decisión de gran calado.

Lo que se juega en EE.UU es muy importante para el futuro de toda la Iglesia. Nadie pone en duda que las religiosas puedan llevar a cabo una labor social fundamental, atendiendo a los más necesitados, dirigiendo colegios católicos, etc. Pero refugiarse en las buenas obras como excusa para que se ignore los errores doctrinales es una traición a los que son objeto de esa atención caritativa. Y mal haría la Iglesia en mirar para otro lado para no molestar a quienes quieren seguir viviendo alejadas del magisterio. Si hay algo peor que dejar que los heterodoxos campen a sus anchas, es amagar con ponerles bajo la autoridad de la Iglesia y luego dejarles igual que estaban. Mala madre es la que permite a sus hijos rebeldes hacer lo que les venga en gana. Pero aun peor es la madre que permite que sus hijos la humillen públicamente. Y ni les cuento qué tipo de madre es la que da disciplina a los que sabe que la aceptan porque la aman y la sirven, mientras deja a los otros vivan a su aire.

Nadie pide que la Iglesia sea como la madrastra de Cenicienta. Pero si el mismísmo Jesucristo se sometió a su Madre y a San José, cuanto más habrán de someterse unas religiosas a la que es Madre y Maestra de todos los fieles. Si no lo hacen, demostrarán que se han extraviado del camino de salvación. Y lo que es peor, serán instrumentos de perdición para otros. La Iglesia de Cristo no puede consentir tal cosa.

Luis Fernando Pérez Bustamante