ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 11 de septiembre de 2013

La frase del miércoles 11

"La historia no registra los episodios de amor y dedicación cotidiana. Registra solamente los de conflictos y guerras. Los actos de amor son más frecuentes que los conflictos y las disputas". 

Mohandas Karamchand Gandhi, llamado Mahatma (1869 - 1948)

 


El papa Francisco

Audiencia repleta en la plaza de San Pedro, a pesar de una amenazadora lluvia
A los presentes les dio una tarea: "Cuando llegan a casa fí­jense la fecha del bautismo, porque es la fecha de nuestro nacimiento en la Iglesia"

La catequesis del papa: 'La Iglesia es nuestra Madre y todos somos parte de Ella'
Texto completo de la audiencia del santo padre. Amar a la Iglesia. ¿Qué hago yo para que otros puedan compartir la fe cristiana? ¿Soy fecundo en mi fe o cerrado?

El papa Francisco abre un diálogo público con los no creyentes
El diario 'La Repubblica' edita una carta del santo padre a su fundador, Eugenio Scálfari.

Texto completo de la carta del papa al director del diario 'La Repubblica'
Publicada hoy por este importante cotidiano italiano y traducida al idioma español

El papa prepara el encuentro con el clero romano
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«Presbítero de la Congregación de la Misión. Apasionado por Cristo aspiró al martirio que obtuvo en la misión de China en medio de atroces sufrimientos»


El papa Francisco


Audiencia repleta en la plaza de San Pedro, a pesar de una amenazadora lluvia
A los presentes les dio una tarea: "Cuando llegan a casa fí­jense la fecha del bautismo, porque es la fecha de nuestro nacimiento en la Iglesia"

Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, 11 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - Se va transformando en costumbre que cada miércoles el papa Francisco decida salir antes a la plaza de San Pedro para pasar más tiempo saludando a los fieles desde su jeep. Hoy eran las 9.45 cuando Francisco ha comenzado su recorrido por los pasillos formados en la plaza. Y como de costumbre se ha ido deteniendo a besar y bendecir a los niños y recoger algún presente que le hacían.

A pesar que el clima hoy no era el más apetecible porque amenazaba lluvia, la plaza estaba repleta de gente que ha acudido para compartir y escuchar al santo padre en su catequesis semanal. Los peregrinos procedentes de todas las partes del mundo, mostraban sus banderas, sus pancartas mostrando mensaje de cariño y cercanía al santo padre. Finalmente el sol ha brillado durante toda la audiencia.

Francisco ha hablado sobre el Ministerio de la Iglesia.  Ha reconocido que para él la imagen más bella de la Iglesia es la "Iglesia como Madre". También ha recordado que un cristiano no está aislado porque pertenece a la Iglesia, así mismo "la fe es un regalo, un don de Dios" que nos llega a través de la Iglesia. Del mismo modo subraya que no se pertenece a la Iglesia como se puede pertenecer a una sociedad o a un partido.  

El papa ha preguntado a los presentes "¿cuántos de vosotros recuerdan la fecha de su bautismo?" y ha puesto como "tarea" que al llegar a casa cada uno mire cuándo fue, porque es la fecha de nuestro nacimiento en la Iglesia y es una fecha para celebrar y dar gracias a Dios por ello. Así mismo ha querido recordar que la Iglesia somos todos, "no sólo los sacerdotes" y "Dios nos quiere a todos por igual".

En sus palabras en español,  Francisco ha recordado que el Concilio Vaticano II dice "que la Iglesia es nuestra madre en la fe, en la vida sobrenatural".  La Iglesia es madre porque "engendra nuevos cristianos", ha matizado el pontífice; ya que por el Bautismo, "los hace nacer a la vida divina y establece  con ellos un vínculo vital, interior, como el de una madre con sus hijos".

Además, ha proseguido, "como buena madre, los ayuda a crecer y a ser responsables, los alimenta, los educa, los cuida con ternura a lo largo de su vida. Así, la Iglesia nos anuncia la Palabra de Dios como luz para el camino, nos nutre con la Eucaristía, nos procura el perdón divino, nos sostiene en los momentos de sufrimiento y dificultad".

Un gran entusiasmo despertó entre los peregrinos argentinos, cuando el papa les nombró, en particular a una delegación que venía de Salta. "No se olviden del Señor, con su amor..." les dijo. 

El saludo a los peregrinos recobra en estos días un significado especial debido a la delicada situación que vive Oriente Medio, a ellos les ha recordado que la "Iglesia es madre que comparte con sus hijos las alegrías y los dolores, los fracasos y los éxitos, las caídas y las victorias; es la Madre que nos ha generado en la fe, nos nutre con el pan de la vida, con la palabra de Dios y con los sacramentos; es la Madre que acompaña nuestro crecimiento y nos invita a salir de nosotros mismo para llevar la Buena Noticia a cada persona: porque el bien crece con el compartir, la luz se incrementa con la expansión y el amor se multiplica con la difusión".

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La catequesis del papa: 'La Iglesia es nuestra Madre y todos somos parte de Ella'
Texto completo de la audiencia del santo padre. Amar a la Iglesia. ¿Qué hago yo para que otros puedan compartir la fe cristiana? ¿Soy fecundo en mi fe o cerrado?

Por Francisco papa

CIUDAD DEL VATICANO, 11 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - Publicamos a continuación las palabras del santo padre en la audiencia del miércoles 11 de septiembre.

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

Retomamos hoy las catequesis sobre la Iglesia en este "Año de la fe". Entre las imágenes que el Concilio Vaticano II ha elegido para hacernos entender mejor la naturaleza de la Iglesia, está la de "madre": la Iglesia es nuestra madre en la fe, en la vida sobrenatural (cfr. Cost. dogm. Lumen gentium, 6.14.15.41.42). Es una de las imágenes más usadas por los Padres de la Iglesia en los primeros siglos y creo que pueda ser útil también para nosotros. Para mí es una de las imágenes más bellas de la Iglesia: ¡la Iglesia madre! ¿En qué sentido y en qué forma la Iglesia es madre? Partamos de la realidad humana de la maternidad: ¿qué hace una madre?

1. En primer lugar una madre genera la vida, lleva en su vientre durante nueve meses al propio hijo y después lo abre a la vida, generándolo. Así es la Iglesia: nos genera en la fe, por obra del Espíritu Santo que la hace fecunda, como la Virgen María. La Iglesia y la Virgen María son madres, ambas; ¡lo que se dice de la Iglesia se puede decir también de la Virgen y lo que se dice de la Virgen se puede decir también de la Iglesia! Cierto la fe es un acto personal: "yo creo", yo personalmente respondo a Dios que se hace conocer y quiere entrar en amistad conmigo (cfr Enc. Lumen fidei, n. 39). Pero la fe yo la recibo de otros, en una familia, en una comunidad que me enseña a decir "yo creo", "nosotros creemos". ¡Un cristiano no es una isla! Nosotros no nos hacemos cristianos en laboratorio, solos y con nuestras fuerzas, sino que la fe es un don de Dios que nos viene dado por la Iglesia a través de la Iglesia. Y la Iglesia nos da la vida de fe en la bautismo: ese es el momento en que nos hace nacer como hijos de Dios, el momento en el que nos dona la vida de Dios, nos genera como madre.

Si ustedes van al Batisterio de San Juan de Letrán, dentro hay una inscripción en latín que dice más o menos así: "Aquí nace un pueblo de estirpe divina, generado por el Espíritu Santo que fecunda estas aguas, la Madre Iglesia da a luz a sus hijos en estas olas". Esto nos hace entender algo importante: nuestro formar parte de la Iglesia no es un hecho exterior y formal, no es rellenar una carta que nos dan, sino que es un acto interior y vital: no se pertenece a la Iglesia como se pertenece a una sociedad, a un partido o a cualquier otra organización. La unión es vital, como la que se tiene con la propia madre, porque, como afirma san Agustín, "la Iglesia es realmente madre de los cristianos" (De moribus Ecclesiae, I,30,62-63: PL 32,1336). Preguntémonos ahora: ¿cómo veo yo la Iglesia? ¿Agradezco también a mis padres porque me han dado la vida, agradezco a la Iglesia porque me ha generado en la fe a través del bautismo? ¿Cuántos cristianos recuerdan la fecha de su bautizo?

Quisiera hacer esta pregunta aquí a vosotros, pero que cada uno responda en su corazón: ¿cuántos de ustedes recuerdan la fecha de su bautizo? Algunos levantan las manos, pero ¡cuantos no la recuerdan! Pero la fecha del bautizo es la fecha de nuestro nacimiento a la Iglesia, ¡la fecha en la que nuestra madre Iglesia nos ha dado a luz! Y ahora os dejo una tarea para casa. Cuando hoy ustedes vuelvan a casa, vayan a buscar bien cuál es la fecha del bautismo, y esto para festejarlo, para dar gracias al Señor por este don ¿Lo harán? ¿Amamos la Iglesia como se ama a la propia madre, sabiendo también comprender sus defectos? Todas las madres tienen defectos, todos tenemos defectos, pero cuando se habla de los defectos de la madre nosotros los cubrimos, los amamos así. Y la Iglesia tiene también sus defectos: ¿la amamos así como a la madre, la ayudamos a ser más bella, más auténtica, más según el Señor? Les dejo estas preguntas, pero no se olviden de la tarea: buscar la fecha del  bautismo para tenerla en el corazón y festejarla. 

