ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 31 de agosto de 2013

La frase del sábado 31 de agosto

“Un solo rayo de sol es suficiente para despejar muchas sombras”.

San Francisco de Asís, (nacido Francesco Giovanni di Pietro Bernardone, 1182 – 1226)

 


Santa Sede

El santo padre elige al nuevo secretario de estado
Es Mons. Pietro Parolín, actual nuncio apostólico ante Venezuela. Asumirá dentro de 45 días

Monseñor Parolín: Total sintonía con el papa Francisco
El nuncio en Venezuela escribe una carta agradeciendo el nuevo cargo de secretario de estado

¿QuIén es un secretario de estado?
El brazo derecho del papa, el número uno del principal ministerio: la Secretaría de Estado

Mirada al mundo

Ex-alumnos Ratzinger inician el curso sin la presencia de Benedicto XVI
Este año abordan 'La cuestión de Dios en el contexto de la secularización'

Perú: misa en Ayacucho por víctimas de la violencia terrorista
A los 10 años del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación

Homilética

"Sentado en el último lugar"
Comentario al Evangelio del domingo (XXII T.O. Año C)

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

Beato Pere Tarrés
«Presbítero y médico, con un gran liderazgo entre los jóvenes, en sus misiones le dejó la estela de su entusiasmo, coherencia y autoridad moral. Llegaba al corazón de los hombres, valorando al enfermo en su dignidad como persona, insuflándole esperanza»


Santa Sede


El santo padre elige al nuevo secretario de estado
Es Mons. Pietro Parolín, actual nuncio apostólico ante Venezuela. Asumirá dentro de 45 días

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 31 de agosto de 2013 (Zenit.org) - Confirmando las indiscreciones de los días pasados, el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, padre Federico Lombardi confirmó hoy a los periodistas aquí reunidos, que el papa Francisco aceptó la renuncia del secretario de estado, Mons. Tarcisio Bertone, próximo a los 79 años. Añadió que en dicho cargo será sustituido por monseñor Pietro Parolín, actual nuncio apostólico en Venezuela, que asumirá dentro de 45 días.

El comunicado de la Santa Sede indica: “El santo padre ha aceptado, de acuerdo al canon 354 del Código de Derecho Canónico, las dimisiones de su eminencia el cardenal Tarcisio Bertone, pidiéndole entretanto, que permanezca en su cargo hasta el 15 de octubre de 2013, con todas las facultades inherentes a tal oficio”.

“Al mismo tiempo -prosigue el comunicado- el santo padre ha nombrado a su excelencia, Mons. Pietro Parolín, nuncio apostólico en Venezuela, como nuevo secretario de estado. Él tomará posesión de su encargo el 15 de octubre de 2013”.

El papa además confirmó en sus respectivos cargos a los jefes de la Curia Romana, a Mons. Giovanni Angelo Becciu, sustituto para los Asuntos Generales; a su Mons. Dominique Mambertí, secretario de las Relaciones con los Estados, a Mons. Georg Ganswein, prefecto de la Prefectura de la Casa Pontificia; Mons. Peter Wells, asesor para los asuntos generales; y a Mons. Antoine Camilleri, subsecretario de las relaciones con los Estados. 

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Monseñor Parolín: Total sintonía con el papa Francisco
El nuncio en Venezuela escribe una carta agradeciendo el nuevo cargo de secretario de estado

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 31 de agosto de 2013 (Zenit.org) - Monseñor Parolín ha escrito una carta de agradecimiento por la confianza que el santo padre Francisco ha tenido hacia él. Fue difundida hoy en la sala de prensa del Vaticano.

“En el momento en el cual se hace público mi nombramiento a secretario de estado, deseo expresar mi profunda y afectuosa gratitud al santo padre Francisco, por la inmerecida confianza que está demostrando hacia mi persona”. Con estas palabras inicia la misiva el actual nuncio apostólico en Venezuela, que le manifiesta al santo padre "mi reiterada voluntad y total disponibilidad de colaborar con él y bajo su guía para la mayor gloria de Dios, el bien de la santa Iglesia y el progreso y paz de la humanidad, para que esta encuentre mayores motivos para vivir y tener esperanza”.

