ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 05 de octubre de 2013

la frase del día

“Le digo a los matrimonios: peléense cuanto quieran, pueden volar los platos, pero nunca terminar el día sin pedirse perdón”

El papa Francisco, ayer en San Rufino

 


El papa Francisco

Lo que el papa le dijo a Scalfari
Texto completo del diálogo de Francisco con el director de La Repubblica

Mirada al mundo

Colombia: ¡No más guerra, solo cabe la paz!
Enérgico comunicado del VI Congreso Nacional de la Reconciliación

Uruguay: Todo listo para "La Fiesta de la Fe"
Fecha coincide con el bicentenario del nacimiento del siervo de Dios Jacinto Vera

Argentina: Matrimonio y familia, el espacio para ejercitar la cultura del encuentro
La Doctrina Social de la Iglesia ilumina los desafíos contemporáneos

Los Legionarios de Cristo tendrán su Capítulo General en 2014
El cardenal De Paolis convocó a la congregación para el 8 de enero

Cáritas del Perú: 58 años al servicio de los más necesitados
Las celebraciones incluye un programa de profundización en la fe

Homilética

Comentario evangelio XXVII Domingo

Cómo mejorar nuestra predicación sagrada
Columna del P. Antonio Rivero, L.C. Doctor y profesor de Teología y de Oratoria en el Seminario Mater Ecclesiae en São Paulo, Brasil

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

Santa Faustina Kowalska
«Esta mística es mundialmente aclamada como apóstol de la Divina Misericordia, cuyo culto propagó. Maestra de la vida espiritual, profeta de nuestro tiempo y secretaria de Jesús misericordioso»


El papa Francisco


Lo que el papa le dijo a Scalfari
Texto completo del diálogo de Francisco con el director de La Repubblica

Por Francisco papa

ROMA, 05 de octubre de 2013 (Zenit.org) - Aún se comenta en la opinión pública la clarificadora entrevista que le ofreció el papa Francisco al periodista y confeso ateo italiano Eugenio Scalfari, director del diario italiano La Reppublica, cuya síntesis fue publicada en Zenit días atrás.

Ofrecemos a continuación la traducción íntegra del texto para nuestros lectores.

*****

El ideal de la Iglesia misionera y pobre sigue siendo válido. El Papa: "así cambiaré la Iglesia"

por Eugenio Scalfari

Me dice el Papa Francisco: «Los males más graves que afligen al mundo en estos años son la desocupación de los jóvenes y la soledad en la que se deja a los ancianos. Los ancianos tienen necesidad de cuidados y de compañía; los jóvenes de trabajo y de esperanza, pero no tienen ni lo uno ni lo otro, y el problema es que ya no los buscan. Han sido aplastados en el presente. Dígame usted: ¿se puede vivir aplastados en el presente? ¿Sin memoria del pasado y sin el deseo de proyectarse en el futuro construyendo un proyecto, un porvenir, una familia? ¿Es posible continuar así? Esto, en mi opinión, es el problema más urgente que la Iglesia tiene ante sí».

Santidad, le digo, es un problema sobre todo político y económico, se refiere a los Estados, a los gobiernos, a los partidos, a las asociaciones sindicales.

«Cierto, tiene usted razón, pero se refiere también a la Iglesia, es más, sobre todo a la Iglesia, porque esta situación no hiere sólo los cuerpos, sino también las almas. La Iglesia debe sentirse responsable tanto de las almas como de los cuerpos».

Santidad, usted dice que la Iglesia debe sentirse responsable. ¿Debo deducir que la Iglesia no es consciente de este problema y que usted la incita en esta dirección?

«En amplia medida esa conciencia existe, pero no lo suficiente. Yo deseo que exista más. No es éste el único problema que tenemos delante, pero es el más urgente y el más dramático».

El encuentro con el Papa Francisco tuvo lugar el martes pasado en su residencia de Santa Marta, en una pequeña habitación desnuda, con una mesa y cinco o seis sillas, un cuadro en la pared. Había sido precedido de una llamada telefónica que no olvidaré mientras viva.

Eran las dos y media de la tarde. Suena mi teléfono y la voz bastante agitada de mi secretaria me dice: «Tengo al Papa en línea; se lo paso inmediatamente».

Me quedo desconcertado mientras ya la voz de Su Santidad del otro lado de la línea dice: «Buenos días, soy el Papa Francisco». Buenos días, Santidad —digo yo, y luego—, estoy impresionado, no me esperaba que me llamara. «¿Por qué impresionado? Usted me escribió una carta pidiendo conocerme en persona. Yo tenía el mismo deseo y así que estoy aquí para fijar la cita. Veamos mi agenda: el miércoles no puedo, el lunes tampoco, ¿le iría bien el martes?».