2. Una madre no se limita a dar la vida, si no que con gran cuidado ayuda a sus hijos a crecer, les da la leche, les alimenta, enseña el camino de la vida, les acompaña siempre con sus atenciones, con su afecto, con su amor, también cuando son mayores. Y en esto sabe también corregir, perdonar, comprender, saber estar cerca en la enfermedad, en el sufrimiento. En una palabra, una buena madre ayuda a los hijos a salir de sí mismos, a no quedarse cómodamente bajo las alas maternas, como una cría de pollo que está bajo las alas de la gallina. La Iglesia como buena madre hace lo mismo: acompaña nuestro crecimiento transmitiendo la Palabra de Dios, que es una luz que nos indica el camino de la vida cristiana; administrando los sacramentos. Nos alimenta con la eucaristía, nos lleva el perdón de Dios a través del sacramento de la reconciliación, nos sostiene en el momento de la enfermedad con la unción de enfermos. La Iglesia nos acompaña en toda nuestra vida de fe, en toda nuestra vida cristiana. Podemos hacernos entonces otras preguntas: ¿qué relación tengo con la Iglesia? ¿La siento como madre que me ayuda a crecer como cristiano? ¿Participo en la vida de la Iglesia, me siento parte de ella? ¿Mi relación es formal o es vital?

3. Un tercer breve pensamiento. En los primeros siglos de la Iglesia, estaba bien clara una realidad: la Iglesia, mientras es madre de los cristianos, mientras "hace" los cristianos, está también "hecha" de ellos. La Iglesia no es algo distinto de nosotros mismos, pero vista como la totalidad de los creyentes, como el "nosotros" de los cristianos: yo, tú, nosotros somos parte de la Iglesia. San Jerónimo escribía: "La Iglesia de Cristo no es otra cosa si no las almas de los que creen en Cristo" (Tract. Ps 86: PL 26,1084). Por tanto, la maternidad de la Iglesia la vivimos todos, pastores y fieles.

A veces escucho: "yo creo en Dios pero no en la Iglesia... He oído que la Iglesia dice...los curas dicen..." Pero una cosa son los sacerdotes, pero la Iglesia no está formada solo de sacerdotes, ¡la Iglesia somos todos" Y si tú dices que crees en Dios y no crees en la Iglesia, estás diciendo que no crees en ti mismo; y esto es una contradicción. La Iglesia somos todos, desde el niño recién bautizado hasta los obispo, el papa; todos somos Iglesia y todos somos iguales a los ojos de Dios! Todos estamos llamados a colaborar al nacimiento de la fe de nuevos cristianos, todos estamos llamados a ser educadores en la fe, y anunciar el Evangelio. Cada uno que se pregunte: ¿qué hago yo para que otros puedan compartir la fe cristiana? ¿Soy fecundo en mi fe o cerrado? Cuando repito que amo una Iglesia no cerrada en su recinto, pero capaz de salir, de moverse, también con algún riesgo, para llevar a Cristo a todos, pienso a todos, a mí, a ti, ¡a cada cristiano! Todos participamos de la maternidad de la Iglesia, para que la luz de Cristo alcance los extremos de los confines de la tierra. ¡Y viva la Santa Madre Iglesia!

A los peregrinos de lengua española les ha dirigido estas palabras:

Queridos hermanos y hermanas:

Retomamos hoy las catequesis sobre el misterio de la Iglesia, en este Año de la fe, con la imagen de la "Madre". El Concilio Vaticano II dice que la Iglesia es nuestra madre en la fe, en la vida sobrenatural.
Ante todo, la Iglesia es madre porque engendra nuevos cristianos. Por el Bautismo, los hace nacer a la vida divina y establece con ellos un vínculo vital, interior, como el de una madre con sus hijos.
Además, como buena madre, los ayuda a crecer y a ser responsables, los alimenta, los educa, los cuida con ternura a lo largo de su vida. Así, la Iglesia nos anuncia la Palabra de Dios como luz para el camino, nos nutre con la Eucaristía, nos procura el perdón divino, nos sostiene en los momentos de sufrimiento y dificultad.
Y, finalmente, como todos formamos la Iglesia, su maternidad incluye también la solicitud de los unos por los otros. Todos, pastores y fieles, estamos llamados a colaborar en la transmisión de la fe, en el anuncio del Evangelio, en la atención a los necesitados… para hacer fecunda a la Iglesia.
Preguntémonos: ¿Honro a la Iglesia como madre? ¿Participo en los sacramentos, escucho la Palabra de Dios en comunidad? Y sobre todo, ¿comparto su cuidado maternal por mis hermanos?

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, México, El Salvador, Venezuela, Paraguay, Colombia, Argentina y los demás países latinoamericanos. Invoquemos juntos al Espíritu Santo, para que conceda fecundidad a la Iglesia, no le permita que se cierre en sí misma, y salga a llevar la luz de Cristo hasta los confines de la tierra. Muchas gracias.

Traducido del italiano por Rocío Lancho García

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El papa Francisco abre un diálogo público con los no creyentes
El diario 'La Repubblica' edita una carta del santo padre a su fundador, Eugenio Scálfari.

Por H. Sergio Mora

ROMA, 11 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - El diario La Repubblica, edita hoy una carta que el papa Francisco ha enviado a su fundador, Eugenio Scalfari, sobre fe, laicidad, vida eterna, misericordia de Dios, y otros temas de gran importancia para quien cree y para quien no.

El papa Francisco responde a las principales preguntas invitándo a Scálfari a “hacer un trecho de camino juntos” superando clichés de oscurantismo y abatiendo muros de incomunicabilidad.

Eugenio Scálfari, 89 años, es un periodista y escritor italiano, fundador del diario La Repubblica, que cambió el estilo de hacer periodismo. Sus artículos dieron inicio a batallas ideológico-culturales, como los que llevaron al referendum sobre el aborto y el divorcio en los años 70. Su inspiración política es de matriz liberal social y se declara no creyente. En 1996 se retiró de la dirección de su periódico, pero es editorialista de la edición dominical. Ha recibido importantes honorificencias de Italia y Francia. 

“Muy distinguido Dr. Scalfari. Es con viva cordialidad que, mismo en grandes líneas, querría buscar en esta carta de responder a la suya, que desde las páginas de 'La Repubblica', me ha querido enviar el 7 de julio con una serie de reflexiones personales, que después enriqueció el 7 de agosto en las páginas del mismo cotidiano”.

Así inicia la carta que Francisco envió al profesor Scálfari y le indica: “Me parece por lo tanto que sea positivo no solamente para nosotros pero para toda la sociedad en la que vivimos, detenernos para dialogar sobre una realidad tan importante como la fe, que se basa en la predicación y en la figura de Jesús”.

Un deber al diálogo que nace de lo que Francisco define “una paradoja”. Y precisa: “La fe cristiana, símbolo de la luz, fue calificada por la modernidad como la obscuridad de la supertición que se opone a la luz de la razón. Así entre la Iglesia y la cultura de inspiración cristiana, de una parte, y la cultura moderna de matriz iluminista de otra, se llegó a la incomunicabilidad. Ha llegado ahora el tiempo, y el Vaticano II ha inaugurado esta estación, de un diálogo abierto y sin preconceptos, que reabra las puertas de un serio y profundo encuentro”.

Y para quien busca “seguir a Jesús en la luz de la fe” explica el papa en el resumen presentado por Repubblica, “este diálogo es una expresión íntima e indispensable del creyente. La fe para mi ha nacido del encuentro con Jesús”. Pero “sin la Iglesia no habría podido encontrar a Jesús, mismo siendo consciente que aquel inmenso don que es la fe está custodiado en los frágiles vasos de cerámica de nuestra humanidad”.

El papa responde así a dos de los temas claves que el laico fundador del diario La Repubblica había puesto: “Me parece que usted aprecia mucho la actitud de la Iglesia hacia quien no comparte la fe en Jesús. Fundamentalmente me pregunta si el Dios de los cristianos perdona a quien no cree y no busca la fe".

"Partiendo de la premisa --indica Francisco-- que la misericordia de Dios no tiene límites... la problemática para quien no cree en Dios está en el obedecer a su conciencia. El pecado, mismo para quien no tiene fe, es cuando se va contra la propia conciencia”. Por ello “escuchar y obedecer a esa significa de hecho, decidirse delante de lo que es percibido como bien o como mal. Y sobre esta decisión se juega la decisión de nuestra bondad o maldad de nuestro operar”.

“En la última pregunta me pide si con la desaparición del hombre sobre la tierra, desaparecería también el pensamiento capaz de pensar a Dios”. Y el papa responde: “Es la relación entre dos realidades. Dios -¡este es mi pensamiento y esta es mi experiencia, pero de cuantos ayer, hoy lo comparten!- no una es idea, mismo que altísima, un fruto del pensamiento del hombre. Dios es una realidad con la 'R' mayúscula. Jesús nos lo revela -y vive la relación con Él- como un Padre de bondad y misericordia infinita”.

Y recuerda que el hombre y este mundo está destinado a acabar, “pero mismo, si el hombre desaparecerá de la tierra, el hombre no dejaría de existir, y de alguna manera que no sabemos, tampoco el universo creado con él”.

Y el papa concluye indicando que sus reflexiones sean acogidas “como una respuesta aproximada y provisoria, pero sincera y con confianza, ante la invitación que hizo de hacer un trecho de camino juntos". Porque reitera el papa, la Iglesia a pesar de todas las miserias humanas de sus componentes, no tiene otro sentido sino “vivir y dar testimonio de Jesús”.