“Siento viva la gracia de esta llamada, que nuevamente constituye una sorpresa de Dios en mi vida, especialmente siento la entera responsabilidad, porque esta me confía una misión empeñativa y exigente, delante de la cual mis fuerzas son débiles y pobre mi capacidad”.

Por dicho motivo el actual nuncio apostólico de Venezuela, indica: “Me pongo bajo la protección del amor misericordioso del Señor, del cual nada ni nadie podrá nunca separarnos, y de las oraciones de todos”. Y agradece “por la comprensión y la ayuda que me querrán dar en el cumplimiento del nuevo encargo”.

Mons. Parolín que el 15 de octubre asume como el número uno de la Secretaría de Estado, dirige su pensamiento “a las personas que fueron parte de mi vida en familia, en la parroquia en la que he nacido y en las que he realicé servicio; en la querída diócesis de Vicenza, en Roma; en los países en los que he trabajado, Nigeria, México y ahora en Venezuela, que dejaré con nostalgia”.

“Pienso también -prosigue la misiva- en el papa emérito Benedicto XVI, que me ha ordenado obispo; a la Secretaría de Estado, que fue mi casa por mucho tiempo; al eminentísimo cardenal Tarcisio Bertone, a los otros superiores, a los colegas y a los colaboradores, a toda la Curia Romana, y a los representantes pontificios. Con todos ellos estoy en deuda”.

El arzobispo de Acquapendente añade: “Me pongo no sin aprensión, pero al mismo tiempo con confianza y serenidad en este nuevo servicio al Evangelio, a la Iglesia y al papa Francisco, dispuesto -como él nos ha pedido desde el inicio- a caminar, edificar-construir y confesar”.

“Que la Virgen, a quien me gusta invocarla con los títulos de Monte Berico, Guadalupe y Coromoto, nos de el coraje de caminar en la presencia del Señor, con la cruz del Señor, de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, que la derramó en la cruz; y de confesar la única gloria, Cristo crucificado. Y Así la Iglesia irá hacia adelante”.

Y como se dice en Venezuela: “ ¡Que Dios les bendiga!”.

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¿QuIén es un secretario de estado?
El brazo derecho del papa, el número uno del principal ministerio: la Secretaría de Estado

Por H. Sergio Mora

CIUDAD DEL VATICANO, 31 de agosto de 2013 (Zenit.org) - El secretario de estado es el primer colaborador del papa y es el jefe de la Secretaría de Estado, el dicasterio más importante de la Curia Romana, que organiza, hace los nombramientos y dirige las actividades de los otros dicasterios o ministerios.

El papa está por encima de la Curia, por lo tanto secretario de estado es el número uno de este órgano de gobierno. Hasta el 15 de octubre será ejercido por el cardenal Tarcisio Bertone, y después asumirá el arzobispo Pietro Parolín.

El número dos de la Secretaría de Estado es el 'sustituto', Mons. Angelo Becciu', y el número tres, el 'secretario de las Relaciones con los Estados', Mons. Dominique Mambertí (o ministro de exteriores). En la administración ordinaria lo que el secretario de estado firma tiene efecto de ley.

Cada día estos dos ministros (el sustituto y el secretario de las Relaciones con los Estados) van a la primera 'logia' en donde se reúnen con el secretario de estado y le presentan todos los problemas que surgieron. Si son asuntos de orden administrativo ellos definen como resolverlos, en cambio si son hechos nuevos y es necesario interpretar como proceder, entonces el secretario de estado lo consulta directamente con el papa Francisco. El secretario de estado encuentra al papa unas tres veces por semana, según la agenda, y claramente cada vez que el santo padre le llama.

El secretario de estado además es jefe de la Curia Romana y por lo tanto preside las reuniones que se realizan con los jefes de los dicasterios, a no ser que el papa quiera estar en estas reuniones personalmente, como lo hizo muchas veces Juan Pablo II. Dichas reuniones no tienen fecha fija y se realizan cuando son convocadas, unas dos o tres veces cada año.

