19.09.13

 

Acabo de leer una carta abierta que el jesuita Pedro Miguel Lamet escribe a Juanjo Tamayo. Trágica, desgarradora, amarga, en la que le dice que no, que no es eso, que se está pasando y que se ha colocado en una posición ante la iglesia completamente insalvable.

Trágica, desgarradora y amarga carta sobre todo para Tamayo, que ve cómo hasta su amigo del alma, con el que compartía su pan, se desmarca de su pensamiento y trayectoria diciéndole, en un lenguaje suave, cosas gravísimas.

Una carta que comienza con un dorado de píldora justo para que se trague sin darse demasiada cuenta un jarro de acíbar: “un fraternal desahogo nacido de mi amistad”. Ya sabemos lo que significa una misiva que principia con frase similar: te voy a dar de bofetadas hasta en el DNI.

Sigue el P. Lamet recordando otros tiempos en los que Tamayo colaboró con personajes del calado de Floristán, Lois, Caffarena o Díez-Alegría, que “roturaban su crítica desde una posición de pertenencia, amor y espiritualidad que aportaba credibilidad a su radicalidad evangélica, siempre constructiva”. Tela. Vaya carga de profundidad: pertenencia, amor, espiritualidad, radicalidad constructiva. Uno comprende que de esto Tamayo nada de nada. N amor, ni fidelidad, ni nada que sea positivo.

Como vamos viendo, la carta no tiene desperdicio. Porque Lamet dispara con balas del 15: “percibo en ti de un tiempo a este parte una postura extrema que produce la sensación de que te has puesto una coraza tal o revestido de un curioso personaje que no quiere bajarse del potro rebelde por sistema, pase lo que pase, sobre todo si las mejoras, los cambios, las buenas noticias proceden de la jerarquía”. Ya ven lo que esto significa: hagan lo que hagan los obispos, haga lo que haga el papa, siempre en contra, parece que no tanto por las ideas, sino porque sí. Siempre en contra. Y no lo digo yo, ni lo dice Infocatólica. Nada menos que Lamet.

El mismo Lamet reconoce cómo algunos medios de comunicación tienen por objeto manipular para echar tierra a la Iglesia: “te has convertido “teólogo oficial de PRISA”, llamado a opinar sobre todo por El País y la “Cadena SER”. No nos engañemos, querido Juanjo, tú y yo sabemos con qué intención recaban entrevistas estos medios en lo que a Iglesia se refiere”. Ya iba siendo hora de que se cayeran del caballo, que hay que ver cómo han coqueteado con estos medios que al final han tenido que reconocer que no buscaban ni la verdad ni la información, sino la manipulación y el descrédito de la Iglesia. Más vale tarde.

Acusa Lamet a Tamayo de intransigencia, hasta el punto de que califica la postura de este así: “esta postura me parece tan intransigente como la que tantas veces hemos criticado de la jerarquía cuando se cierra al diálogo, y tan maximalista como los que han defendido que en moral sexual no hay “parvedad de materia”. Según tu dictado, la única solución para asumir los principales postulados de la TL sería o fundar otra Iglesia o salirse de ella, como cristianos por libre, rechazando de paso todo lo que hay de bueno en tantos obispos, curas, monjas y cristianos anónimos que quizás sin conocer ni por el forro a la TL intentan seguir de cerca a Jesús de Nazaret, dentro de la limitaciones y fragilidad que todos tenemos, tú y yo incluidos”.

¿Necesitan más? La carta de Pedro Miguel Lamet a Tamayo es una enmienda a la totalidad que encierra, sin duda, y para empezar, un desencanto de Lamet por todo lo que ocurre y porque aunque dice que Francisco algo renueva, no hay primavera que valga. Lamet no es un carca nostálgico, ni un ultramontano. Todo lo contrario. Pura disidencia, modernidad y progresía. Y aquí lo interesante es descubrir cómo, hasta los más progres y liberales como Lamet, se desmarcan de una postura, la de Tamayo, que solo se sostiene en un seguir adelante tratando de atravesar unos muros de hormigón acompañado de un ejército que va desertando por momentos.

Hasta ahora las críticas a Tamayo jamás habían procedido de lo que podemos llamar sus filas. Hoy parece que ni los suyos son capaces de comprender su postura. Triste final. Pero es que no podía ser de otra manera.