LEER EL TEXTO COMPLETO DE LA CARTA EN IDIOMA ESPAÑOL

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Texto completo de la carta del papa al director del diario 'La Repubblica'
Publicada hoy por este importante cotidiano italiano y traducida al idioma español

Por Redacción

ROMA, 11 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - Apreciado doctor Scalfari:

Es con profunda cordialidad que al menos a grandes líneas quisiera tratar de responder a la carta que, desde las páginas de La Repubblica, se ha querido dirigir a mi el 7 de julio con una serie de reflexiones personales, que luego ha enriquecido en las páginas del mismo diario el 7 de agosto. Le agradezco, en primer lugar, por la atención con la que leyó la encíclica Lumen Fidei. La cual en la intención de mi amado predecesor, Benedicto XVI, que la concibió y escribió gran parte, y la que con gratitud, heredé, se dirige no solo a confirmar en la fe en Jesucristo a aquellos que en aquella ya se reconocen, sino también para despertar un diálogo sincero y riguroso con los que, como Usted, se define "un no creyente por muchos años, interesado y fascinado por la predicación de Jesús de Nazaret".

Por lo tanto, creo que es muy positivo, no solo para nosotros individualmente, sino también para la sociedad en la que vivimos, detenernos para dialogar de algo tan importante como es la fe, que se refiere a la predicación y a la figura de Jesús. Creo que hay, en particular, dos circunstancias que hacen que este diálogo sea hoy sea un deber y algo valioso.

Como se sabe, uno de los principales objetivos del Concilio Vaticano II, querido por el papa Juan XXIII y por el ministerio de los papas, es la sensibilidad y contribución que cada uno desde entonces hasta ahora ha dado según el patrón establecido por el Concilio. La primera de las circunstancias --como se recuerda en las páginas iniciales de la Encíclica-- deriva del hecho que a lo largo de los siglos de la modernidad , se produjo una paradoja: la fe cristiana, cuya novedad e incidencia sobre la vida del hombre desde el principio han sido expresados precisamente a través del símbolo de la luz, a menudo ha sido calificada como la oscuridad de la superstición que se opone a la luz de la razón. Así entre la Iglesia y la cultura de inspiración cristiana, por una parte, y la cultura moderna de carácter iluminista, por la otra, se ha llegado a la incomunicación. Ahora ha llegado el momento, y el Vaticano II ha inaugurado justamente la estación, de un diálogo abierto y sin prejuicios que vuelva a abrir las puertas para un serio y fructífero encuentro.

La segunda circunstancia, para quien busca ser fiele al don de seguir a Jesús en la luz de la fe, viene del hecho de que este diálogo no es un accesorio secundario de la existencia del creyente: es en cambio una expresión íntima e indispensable. Permítame citarle una afirmación en mi opinión muy importante de la Encíclica: visto que la verdad testitimoniada por la fe es aquella del amor –subraya-- «está claro que la fe no es intransigente, sino que crece en la convivencia que respeta al otro. El creyente no es arrogante; por el contrario, la verdad lo hace humilde, consciente de que, más que poseerla nosotros, es ella la que nos abraza y nos posee. Lejos de ponernos rígidos, la seguridad de la fe nos pone en camino, y hace posible el testimonio y el diálogo con todos» ( n. 34 ). Este es el espíritu que anima las palabras que le escribo.

La fe, para mí, nace de un encuentro con Jesús. Un encuentro personal, que ha tocado mi corazón y ha dado una dirección y un nuevo sentido a mi existencia. Pero al mismo tiempo es un encuentro que fue posible gracias a la comunidad de fe en la que viví y gracias a la cual encontré el acceso a la sabiduría de la Sagrada Escritura, a la vida nueva que como agua brota de Jesús a través de los sacramentos, de la fraternidad con todos y del servicio a los pobres, imagen verdadera del Señor.

Sin la Iglesia –créame--, no habría sido capaz de encontrar a Jesús , mismo siendo consciente de que el inmenso don que es la fe se conserva en las frágiles odres de barro de nuestra humanidad. Y es aquí precisamente, a partir de esta experiencia personal de fe vivida en la Iglesia, que me siento cómodo al escuchar sus preguntas y en buscar, junto con Usted, el camino a través del cual podamos, quizás, comenzar a hacer una parte del camino juntos.

Perdóneme si no sigo paso a paso los argumentos propuestos por usted en el editorial del 7 de julio. A mí me parece más fructífero --o por lo menos es más agradable para mí-- ir de una determinada manera al corazón de sus consideraciones. No entro ni siquiera en el modo de exposición seguida por la Encíclica, en la que Usted advierte la falta de una sección dedicada específicamente a la experiencia histórica de Jesús de Nazaret.

Observo únicamente, para empezar, que un análisis de este tipo no es secundario. Se trata de hecho, siguiendo después la lógica que guía el desarrollo de la encíclica, de centrar la atención sobre el significado de lo que Jesús dijo e hizo, y así, en última instancia, de lo que Jesús fue y es para nosotros. Las cartas de Pablo y el evangelio de Juan, a los que se hace especial referencia en la Encíclica, se construyen, de hecho, en el sólido fundamento del ministerio mesiánico de Jesús de Nazaret, que llegan a su auge resolutivo en la pascua de muerte y resurrección. Así es que, es necesario confrontarse con Jesús, diría yo, en la realidad y la rudeza de su historia, así como se nos relata sobre todo en el Evangelio más antiguo, el de Marcos.

Observamos entonces que el «escándalo» que la palabra y la práctica de Jesús causan alrededor de él, derivan de su extraordinaria «autoridad»: una palabra, esta, atestiguada desde el Evangelio de Marcos, pero que no es fácil reportar bien en italiano. La palabra griega es «exousia», que literalmente se refiere a lo que «viene del ser», de lo que es. No se trata de algo externo o forzado, sino de algo que emana de su interior y que se impone por sí mismo. Jesús realmente golpea, confunde, innova --como él mismo dice-- a partir de su relación con Dios, llamado familiarmente Abbà, lo que le da a esta «autoridad» para que él la emplee a favor de los hombres.

Así, Jesús predica «como quien tiene autoridad», cura, llama a sus discípulos a seguirle, perdona... cosas todas que en el Antiguo Testamento, son de Dios y solo de Dios. La pregunta que más retorna en el Evangelio de Marcos es: «¿Quién es este que ...?» , y que tiene que ver con la identidad de Jesús, nace de la constatación de una autoridad diferente a la del mundo, una autoridad que no tiene la intención de ejercer el poder sobre los demás, sino para servir , para darles la libertad y la plenitud de la vida. Y esto al punto de jugarse la propia vida, hasta experimentar la incomprensión, la traición, el rechazo; hasta ser condenado a muerte, hasta caer en el estado de abandono sobre la cruz.

Pero Jesús se mantuvo fiel a Dios hasta el final. Y es precisamente entonces --como exclama el centurión romano al pie de la cruz, en el Evangelio de Marcos--, cuando Jesús se muestra, paradójicamente, ¡como el Hijo de Dios! Hijo de un Dios que es amor y que quiere, con todo su ser, que el hombre, cada hombre, se descubra y viva también él como su verdadero hijo. Esto, para la fe cristiana, está certificado por el hecho de que Jesús ha resucitado: no para demostrar el triunfo sobre aquellos que lo han rechazado, sino para dar fe de que el amor de Dios es más fuerte que la muerte, que el perdón de Dios es más fuerte que todo pecado , y que vale la pena emplear la propia vida, hasta el final, para dar testimonio de este gran regalo.

La fe cristiana cree que esto: que Jesús es el Hijo de Dios que vino a dar su vida para abrir a todos el camino del amor. Por lo tanto tiene razón, querido doctor Scalfari , cuando ve en la encarnación del Hijo de Dios la piedra angular de la fe cristiana. Tertuliano escribía: «caro cardo salutis», la carne (de Cristo) es la base de la salvación. Porque la encarnación, es decir, el hecho de que el Hijo de Dios haya venido en nuestra carne y haya compartido alegrías y tristezas, triunfos y derrotas de nuestra existencia, hasta el grito de la cruz, experimentando todo en el amor y en la fidelidad al Abbà, testimonia el increíble amor que Dios tiene respecto a cada hombre, el valor inestimable que le reconoce. Cada uno de nosotros, por lo tanto, está llamado a hacer suya la mirada y la elección del amor de Jesús, para entrar en su manera de ser, de pensar y de actuar. Esta es la fe, con todas las expresiones que se describen puntualmente en la Encíclica.

Siempre en el editorial del 7 de julio, Usted me pregunta también cómo entender la originalidad de la fe cristiana, ya que esta se basa precisamente en la encarnación del Hijo de Dios, en comparación con otras creencias que giran en trono a la absoluta trascendencia de Dios. La originalidad, diría yo, radica en el hecho de que la fe nos hace partícipes, en Jesús, en la relación que Él tiene con Dios, que es Abbà y, de este modo, en la la relación que Él tiene con todos los demás hombres, incluidos los enemigos, en signo del amor.