La Secretaría de Estado, durante la sede vacante es responsable de las relaciones de la Santa Sede y su secretario de estado, que decae del cargo con la muerte del papa, asume algunas funciones de jefe de Estado como parte de una comisión temporánea.

“Parolín es un gigante, un buen sacerdote, muy fino en diplomacia, rico en humanidad y una persona de vida interior. No es un carrerista, es un hombre de Dios” le comentó a ZENIT un prelado que prefirió no ponerse en luz. Y precisó que “el papa Francisco lo conocía bien porque estaba como nuncio en Venezuela y por lo tanto participaba en las reuniones de los obispos latinoamericanos”. 

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Mirada al mundo


Ex-alumnos Ratzinger inician el curso sin la presencia de Benedicto XVI
Este año abordan 'La cuestión de Dios en el contexto de la secularización'

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 31 de agosto de 2013 (Zenit.org) - Inicia hoy el curso de verano que los ex alumnos del papa emérito Benedicto XVI realizan cada año. El 'Ratzinger Schülerkreis', durará hasta el 3 de septiembre y abordará el tema 'La cuestión de Dios en el contexto de la secularización' a la luz de la producción filosófica y teológica de Rémi Brague, el teórico francés galardonado en el 2012 pasado con el "Premio Ratzinger" de teología.

Lo informó la Radio Vaticano en un servicio en el que precisa que este año por primera vez no está prevista la presencia del Papa emérito, quien se retiró de la vida pública después de su renuncia al papado, el pasado 11 de febrero.

Los cursos iniciaron en Alemania en 1977, cuando el entonces profesor Ratzinger, que acababa de ser nombrado arzobispo de Munich Frisinga y elevado a cardenal, era profesor de teología en las universidades alemanas. Pero desde 1981, año en que fue nombrado por Juan Pablo II, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, las reuniones pasaron a realizarse en Roma y continuaron después de la elección como Papa en 2005, en Castel Gandolfo. 

Amplia es la gama de los temas tratados en las ocho reuniones de su pontificado, en las que el Papa Emérito participó sólo en parte. Temas todos ellos cercanos a la teología de Ratzinger como “Dios en el Islam”, tema abordado en el 2005. “Creación y evolución”, en la edición de 2006 y 
“Doctrina de la creación y de la biología”, en el 2007.

En 2008, fue el turno de la relación entre los Evangelios y el Jesús histórico y el significado de la Pasión, especialmente a la luz del libro de Benedicto XVI, "Jesús de Nazaret". En el 2009, se habló de la "Misión en la perspectiva ecuménica". Mientras "La hermenéutica del Concilio Vaticano II" fue el tema de las sesiones de 2010. El 2011, fue el año de “La Nueva Evangelización”. Finalmente, en 2012, se trató el ecumenismo: “Resultados y aplicaciones en el diálogo ecuménico con el luteranismo y el anglicanismo”.

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Perú: misa en Ayacucho por víctimas de la violencia terrorista
A los 10 años del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación

Por Redacción

ROMA, 31 de agosto de 2013 (Zenit.org) - Diez años después de la presentación del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, el arzobispo de Ayacucho y presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, monseñor Salvador Piñeiro, presidirá una ceremonia en la ciudad que padeció más la violencia terrorista en la década de los 80.


Lo informa la Conferencia Episcopal Peruana en su página web y precisa que la santa misa se oficiará el lunes 2 de setiembre, en la catedral de Ayacucho, y contará con la presencia de familiares de las víctimas del terrorismo, para honrar su memoria y pedir por la paz y reconciliación.



En el marco de esta fecha, monseñor Salvador Piñeiro dijo que el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación documenta 20 años de historia y de violencia terrorista que vivió el país entre 1980 y 2000, sobre todo la ciudad de Ayacucho, que padeció la muerte y desolación. 



