En su encuentro con el mundo de la cultura en la sede de la Facultad
teológica regional de Cágliari, gestionada por los sacerdotes
jesuitas, el Papa Francisco ofreció este domingo 22 de septiembre
algunas sugerencias entre las cuales: tratar de encontrar caminos
de esperanza, que abran horizontes nuevos a nuestra sociedad.
Solidaridad como modo de hacer la historia, como ámbito vital en
el que los conflictos, las tensiones, incluso los opuestos
alcancen una armonía que genera vida. Y la Universidad como lugar
de formación a la solidaridad, punto de encuentro entre quien cree
y quien no cree, en un esfuerzo en el que la fe puede dar su
propia contribución, sin reducir jamás el espacio de la razón.
Texto completo del discurso del Papa al mundo de la cultura
Queridos amigos, buenas tardes, dirijo a todos mi saludo cordial.
Agradezco al Padre Decano y a los Magníficos Rectores por sus
palabras de acogida, y deseo todo bien para el trabajo de las tres
Instituciones. Me agrada haber oído que trabajan untos, como
amigos: ¡y esto es bueno! Agradezco y animo a la Pontificia
Facultad Teológica, que nos hospeda, en particular a los Padres
Jesuitas, que desarrollan con generosidad su precioso servicio, y
al entero Cuerpo Académico. La preparación de los candidatos al
sacerdocio permanece un objetivo primario, pero también la
formación de los laicos es muy importante.
No quiero hacer una lección académica, si bien el contexto y
ustedes que son un grupo cualificado quizá lo pedirían. Prefiero
ofrecer algunas reflexiones en voz alta que parten de mi
experiencia de hombre y de Pastor de la Iglesia. Y por esto me
dejo guiar por un pasaje del Evangelio, haciendo una lectura
“existencial”, el de los discípulos de Emaus: dos discípulos de
Jesús que, después de su muerte, se van de Jerusalén y regresan a
su pueblo. He elegido tres palabras clave: desilusión,
resignación, esperanza.
Estos dos discípulos llevan en su corazón el sufrimiento y la
desorientación por la muerte de Jesús, están decepcionados por
como fueron a terminar las cosas. Un sentimiento análogo lo
encontramos también en nuestra situación actual: la desilusión, la
desilusión, a causa de una crisis económico-financiera, pero
también ecológica, educativa, moral, humana. Es una crisis que se
refiere al presente y al futuro histórico, existencial del hombre
en nuestra civilización occidental, y que termina después por
interesar al mundo entero. Y cuando digo crisis, no pienso en una
tragedia. Los chinos, cuando quieren escribir la palabra crisis,
la escriben con dos caracteres: el carácter del peligro y el
carácter de la oportunidad. Cuando hablamos de crisis, hablamos de
peligros, pero también de oportunidad. Éste es el sentido con el
que yo utilizo la palabra. Ciertamente, cada época de la historia
lleva en sí elementos críticos, pero, al menos en los últimos
cuatro siglos, no se han visto tan sacudidas las certezas
fundamentales que constituyen la vida de los seres humanos como en
nuestra época. Pienso en el deterioro del ambiente; esto es
peligrosos, pensemos un poco hacia delante, a la guerra del agua
que viene; en los desequilibrios sociales, en el terrible
poder de las armas – hemos hablado tanto de esto en estos días –;
en el sistema económico-financiero, que no tiene en el centro al
hombre, sino al dinero, el dios dinero; en el desarrollo y en el
peso de los medios de información, con todo su carácter positivo, de
comunicación, de transporte. Es un cambio que concierne el mismo
modo en que la humanidad lleva adelante su existencia en el mundo.