En otras palabras, la filiación de Jesús, como ella se presenta a la fe cristiana, no se reveló para marcar una separación insuperable entre Jesús y todos los demás: sino para decirnos que , en Él, todos estamos llamados a ser hijos del único Padre y hermanos entre nosotros. La singularidad de Jesús es para la comunicación, y no para la exclusión. Por cierto, de aquello se deduce también --y no es poca cosa--, aquella distinción entre la esfera religiosa y la esfera política, que está consagrado en el «dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César», afirmada claramente por Jesús y en la que, con gran trabajo, se ha construido la historia de Occidente.

La Iglesia, por lo tanto, está llamada a diseminar la levadura y la sal del Evangelio, y por lo tanto, el amor y la misericordia de Dios que llega a todos los hombres, apuntando a la meta ultraterrena y definitiva de nuestro destino, mientras que a la sociedad civil y política le toca la difícil tarea de articular y encarnar en la justicia y en la solidaridad, en el derecho y en la paz, una vida cada vez más humana. Para los que viven la fe cristiana, eso no significa escapar del mundo o de la investigación de cualquier hegemonía , pero al servicio de la humanidad, a todo el hombre y a todos los hombres, a partir de la periferia de la historia y suscitando el sentido de la esperanza que impulsa a hacer el bien a pesar de todo y mirando siempre más allá.

Usted me pregunta también, al término de su primer artículo, qué debemos decirle a nuestros hermanos judíos sobre la promesa hecha a ellos por Dios: ¿acaso quedó en el vacío? Es esta –créame-- una pregunta que nos desafía radicalmente, como cristianos, ya que con la ayuda de Dios, especialmente a partir del Concilio Vaticano II, hemos descubierto que el pueblo judío sigue siendo para nosotros, la raíz santa de la que germinó Jesús. También yo, en la amistad que he cultivado a lo largo de todos estos años con nuestros hermanos judíos, en Argentina, muchas veces me cuestioné ante Dios en la oración, sobre todo cuando la mente se iba al recuerdo de la terrible experiencia de la Shoah. Lo que puedo decirle, con el apóstol Pablo, es que nunca ha fallado la fidelidad de Dios a su alianza con Israel y que, a través de las pruebas terribles de estos siglos, los judíos han conservado su fe en Dios. Y por esto, con ellos nunca seremos lo suficientemente agradecidos como Iglesia, sino también como humanidad. Ellos justamente perseverando en la fe en el Dios de la alianza los invitan a todos, también a nosotros cristianos, al estar siempre a la espera, como los peregrinos, del regreso del Señor y que por lo tanto, siempre debemos estar abiertos a Él y nunca cerrarnos ante lo que ya hemos alcanzado.

Llego así a las tres preguntas que me pone en el artículo del 7 de agosto. Me parece que, en los dos primeros, lo que le su corazón quiere es entender la actitud de la Iglesia hacia los que no comparten la fe de Jesús.

En primer lugar, me pregunta si el Dios de los cristianos perdona a los que no creen y no buscan la fe. Teniendo en cuenta que --y es la clave-- la misericordia de Dios no tiene límites si nos dirigimos a Él con un corazón sincero y contrito, la cuestión para quienes no creen en Dios es la de obedecer a su propia conciencia. El pecado, aún para los que no tienen fe, existe cuando se va contra la conciencia. Escuchar y obedecerla significa de hecho, decidir ante lo que se percibe como bueno o como malo. Y en esta decisión se juega la bondad o la maldad de nuestras acciones.

En segundo lugar, Ud. me pregunta si el pensamiento según el cual no existe ningún absoluto, y por lo tanto ninguna verdad absoluta, sino solo una serie de verdades relativas y subjetivas, se trate de un error o de un pecado. Para empezar, yo no hablaría, ni siquiera para quien cree, de una verdad «absoluta», en el sentido de que absoluto es aquello que está desatado, es decir, que sin ningún tipo de relación. Ahora, la verdad, según la fe cristiana, es el amor de Dios hacia nosotros en Cristo Jesús. Por lo tanto, ¡la verdad es una relación! A tal punto que cada uno de nosotros la toma, la verdad, y la expresa a partir de sí mismo: de su historia y cultura, de la situación en la que vive, etc. Esto no quiere decir que la verdad es subjetiva y variable, ni mucho menos. Pero sí significa que se nos da siempre y únicamente como un camino y una vida. ¿No lo dijo acaso el mismo Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida»? En otras palabras, la verdad es en definitiva todo un uno con el amor, requiere la humildad y la apertura para ser encontrada, acogida y expresada. Por lo tanto, hay que entender bien las condiciones y, quizás, para salir de los confines de una contraposición... absoluta, replantear en profundidad el tema. Creo que esto es hoy una necesidad imperiosa para entablar aquel diálogo pacífico y constructivo que deseaba desde el comienzo de esta mi opinión.

En la última pregunta me interroga si, con la desaparición del hombre sobre la tierra, desaparecerá también el pensamiento capaz de pensar en Dios. Es verdad, la grandeza del hombre está en ser capaz de pensar en Dios. Y por lo tanto, en el poder vivir una relación consciente y responsable con Él.

Pero la relación es entre dos realidades. Dios --este es mi pensamiento y esta es mi experiencia, ¡y cuántos, ayer y hoy lo comparten!--, no es una idea, aunque sea un alto fruto del resultado del pensamiento del hombre. Dios es una realidad con la «R» mayúscula. Jesús lo revela --y tiene una relación viva con Él--, como un Padre de infinita bondad y misericordia. Dios no depende, por lo tanto, de nuestra forma de pensar. Y de otro lado, mismo cuanto terminará la vida del hombre sobre la tierra – y para la fe cristiana de todos modos, este mundo así como lo conocemos está destinado a tener un fin-- el hombre no acabará de existir, y en una manera que nosotros no sabemos, tampoco el universo que fue creado con él. La Escritura habla de «cielos nuevos y tierra nueva» y afirma que, al final, en el dónde y en el cuándo, que está más allá de nosotros, pero hacia el cual, en la fe tendemos con deseo y espera, Dios será «todo en todos».

Estimado doctor Scalfari, concluyo así mis reflexiones, suscitadas por lo que ha querido decirme y preguntarme. Acójalas como una respuesta tentativa y provisional, pero sincera y confiada, con la invitación que le hice de andar una parte del camino juntos. La Iglesia, créame, a pesar de todos los retrasos, infidelidades, errores y pecados que haya cometido y todavía pueda cometer en los que la componen, no tiene otro sentido ni propósito que no sea vivir y dar testimonio de Jesús: Él que fue enviado por el Abbà «para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor» (Lc. 4, 18-19).

Con fraternal cercanía,

Francesco

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.

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El papa prepara el encuentro con el clero romano
Les hacen llegar una reflexión escrita por Bergoglio en el 2008. Será en la basí­lica de San Juan de Letrán el 16 de septiembre

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 11 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - Los sacerdotes que prestan servicio pastoral en la diócesis de roma y que trabajan en las comunidades parroquiales, rectorías, capellanías universitarias, hospitalarias, en el mundo del trabajo y en las cárceles, se encontrarán con el papa Francisco el próximo lunes día 16 a las 10 de la mañana.

Para prepararse al encuentro, el cardenal Vallini, por petición del papa Francisco, ha enviado al clero una reflexión escrita en el 2008 por el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio cuando era arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal argentina, para presentar la identidad presbiteral a la luz del Documento de Aparecida.  

El documento habla de algunos aspectos como la identidad del presbítero respecto a la comunidad con dos rasgos. "En primer lugar como don en contraposición a delegado o representante. En segundo lugar destaca la fidelidad en la invitación del Maestro contraponiéndola a la gestión. La iniciativa viene siempre de Dios: la unción del Espíritu Santo, la especial unión con Cristo cabeza, invitación a la imitación del Maestro".

También subraya como "el presbítero pertenece al pueblo de Dios, del que fue sacado y al que es enviado y del que forma parte".

En este documento también se habla de la 'autorreferencialidad'  que tantas veces menciona el papa argentino: "Sin el Espíritu Santo corremos el riesgo de desorientarnos en la comprensión de la fe y terminar en una propuesta gnóstica; y también corremos el riesgo de no ser 'enviados' sino de 'salir por las nuestras' y terminar desorientados en mil y una formas de autorreferencialidad". Así mismo subraya el papel del presbítero como "discípulo enamorado" y "ardoroso misionero". Sobre la actitud de los presbíteros destaca además que "la actitud de servicio es una de las características que Aparecida pide a los sacerdotes".

Leer el documento completo aquí

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Mirada al mundo


'El cura Brochero habrá intercedido para que a Bergoglio lo elijan papa'
El 14 es su beatificación. Entrevista a Silvia Correale, encargada de la fase final del proceso del cura gaucho

Por H. Sergio Mora

ROMA, 11 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - El sábado próximo, 14 de septiembre en Argentina será beatificado José Gabriel del Rosario Brochero, conocido como el cura Brochero o el cura gaucho. Un modelo para los sacerdotes no sólo en su país sino también en toda América Latina.

ZENIT entrevistó en Roma la doctora Silvia Correale, nombrada postuladora en diciembre de 2009 cuando ya había sido aprobado por la comisión de cardenales el decreto de las virtudes heroicas, y para el trabajo específico de presentar la 'positio' del probable milagro.

“Trabajamos mucho para llegar a la publicación del decreto --indicó la doctora Correale--, me sentí acompañada en este camino eclesial por Mons. Santiago Oliveira y por el cardenal Jorge Mario Bergoglio. Solía, entonces, comentar que dado que habíamos trabajamos tanto, el resultado iba a ser muy grande, una bomba eclesial. Claro nunca pensé que a los pocos meses de la autorización por parte de Benedicto XVI con la publicación del decreto, el cardenal Bergoglio sería elegido Papa, pero estoy segura que el cura Brochero intercedió ante el Señor para que iluminará a los cardenales presentes en el Conclave para la elección de un Pontífice discípulo de Cristo y misionero”.

