30.08.13

Reig Pla en Paracuellos

A las 12:44 PM, por Santiago Mata
Categorías : Sin categorías

A petición de algunos amigos a los que en su momento gustó, reproduzco el texto completo de la homilía del obispo de Alcalá, monseñor Juan Antonio Reig Pla, en su última misa en la “catedral” de los mártires en Paracuellos.

Paracuellos debe ser destino de peregrinación

Como foto coloco la que hice de la lápida del provincial de los Agustinos, Avelino Rodríguez Alonso, de quien me contó don Leocadio Moreno que había sido profesor suyo. Aquí la homilía de D. Juan Antonio Reig Pla en la misa de clausura del 75º aniversario de las matanzas de 1936, el 18 de noviembre de 2012:

Culminamos hoy la celebración de los 75 años de lo que fue -culminamos los 75 y vamos a cumplir los 76- de lo que ha sido un momento difícil en nuestra historia pero bellísimo desde el orden de la fe. Hoy venimos con gratitud para culminar el 75 aniversario, le damos gracias a Dios por todo lo que representa para nosotros y por todo lo que ha significado en nuestra historia.
Querida junta de la Hermandad de la Virgen de los Mártires de Paracuellos:


Nuestra diócesis de Alcalá de Henares, antigua diócesis complutense tiene un origen martirial, nació con los santos niños Justo y Pastor, que fueron degollados en la persecución de Diocleciano, siglo IV, ahora la providencia ha querido que el territorio de este camposanto, cementerio, dormitorio, donde nuestros hermanos esperan la llamada de la resurrección, forme parte de esta diócesis, y el obispo viene aquí con la misma ilusión y entusiasmo con que el primer obispo de la diócesis complutense fue a edificar la catedral allí donde estaba el lugar del martirio de los santos niños. Junto a la catedral de Alcalá de Henares, este es el lugar de patrimonio espiritual más importante en nuestra diócesis, vinculada a la provincia eclesiástica de la archidiócesis de Madrid. Por tanto, vengo yo con ese espíritu de gratitud y de veneración. Ya son 120 los mártires beatificados y aquí está el relicario, que yo prefiero llamar la más grande catedral que se ha edificado en el mundo con aquellos que fueron testigos de la fe, esto es el cementerio camposanto de Paracuellos de Jarama. Agradecidos por el testimonio de estos hermanos nuestros, de aquellos que están esperando que nosotros pongamos en marcha, por la causa de los Santos, todo el trabajo necesario para añadir (aumentar) el número de mártires testigos de la fe…


Lo de Paracuellos de Jarama, dentro de la persecución religiosa, es un hecho singular. La providencia ha querido que se mantenga este cementerio casi milagrosamente. Eran sacados de las cárceles, lo sabéis vosotros mejor que yo, y sin juicio, eran traídos aquí, engañados, algunos sabiendo exactamente lo que estaba pasando, los cargaban en camiones, los llevaban atados con alambres, los bajaban de los camiones en los pinos y los conducían a las zanjas donde eran fusilados y enterrados, algunos permaneciendo todavía vivos. Eso es un hecho singularísimo, la persecución religiosa en España tuvo elementos atroces, de vejación de personas, de religiosos, de familias, pero esto es verdaderamente singular. Este pedazo de tierra es un monumento, a los pies del cerro de San Miguel, junto al arroyo de San José. Empezaba la lectura diciendo que en aquellos días, cuando se hará justicia, se levantará Miguel. ¿No os parece una coincidencia, una providencia? Aquí donde injustamente fueron asesinados nuestros hermanos, se levantará Miguel y estos están enterrados a los pies del cerro de San Miguel… para salvar a todos aquellos cuyo nombre está escrito en el libro de la vida. Es hermoso pensarlo así. Dios que quiere dar justicia, y la justicia de Dios es definitiva.


Sabéis que todos ellos, y mira que les provocaban, que les invitaban a pasar al bando donde ellos no estaban. Ninguno de ellos apostató. Y todos, como había presencia de religiosos, de sacerdotes, acudían a la confesión, rezaban juntos el rosario, lloraban y se animaban juntos, y todos ellos acababan perdonando, todos ellos acababan gritando ¡Viva Cristo Rey!, ¡Viva España!, viva aquello que era la tradición de sus padres, la tierra que les habían dado como herencia. Miguel hará justicia en nombre de Dios. Esa justicia no es contra nadie, nos alcanza por la pura misericordia de Dios. Llegará un día en que desde aquí surgirá como un torrente de luz, decía (la lectura) que los sabios brillarán con el fulgor del cielo, y aquellos que enseñaron la justicia serán como estrellas. Imaginad este terreno humilde, que se ha salvado por la providencia, ha habido intentos incluso de trasladar los restos de nuestros hermanos a otros lugares, se ha salvado por la providencia. El día de Miguel, el día por excelencia, no solo brillarán con la luz de una estrella, será una constelación de estrellas, que ahora mismo este obispo con vosotros quisiera que fuera un punto de verdadera luz para aquellos que tienen que encontrar en este lugar, junto al relicario de la catedral de los mártires, un espacio de oración.