Frente a esta realidad, ¿cuáles son las reacciones? Volvamos a los
dos discípulos de Emaus: decepcionados ante la muerte de Jesús, se
muestran resignados y tratan de escapar de la realidad, dejan
Jerusalén. Las mismas actitudes las podemos leer también en este
momento histórico. Frente a la crisis puede existir la
resignación, el pesimismo hacia toda posibilidad de intervención
eficaz. En cierto sentido es un “llamarse afuera” de la misma
dinámica del actual viraje histórico, denunciando sus aspectos más
negativos con una mentalidad semejante a aquel movimiento
espiritual y teológico del II siglo después de Cristo que es
llamado “apocalíptico”. Nosotros tenemos la tentación de pensar en
clave apocalíptica. Esta concepción pesimista de la libertad
humana y de los procesos históricos lleva a una especie de
parálisis de la inteligencia y de la voluntad. La desilusión lleva
también a una especie de fuga, a buscar “islas” o momentos de
tregua. Es algo semejante a la actitud de Pilato, el “lavarse las
manos”. Una actitud que parece “pragmática” pero que, de hecho,
ignora el grito de justicia, de humanidad y de responsabilidad
social y lleva al individualismo, a la hipocresía, e incluso a una
especie de cinismo. Esta es la tentación que nosotros tenemos por
delante, si vamos por este camino de la desilusión o de la
decepción.
A este punto nos preguntamos: ¿hay una vía que recorrer en nuestra
situación? ¿Debemos resignarnos? ¿Debemos dejarnos ofuscar la
esperanza? ¿Debemos huir de la realidad? ¿Debemos “lavarnos las
manos” y encerrarnos en nosotros mismos? Pienso no sólo que hay un
camino que recorrer, sino que precisamente el momento histórico
que vivimos nos impulse a buscar y a encontrar vías de esperanza,
que abran horizontes nuevos a nuestra sociedad. Y aquí es precioso
el papel de la Universidad. La Universidad como lugar de
elaboración y transmisión del saber, de formación a la “sabiduría”
en el sentido más profundo del término, de educación integral de
la persona. En esta dirección, quisiera ofrecer algunos breves
pensamientos sobre los cuales reflexionar.
La Universidad como lugar del discernimiento. Es importante leer
la realidad, mirándola a la cara. Las lecturas ideológicas o
parciales no sirven, alimentan sólo la ilusión y la desilusión.
Leer la realidad, pero también vivir esta realidad, sin temores,
sin fugas y sin catastrofismos. Toda crisis, también la actual, es
un pasaje, el dolor de un parto que comporta fatiga, dificultad,
sufrimiento, pero que lleva en sí el horizonte de la vida, de una
renovación, lleva la fuerza de la esperanza. Y esta no es una
crisis de “cambio”: es una crisis de “cambio de época”. Es una
época, la que cambia. No son cambios extraordinarios
superficiales. La crisis puede convertirse en un momento de
purificación y de reflexión de nuestros modelos económico-sociales
y de cierta concepción del progreso que ha alimentado ilusiones,
para recuperar al ser humano en todas sus dimensiones. El
discernimiento no es ciego, ni improvisado: se realiza sobre la
base de criterios éticos y espirituales, implica interrogarse
sobre lo que es bueno, la referencia a los valores propios de una
visión del hombre y del mundo, una visión de la persona en todas
sus dimensiones, sobre todo en la espiritual, trascendente; ¡jamás
se puede considerar a la persona como “material humano”! Ésta es,
quizá, la propuesta escondida del funcionalismo. La Universidad
como lugar de “sabiduría” tiene una función muy importante en el
formar al discernimiento para alimentar la esperanza. Cuando el
viandante desconocido, que es Jesús Resucitado, se acerca a los
dos discípulos de Emaus, tristes y desconsolados, no trata de
esconder la realidad de la Crucifixión, de la aparente derrota que
ha provocado su crisis, al contrario los invita a leer la realidad
para guiarlos a la luz de su Resurrección: “Insensatos y tardos de
corazón… ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara
así en su gloria?” (Lc 24, 25-26). Hacer discernimiento
significa no huir, sino leer seriamente, sin prejuicios, la
realidad.