Respondo: está muy bien.

«El horario es un poco incómodo, las 15. ¿Le va bien? Si no, cambiamos de día». Santidad, está muy bien también el horario. «Entonces estamos de acuerdo: el martes 24 a las 15. En Santa Marta. Debe entrar por la puerta del Santo Oficio».

No sé cómo acabar esta llamada y me dejo llevar, diciéndole: ¿puedo abrazarle por teléfono? «Ciertamente, le abrazo también yo. Luego lo haremos en persona. Hasta pronto».

Ahora estoy aquí. El Papa entra y me da la mano, nos sentamos. El Papa sonríe y me dice: «Alguno de mis colaboradores que le conoce me ha dicho que usted intentará convertirme».

Es una broma. Le respondo. También mis amigos piensan que será usted quien querrá convertirme.

Vuelve a sonreír y responde: «El proselitismo es una solemne tontería, no tiene sentido. Hay que conocerse, escucharse y hacer crecer el conocimiento del mundo que nos rodea. A mí me sucede que después de un encuentro tengo ganas de tener otro, porque nacen nuevas ideas y se descubren nuevas necesidades. Esto es importante: conocerse, escucharse, ampliar el círculo de los pensamientos. El mundo está recorrido por caminos que acercan y alejan, pero lo importante es que lleven hacia el Bien».

Santidad, ¿existe una visión del Bien única? ¿Y quién la establece?

«Cada uno de nosotros tiene una visión del Bien y también del Mal. Nosotros debemos incitarlo a proceder hacia lo que él piensa que es el Bien».

Usted, Santidad, ya lo había escrito en la carta que me dirigió. La conciencia es autónoma, dijo, y cada uno debe obedecer a la propia conciencia. Pienso que ese es uno de los pasajes más valientes dichos por un Papa.

«Y aquí lo repito. Cada uno tiene su idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como él los concibe. Bastaría esto para mejorar el mundo».

¿La Iglesia lo está haciendo?

«Sí, nuestras misiones tienen este objetivo: identificar las necesidades materiales e inmateriales de las personas y buscar satisfacerlas como podamos. ¿Usted sabe qué es el “ágape”?».

Sí, lo sé.

«Es el amor por los demás, como nuestro Señor lo predicó. No es proselitismo, es amor. Amor por el prójimo, levadura que sirve al bien común».

Ama al prójimo como a ti mismo.

«Exactamente, es así».

Jesús en su predicación dijo que el ágape, el amor por los demás, es el único modo de amar a Dios. Corríjame si me equivoco.

«No se equivoca. El Hijo de Dios se encarnó para infundir en el alma de los hombres el sentimiento de la fraternidad. Todos hermanos y todos hijos de Dios. Abba, como Él llamaba al Padre. Yo os trazo el camino, decía. Seguidme y encontraréis al Padre y seréis todos sus hijos y Él se complacerá en vosotros. El ágape, el amor de cada uno de nosotros hacia todos los demás, desde los más cercanos hasta los más lejanos, es precisamente el único modo que Jesús nos ha indicado para encontrar el camino de la salvación y de las Bienaventuranzas».

Sin embargo la exhortación de Jesús, lo hemos recordado antes, es que el amor por el prójimo sea igual al que tenemos por nosotros mismos. Así que lo que muchos llaman narcisismo está reconocido como válido, positivo, en la misma medida del otro. Hemos discutido largamente sobre este aspecto.

«A mí —decía el Papa— la palabra narcisismo no me gusta, indica un amor desmedido hacia uno mismo y esto no va bien, puede producir daños graves no sólo al alma de quien lo padece, sino también en la relación con los demás, con la sociedad en la que vive. El verdadero problema es que los más golpeados por esto, que en realidad es una especie de trastorno mental, son personas que tienen mucho poder. A menudo los jefes son narcisos».

También muchos jefes de la Iglesia lo han sido.

«¿Sabe cómo pienso en este punto? Los jefes de la Iglesia a menudo han sido narcisos, adulados y mal excitados por sus cortesanos. La corte es la lepra del papado».

La lepra del papado, lo ha dicho exactamente así. ¿Pero cuál es la corte? ¿Alude tal vez a la Curia?, pregunto.