“En este aniversario -expresó el arzobispo de Ayacucho- invito a la oración por las víctimas y los autores del terrorismo, para dar esperanza a una reconciliación más profunda. Allá nos quiere llevar nuestra fe cristiana, por ello invoco al respeto entre los peruanos. Que reine la solidaridad y encontremos caminos de entendimiento respetando los derechos humanos y trabajando por la paz”.

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Homilética


"Sentado en el último lugar"
Comentario al Evangelio del domingo (XXII T.O. Año C)

Por Don Antonello Iapicca

TAKAMATSU, 31 de agosto de 2013 (Zenit.org) - Presentándonos la vida como el funeral de los deseos, el demonio quiere inducirnos a no acoger la "invitación al banquete de bodas" que el Señor nos entrega a través de los hechos y de las personas. De hecho, cada día rechazamos algo de la voluntad del Padre; empujados por el demonio intentamos "ocupar" su "sitio" para saciar en libertad las concupiscencias. Despilfarramos su herencia para "exaltarnos" a los "primeros lugares" del prestigio y del honor, donde nos ilusionamos se pueda realizar nuestra existencia. Humillamos e instrumentalizamos a los otros; mentimos exhibiendo currículos adulterados, hasta que el balón inflado de engaños no nos explota entre las manos.

Precipitamos entonces al “último lugar”, junto a los cerdos como el hijo pródigo, donde nos descubrimos "desnudos" como Adán y Eva y, envueltos en la misma "vergüenza", nos escondemos de los otros, hambrientos y solos. Es entonces cuando Jesús, ciertamente más "importante" que nosotros, aparece en los hechos que nos humillan; cuando el Padre nos dice que le dejemos el primer "sitio" en nuestra vida, como en la de la mujer, del marido, de los hijos, del novio o de los amigos. Gracias al amor de Dios que, celoso de su criatura, por medio de la Cruz nos humilla en serio. La soberbia, en cambio, ensalzada a la mentira del "primer lugar", siempre nos precipita a la verdad de lo “último”.

Pero, justo en aquella pocilga inmunda, sentados en "nuestro lugar" - aquel que nos corresponde como justa consecuencia de nuestras elecciones - nos alcanza gratuito y completamente inesperado el amor de Dios. Él, en efecto, ve en nosotros a su Hijo descendido en el sepulcro, hasta el "lugar" del "ultimo" de los pecadores. Y allí, con Jesús, el Padre también nos abraza, nos levanta y nos susurra las palabras más dulces: "amigo acércate más", he aquí para ti el "honor" que le he dado a mi Hijo resucitándolo de la muerte.

El Señor nos llama pues a reconocernos pecadores, a aceptar "humildemente" nuestra debilidad y a "permanecer en el infierno sin desesperar" (Silvano del Monte Athos); eso quiere decir esperar, en la realidad de nuestros fracasos, a que Dios nos "levante" con su perdón. Tambien vivir cada relación en la verdad que nos hace libres de veras, sin sorprendernos por no ser considerados, "humillándonos" a los ojos de los otros, para que el Señor sea "ensalzado" en nosotros y en ellos; así Cristo será el centro de las relaciones, donde encontrarnos y amarnos.

Por eso la Iglesia está cada día colocada en el "último lugar delante de todos"; sólo allí es donde puede anunciar a Cristo resucitado. Nada que ver con los honore s humanos, las legitimaciones, las acogidas en los parterres culturales. La Iglesia, es decir, cada uno de nosotros, existe para ocupar el "último lugar", el que nadie quiere. “¡Madre mía!” ¿En la escuela ser cada día él último de los estudiantes? ¿Dejando que me tomen el pelo? En casa ¿siempre un paso detrás de mi marido? En el trabajo ¿sentado a padecer las injusticias y a hacerme cargo de las cosas que nadie quiere ni mirar? ¿Yo, el párroco, de rodillas delante de cada oveja a mí confiada, dejando que las neurosis, las envidias y los celos de todos se quebranten sobre de mí?