¿No encuentra curioso que esta beatificación suceda cuando hay un papa argentino que habla de ir a las periferias?
--Silvia Correale: “Cuando me nombran postuladora, el cardenal Jorge Mario Bergoglio era presidente de la Conferencia episcopal argentina. Que la beatificación sea en el momento que hay un papa argentino que habla de ir hacia las periferias es un signo de la providencia. El 21 de diciembre cuando dimos la noticia de que se había aprobado el milagro, resalté que el cardenal arzobispo de Buenos Aires había apoyado mucho esta causa de beatificación que no era de su diócesis y seguía muy de cerca”.

¿Por qué esta causa era tan importante?
--Silvia Correale: “Esta causa tenía precedencia --dijo-- porque es muy importante para Argentina, el cura Brochero, a quien llaman el cura gaucho, cordobés de nacimiento, supo vivir su fidelidad a Cristo y a la Iglesia en su vocación sacerdotal con un lenguaje y un modo de ser muy típico de nuestra tierra, de nuestra gente. Los sacerdotes argentinos y latinoamericanos necesitan un modelo de cura santo cercano a la gente sencilla, como lo ha sido el cura Brochero”.

Brochero nació el 16 de marzo de 1840 en Santa Rosa de Río Primero, en la provincia de argentina de Córdoba y entró al Seminario Mayor “Nuestra Señora de Loreto”, el 5 de marzo de 1856, cuando tenía 16 años. Fue ordenado presbítero el 4 de noviembre de 1866, mientras cursaba la licenciatura y el doctorado en filosofía, realizó su primer ministerio sacerdotal en la catedral de Córdoba. Obtenido el doctorado lo nombran prefecto de Estudios del Seminario Mayor. En1869 lo trasladan al curato de San Alberto, y allí supo inculturarse en la realidad de su gente.

¿Qué sucede cuando de la universidad pasa a la sierra?--Silvia Correale: Cuando él llega la gente del lugar lo recibe muy bien ya que aquella era una zona olvidada por todos, pero como el cura gaucho repetía: “Olvidada por todos pero no por Dios”. El cura Brochero es un discípulo misionero de Cristo. Es el párroco del día a día, de la gente sencilla, de la periferia total.

Las biografías que se han publicado están llenas de anécdotas, porque era un padre, un pastor. Las que conozco son atendibles. Por tradición oral se han trasmitido, la gente dice: me la contó mi tatarabuelo a mi bisabuelo etc...

El cura gaucho, ¿cómo organiza en su evangelización?
--Silvia Correale: Se dio cuenta que había que hacer todo, un trabajo espiritual, pero también era necesario un itinerario educativo para la población. Era una zona que había quedado muy aislada, no había caminos ni llegaba el ferrocarril. En la ciudad que se llamaba Villa del Tránsito, dos años después de su muerte la rebautizaron Villa Cura Brochero, hizo construir el acueducto, y de su brazo junto a algunos hombre de la zona picaron el primer camino, que después se transformaron en 200 kilómetros de vía de comunicación. Obtuvo de las autoridades mensajerías, correo y estafetas telegráficas. Proyectó el ramal ferroviario que une Villa Dolores y Soto.

Pero ya hay otros beatos y siervos de Dios en Argentina. ¿Por qué entonces la prioridad?
--Silvia Correale: Un santo nacido vivido y muerto en Argentina, no tenemos. El único es san Héctor Valdivieso pero desde muy chiquito se fue a España con sus padres que estuvieron un período en Argentina como inmigrantes, en España ingresa entre los Hermanos de La Salle y muere asesinado en el período de la persecución religiosa española. Tenemos en cambio algunos beatos y beatas: Laura Vicuña que nació en Chile y falleció en Junín de los Andes. Ceferino Namuncurá, que nació y vivió en Argentina en la comunidad mapuches y falleció en Italia. Está también la beata madre Cabanillas, que nació vivió y murió en Argentina. Tenemos a Aristide Zatti de la Patagonia, pero nació en Italia. Y también a Crecencia Pérez que nació, vivió y murió en el país y fue beatificada en noviembre de 2012.

La particularidad es que el cura Brochero era un sacerdote, hombre de oración, atento al compromiso social como fruto de su caridad pastoral. Sacerdotes así necesitamos tantos y en todas partes. Y un modelo para los sacerdotes argentinos y de Sudamérica porque no tenemos tantos sacerdotes diocesanos, párrocos modelos de santidad.

¿En concreto cómo evangelizó el cura Brochero?
--Silvia Correale: El cura se dio cuenta que la gente del lugar necesitaba construirse como persona e individuó en los ejercicios espirituales de san Ignacio el instrumento para evangelizar. Las primeras veces iba en caravana a pie para predicarlos, también acompañaba los fieles de su curato en caravana y siempre a pie para hacer los ejercicios en la ciudad de Córdoba. A un cierto punto en 1875, decidió construir una casa de ejercicios espirituales al lado de la parroquia, en lo que entonces era Villa del Tránsito. Fue una acción comunitaria con la gente de la zona. Los gauchos venían a caballo y se convirtieron personas que se dedicaban a actividades ilícitas. Para ver como funcionaba una casa de retiros, estuvo fue meses viviendo en la Casa de Ejercicios de Buenos Aires fundada por la venerable sierva de Dios María Antonia de San José (1730-1799).

¿O sea que el cura Brochero conoce a otras personas de gran virtud?
--Silvia Correale: Sí, a María Antonia, nacida en Silipica, Santiago del Estero y conocida allí como Mamá Antula (Antonia en quecha santiagueño). Ella vivió los últimos 20 años de su vida en la ciudad de Buenos Aires, y es venerable desde julio de 2010, cuando Benedicto XVI autorizó la publicación del decreto de virtudes heroicas. Actualmente la Congregación de las Causas de los Santos estudia un probable milagro atribuido a su intercesión, que es un ejemplo de vida y de fe para todas las mujeres argentinas. De su profundo amor a Dios realizó una tarea de evangelización y de educación en los valores evangélicos de la sociedad de su tiempo y por lo tanto de nuestros próceres de mayo. Por ello puede ser considerada la madre espiritual de la patria.

La llama que ella dejó encendida, a través de los ejercicios espirituales de San Ignacio, encontró en el corazón y en la mente del cura Brochero un lugar para seguir ardiendo y le indicó la tarea a realizar en su amada Villa del Tránsito.

¿Cómo muere el cura gaucho?
Visitando enfermos de lepra contrajo esa enfermedad que le obligó a renunciar al curato debiendo ir a vivir unos años con sus hermanas en su pueblo natal. Pero por pedido de los fieles de la diócesis, regresó a la casa de Villa del Transito, donde el 26 de enero de 1914 murió leproso y ciego.  

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Cuba: festejan a la Virgen de la Caridad del Cobre
Gran afluencia popular a las procesiones. Declaran monumento nacional a la iglesia de San Pedro Apóstol. Disidentes reclaman por derechos humanos.

Por H. Sergio Mora

ROMA, 11 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - La patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad del Cobre fue celebrada el fin de semana con motivo de su fiesta, el 8 de septiembre. El solemne nombramiento fue proclamado por el papa Benedicto XV en el año 1916 y Juan Pablo II en su histórico viaje a la isla en 1998, coronó a la imagen de la Virgen como patrona de Cuba. Este fin de semana miles de personas participaron en procesiones en las diversas diócesis de la isla.

El santuario diocesano de la Virgen de la Caridad (Buenviaje) en Santa Clara se vio desbordado de personas de toda condición: era la fiesta de la Patrona. Como dijo en su homilía el obispo Marcelo Arturo González Amador “todos necesitamos algo y sabemos que a los pies de la Virgen se encuentra la paz de Dios”, indicó la web de la Iglesia en Cuba.

El obispo de Pinar del Río, Jorge Enrique Serpa Pérez, en la homilía d destacó la importancia de la Virgen para la fe cristiana: “Ella siempre nos lleva a Jesús”, desde la sencillez de la vida cotidiana. Y precisó que “la Virgen de la Caridad ha sido clave para que permanezca en este pueblo lo religioso”.

Añadió que “en Cuba hay un sentimiento religioso en muchísimas personas” aunque reconoció que “preocupa que muy pocos conocen a Dios y participan en la vida de la comunidad cristiana, preocupa el materialismo que fue impuesto como la solución a todos los problemas, y ahora éste es un problema para todos. Como lo es también ateísmo absurdo, que llevó al país a vivir como si el pueblo no tuviese sentimientos religiosos”. Y concluyó que, “el hombre y la mujer necesitan de Dios en su vida y en la sociedad: un pueblo sin Dios es como una ciudad sin luz que vive en la oscuridad”.

En la parroquia de San Juan Bautista de Jaruco después de haber contado con una amplia y fervorosa participación en la Novena dedicada a la Virgen, que culminó con una Vigilia de Oración todos los fieles y presentes “se volcaron a las calles en procesión para acompañar a nuestra Madre del Cielo en su recorrido procesional por nuestro pueblo” indica la web de la Iglesia en Cuba.