Este es un santuario y una tierra para orar, para suplicarle a Dios y un lugar de peregrinación, donde nosotros podamos recibir la misma fortaleza de nuestros hermanos mayores, testigos de la fe, el mejor patrimonio para la Iglesia, por supuesto el mejor patrimonio de nuestra diócesis de Alcalá de Henares, unida a la archidiócesis de Madrid. Esto es una constelación de estrellas en un momento de oscuridad, de crisis epocal, de crisis de civilización. Nuestros mártires testigos de la fe brillan con el fulgor del cielo, como las estrellas del firmamento, y para nosotros es una ocasión de dar gracias a Dios, de bendecirle, agradecerle el don y ponernos en su misma dirección, con la palabra de reconciliación y de perdón, favorecer la grandeza de la fe, que regenera el corazón de las personas, que le da a nuestro pueblo el sentido y el arte de vivir, y que hace que nuestro pueblo afronte todas las situaciones, difícil u oscuras, con esperanza. Este es el testimonio de los mártires de la fe. Este es el déficit que ahora mismo sufrimos en España, déficit de fe, ausencia de Dios, déficit de arte de vivir y déficit de esperanza. Por tanto este es un lugar, dentro de lo que es nuestra geografía, privilegiado, para proponer la fe, para proponer un arte de vivir y para proponer la virtud de la esperanza, don que Dios nos tiene que conceder.


Celebramos el final de este 75 aniversario cuando hemos comenzado el Año de la Fe. Un año para venir aquí e invocar a los mártires para que intercedan por nosotros y por la fe de nuestro pueblo, para que en España se continúe la tradición católica en el seno del seguimiento de Jesucristo. Todos caminando en una misma dirección, respetando la humildad de este lugar, pero sabiendo que aquí hay una constelación de estrellas que nos alumbran en este momento para que viéndoles a ellos nuestros niños, nuestros jóvenes, aquellos que están escolarizados y que pueden venir aquí en peregrinación, aquellos que quieren sentir el dolor de la descristianización de su pueblo, vengan aquí para aprender la lección de la fe, para aprender la lección de una vida generosa hasta el derramamiento de la sangre y para vigorizar nuestra esperanza.


El Señor es mi heredad, queridos familiares, vuestros familiares enterrados aquí sintieron al final el alivio de Dios, invocándole -¡Viva Cristo Rey!- están suplicándole como el salmista: protégeme Dios mío, que me refugio en ti. La respuesta del Señor es: no te preocupes, tu copa estará llena. Cuánto hemos de agradecer al Señor todo, la vida y también el momento de la muerte de los mártires porque su copa está llena. Eso significa que la redención del Señor es copiosa. Se puede decir protégeme Dios mío que me refugio en ti, o se puede decir de la manera más sencilla: Viva Cristo Rey. Porque mi copa está llena de caridad, de amor de Dios, que me lleva al extremo de morir en paz, morir perdonando, nadie lo puede hacer si no tiene la copa llena de la misericordia de Dios que regenera su corazón y lo limpia. Nadie puede decir: y os perdonamos, sabemos que muchos lo estáis haciendo obligados o por ignorancia, pero os perdonamos a todos. Nosotros necesitamos como ellos llenar nuestra copa de la misericordia del Señor, que es tener el corazón rebosante, sabiendo que nadie nos puede quitar la paz, porque Dios es la porción de nuestra heredad.
¿A quién vamos a heredar? Al Señor, vamos a heredar la vida eterna, ellos, por gracia, por el bautismo del martirio, ya la han heredado, ya la han alcanzado, y por tanto para nosotros son motivo de alegría. La muerte de nuestros hermanos mártires es servir al Señor, confesando la propia fe, y perdonando, que es lo que hace posible la caridad en nuestro corazón. Si Dios es nuestra heredad, podemos mirar la vida con esperanza, si Dios es la copa que está llena de su amor, nos podemos arriesgar a trabajar juntos, unidos, sin cansancio, con firmeza, todos mirando en la misma dirección, para no olvidar este sitio, para continuar embelleciéndolo sin hacerle perder su sencillez y humildad y para hacer que de verdad esta herida en nuestro pueblo se cure de tal manera que este sea un lugar verdaderamente religioso, un lugar de patrimonio espiritual, un lugar de oración, un santuario de verdadera peregrinación.


