19.08.13

 

Ayer mismo. Y que me perdone si cuento su historia, pero como me imagino que no me va a leer, y además cambio su nombre, pues todos felices. De todos modos, si alguien llegara a identificarla, tampoco pasa nada.

Titulares, fotos, polémica y primeras páginas en los medios siempre se los llevan otros. Pero la gente buena, sencilla, la que hace que la iglesia esté viva y sea testimonio de amor a Cristo y a los demás nunca asoma por los portales de información ni pintan nada.

Apareció por la parroquia ayer cuando estaba cerrando el templo tras la misa de la tarde. Comienzas a hablar y sin darte cuenta vas notando cómo se te ensancha el alma. Me cuenta cosas, por ejemplo que colabora en la adoración perpetua de su parroquia desde hace años y además coordinando un turno. Suelta sus débiles quejas hacia los sacerdotes, que según ella no acabamos de darnos cuenta del valor de la adoración, y hasta me confiesa que en su parroquia hubo presiones muy fuertes para suprimirla. ¿Sabe lo que algunos llegamos a llorar? Pero yo se lo dije muy clarito: si tengo que pasarme aquí horas y horas, aunque todos los turnos tenga que hacerlos yo, la adoración no se cierra. Muchas lágrimas para mantener la adoración, mucho llanto, pero ahí estamos.

Yo voy mucho, ¿sabe usted? Porque como soy coordinadora pues en cuanto alguien falta ahí estoy yo. No sabe las alegrías que me llevo. Hace unos días voy a las seis de la mañana y me encuentro seis niñas, porque eran poco más que niñas, que habían estado toda la noche con el Santísimo, y otras que acababan de marcharse.

¿Dónde se me ha ido esa mujer? ¿Qué mujer? le dije. Esa… es una polaca que tengo recogida en casa… No está bien y estaba en la calle, así que ahora vive conmigo. ¿Qué tal la adoración aquí en vacaciones? Bueno… pues se va cubriendo como podemos. Yo hace tiempo que no me voy ni un día de Madrid, me siguió diciendo la buena de María. Aquí tengo mi tarea y me da cosa marcharme por si el Santísimo estuviera solo. Así que en Madrid tan a gustito.

María jamás aparecerá en un medio de comunicación ni será presentada como profeta. Jamás será invitada a un congreso de teología, a dirigir la palabra a los obispos en ejercicios, como experta en un sínodo vaticano y posiblemente en su parroquia pintará poco. Eso que nos perdemos. Cuántas veces no nos quedamos con especialistas en teorías, sabios de laboratorio, profetas de chichinabo y supuestos expertos en nada y menos.

Sin embargo, la iglesia está llena de Marías, de hombres y mujeres que, en la más absoluta oscuridad, rezan, se sacrifican, aman, recogen al pobre que quedó en la calle y se emocionan delante del Señor. Benditos sean.