En cambio en la catedral de Cienfuegos, el domingo “numerosos fieles aguardaron desde horas tempranas la llegada de la procesión diocesana que partió de la iglesia de Patrocinio y recorrió distintas calles de la ciudad con la participación de muchos cienfuegueros”.

El un mensaje radial del sábado 7, Mons. Domingo Oropesa Lorente, obispo de Cienfuegos, con motivo de la “Festividad de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre” dijo: “Un año más vamos a celebrar la Fiesta de Nuestra Patrona: la Virgen de la Caridad de El Cobre. Agradecemos a Radio Ciudad del Mar la oportunidad que nos brinda hoy para emitir por sus ondas este mensaje que como obispo, con cariño, les dirijo”.


En el marco de las celebraciones, la iglesia principal de la ciudad de San Pedro Apóstol ubicada a unos 100 kilómetros al oeste de la Habana recibió ayer la categoría de Monumento Nacional. El templo que de San Pedro Apóstol es considerado por los especialistas como la obra religiosa más importante del siglo XIX en Cuba.

Lo informó la agencia oficial de noticias Prensa Latina, y precisó que “el secretario ejecutivo de la Comisión Cubana de Monumentos, Nilson Acosta, leyó el acta oficial de declaratoria de tal condición al citado inmueble religioso, una de las siete maravillas de la arquitectura de la provincia de Matanzas”.

Asistieron al acto, que incluyó una parte cultural, monseñor Manuel Hilario de Céspedes, obispo de Matanzas, así como autoridades de gobierno, culturales y de patrimonio de la localidad.

Acosta le explicó a Prensa Latina “los esfuerzos y el trabajo técnicos realizados para recuperar el edificio, que le permitieron recibir en el año 2009 el Premio Nacional de Restauración”. Y añadió que el monumento es representativo de la arquitectura neoclásica”. Y añadió que "es parte del legado de las ciudades hispanoamericanas donde las iglesias ocupaban gran importancia en el trazado urbano".

En contraste con el clima de apertura, fuentes de la disidencia interna denunciaron violaciones de los derechos humanos, indicaron medios on-line: “Una veintena de opositores fueron detenidos y golpeados este martes en Santa Clara cuando apoyaban una protesta de alrededor de 200 cocheros” escriben. Y precisan que “entre los arrestados está el Premio Sajarov 2010 Guillermo Fariñas”.

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El cardenal Rouco abre a la beatificación de la fundadora de las Oblatas
El proceso inicia al cumplirse el centenario del nacimiento de la sierva de Dios Madre Mª del Carmen Hidalgo de Caviedes y Gómez

Por Redacción

ROMA, 11 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - La apertura del proceso de canonización de la sierva de Dios, madre Mª del Carmen Hidalgo de Caviedes y Gómez, fundadora de las hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote, tendrá lugar el próximo sábado, 14 de septiembre. El acto será presidido por el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, en el claustro del Monasterio de Santa María de la Almudena.

El pasado 3 de septiembre, las hermanas Oblatas celebraron el Centenario del nacimiento de su fundadora, con una eucaristía en la Capilla del Monasterio.

En una biografía publicada en la web de la archidiócesis de Madrid narra que Mª del Carmen Hidalgo de Caviedes y Gómez nació en Madrid el 3 de septiembre de 1913, de padres muy cristianos, D. Rafael Hidalgo de Caviedes (arquitecto y pintor) y Dña. María Gómez, fue la séptima de ocho hermanos. Bautizada en la parroquia Santos Justo y Pastor el 20 del mismo mes y año, el día 15 de agosto de 1923 recibió por primera vez la eucaristía, y desde muy joven, sintió la llamada a consagrarse al Señor.

Al comenzar la guerra civil española, el día 20 de julio de 1936, durante el bombardeo del Cuartel de la Montaña, encontrándose ella en una Capilla cercana a su casa -la Iglesia de las Capuchinas, donde acudía a oír la Santa Misa- experimentó una fuerza interior que la movió a ofrecer su vida como víctima “pro eis” -por los sacerdotes-, al profundizar en el significado y la necesidad urgente del sacerdote santo, al considerar su puesto vital en la Iglesia, su ‘misión insustituible’ en el plan salvífico de Dios, para llegar a las almas… Vivió la guerra civil, 1936-1939, con una apertura heroica a la gracia y moción del Espíritu, que fue guiando sus pasos junto con los del sacerdote D. José Mª García Lahiguera, al que conoció en esa etapa de la guerra, porque acudía a su casa a confesar y atender espiritualmente a quienes allí se reunían. Trabajó en el “Socorro blanco” con sus hermanas, llevando la eucaristía a cuantos la solicitaban o estaban en peligro de muerte, y facilitando a sacerdotes ocultos, cuanto necesitaban para las celebraciones clandestinas. En las horas de bombardeo se refugiaban todos los vecinos en el sótano, y ella, con su madre y hermanas -pues los varones estaban refugiados en Embajadas- permanecían en adoración ante el Santísimo que, discretamente, guardaban en un portaviático.

Estas andanzas, llenas de heroísmo, le ayudaron a conocer diversas congregaciones religiosas, y así pudo cerciorarse de su vocación claustral, en entrega de holocausto por “ellos” y por la Iglesia. El 25 de abril de 1938, después de unos Ejercicios Espirituales practicados con la orientación de Don José María García Lahiguera -cuyo Proceso de Canonización está ya en su fase romana-, habiéndole expuesto Mª del Carmen cuanto el Señor le había inspirado, se comprometen ambos a fundar una Congregación de vida íntegramente contemplativa, que prolongue en la Iglesia la ‘Oración Sacerdotal’ de Cristo: “Pro eis, ego rogo et sanctifico meipsum” (Jn. 17). Ambos espíritus vibraban al unísono, por ello, Don José María terminó diciéndole: Esto no existe, pero existirá”. Y este compromiso se selló ante el Señor en la Comunión del día siguiente, 26 de abril de 1938. La semilla de lo que iba a ser en la Iglesia la Congregación de las HH. Oblatas de Cristo Sacerdote, quedó ya sembrada en el surco callado y oculto que, no mucho después, había de germinar y dar su fruto.

Concedido el nihil obstat en mayo de 1950 para ser erigida como Congregación de Derecho Diocesano, Madre María del Carmen emitió sus votos canónicos, como primera Oblata de Cristo Sacerdote, el día 16 de junio de ese mismo año, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Trabaja con celo incesante por infundir en sus hijas el perfil propio de la Oblata: oración continua y oblación del ser. La eucaristía, centro de todo el vivir. El gran don de ser “familia en Dios”, unidas por la caridad de Cristo, y la tierna y filial devoción a María, a quien llaman siempre 'Madre'.

En 1949 reclaman la primera fundación en Salamanca, por su fin específico. Se siguen nuevas peticiones y Monasterios en Zaragoza, Huelva, Moncada (Valencia), Javier (Navarra) y Oropesa (Toledo), última fundación llevada a cabo en vida de la Madre Mª del Carmen y de Don José Mª García Lahiguera.

Mostraba una fe y entrega incondicional a la Iglesia y su Jerarquía, y aunaba en todos sus trabajos la abnegación generosa con una confianza tan plena en la Providencia, que contagiaba a todos el entusiasmo de su intensa visión de fe. Su único norte fue siempre la búsqueda de la voluntad de Dios.

El “Decretum Laudis” de la Congregación, se concedió el 24 de enero de 1967, y en esta misma fecha del año 1984, después de las adaptaciones al nuevo Derecho Canónico exigidas por Roma a todas las Congregaciones, fue concedida la Aprobación definitiva de las Constituciones.

Trabajó incansablemente, unida al padre fundador, Don José María García Lahiguera, por conseguir la inserción de la Fiesta de Cristo Sacerdote en el calendario litúrgico de España, fiesta que fue aprobada para España, el 22 de agosto de 1973; y deseó ardientemente se hiciera también una realidad en la Iglesia Universal.

Hasta el 7 de octubre de 1993, ocupó el cargo de superiora general de la congregación. En esa fecha, en el V Capítulo general ordinario, aunque había sido elegida por unanimidad de votos para seguir rigiendo la congregación, renunció a dicho cargo, para dar paso a una nueva superiora general, a la que poder ayudar y orientar, aún en vida suya, si fuera necesario. Es la actual superiora general, Madre Montserrat Mirada Barrull.

Falleció  el día 1 de febrero de 2001, en el Monasterio de Santa María de la Almudena, de Madrid, casa madre de la Congregación de HH. Oblatas de Cristo Sacerdote. Ante sus restos mortales rezaron cardenales, obispos, numerosos sacerdotes, familiares y amigos de la madre y de la congregación.

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La Universidad Europea de Roma nombra a un nuevo rector
El padre Luca Gallizia L.C. sucede a Paolo Scarafoni, en el cargo desde septiembre de 2005

Por Redacción

ROMA, 11 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - El padre Luca Gallizia es el nuevo rector de la universidad Europea de Roma y sucede a Paolo Scarafoni que estaba en el cargo desde septiembre de 2005, año de la fundación de la Universidad. Lo informó hoy RomaSette, órgano de información on-line de la diócesis de Roma.