«No, en la Curia a veces hay cortesanos, pero la Curia en su conjunto es otra cosa. Es lo que en los ejércitos se llama la intendencia, gestiona los servicios que sirven a la Santa Sede. Pero tiene un defecto: es Vaticano-céntrica. Ve y atiende los intereses del Vaticano, que son todavía, en gran parte, intereses temporales. Esta visión Vaticano-céntrica descuida el mundo que nos rodea. No comparto esta visión y haré lo posible por cambiarla. La Iglesia es o debe volver a ser una comunidad del pueblo de Dios y los presbíteros, los párrocos, los obispos con atención de almas, están al servicio del pueblo de Dios. La Iglesia es esto, una palabra no por casualidad diversa de la Santa Sede que tiene una función propia importante, pero está al servicio de la Iglesia. Yo no habría podido tener la plena fe en Dios y en su Hijo si no me hubiera formado en la Iglesia y tuve la fortuna de hallarme, en Argentina, en una comunidad sin la cual no habría tomado conciencia de mí y de mi fe».

¿Usted sintió su vocación desde joven?

«No, no jovencísimo. Habría tenido que hacer otro oficio según mi familia, trabajar, ganar algún dinero. Hice la universidad. Tuve incluso una profesora hacia la cual concebí respeto y amistad, era una comunista ferviente. A menudo me leía y me daba a leer textos del Partido comunista. Así conocí también esa concepción muy materialista. Recuerdo que me consiguió el comunicado de los comunistas americanos en defensa de los Rosenberg, que habían sido condenados a muerte. La mujer de la que le estoy hablando fue después arrestada, torturada y asesinada por el régimen dictatorial entonces gobernante en Argentina».

¿El comunismo le sedujo?

«Su materialismo no tuvo ningún arraigo en mí. Pero conocerlo a través de una persona valiente y honesta me fue útil, entendí algunas cosas, un aspecto de lo social, que después encontré en la doctrina social de la Iglesia».

La teología de la liberación, que el Papa Wojtyła excomulgó, estaba bastante presente en América Latina.

«Sí, muchos de sus exponentes eran argentinos».

¿Usted piensa que fue justo que el Papa los combatiera?

«Ciertamente daban una consecución política a su teología, pero muchos de ellos eran creyentes y con un alto concepto de humanidad».

Santidad, ¿me permite decirle también yo algo de mi formación cultural? Fui educado por una madre muy católica. A los 12 años gané incluso una competición de catecismo entre todas las parroquias de Roma y tuve un premio del Vicariato. Comulgaba el primer viernes de cada mes, en síntesis, practicaba la liturgia y creía. Pero todo cambió cuando entré al liceo. Leí, entre los demás textos de filosofía que estudiábamos, el «Discurso del método», de Descartes, y me impactó la frase, convertida ya en un icono, «Pienso, luego existo». El yo se transformó así en la base de la existencia humana, la sede autónoma del pensamiento.

«Descartes, sin embargo, nunca renegó de la fe del Dios trascendente».

Es verdad, pero había puesto el fundamento de una visión del todo diversa y me sucedió que me encaminé en aquel itinerario que después, corroborado por otras lecturas, me llevó a una orilla completamente distinta.

«Pero usted, por lo que he entendido, es un no creyente, pero no un anticlerical. Son dos cosas muy distintas».

Es verdad, no soy anticlerical, pero me vuelvo así cuando encuentro a un clerical.

Él sonríe y me dice: «También me sucede a mí, cuando tengo delante a un clerical me vuelvo anticlerical de golpe. El clericalismo no debería tener nada que ver con el cristianismo. San Pablo, que fue el primero en hablar a los gentiles, a los paganos, a los creyentes de otras religiones, fue el primero en enseñárnoslo».

¿Puedo preguntarle, Santidad, cuáles son los santos que usted siente más cercanos a su alma y en cuáles se ha formado su experiencia religiosa?

«San Pablo es quien puso las bases de nuestra religión y de nuestro credo. No se puede ser cristianos conscientes sin san Pablo. Tradujo la predicación de Cristo en una estructura doctrinal que, si bien con las actualizaciones de una inmensa cantidad de pensadores, teólogos, pastores de almas, ha resistido y resiste después de dos mil años. Y después Agustín, Benito, Tomás e Ignacio. Y naturalmente Francisco. ¿Debo explicarle el por qué?».