Otro elemento: la Universidad como lugar en el que se elabora la
cultura de la proximidad, cultura de la proximidad. Ésta es una
propuesta: cultura de la cercanía. El aislamiento y la cerrazón en
sí mismos o en los propios intereses jamás son la vía para volver
a dar esperanza y efectuar una renovación, sino que es la
cercanía, es la cultura del encuentro. El aislamiento, no; la
cercanía, sí. Cultura del desencuentro, no; cultura del encuentro,
sí. La Universidad es lugar privilegiado en el que se promueve, se
enseña, se vive esta cultura del diálogo, que no nivela
indiscriminadamente diferencias y pluralismos – uno de los riegos
de la globalización es éste –, y ni siquiera los lleva al extremo
volviéndolos motivo de desencuentro, pero abre a la confrontación
constructiva. Esto significa comprender y valorizar las riquezas
del otro, considerándolo no con indiferencia o con temor, sino
como factor de crecimiento. Las dinámicas que regulan las
relaciones entre las personas, entre los grupos, entre las
naciones con frecuencia no son de cercanía, de encuentro, sino de
desencuentro. Me refiero aún al pasaje evangélico. Cuando Jesús se
acerca a los dos discípulos de Emaus, comparte su camino, escucha
su lectura de la realidad, su desilusión, y dialoga con ellos;
precisamente de este modo vuelve a encender en sus corazones la
esperanza, abre nuevos horizontes que ya estaban presentes, pero
que sólo el encuentro con el Resucitado permite reconocer. Jamás
tengan miedo del encuentro, del diálogo, de la confrontación,
incluso entre Universidades. A todos los niveles. Aquí estamos en
la sede de la Facultad Teológica: permítanme decirles: no tengan
temor de abrirse también a los horizontes de la trascendencia, al
encuentro con Cristo o de profundizar la relación con Él. La fe
jamás reduce el espacio de la razón, sino que lo abre a una visión
integral del hombre y de la realidad, y defender del peligro de
reducir al hombre a “material humano”.
Un último elemento: la Universidad como lugar de formación a la
solidaridad. La palabra solidaridad no pertenece sólo al
vocabulario cristiano, es una palabra fundamental del vocabulario
humano. Como dije hoy, es una palabra que en esta crisis corre el
riesgo de ser borrada del diccionario. El discernimiento de
la realidad, asumiendo el momento de crisis, la promoción de una
cultura del encuentro y del diálogo, orientan hacia la
solidaridad, como elemento fundamental para una renovación de
nuestras sociedades. El encuentro, el diálogo entre Jesús y los
dos discípulos de Emaus, que vuelve a encender la esperanza y
renueva el camino de su vida, lleva a la participación: lo
reconocieron en el partir el pan. Es el signo de la Eucaristía, de
Dios que se hace tan cercano en Cristo hasta el punto de ser
presencia constante, de compartir su misma vida. Y esto dice a
todos, incluso a quien no cree, que es precisamente en una
solidaridad no dicha, sino vivida, donde las relaciones pasan de
considerar al otro como “material humano” o como “número”, al
considerarlo como persona. No hay futuro para ningún país, para
ninguna sociedad, para nuestro mundo, si no sabremos ser todos más
solidarios. Solidaridad, por tanto, como modo de hacer la
historia, como ámbito vital en el que los conflictos, las
tensiones, incluso los opuestos alcanzan una armonía que genera
vida. En esto, pensando en esta realidad del encuentro en la
crisis, he encontrado en los políticos jóvenes otra manera de
pensar la política. No digo mejor o no mejor, sino otra manera.
Hablan diversamente, están buscando… su música es diversa de
nuestra música. ¡No tengamos miedo!
Escuchémoslos, hablemos con ellos. Ellos tienen una intuición:
abrámonos a su intuición. Es la intuición de la vida joven. Digo
los políticos jóvenes porque es lo que he oído, pero los jóvenes
en general buscan esta clave diversa. Para ayudarnos en el
encuentro, nos ayudará la música de estos políticos,
“científicos”, pensadores jóvenes.
Antes de concluir, permítanme subrayar que a nosotros los
cristianos la misma fe nos da una esperanza sólida que impulsa a
discernir la realidad, a vivir la cercanía y la solidaridad,
porque Dios mismo ha entrado en nuestra historia, haciéndose
hombre en Jesús, se ha sumergido en nuestra debilidad, haciéndose
cercano a todos, mostrando solidaridad concreta, especialmente a
los más pobres y necesitados, abriéndonos un horizonte infinito y
seguro de esperanza.
Queridos amigos, gracias por este encuentro y por su atención; que
la esperanza sea la luz que ilumine siempre su estudio y su
empeño. ¡Y que el coraje sea el tiempo musical para ir hacia
adelante! ¡Que el Señor los bendiga!
(María Fernanda Bernasconi – RV)