28.09.13

GRATIS DATE

Escribir de la Fundación GRATIS DATE es algo, además de muy personal muy relacionado con lo bueno que supone reconocer que hay hermanos en la fe que tienen de la misma un sentido que ya quisiéramos otros muchos.

No soy nada original si digo qué es GRATIS DATE porque cualquiera puede verlo en su página web (www.gratisdate.org). Sin embargo no siempre lo obvio puede ser dejado de lado por obvio sino que, por su bondad, hay que hacer explícito y generalizar su conocimiento.

Seguramente, todas las personas que lean estas cuatro letras que estoy juntando ya saben a qué me refiero pero como considero de especial importancia poner las cosas en su sitio y los puntos sobre todas las letras “i” que deben llevarlos, pues me permito decir lo que sigue.

Sin duda alguna GRATIS DATE es un regalo que Dios ha hecho al mundo católico y que, sirviéndose de algunas personas (tienen nombres y apellidos cada una de ellas) han hecho, hacen y, Dios mediante, harán posible que los creyentes en el Todopoderoso que nos consideramos miembros de la Iglesia católica podamos llevarnos a nuestros corazones muchas palabras sin las cuales no seríamos los mismos.

No quiero, tampoco, que se crean muy especiales las citadas personas porque, en su humildad y modestia a lo mejor no les gusta la coba excesiva o el poner el mérito que tienen sobre la mesa. Pero, ¡qué diantre!, un día es un día y ¡a cada uno lo suyo!

Por eso, el que esto escribe agradece mucho a José Rivera (+1991), José María Iraburu, Carmen Bellido y a los matrimonios Jaurrieta-Galdiano y Iraburu-Allegue que decidieran fundar GRATIS DATE como Fundación benéfica, privada, no lucrativa. Lo hicieron el 7 de junio de 1988 y, hasta ahora mismo, julio de 2013 han conseguido publicar una serie de títulos que son muy importantes para la formación del católico.

Como tal fundación, sin ánimo de lucro, difunden las obras de una forma original que consiste, sobre todo, en enviar a Hispanoamérica los ejemplares que, desde aquellas tierras se les piden y hacerlo de forma gratuita. Si, hasta 2011 habían sido 277.698 los ejemplares publicados es fácil pensar que a día de la fecha estén casi cerca de los 300.000. De tales ejemplares, un tanto por ciento muy alto (80% en 2011) eran enviados, como decimos, a Hispanoamérica.

De tal forman hacen efectivo aquel “gratis lo recibisteis, dadlo gratis” (Mt 10,8) y, también, “dad y se os dará” (Lc 6,38) pues, como es de imaginar no son contrarios a las donaciones que se puedan hacer a favor de la Fundación. Además, claro, se venden ejemplares a precios muy, pero que muy, económicos, a quien quiera comprarlos.

Es fácil pensar que la labor evangelizadora de la Fundación GRATIS DATE ha des estar siendo muy grande y que Dios pagará ampliamente la dedicación que desde la misma se hace a favor de tantos hermanos y hermanas en la fe.

Por tanto, esta serie va a estar dedicada a los libros que de la Fundación GD a los que no he hecho referencia en este blog. Esto lo digo porque ya he dedicado dos series a algunos de ellos como son, por ejemplo, al P. José María Iraburu y al P. Julio Alonso Ampuero. Y, como podrán imaginar, no voy a traer aquí el listado completo de los libros porque esto se haría interminable. Es más, es mejor ir descubriéndolos uno a uno, como Dios me dé a entender que debo tratarlos.

Espero, por otra parte, que las personas “afectadas” por mi labor no me guarden gran rencor por lo que sea capaz de hacer…

Tratado del Purgatorio, de Santa Catalina de Génova

 

Tratado del Purgatorio

Tengo que reconocer, antes de empezar, que el tema del Purgatorio es uno de los que más aprecia el que esto escribe y uno que de los que más le provoca una profunda devoción hacia Dios Nuestro Señor pues muestra, con el mismo, que aún, después de haber pecado, tenemos salvación. Y la procura para nuestras almas.

Pues bien, Santa Catalina de Génova tuvo a bien escribir sobre este tema un Tratado que, aunque no sea extenso sí es profundo y nos ofrece muchas pistas de lo que es el Purgatorio.

Este libro, además, contiene lo que es Purificación y Purgatorio en San Juan de la Cruz (con coincidencias y diferencias con Santa Catalina de Génova) y también lo que el Catecismo de la Iglesia Católica dice acerca del Purgatorio.