El padre Luca Gallizia obtuvo la licenciatura de derecho en la Universidad Estatal de Milán y entró en el seminario de los Legionarios de Cristo. Fue ordenado sacerdote en diciembre de 2006. El recorrido formativo en la Congregación duró 11 años, y le llevó a obtener en 1998 el Diploma Litterarum humanorum en el Centro de Humanidades y Ciencias de Salamanca (España), en el 2002 la Licenciatura Magistral en Filosofía  y en el 2006 en Teología en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum en Roma, donde fue cuatro año secretario general. Ha colaborado en el proceso de creación de la Universidad Europea de Roma en la fase de su institución en 2005. Desde el 12 de septiembre de 2012 ha sido pro-rector de la misma Universidad.

"En nombre del Consejo y mio personal", ha declarado el padre Donal Corry, presidente del Consejo de Administración de la Universidad Europea de Roma, "expreso al padre Paolo Scarafoni la viva gratitud por el enorme compromiso y dinamismo que ha sabido expresar a nuestros jóvenes universitarios en los primeros años de vida. Gracias a la dedicación y la lealtad a los principios que inspiradores de la Universidad Europea bajo la guía de padre Scarafoni ha podido asentarse y ver un crecimiento progresivo del alumnado y un enriquecimiento constante de la formación. La batuta pasa ahora al Padre Luca Gallizia al que van los mejores deseos: estoy seguro de que, con la asistencia del personal docente y el personal administrativo, sabrá contribuir a mejorar aún más el rol de la Universidad Europea de Roma como una institución educativa al servicio de Italia y de Europa".

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Familia


Escuchar a los jóvenes
La justa preocupación de los papás y educadores no debe cerrarlos a las inquietudes de ellos

Por Felipe Arizmendi Esquivel

SAN CRISTóBAL, 11 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - En un programa dominical de radio que tengo, una señora me envió este mensaje: Le pido una oración por mi hijo porque ha tenido una relación muy dañina y le está costando mucho dejarla. Llevo años pidiéndole a Dios por su conversión, pero parece que Dios no me escucha. Yo me pregunto quién no escucha a quién: ¿Es Dios, es la mamá que no escucha al hijo, o éste que no toma en cuenta a su mamá? Lo más difícil en la vida es aprender a escuchar, siendo que Dios nos dio una sola boca y dos oídos.

Es frecuente quejarnos de que los jóvenes son inestables, llegan tarde, son irresponsables, no se les pueden confiar cargos, se dejan llevar por las modas y los nuevos aires del mundo, etc. No tenemos valor y tiempo para darles cariño y escucharles con paciencia y comprensión, para que nos abran su corazón.

En nuestra diócesis, preocupados por los signos de los tiempos que interpelan nuestra pastoral, dedicamos una asamblea de una semana a analizar el fenómeno juvenil, dando oportunidad a que algunos de diversos estratos nos compartieran su experiencia vital. Nos sentimos interpelados por sus cuestionamientos y retados para promover una mejor pastoral juvenil, que vemos se va fortaleciendo. Hemos dedicado otras asambleas a la familia, la pastoral de la tierra, los cambios culturales, etc.

ILUMINACION

El Papa Francisco nos recomendó en Brasil: “Ayudemos a los jóvenes, pongámosle la oreja para escuchar sus ilusiones. Necesitan ser escuchados, para escuchar sus logros, escuchar sus dificultades. Es estar sentado, escuchando quizá el mismo libreto pero con música diferente, con identidades diferentes. La paciencia de escuchar, eso se lo pido de todo corazón, en el confesionario, en la dirección espiritual, en el acompañamiento. Sepamos perder el tiempo con ellos. Sembrar cuesta y cansa, cansa muchísimo y es mucho más gratificante gozar de la cosecha, todos gozamos más  con la cosecha. Pero Jesús nos pide que sembremos en serio. No escatimemos esfuerzos en la formación de los jóvenes. Ayudar a nuestros jóvenes a redescubrir el valor y la alegría de la fe, la alegría de ser amados personalmente por Dios, esto es muy difícil pero cuando un joven lo entiende, un joven lo siente con la unción que le da el Espíritu Santo, este ser amado personalmente por Dios, lo acompaña toda la vida después” (27-VII-2013).

En una entrevista a una emisora brasileña, expresó: “Un joven que no protesta, a mí no me gusta, porque el joven tiene la ilusión de la utopía… Un joven tiene más frescura, menos experiencia de la vida… A veces la experiencia de la vida nos frena; el joven tiene más frescura para decir sus cosas. Un joven es esencialmente un disconforme, y eso es muy lindo. Hay que escuchar a los jóvenes; hay que darles sitio de expresión y cuidarlos para que no sean manipulados. ¡Cuidado con la manipulación de los jóvenes! Al joven siempre hay que escucharlo. En una familia, un padre, una madre, que no escuchan a su hijo joven, lo aíslan, le crean tristeza en el alma y no se enriquecen ellos. Siempre hay que escucharlos y defenderlos de manipulaciones extrañas de tipo ideológico, de tipo sociológico. Escucharlos, darles lugar de escucha”.

COMPROMISOS

Padres de familia y educadores: Para no sólo lamentar que la juventud se está perdiendo, que va por malos caminos, que es incontrolable, aprendamos a escucharles con respeto, atención, paciencia y amor. No es fácil, porque se requiere serenidad y humildad, pues a veces nos reprochan fallas que no nos gusta reconocer. Algunos papás piensan que con gritos, golpes e insultos deben educar a los hijos, porque quizá ellos eso vivieron y sufrieron. Esto es contraproducente. Algunos hijos se aguantan, pero otros se rebelan y se van de casa.

Agentes de pastoral: Pongamos en práctica los compromisos que hicimos en nuestra asamblea: Fortalecer la estructura diocesana de pastoral juvenil y su respectiva área; salir a donde están ellas y ellos para escucharlos partiendo de lo que creen; dentro de la opción preferencial por los pobres, priorizar a los jóvenes; crear un plan de formación tomando en cuenta la palabra de los jóvenes.

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Comunicación


Comunicación institucional: no esperar a que llegue una crisis
El experto español Ignacio Bel Mallen: La Iglesia registra un déficit en este sector. Debe mantener un perfil más alto.

Por José Antonio Varela Vidal

LIMA, 11 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - Muchas veces aplaudimos la buena comunicación que proyecta una organización, así como también lamentamos los malos mensajes de un gobierno o de una entidad. En otras ocasiones somos testigos de crisis políticas, empresariales o incluso eclesiales, de las cuales pareciera que nadie saldría en pie..., pero derrepente la buena imagen se recuperó y por ende, la confianza de la opinión pública.

Sin embargo, no todos sabemos que detrás de estas “estrategias” hay un equipo de profesionales, o a veces una sola persona, que dada su alta preparación está en capacidad de gestionar adecuadamente los procesos y productos que le demanda la comunicación institucional.

Estamos ante un hombre o una mujer que le saca –en palabras del español Ignacio Bel Mallen--, “el máximo beneficio informativo de imagen pública a la organización a la que pertenece”.

Este axioma que no deja dormir ni a los expertos y a veces ni a los periodistas de los medios (ágiles cazadores de errores), conviene cumplirlo “poniendo en conocimiento público las actividades que realiza la institución", según una idea muy repetida por el citado periodista que visitó semanas atrás Lima por invitación de la Universidad de Piura.

Unas relaciones difíciles

En nuestros días, por diversos motivos se registran tensiones entre algunas oficinas de comunicación institucional o corporativa de un lado y los periodistas de los medios de comunicación de otro. Las razones son varias y las explicó el doctor Bel Mallen en un desayuno expositivo con la prensa especializada en las instalaciones de la Escuela de Dirección de la universidad piurana.

Durante su reflexión enfatizó que las “malas relaciones” se dan en algunos casos cuando los empresarios o responsables de las organizaciones tienen un enfoque equivocado de la comunicación institucional, y crean una oficina con fines fraudulentos... Esto es, para informar parcialmente, manipular o “maquillar” los errores o delitos de la entidad.

También identificó la causa ante la ausencia de profesionalidad por parte de algunos directores de comunicación (Dircom), por no decir su falta de ética frente al cargo que les toca asumir.

En un reciente informe de la consultora internacional Grayling, se lee que los periodistas de los medios consideran que los Dircom son creíbles y accesibles, aunque les falta mucha autonomía, transparencia y tiene poco conocimiento de cómo funcionan los medios. En otras palabras, los periodistas demandan una transmisión oportuna y a la vez atractiva de la información institucional.

Riesgos del perfil bajo

Ante los interrogantes de este tema que va madurando en las mentes y presupuestos de las más diversas organizaciones, incluidos los episcopados, diócesis y nuevas obras eclesiales, ZENIT en una pausa del evento conversó con el profesor español para recoger algunas ideas más precisas.

Su formación como periodista y doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra garantiza los conceptos vertidos, además de una experiencia de casi cuarenta años en el campo de la comunicación institucional, la que hoy corona como gerente del Institute for Media and Entertainment del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa de la Universidad de Navarra en Madrid.

¿Cuál es el desafío principal de un director de comunicaciones?

- Ignacio Bel Mallen: Es saberse constituir como fuente informativa de los medios, y junto con ello conseguir un alto grado de credibilidad ante esos medios.

¿Los medios le creen a las oficinas de comunicación institucional?

- Ignacio Bel Mallen: Creo que cada vez es más comprendido y aceptado el trabajo, y se van superando esas suspicacias en ambas partes.