Sí, así es, porque éste es el "lugar" que Dios tiene reservado a sus apóstoles, aquel elegido por su Hijo para salvar a cada uno de nosotros. Con Él estamos llamados a ser los últimos para lavar los pies de todos; como escribe San Pablo, "espectáculo y basura para el mundo." Porque sólo en el "último lugar" el Evangelio es auténtico y creíble.

Así le ocurrió a San Francisco Javier, apóstol indómito de Asia. Un día se encontró en Yamaguchi (Japón), anunciando el Evangelio; en japonés sólo sabía el Credo, y sólo eso repetía, con una sonrisa desarmante. Algunos muchachitos, viéndolo tan extrañamente vestido y con una cara tan ridícula, y oyéndolo balbucir en un japonés imposible palabras abstrusas, empezaron a insultarle, a escupirle y a tirarle piedras. Y Francisco, impasible, seguía "sentado en el último lugar", la sonrisa en el rostro y el Credo en los labios. Pasa por allí un samurái, observa la escena y se para petrificado. Poco después, aturdido, se acerca a Francisco. A través de su compañero e intérprete le dice: "¿Qué tienes tú más que yo? Yo soy el primero en esta ciudad, y el honor es la cosa más importante para mí. Aquí tú eres el último, sin embargo tienes que tener una cosa más grande e importante que el honor para estar tan libre de dejar que te lo manchen. Quiero lo que tú tienes." Fue el primer samurái convertido al cristianismo. El "último lugar" de Francisco lo atrajo a buscar el tesoro maravilloso que en él se esconde

Quizás para nosotros sigue siendo diferente. En nuestra vida experimentamos que cada relación nace herida por una ausencia; por eso son precarias en la labilidad de los afectos e inestables bajo la dictadura de los humores. Nadie puede dar el amor que el corazón del otro desea. Y en cambio nos obstinamos en pedir al prójimo que sacie nuestros vacíos. Cuando "invitamos a amigos, hermanos y parientes" a entrar en comunión con nosotros en nuestros "banquetes", parece que nos abrimos a ellos y a sus necesidades; en realidad "ofrecemos" sofisticados menús a base de compromisos y de hipocresía: pensamientos, palabras y gestos como lazos tendidos para que nos "inviten" a su vez a su intimidad y así nos llenen.

Como encantadores de serpientes, intentamos hipnotizar y atar a nuestra pareja, a los hijos, a los amigos. Nuestra identidad pende del hilo delgado que nos ata a la "recompensa" de los esfuerzos profusos para contar algo en el corazón de los otros. No podemos vivir sin su atención, la indiferencia nos pulveriza. Así, por ejemplo, diluimos los "no" que deberíamos decirles a los hijos, y les permitimos vestimentas y horarios inaceptables, discotecas llenas de droga y sexo, vacaciones promiscuas, móviles cada vez más caros. Los agobiamos con "invitaciones" al diálogo para no perder su afecto y para no tener que soportar ni su rebelión ni su rechazo. Lo mismo con la pareja, el novio y los amigos: no amamos a nadie, porque no nos interesa el bien del otro. No estamos "inquietos" por ellos, como dice Papa Francisco. Al contrario, estamos estériles porque en todo buscamos los "primeros lugares": allí no hay fecundidad, porque nada es entregado gratuitamente, sino que todo es para saciar nosotros mismos.

Sin embargo la verdad es que  todos somos "pobres, lisiados, paralíticos y ciegos." Necesitamos gustar las primicias de la "recompensa" celeste, la vida y el amor más fuerte que la muerte; ese es el único amor capaz de liberarnos del miedo y de la exigencia. El cumplimiento de cada vida está en el Cielo, inútil y dañino esperar cambiar las relaciones para perfeccionarlas aquí sobre la tierra. Justo la precariedad, que es un eco del pecado y del desorden por él provocado, nos impide apropiarnos de las personas, libres y pecadoras como nosotros. Detrás de la precariedad de nuestro matrimonio, de la relación con hijos y amigos, está el amor de Dios, no su castigo.