(Cristo está en el cielo.) Allí las almas de los bienaventurados están con él, intercediendo por todos nosotros, y nosotros celebramos el único sacrificio que es la Eucaristía, que es la misma gracia de Jesucristo en su Cuerpo y su Sangre. Nosotros somos peregrinos, ellos ya han llegado a la meta, nosotros necesitamos de la Eucaristía, se la ofrecemos al Señor en acción de gracias, y a la vez él nos responde dándonos su Cuerpo y su Sangre, lo cual significa que la Eucaristía nos introduce ya en la antesala del cielo. Si tenemos el cielo ya lo tenemos todo, ya no podemos vivir como personas sin esperanza, hemos de vivir con alegría. La Iglesia católica anuncia el cielo ya presente en la tierra, por la Encarnación de Jesucristo, porque nos ha mostrado su amor en su pasión y muerte, porque ha resucitado, ascendido a los cielos, y ahora está intercediendo, la Jerusalén del cielo, con esta Iglesia de la tierra que celebra la Eucaristía para unir el cielo y la tierra. La justicia de Dios es la gloria, el cielo, sin el cielo no habría justicia, nuestros hermanos quedarían olvidados, quedaría como un gesto sin ninguna importancia, cuando es todo lo contrario: es un gesto que les hace alcanzar la patria definitiva, el cielo, y a nosotros nos infunde la verdadera esperanza para continuar sembrando en nuestra diócesis, en nuestro pueblo, en España, la fe de nuestros padres, que dará sentido para vivir.


En este territorio (terreno) vemos las yemas de lo que despunta como una primavera, que anuncia el verdadero sol de justicia, los verdaderos frutos de santidad, para que nosotros vivamos vigilantes, como ellos, y aprendamos de ellos, para que este sea un lugar de verdadera primavera, porque aquí ya se han dado los frutos espléndidos de lo que es capaz de hacer una persona cuando es alcanzada por Dios, cuando se ha reconciliado por medio del sacramento de la penitencia, cuando ha vivido en la oración junto a María en el Santo Rosario y cuando juntos se han animado los unos a los otros para dar la vida por Cristo.


Paracuellos de Jarama, este lugar, es primavera para España, constelación de estrellas que nos anuncian el cielo, fulgor del firmamento que nos anuncia nuestra verdadera patria, sin ella no podríamos vivir, sin ellos no tendríamos intercesores, nos olvidaríamos, estaríamos perdidos en el camino sin saber la meta, pero ellos están aquí advirtiéndonos, intercediendo por nosotros para que, como ahora después rezaremos en cada una de las fosas, ellos con nosotros nos ayuden a rezar por nuestra patria, por España, por nuestra diócesis, por todas nuestras familias, para continuar llevando adelante la antorcha de la fe, siguiendo las palabras del Santo Padre, Benedicto XVI, en este Año de la Fe, porque la fe es la victoria sobre el mundo. Conclusión: gracias Señor por el testimonio de estos hermanos nuestros mayores, porque les diste fuerza, para poder vivir el momento extremo del martirio, porque fueron fieles y no apostataron, porque supieron llevar en su corazón la fe que les invitó a perdonar a sus verdugos. Hoy nuestra oración surge desde este lugar por nuestra diócesis, por toda España, para que con la Jerusalén del cielo podamos sembrar de paz y de reconciliación nuestro cuerpo. Que así sea.


(Antes de la bendición final.) Saldremos de la capilla para ir rezando un responso en cada una de las siete fosas. Este año añadiremos también los pinos, para recordar a aquellos que fueron allí muertos y arrastrados después a las fosas. ¿Qué es esto, queridos hermanos? Un lugar hermoso. Un punto de luz para nuestra diócesis y para España. Una hermosura de sacerdotes, de religiosos, de familias enteras, de personas con profesiones cualificadas, desde los militares, los abogados, los médicos, los profesores, familias enteras, niños, mujeres, hombres, esto es un punto de luz. Si entre todos aunamos esfuerzos, continúa la causa de los Santos en la comisión que hemos creado, si trabajamos en la misma dirección, devolveremos con justicia a nuestra tierra este lugar que tendría que ser uno de los más significativos como patrimonio espiritual de nuestra Iglesia católica.