Usted dijo que a veces hay roces, porque las empresas y organismos quieren arreglar sus problemas solo con una oficina de comunicaciones…

- Ignacio Bel Mallen: Para empezar, de la comunicación no se pueden esperar milagros. La comunicación es un valor añadido, es algo que se añade al quehacer de la organización, y si esta es buena la comunicación le añadirá valor. Otra cosa es en las situaciones de crisis, donde la comunicación sí que tiene un papel importante para paliar la crisis, no para quitarla, porque la crisis no se puede quitar.

Las crisis no avisan, ¿verdad?

- Ignacio Bel Mallen: Es cierto que en esas situaciones de crisis es necesario haber llevado una política activa de comunicación para tener efectos en momentos de crisis. Creo que una organización que se plantease el tema de la comunicación como fin para resolver problemas, estaría equivocándose en el planteamiento.

Habló también de profesionalizar a nivel académico a quienes se dedican a este campo. ¿Qué perfil debe alcanzar un Dircom?

- Ignacio Bel Mallen: Sería una combinación de tres parcelas del conocimiento. Por supuesto la comunicación, que es lo principal, porque debe conocer lo que es la comunicación en el mundo de hoy. Y lo segundo es el management, porque tiene que ser cada más un directivo con formación de directivo; y en tercer lugar, que podríamos haberlo puesto en el primero, debe tener cada vez un comportamiento ético.

¿Nos diría tres cosas en las que no debe caer nunca un Dircom...?

- Ignacio Bel Mallen: No debe caer en la mentira, ni en distorsionar la labor de un Dircom. Tampoco debe caer en la presión a los medios, sino hacer su labor y dejar a los periodistas hacer su labor. Y en tercer lugar, no puede salirse del escenario ético en su labor informativa. No olvidemos que su labor es informativa y por lo tanto está sometido a los códigos deontológicos de su labor informativa.

Y sobre este tipo de trabajo dentro de la Iglesia… ¿Recomienda que esta le abra un mayor espacio a la comunicación institucional, por ejemplo en los episcopados, las diócesis?

- Ignacio Bel Mallen: Por supuesto. Soy católico y me da pena ver por muchos años que la Iglesia no se incorporaba a este mundo de la comunicación, con la salvedad de algunos sitios y circunstancias especiales. Creo que no solo es necesario, sino que se necesita una revolución o una incorporación profunda y absoluta al mundo de la comunicación. Ya se está empezando a dar y hay instituciones y universidades dedicadas a esta labor de comunicación para los futuros sacerdotes y para gente relacionada con la Iglesia.

¿Faltaría avanzar más, entonces?

- Ignacio Bel Mallen: Este es un camino en el que hay que avanzar muchísimo más, porque la Iglesia es una de las instituciones menos comprendidas por la sociedad. Aparte de las cuestiones puramente de fe, religión y moral, no se ha sabido nunca acercar a la sociedad y transmitir sus puntos de vista de una manera profesional.

¿Diría que la comunicación de la Iglesia tiene algunas caracteristicas especiales, a diferencia de otras instituciones?

- Ignacio Bel Mallen: Sinceramente, no. Creo que la labor dentro de la Iglesia como organización, debe tener las mismas caracterísiticas de otras organizaciones, con énfasis en lo ético. Pero desde el punto de vista profesional, creo que la labor debe ser igual a cualquier otra organización.

Aunque algunos consideran aún que la Iglesia debe mantener su “perfil bajo”...

- Ignacio Bel Mallen: Con el perdón de quienes opinen así, eso es un error, porque no creo que la Iglesia deba tener un perfil bajo. Esto porque, entre otras cosas, los contenidos que emanan de la Iglesia son los contenidos más importantes para la vida de las personas y de la sociedad, y por lo tanto hay que tener un perfil altísimo en el campo de la comunicación con relación a la sociedad.

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


San Juan Perboyre
«Presbítero de la Congregación de la Misión. Apasionado por Cristo aspiró al martirio que obtuvo en la misión de China en medio de atroces sufrimientos»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 11 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - Su espeluznante martirio en la misión de China, plagado de torturas, puede equipararse por su refinada crueldad a otros estremecedores que tantas veces han segado la vida de los fieles seguidores de Cristo. Era natural de Puech de Montgesty, Francia, donde nació el 6 de enero de 1802. Fue el primogénito de ocho hermanos. Al parecer, su vocación al martirio como misionero se suscitó siendo niño ante la encendida prédica que un sacerdote hizo en una de las iglesias que solía frecuentar. Que ingresara en la Congregación de la Misión era algo comprensible ya que un tío paterno formaba parte de la misma, y sus allegados vivían este hecho como una bendición. Gran parte de los varones de la familia fueron ordenados sacerdotes. Poco antes de cumplir los 15 años, Juan Gabriel afirmó que quería ser misionero. Y cumplió su deseo ingresando en el seminario de Montauban, regido por los padres lazaristas que estaban impregnados del carisma de san Vicente de Paúl. En realidad él fue como simple acompañante de su hermano pequeño Luis, con la idea de permanecer allí por una temporada. Pero se sintió llamado al sacerdocio y a lo largo del noviciado ratificó su anhelo de derramar su sangre por amor a Cristo.

Fue ordenado en septiembre de 1825 por el obispo de Montauban, y aunque le urgía partir a las misiones tuvo que esperar doce años para cumplir su sueño. Quiso ocupar el lugar de su hermano Luís que había muerto de unas fiebres mientras navegaba rumbo a China. Pero no gozaba de buena salud, y sus superiores lo nombraron subdirector del noviciado de París después de haber ejercido la docencia brillantemente en el seminario de Saint-Flour. Hasta allí llegaban noticias del martirio de otros hermanos que no hacían más que alimentar su deseo de morir por Cristo. Ante las prendas que vestía el P. Clet, uno de los religiosos que había alcanzado esa palma añorada por él, manifestó: «He aquí el hábito de un mártir... ¡cuánta felicidad si un día tuviéramos la misma suerte» […]. «Rezad para que mi salud se fortifique y que pueda ir a la China, a fin de predicar a Jesucristo y de morir por Él». Pero sus hermanos ya conocían su afán por restablecerse físicamente para que su débil constitución no le impidiera viajar a China, difundir allí el Evangelio y obtener la corona martirial. No ocultaba que había ingresado en la Orden con ese exclusivo fin.

Finalmente, como en 1835 los médicos autorizaron su partida, los superiores dieron también su visto bueno. El intrépido apóstol llego a Macao en marzo de 1836. Estudió con verdadero ahínco la lengua china y adoptó las costumbres y vestimenta de los ciudadanos, rapándose la cabeza y dejando crecer su pelo y bigotes. Los dos años que permaneció en Ho-nan y en Hu-pé se caracterizaron por una intensa acción apostólica entre los niños abandonados a los que asistía, alimentaba e instruía. Las duras inclemencias del tiempo no le detuvieron. Padeció innumerables fatigas, entre otras, las provenientes de sus agotadores desplazamientos que solía realizar a pie o bien en carretas tiradas por bueyes, siempre alegre, sin importarle pasar hambre y sed, o mantenerse en un estado de vigilia. «Hay que ganarse el cielo con el sudor de la frente», decía. Todo se le hacía poco para poder transmitir el amor a Cristo: su única pasión: «Jesucristo es el gran maestro de la ciencia; sólo Él da la verdadera luz. Toda ciencia que no procede de Él y no conduce a Él es vana, inútil y peligrosa. No hay más que una sola cosa importante: conocer y amar a Jesucristo».Con su gracia superó momentos de desánimo que le asaltaron alguna vez.

En 1839 se desató una persecución y los misioneros de la comunidad de Hu-pé donde Juan Gabriel estaba destinado, tuvieron que huir. Llegaba su momento; se hallaba preparado. Tanto su familia como su superior conocían su absoluta disponibilidad a cumplir la voluntad divina, su deseo de unirse al Redentor. El valeroso misionero había escrito a su padre anticipándose a darle consuelo ante la más que previsible muerte que sabía que le aguardaba y que ansiaba: «Si tuviéramos que sufrir el martirio, sería una gracia grande que se nos concedería; es algo para desear, no para temer». Y al superior general le transmitía su paz con la sabiduría encarnada en Cristo, fruto de su oración, exponiendo con claridad lo que conocía sobradamente acerca de la vida misionera; de forma implícita ratificaba su cotidiano abrazo a la cruz y su serena espera ante el martirio: «No sé qué me reservará el futuro. Sin duda muchas cruces. Es la cruz el pan cotidiano del misionero».

No era temerario. Y cuando todos huyeron, él se refugió en un bosque. Pero un mandarín convertido lo delató por treinta taéis, moneda china. A partir de ese instante los atroces suplicios que tuvo que sufrir fueron indecibles. En un papel impregnado de sangre escribió a la comunidad narrando parte de lo que había padecido hasta ese momento, dando respuesta a la petición el P. Rizzolati. Le torturaron salvajemente con tal de lograr que apostatase de su fe en Cristo. Pero él se mantuvo inalterable, sin proferir ninguna queja. Como sobrevivía a los crueles tormentos, lo encarcelaban para volver a atormentarlo con más violencia si cabe. El virrey no logró que pisoteara el crucifijo. Y el 11 de septiembre de 1840 después de haber permanecido aherrojado con grilletes y haber sido tratado con tanta ferocidad en Ou-tchang-fou,lo ataron a un madero en forma de cruz muriendo estrangulado. Tenía 38 años. León XIII lo beatificó el 10 de noviembre de 1889. Juan Pablo II lo canonizó el 2 de junio de 1996. Sus restos reposan en París, en la capilla de la sede general de su Congregación.  

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