EXCURSUS

Antes de seguir no puedo dejar de decir que la labor realizada en este libro de la Fundación Gratis Date fue hecha, en su día, por el P. Iraburu: tanto traducción del texto como, ya en el libro, la introducción y el añadido de San Juan de la Cruz y aquello que, del Catecismo de la Iglesia Católica, contiene. Esto lo digo porque siempre es conveniente saber a quién hay que agradecer las cosas y aunque estemos “acostumbrados” a mucho de lo bueno que lleva a cabo este sacerdote no está de más decirlo.

FIN DEL EXCURSUS

Pues bien, en el punto 15 de este “Tratado” dice la Santa que “La importancia que tiene el purgatorio es algo que ni lengua humana puede expresar, ni la mente comprender. Yo veo en él tanta pena como en el infierno. Y veo, sin embargo, que el alma que se sintiese con tal mancha, lo recibiría como una misericordia, como ya he dicho, no teniéndolo en nada, en cierto sentido, en comparación de aquella mancha que le impide unirse a su amor.”

Por tanto, permanecer en el purgatorio, aunque cueste lo que suponga la purificación de lo que no quedó limpio estando en vida, es infinitamente mejor aceptado por el alma que tiene conocimiento de que no irá nunca al infierno, que, precisamente, estar donde jamás se subirá al definitivo Reino de Dios.

En realidad, lo que escribe Santa Catalina de Génova lo hace porque sentía el fuego divino que purificaba su alma y (p. 9) “veía interiormente y comprendía cómo están las almas en el purgatorio, para purificarse antes de poder ser presentadas ante Dios en la vida celestial”.

Muy bien explica la santa de Génova que (p. 10) “el fundamento de todas las penas es el pecado, sea el original o los actuales”. Entonces, si la persona no ha pecado de tal forma que su destino sea el infierno para su alma pero ha quedado “sucia” de alguna manera, la misma (p. 13) “al punto se arroja en él, y con toda voluntad”, refiriéndose, aquí, al purgatorio del que escribe la autora de este Tratado.

Añade, además, que (p. 13) “veo también perfectamente que aquella divina esencia es de tal pureza y claridad, mucho más de lo que el hombre pueda imaginar, que el alma que en sí tuviera una imperfección que fuera como una mota de polvo, se arrojaría al punto en mil infiernos, antes de encontrarse ante la presencia divina con aquella mancha mínima.

Y entendiendo que el purgatorio está precisamente dispuesto para quitar esa mancha, allí se arrojaría, como ya he dicho, pareciéndole hallar una gran misericordia, capaz de quitarle ese impedimento.”
Existe, pues, el purgatorio, para que las propias almas sepan que se purifican para un fin determinado y anhelado: presentarse ante Dios. Y eso sólo puede hacer con una limpieza total del alma.

Se produce, pues, en el alma, una purificación que, como dice la propia Santa, puede ser tan dura como la pena que se recibe en infierno. Sin embargo, siendo el fin de la misma muy distinto (en el infierno nunca termina y en el purgatorio procurará la visión de Dios en el Cielo) debe haber gozo en el alma que así la recibe. Por eso (p. 15) “Verdad es que el amor de Dios, que redunda en el alma, según entiendo, le da un gozo tan grande que no se puede expresar; pero este contentamiento, al menos a las almas que están en el purgatorio, no les quita su parte de pena. Y es aquel amor, que está como retardado, el que causa esa pena; una pena que es tanto más cruel cuanto es más perfecto el amor de que Dios la hace capaz. Así pues, gozan las almas del purgatorio de un contento grandísimo, y sufren al mismo tiempo una grandísima pena; y una cosa no impide la otra.”

 

Gozo que, siendo tan extraño para los simples mortales, ha de ser supremo para las benditas almas del purgatorio.

Todo lo que hay que purgar hay que purgarlo. Por eso (p. 16) “si fuera presentada ante Dios un alma que aún tuviera una hora por purgar, se le infligiría con ello un gran daño, todavía más cruel que el purgatorio, pues no podría soportar aquella suprema justicia y suma bondad. Y además sería algo inconveniente por parte de Dios.

Esta pena intolerable afligiría al alma cuando viese que la satisfacción suya ofrecida a Dios no era plena, aunque sólo le faltara un abrir y cerrar de ojos de purgación. En efecto, antes que estar en la presencia de Dios no del todo purificada, preferiría arrojarse al instante en mil infiernos, si pudiera tomar esta elección.”

 

¡Qué misterio tan grande el de nuestra alma vista en tal situación!