A través de esa precariedad nos llama a mirarlo a Él, y a buscar las cosas de arriba en cada cosa de aquí abajo. Eso quiere decir que trabajar, estudiar, cocinar, lavar y tender, hacer cualquier cosa esperando o exigiendo una recompensa es necio y frustrante; vivir sólo para este mundo nos aplasta en la carne y nos impide esperar el Cielo, la verdad que desea nuestra alma. "Bienaventurado", en cambio, es el que "invita" al prójimo acogiéndolo justo cuando no tiene nada para "devolver como recompensa": es entonces que el Señor se hace presente proveyendo con más generosidad, haciéndose El mismo nuestra “recompensa”, para gustar en El las primicias de la Vida Eterna.

Estamos llamados a "invitar" a la mujer cuando es más pobre y más débil; a perdonarla y a donarnos a ella cuando nuestra carne la rechazaría porque no encuentra en ella ninguna satisfacción. ¡Cuando esto ocurre, entonces experimentamos el Cielo sobre la tierra, algo que no surge de la tierra! Este amor es la señal que existe la vida eterna, infinitamente más grande, libre y feliz que la de la carne. Cada relación es una obra abierta al don de Dios; el único modo para vivir en plenitud el matrimonio, la familia, la amistad y el noviazgo es acoger juntos la "invitación" del Señor a participar en su "banquete" de la Palabra y los Sacramentos; así, en ellos, podremos dejarnos saciar cada instante de los frutos fecundos de su "resurrección", hasta llegar a la nuestra, cuando seremos "justos" en su Justicia de misericordia.

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


Beato Pere Tarrés
«Presbítero y médico, con un gran liderazgo entre los jóvenes, en sus misiones le dejó la estela de su entusiasmo, coherencia y autoridad moral. Llegaba al corazón de los hombres, valorando al enfermo en su dignidad como persona, insuflándole esperanza»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 31 de agosto de 2013 (Zenit.org) - El beato Pere Tarrés nació el 30 de mayo de 1905 en Manresa, Barcelona, España. Tenía dos hermanas; todos fueron educados en la fe. Su padre, mecánico de profesión, se trasladaba frecuentemente a Badalona. El jóven allí estudió con los escolapios. Luego en Manresa se formó con los jesuitas. Simpático, abierto e inclinado a la reflexión, era un muchacho encantador que ayudaba al farmacéutico Josep Balaguer, quien lo animó para proseguir sus estudios. Cursó el bachillerato con beca, y comenzó la carrera de medicina en la universidad de Barcelona. En esa época, año 1922, frecuentaba el Oratorio de San Felipe Neri que se hallaba en el conocido barrio de Gracia donde vivía. Le dirigió el P. Jaume Serra hasta que estalló la Guerra Civil en 1936. Se había integrado en la Federación de Jóvenes Cristianos, cultivaba la oración, el estudio y realizaba una intensa labor apostólica, encarnada en su devoción a la Eucaristía y a la Virgen. De aquella época debió quedarle claro, como dijo, que «la actividad humana, sea cual sea, tiene que descansar sobre dos fundamentos básicos: la constancia y la perfección o mejora progresiva de aquellos actos o disciplinas que el hombre se impone». Fueron años en los que tuvo experiencia directa del dolor, con la pérdida de su padre en 1925, seguido del grave accidente que sufrió su madre, a consecuencia del cual quedó inválida. En 1927 en Monistrol de Calders, donde trabajó temporalmente, consagró su castidad a Dios. Al año siguiente se licenció en medicina con premio extraordinario. Además, tuvo la alegría de asistir a la consagración de sus hermanas en la Orden de las Concepcionistas.

