19.09.13

Sembradores profesionales de cizaña

A las 12:06 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Defender la fe

 

Sabemos que los sencillos en la fe católica pueden ser llevados por cualquier viento de doctrina porque es posible que entre unas cosas y otras su espíritu se vea sometido a ideas o pensamientos que, pareciendo ortodoxos son de lo más heterodoxo que uno pudiera imaginarse.

En este “negocio” de la fe (véase lo que eso supone para algunos) hacer de su capa un sayo les viene la mar de bien a más de un creyente que se dice, para pescar en río supuestamente propio, católicos. Es una forma, al fin y al cabo, de hacer lo que se pueda contra el bien de la Esposa de Cristo.

En realidad, sembrar en el surco del corazón del creyente (o de quien no siéndolo está en vías de serlo) la fe en Dios Todopoderoso, en su Hijo Jesucristo y su Iglesia y, también, en el Espíritu Santo, no parece muy difícil en cuanto las cosas, espiritual y doctrinalmente hablando están puestas de una forma tal que no debería haber dudas sobre ellas.

Pero siempre tienen que llegar a nosotros, a nuestro mundo de fe católica y, en fin, a nuestro universo de creyentes, aquellos que creen que por caminos colaterales también puede llegarse al definitivo Reino de Dios.

Y siembran sus doctrinas, muchas veces torcidas y otras equivocadas, al revés o lo mismo…

Cuando se siembra en el campo algo malo y se hace a conciencia para perjudicar determinada cosecha es más que probable que la persona perjudicada en sus bienes no aprecie el mal que se le está haciendo hasta que ya sea demasiado tarde. Las lamentaciones, entonces, de poco van a servir y lo más que podrá hacer será tratar de recoger lo que buenamente pueda. Entonces, a lo mejor puede intentar averiguar quién, con tal mala sombra, le ha podido hacer tal faena y, claro, el daño producido para uno es, quien sabe, el beneficio ganado en otro…

Puede tratarse de muchos temas pues lo espiritual está dado a multitud de posibilidades y siempre hay por donde entrar en la doctrina católica con intención de perjudicar lo bueno y mejor.

Así, por ejemplo (para muchos de estos conceptos nos servimos de “Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia”, de Mons. Fernando Arêas Rifan, publicado por la Fundación Gratis Date)

1. Se puede negar la presencia real de Nuestro Señor en la Eucaristía.

2. Considerar la Santa Misa con una cena y no más.

3. Negar, simplemente, que la Santa Misa tiene una naturaleza sacrificial.

4. Llevar a confundir al creyente entre lo que es el sacerdocio ministerial y el común.

5. Ya, en la práctica de la Santa Misa, procurar profanaciones en la Sagrada Liturgia o mostrar una clara falta de reverencia o de adoración…

6. Introducir, lo más posible, conceptos tales que se introduzca la mundanización de la Iglesia.

o, por último (no siendo, por cierto, en todo caso, lo “último” sino lo “penúltimo”),

7. Cualquier otra ocurrencia, expresión de imaginación excesiva o extralimitación en los conceptos doctrinales que transmite la Santa Madre Iglesia Católica.

Pues bien, estos sembradores de cizaña que son, además, profesionales de tal forma de ser y actuar, se encuentran en todos los niveles de creyentes de la Iglesia católica: fieles simples y llanos, teólogos, sacerdotes e, incluso, obispos pues no podemos decir que no existan personas que, a lo mejor, creyendo que hacen lo mejor por la Iglesia católica, lo único que hacen es tergiversar la doctrina, reírse de lo básico y elemental que la misma dice que es como ha de ser y, en fin, hacer lo que les viene en gana al respecto. Y eso lo hacen escribiendo y transmitiendo lo que se escribe con, además, poco celo de parte de quien debería remediar tales desviaciones, tergiversaciones y, al fin y al cabo, siembra de mala hierba que, como es sabido, puede matar a la buena ahogándola o quitándole, de la boca del corazón por donde entra la verdad, el alimento espiritual que por ahí encuentra acogida donde tenemos el templo del Espíritu Santo que, además, queda violentado por según qué cosas y según qué ideas…

Los sembradores de cizaña, nos gustaría decir, no gozan de buena salud pero, por desgracia, bien pudiera parecer lo contrario.

Eleuterio Fernández Guzmán