Pero bien, el caso es que Santa Catalina de Génova, viendo lo que ha escrito y sabiendo lo que nos puede esperar, no puede evitar dar, digamos, un “aviso a navegantes” o, por decirlo de otra manera, a los que creen que lo que ha de venir no ha de venir. Por eso, en el número 24 de su Tratado dice (p. 16) “Ahora que veo claramente estas cosas en la luz divina, me vienen ganas de gritar con un grito tan fuerte, que pudiera espantar a todos los hombres del mundo, diciéndoles: ¡Oh, miserables! ¿por qué os dejáis cegar así por las cosas de este mundo, que para una necesidad tan importante, como en la que os habéis de encontrar, no tomáis previsión alguna? Estáis todos amparados bajo la esperanza de la misericordia de Dios, que ya dije es tan grande; pero ¿no véis que tanta bondad de Dios va a seros juicio, por haber actuado contra su voluntad? Su bondad debería obligaros a hacer todo lo que Él quiere, pero no debe daros la esperanza de cometer el mal impunemente. La justicia de Dios no puede fallar, y es preciso que sea satisfecha de un modo u otro plenamente.

No te confíes, pues, diciendo: yo me confesaré y conseguiré después la indulgencia plenaria, y al momento me veré purificado de todos mis pecados. Piensa que esta confesión y contrición, que es precisa para recibir la indulgencia plenaria, es cosa tan difícil de conseguir que, si lo supieras, tú temblarías con gran temor, y estarías más cierto de no tenerla que de poderla conseguir.”

 

Ya puede verse a qué nos atenemos según si actuamos de según qué forma…

Y es que, frente al purgatorio, el infierno no se aviene, precisamente, con la bondad ni con el buen comportamiento de los seres humanos en vida terrena. Así, aquellas almas que van al infierno por haber (p.11) “sido hallados en el momento de la muerte con voluntad de pecado, tienen consigo infinitamente la culpa, y también la pena. Y la pena que tienen no es tanta como merecerían, pero en todo caso es pena sin fin. Los del purgatorio, en cambio, tienen solo la pena, pero como están ya sin culpa, pues les fue cancelada por el arrepentimiento, tienen una pena finita, y que con el paso del tiempo va disminuyendo, como ya he dicho.”

Dejamos, ya para terminar, aquí copiada una “Síntesis de la doctrina de Santa Catalina” que este volumen especialmente preparado para ser publicado por la Fundación Gratis Date, contiene. Y dice lo siguiente:

“1.- En la muerte, al verse el alma separada del cuerpo, se arroja allí donde le corresponde estar: cielo, infierno o purgatorio.
Concretamente, si todavía queda en ella algo que purificar, experimenta la necesidad del purgatorio, es decir, del purificatorio.

2.- Al purgatorio va el alma que carece ya de culpa, pero que todavía no ha eliminado totalmente las huellas malas dejadas en su ser por el pecado. Éstas, al no estar suficientemente borradas en esta vida por la penitencia, constituyen la pena temporal que debe ser purgada, pues son el impedimento que retarda, que hace aún imposible, la unión con Dios en el cielo.

3.- Aunque con relativa frecuencia alude Catalina a la necesidad de que se cumpla la justicia divina, el purgatorio, en su descripción, se manifiesta más como una exigencia ontológica del propio ser del alma, que como una pena jurídica, merecida a causa de los pecados.

4.- El alma pierde toda atención de sí misma o de sus compañeras de
purificación, absorta en el amor de Dios y, ajena a todo valor de tiempo o espacio, vive abandonada a las operaciones divinas que la van purificando. Más abajo precisaremos este punto con ayuda del Catecismo.

5.- El fuego del amor de Dios es lo que precisamente va consumiendo en el alma toda herrumbre o mancha de pecado. El sufrimiento del purgatorio es, pues, ante todo la pena de daño, mucho más que la pena de sentido, es decir, mucho más que ‘cualesquiera otras penas que allí puedan encontrarse’ (15b). En efecto, lo más terrible para el alma es el desgarramiento interior producido por un amor que, a causa de esos impedimentos aún no del todo aniquilados, se ve retardado en el ansia de su perfecta posesión de Dios. Y cuanta más purificación, más intenso el amor y más cruel el dolor. Amor y dolor parecen crecer así en el purgatorio en acelerada progresión. El purgatorio es, pues, un crescendo de amor y dolor que conduce al cielo, a la felicidad perfecta.

6.- Hay en las almas del purgatorio un gozo inmenso, parecido al del cielo, y un dolor inmenso, semejante al del infierno; y el uno no quita el otro.”

Además, este librito, como hemos dicho arriba, contiene lo que es Purificación y Purgatorio en San Juan de la Cruz (con coincidencias y diferencias con Santa Catalina de Génova) y también lo que el Catecismo de la Iglesia Católica dice acerca del Purgatorio.

Y, como no está mal decir esto, este texto aprovecha mucho al alma de quien lo lea porque le procura sosiego ante lo que puede ser su futuro.

Dios quiera que, como mínimo, así sea.

Eleuterio Fernández Guzmán