IGLESIA EN ESPAÑA

Mons. Juan de Río: “Que el desasosiego por la escasez de vocaciones sacerdotales no nos lleve a bajar el nivel de exigencia en los seminarios”


 

La figura e influencia de San Juan de Ávila, su modelo sacerdotal y la relación entre cultura y fe, centran esta segunda parte de la entrevista que Mons. Juan del Río concedió a Agencia SIC.  Una entrevista en la que el Arzobispo castrense destaca la preclara doctrina del Maestro Ávila, adelantada incluso al Concilio de Trento o la importancia de las manifestaciones de religiosidad popular en nuestro país.

 

P.- Usted defendió su tesis sobre la eclesiología en el pensamiento reformador de San Juan de Ávila, de quien celebramos su Año Jubilar con motivo de su proclamación como Doctor de la Iglesia ¿Cómo describiría la contribución del Patrono del clero secular español a la vida  de la Iglesia?

R.- De San Juan Ávila, dijo Pablo VI “que en muchos aspecto es un sacerdote moderno”. Porque su vida y escritos nos remiten a lo esencial de la vida cristiana que es enamorarse apasionadamente de Jesucristo, que llamaba el “Dios Humanado”. Esa centralidad es el impulso para la acción misionera en cualquier tiempo y lugar. Sus enseñanzas no se diñen sólo a los sacerdotes, sino que están dirigidas a todos los sectores del pueblo de Dios. Fue un ferviente predicador, director de almas, iniciador de la ascética y la mística española. Se adelantó a la reforma de Trento. Como sacerdote, se relacionó con todas las clases sociales, especialmente con los pobres, para los cuales fundó una serie de colegios, de ahí que se preocupara tanto de la catequesis como de la enseñanza,  llegando a crear la Universidad de Baeza. Era un hombre de su tiempo que se preocupó del diálogo de la fe con la cultura del humanismo renacentista

 

P.- Siendo San Juan de Ávila el patrono del clero secular español,  ¿cuáles son, a su juicio, las virtudes de un sacerdote?

R.- Según el nuevo Doctor, el llamado Apóstol de Andalucía, el sacerdote debe ser ante todo un hombre con una fuerte experiencia de Dios, alimentada asiduamente con la oración y el estudio. Ha de ser “la hermosura de la Iglesia” donde todos se puedan mirar. Su vida no tiene sentido sin la entrega en la continua predicación del evangelio para “ganar almas para Cristo”. Para ello ha de llevar una vida como la de su Maestro, Cristo Jesús. Porque como dice él: “el testimonio es un libro que todos lo saben leer”.

 

P.- Celebramos este año, el Año jubilar de San Juan de Ávila. ¿Cuáles son los puntos clave que ha de seguir de la iglesia española en relación a la promoción y formación de sus sacerdotes? ¿Que supone, para los sacerdotes españoles un año jubilar de estas características?

R.- Una de nuestras acciones primordiales ha de ser siempre la preocupación por “la salud de alma y de cuerpo” de nuestros sacerdotes. Que el desasosiego por la escasez de vocaciones sacerdotales no nos lleve a bajar el nivel de exigencias en los seminarios, “¡no todo el mundo sirve para cura!”. Que la comunión entre los obispos y sacerdotes no sea una palabra de “documentos”, sino una realidad que se manifiesta con los hechos de cada día, que dimanan de la vivencia de la paternidad espiritual de nuestro ministerio. Que se descubra que la formación permanente de un presbítero, y del propio obispo, es una demanda del Pueblo de Dios, que ha de ser servido a la altura que requieren los signos de los tiempos. En definitiva: una Iglesia de menos de papeles y más “de fondo” como levadura en la masa, y como luz que ilumine a los de cerca y a los alejados.

 

P.- Durante mucho tiempo, su labor ha estado ligada al campo del diálogo entre fe y cultura. En una sociedad cada vez más secularizada, especialmente en el campo de las manifestaciones culturales. ¿Cómo sostener este diálogo cultura – fe, sin caer en el pesimismo o la superficialidad?

R.- Decía Pablo VI, en la encíclica Ecclesiam suam que “la Iglesia se hace palabra, la Iglesia se hace mensaje, la Iglesia se hace diálogo”. Esto no es una estrategia táctica, o un medio de dominar al otro, sino que es una exigencia de la propia aceptación del Evangelio.

El dialogo con la cultura de hoy, ha de hacerse desde la clara identidad cristiana, para no engañar a nadie, libres de complejos con la modernidad, teniendo mucha confianza en la fuerza de “la fe que vence al mundo”. Pero ese coloquio con la persona concreta, hay que ejercerlo, con naturalidad, paciencia, y prudencia y sin miedo, porque, como dice el Papa Francisco, “con el diálogo no se pierde nada y se puede ganar mucho”.

 

P.-En nuestro país se mantienen, multitud de manifestaciones de piedad popular con una raíz cristiana: romerías, procesiones… ¿Cómo recuperar e impulsar el sentido evangelizador de estas manifestaciones en la actualidad? 

R.- Una racionalización del mensaje cristiano, un cierto puritanismo pastoral han contribuido a que, en algunas décadas recientes, muchos pastores vivieran de espaldas a esta realidad pastoral que es la religiosidad popular. Sin embargo, la gente sencilla está en esas manifestaciones sencillas y emotivas. Gracias a ellas viven sus vidas con referencia a los grandes misterios cristianos. Ciertamente que no es “oro todo lo que reluce”, que se deben purificar elementos que están lejos del Evangelio y del sentir de la Iglesia, pero ha de hacerse desde el interior, no hablando desde fuera, queriendo a la gente que están allí, no ridiculizándolas o infravalorándolas.

Solo así podremos hacer que las manifestaciones del llamado “catolicismo popular” sea un dique de contención para la secularización del ambiente, el avance de las sectas, y las conversiones a otras religiones, muy auspiciadas por “lo políticamente correcto”.

(Mª José Atienza/ Agencia SIC)