4.10.13

Beatificación 13.10.13

Independientemente de lo que algunos puedan decir acerca de lo que sucederá muy pronto en el orbe católico (lo es porque es universal nuestra fe y todo lo que sucede en su seno pasa para todos los creyentes que en el mundo somos) lo bien cierto es que para nosotros, católicos, es un momento de gran gozo: muerte y fe en un mismo momento unidas; cruz y vida eterna que se dan la mano.

Y es que quedan muy pocos días para que se produzca la beatificación de más de 500 mártires. Proceden tales casos de la persecución habida en España durante el siglo XX. No es, sin embargo, la primera vez que tiene que producirse una ceremonia como la que se llevará a cabo el próximo 13 de octubre. Y no lo es porque no puede negarse que ni Diocleciano fue capaz de hacer lo que hicieron algunos seres humanos con los discípulos de Cristo en tiempos muy recientes.

 

En el “Mensaje con motivo de la Beatificación del Año de la fe en Tarragona, el 13 de Octubre de 2013” se nos dice algo acerca de las razones por las cuales una serie de personas creyentes católicas, a las que tenemos el honor de conocer por sus biografías, suben a los altares. Así (punto 9) que

“Son verdaderos creyentes que, ya antes de afrontar el martirio, eran personas de fe y oración, particularmente centrados en la Eucaristía y en la devoción a la Virgen. Hicieron todo lo posible, a veces con verdaderos alardes de imaginación, para participar en la Misa, comulgar o rezar el rosario, incluso cuando suponía un gravísimo peligro para ellos o les estaba prohibido, en el cautiverio. Mostraron en todo ello, de un modo muy notable, aquella firmeza en la fe que San Pablo se alegraba tanto de ver en los cristianos de Colosas (cf. Col 2, 5). Los mártires no se dejaron engañar “con teorías y con vanas seducciones de tradición humana, fundadas en los elementos del mundo y no en Cristo” (Col 2, 8). Por el contrario, fueron cristianos de fe madura, sólida, firme. Rechazaron, en muchos casos, los halagos o las propuestas que se les hacían para arrancarles un signo de apostasía o simplemente de minusvaloración de su identidad cristiana.”

Mártires siglo XX

Lo que caracteriza, pues, a estos hermanos nuestros es que ante la tentación de evitar una muerte segura renunciando a su fe no hicieron ascos a la misma sino que, muy al contrario, no quisieron, para nada, dejar aquella cruz que llevaban encima. Si, como aquellos creyentes del siglo III que dijeron que no podían vivir sin el Domingo y, eso mismo, les costó la vida, estos hermanos de casi ahora mismo, que pronto serán beatificados, tampoco podían vivir sin su fe católica y no les parecía, ni de lejos, lo mejor abandonarla a estas primeras o segundas de cambio. Y, por eso mismo, murieron, para gloria suya y ejemplo, ya, para siempre, siempre, siempre.

Lo que supone, también, que hubiera unas personas que se mantuvieran firmes en su fe por más que se les dijera las consecuencias que eso tendrían para sus vidas, es, una vez más (muchas más lo ha sido a lo largo de la historia, incluso desde el Antiguo Testamento) que, en efecto, la fe puede llenar de tal manera nuestro corazón que no otra cosa es posible aceptar contra ella por ser mejor y no otra realidad es entendible como más gozosa.

En realidad, la cruz ha significado y significa mucho para muchas de las personas que, a lo largo de los tiempos, han querido sostenerse en ella para caminar por el siglo hacia el definitivo Reino de Dios a sabiendas de que en la senda iban a encontrar muchas piedras y que, con más de una se tropezarían. Sin embargo, eso no ha hecho, ni permitido que muchos hayan dado lo mejor de sí mismos como, en este caso, la propia vida.

Es bien cierto que muchos cristianos huyen de la cruz porque la creen carga muy pesada y que se han acostumbrado a esconderla porque el mundo no la aprecia mucho. Han hecho, así, de su vida de cristianos, una falsedad en la que sólo la apariencia mantiene una fe que, en realidad, no es nada de lo que debería ser.

Sin embargo, no todos los creyentes cristianos tienen una actitud ante la vida y ante lo que les pasa simuladora de que son discípulos de Cristo sino que existen personas que dan, literalmente, su vida por aquella cruz en la que pendió el hijo de María y el hijo de José, el carpintero de Nazaret. Y estos más de 500 creyentes que serán beatificados en Tarragona el próximo 13 de este mes de octubre son un buen ejemplo de una forma de proceder, exactamente, santificadora.

Son los mártires de ahora mismo que, con su actitud, dan fe de que ser seguidor de Cristo tiene sus gozos y, uno de ellos, es dar la vida por Quien, antes y en el Calvario, la dio por ellos. No abrazan la cruz por masoquismo ni porque quieran salir pronto en los anales recordatorios de mártires sino, en todo caso, porque se saben partidarios de Alguien que quiso darse a sí mismo y, además, perdonando a quienes lo mataban.

Y por eso, por ser consecuentes con su fe, es por lo que se beatifica a unos creyentes que están, ya para siempre, en el corazón de la Iglesia que fundó Cristo.

Eleuterio Fernández Guzmán