Su labor como médico era realmente excepcional, cuajada de sus hondos valores cristianos. Decía:«nuestra actuación de puertas afuera tiene que ir precedida de una buena preparación de puertas adentro». Junto a su colega, el Dr. Manresa, abrió en Barcelona el Sanatorio de la «Mare de Déu de la Mercè». Veía a Cristo en cada enfermo; insuflaba a todos la confianza en Él, transmitiéndoles su alegría y esperanza con un trato piadoso, caritativo y respetuoso, que hacía extensivo también a sus familias: «para el médico, el lecho del enfermo es un altar, y el enfermo es la imagen de Jesucristo». Su entusiasmo era palpable en los corredores del hospital. Estaba convencido de que «el entusiasmo es vida, es amor, es audacia, es talento, es, en una palabra, potencia creadora. Es toda el alma la que se manifiesta abrasada de ideal bajo el dominio de la razón».El inicio de la Guerra Civil le sorprendió en Montserrat, donde se hallaba realizando los ejercicios espirituales. El monasterio se mantuvo intacto gracias a sus gestiones, de lo contrario habría sido bombardeado. Más tarde, desde su refugio en Barcelona llevaba a escondidas la comunión a los perseguidos por su fe e ideales contrarios a los sustentados por los milicianos que tenían en sus manos el poder. Él mismo logró zafarse del asedio y persecución a la que fue sometido su domicilio.

En 1938 fue movilizado como sanitario en el bando republicano y sus servicios fueron tan excepcionales que los mismos soldados reclamaron su ascenso a capitán. Mientras, se preparó para ser ordenado sacerdote. En una de las cartas que envió a su hermana Francisca ese año le decía: «Amar con locura, querida hermana, quiere decir clavar nuestras manos y nuestros pies, junto con las manos y los pies de nuestro Divino Redentor; quiere decir llegar airosos, con la frente alta y serena y con paso firme hasta el sacrificio de nuestra vida, si es voluntad de Dios, derramando nuestra sangre en defensa del Nombre Santísimo […]. Amar es sinónimo de sufrir. Cuando más aprecio hay se es más capaz de sufrir por la persona amada. El sufrimiento es la más alta expresión del amor. El sufrimiento es la gran arma de la santificación […]. El dolor es como las aguas que bajan de las cumbres, una energía latente que hace falta saber aprovechar. Ofreciéndolo constantemente a Dios, haremos bajar del cielo las gracias de la conversión del mundo […]. ¡No nos entretengamos tanto en nuestras miserias! ¡Amemos, amemos, amemos! El amor es un fuego purificador. Abandonémonos absolutamente en sus brazos santificadores».

Finalizada la guerra, ingresó en el seminario de Barcelona. Fue ordenado en 1942 y asumió diversas misiones en la diócesis de Sesrovires. Después, cursó estudios teológicos en Salamanca, y al regresar a Barcelona siguió desempeñando una intensa labor apostólica en Sarrià. Dirigió el centro femenino de Acción Católica, estuvo al frente de obras diocesanas y benéficas, fundó la obra benéfico-asistencial de atención a los tuberculosos, etc. Las dificultades le perseguían y las afrontaba con caridad, fortaleza y prudencia. Era un líder, con autoridad moral, coherente, que se implicaba abiertamente en el ideal que profesaba: «Si las palabras no van seguidas de las obras, es como el sonido de las campanas que el viento se lleva. Si la vida, los actos de los hombres, no están de acuerdo con las ideas que profesan y propugnan, es en vano que trabajen y luchen en defensa de aquello que afirman ser sus más nobles ideales. Es hora de realidades y no de palabras vacías de sentido. Es hora de definirse. No podemos admitir las medias tintas».

En mayo de 1950 le diagnosticaron un linfosarcoma linfoblástico. En ese momento para este gran profesional, que había dicho: «el médico es como el sacerdote que ofrece el dolor a Dios», debieron tener un peso significativo estas otras palabras suyas: «amar es el gran don del hombre; ser amado es su más grande deseo y nunca un hombre lo necesita tanto como cuando está aplastado por el peso de su dolor. Aquello que no pueden sanar las medicinas ni los más enérgicos tratamientos, lo consigue una palabra amable, una suave sonrisa, un gesto afectuoso».Ofreciendo sus sufrimientos por la conversión de los sacerdotes, murió el 31 de agosto de ese año en la clínica fundada por él. Juan Pablo II lo beatificó el 5 de septiembre de 2004.

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