8.09.13

 

Algunos lectores y comentaristas me plantean la cuestión de hasta qué punto es bueno sacar a relucir en el blog supuestos errores de unos o poner en evidencia las contradicciones de otros. Se preguntan si la misión del blog no estaría más en la línea de proponer cosas, reflexionar y no en la de denunciar o sacar a la luz lo que uno entiende que tiene su peligro.

Necesitamos repasar las obras de misericordia. Las espirituales, entre otras, comprenden lo de “enseñar al que no sabe” y “dar buen consejo al que lo necesita”. El mundo está lleno de gente de buena voluntad a la que se engaña con toda facilidad. Pero si yo observo que en la carnicería del barrio a María le venden como solomillo de ternera y a precio de solomillo de ternera, pescuezo de burro, mal amigo soy si no se lo digo. Y si a Juan, en la pescadería de la esquina de su casa, para él de toda confianza, le dan, a precio de merluza de pincho del Cantábrico, fletán descongelado procedente de Somalia, y yo lo veo y me callo, mal amigo soy.

Es verdad que hay gente feliz alimentándose a base de fletán y carne de pescuezo que pagan a precio de angula de Aguinaga, pero cada cual come y paga lo que buenamente le place.

Los fieles cristianos son en general gente muy buena y que confía en sus curas y en los religiosos que tiene cerca. Y si su párroco le dice que lo del Santísimo está demodé, que el rosario ya no se lleva, que confesarse era antes y que a misa cuando convenga, que la misa es de todos y hay que ser libres, y que cambien sus oraciones de siempre por ejercicios de respiración y repeticiones de mantras, pues la gente, que es buena y confía, es lo que hace sin mayor problema. Es como lo del pescado: si su pescadero de siempre le suelta dos sardinas agónicas diciéndole que es una exquisita merluza nueva que acaba de recibir, pues Juan tan feliz y con las sardinas a casa. Lo de la intoxicación es otro capítulo.

Cada vez más hay cristianos que, sin dejar de confiar en sus curas, leen, preguntan, entran en internet, se informan y mira por donde hay alguien que les dice que no, que nada de merluza, que ahí tienen la foto y que eso que han comido son sardinas y de las malas. Pues esto es enseñar al que no sabe, y es decirle que la misa es la misa y se celebra como tiene que hacerse por más que le vendan otra cosa, y que los inventos de su párroco son eso, inventos. Enseñar al que no sabe es decir que no podemos cambiar la espiritualidad cristiana por mantras, varitas con incienso, el corro de la patata y la respiración diafragmática. Enseñar al que no sabe es recordar la esencia de la vida sacramental y de la contemplación ante el Santísimo, la importancia de los mandamientos, la obediencia a los pastores.

Claro que siempre hay quien te viene a decir que a ti qué te importa lo que vendan el carnicero o el pescadero. Pues me importa porque son defraudadores, porque andan intoxicando a la gente y porque siento un enorme aprecio por gente como María y Juan. ¿Y si María y Juan están encantados con que les tomen el pelo y les den espaguetis por angulas? Pues nada que decir, pero es caridad avisar y que sepan lo que andan comiendo.

Oiga, don Jorge, ¿y usted por qué tiene tan claro que lo que venden por merluza son sardinas pasadas? ¿Y si el confundido fuera usted? Pues ya lo he pensado. Por eso antes de decir nada consulto con la asociación de pescaderos, la organización de consumidores y el colegio de veterinarios. Todos por unanimidad: lo venden por merluza y son sardinas. Por eso lo digo.