5.09.13

¡Este cura no me gusta!

A las 12:12 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Defender la fe

 

Se dice muchas veces eso de que “para gustos, los colores” pues es bien cierto que cada cual tiene preferencia por uno u otro color aunque no sepa las razones de que eso sea así. Es algo, digamos, instintivo aunque en muchas ocasiones elegimos este o aquel conscientes del porqué. Y esto son decisiones muy personales que sólo a nosotros nos afectan.

Pues bien, al parecer en materia religiosa y, en concreto, en materia sacerdotal, hay creyentes que tienen, les da, la sensación de poder juzgar la actuación de un sacerdote y, tras largo o escaso tiempo de haberlo hecho, decir eso de “¡Este cura no me gusta!”. Y a otra cosa, a otra Parroquia o, a lo mejor, a ninguna… a casa a descansar de homilías y realidades similares que, total “para leer siempre lo mismo”…

En fin…

Esto lo digo porque he sido testigo, muchas veces, de expresiones como ésta. No es nada raro, extraño o está fuera de lugar que algunos creyentes católicos crean que el sacerdote ha de ser de su particular gusto para asistir con corrección espiritual a las celebraciones eclesiales o para no sentirse desplazado cuando asiste a las mismas.

Seguramente, los sacerdotes que escriben en InfoCatólica podrían poner muchos casos de lo que digo y, a lo mejor, hasta han sido víctimas personales de no ser del gusto de algunos fieles.

¿Qué decir ante esto?

Pues digo que no está ni medianamente bien que se tenga al sacerdote por esto o lo otro aunque pueda ser esto o lo otro. Y esto porque no es un fiel más (aunque, como hijo de Dios, pueda así ser considerado) sino que es un pastor, pastor nuestro y eso debería ser muy tenido en cuenta.

Es bien cierto que puede haber conductas que no concuerdan con lo que tiene que ser un sacerdote pero aquí no se trata de que diga que un sacerdote hace esto o lo otro que, objetivamente, está mal hecho (incluso, peor, si tiene carácter delictivo) sino de lo ordinario o, lo que es lo mismo, de la mera asistencia a la Santa Misa o a la celebración de otros Sacramentos.

Pero, para que nadie pueda decir que esto mío puede ser, como es, un pensamiento particular y que eso mismo permite que los demás hagan lo mismo (aún estando mal hecho) les dejo la palabra a un santo llamado de lo “ordinario”.

San Josemaría dice, en tres momentos determinados, esto de los sacerdotes:

En “Amar a la Iglesia” dice, en concreto en su punto 44, esto:

“Conviene recordar, con machacona insistencia, que todos los sacerdotes, seamos pecadores o sean santos, cuando celebramos la Santa Misa no somos nosotros. Somos Cristo, que renueva en el Altar su divino Sacrificio del Calvario. La obra de nuestra Redención se cumple de continuo en el misterio del Sacrificio Eucarístico, en el que los sacerdotes ejercen su principal ministerio, y por eso se recomienda encarecidamente su celebración diaria, que, aunque los fieles no puedan estar presentes, es un acto de Cristo y de la Iglesia (Cfr. Ibidem).”

En “Camino”, en concreto en su punto 73, dice esto:

“Te ha dolido —como una puñalada en el corazón— que dijeran de ti que hablaste mal de aquellos sacerdotes. —Y me alegro de tu dolor: ¡ahora sí que estoy seguro de tu buen espíritu!”

Y ya, por fin, en “Surco”, en concreto en su punto 904, dice que:

“¡De los sacerdotes de Cristo no se ha de hablar más que para alabarles!”

Y yo, ante esto, no tengo nada más que decir. Tan sólo que me da mucha pena que la labor, más o menos callada, del sacerdote y su entrega al prójimo como persona muy especial escogida por Dios para hacer tal labor y cumplir una misión tan importante (de raíz es importante), se tenga que someter, seguramente por falta de fe de quien así lo dice y actúa, a las críticas de quien se cree mejor o, por soberbia humana, se deja dominar por algún demonio interno que no sabe controlar o, simplemente, echar de sus vidas.

Por cierto, y para despistados, en la primera homilía que el Santo Padre Francisco pronunció después del periodo de vacaciones de este 2013 dijo, aprovechando la Primera Epístola de San Juan, que “aquellos que en una comunidad murmuran sobre sus hermanos, sobre los miembros de la comunidad, quieren matar”.

Y yo digo que, gracias a Dios, menos mal que algunas palabras no matan porque si matasen…

En realidad, no importa quién sea sino que sea…


Eleuterio Fernández Guzmán