Francisco —se me permita en este punto llamar así al Papa, porque es él mismo quien te lo sugiere por cómo habla, por cómo sonríe, por sus exclamaciones de sorpresa o de participación— me mira como para alentarme a plantear también las preguntas más escabrosas y más embarazosas para quien guía a la Iglesia. Así que le pregunto: de san Pablo ha explicado la importancia y el papel que ha desempeñado, pero querría saber ¿a quién, entre los que ha nombrado, siente más cercano a su alma?

«Me pide una clasificación, pero las clasificaciones se pueden hacer si se habla de deporte o de cosas análogas. Podría decirle el nombre de los mejores futbolistas de Argentina. Pero los santos...».

Se dice «scherza coi fanti...». ¿Conoce el proverbio?

«Precisamente. Pero no quiero evadir su pregunta porque usted no me ha pedido una clasificación sobre la importancia cultural y religiosa, sino quién es más cercano a mi alma. Así que le digo: Agustín y Francisco».

¿No Ignacio, de cuya Orden usted proviene?

«Ignacio, por razones comprensibles, es al que conozco más que a los otros. Fundó nuestra Orden. Le recuerdo que de esa Orden procedía también Carlo Maria Martini, a mí y también a usted muy querido. Los jesuitas fueron y todavía son la levadura —no la única, pero tal vez la más eficaz— de la catolicidad: cultura, enseñanza, testimonio misionero, fidelidad al Pontífice. Pero Ignacio, que fundó la Compañía, era también un reformador y un místico. Sobre todo un místico».

¿Y piensa que los místicos han sido importantes para la Iglesia?

«Han sido fundamentales. Una religión sin místicos es una filosofía».

¿Usted tiene una vocación mística?

«¿A usted qué le parece?».

A mí me parece que no.

«Probablemente tiene razón. Adoro a los místicos; también Francisco en muchos aspectos de su vida lo fue, pero yo no creo tener esa vocación y además hay que ponerse de acuerdo sobre el significado profundo de esa palabra. El místico logra despojarse del hacer, de los hechos, de los objetivos y hasta de la pastoralidad misionera y se eleva hasta alcanzar la comunión con las Bienaventuranzas. Breves momentos que, en cambio, llenan toda la vida».

¿A usted le ha ocurrido alguna vez?

«Raramente. Por ejemplo, cuando el Cónclave me eligió Papa. Antes de la aceptación pedí poderme retirar por algún minuto en la estancia junto a la del balcón sobre la plaza. Mi cabeza estaba completamente vacía y una gran ansia me había invadido. Para que se pasara y relajarme cerré los ojos y desapareció todo pensamiento, también el de negarme a aceptar el cargo, como por lo demás el procedimiento litúrgico permite. Cerré los ojos y no tuve ya ningún ansia ni emotividad. En cierto momento una gran luz me invadió, duró un instante pero a mí me pareció larguísimo. Después la luz se disipó, me alcé de golpe y me dirigí a la estancia donde me esperaban los cardenales y la mesa sobre la que estaba el acta de aceptación. La firmé, el cardenal Camarlengo la controfirmó y después en el balcón fue el Habemus Papam».

Nos quedamos un poco en silencio, después dije: hablábamos de los santos que usted siente más cercanos a su alma y nos habíamos quedado en Agustín. ¿Quiere decirme por qué le siente muy cercano a sí?

«También mi predecesor tiene a Agustín como punto de referencia. Ese santo atravesó muchos acontecimientos en su vida y cambió varias veces su posición doctrinal. Tuvo también palabras muy duras respecto a los judíos, que jamás he compartido. Escribió muchos libros y el que me parece más revelador de su intimidad intelectual y espiritual son las Confesiones; contienen también algunas manifestaciones de misticismo pero no es en absoluto, como en cambio muchos sostienen, el continuador de Pablo. Es más, ve la Iglesia y la fe de modo profundamente distinto al de Pablo, tal vez también porque habían pasado cuatro siglos entre uno y otro».

¿Cuál es la diferencia, Santidad?

«Para mí es en dos aspectos, sustanciales. Agustín se siente impotente ante la inmensidad de Dios y las tareas que un cristiano y un obispo debería cumplir. Con todo, él no fue para nada impotente, pero su alma se sentía siempre y en cualquier caso por debajo de cuanto habría querido y debido. Y después la gracia dispensada por el Señor como elemento fundante de la fe. De la vida. Del sentido de la vida. Quien no es tocado por la gracia puede ser una persona sin mancha o sin miedo, como se dice, pero no será nunca como una persona a la que la gracia ha tocado. Esta es la intuición de Agustín».

¿Usted se siente tocado por la gracia?

«Esto no puede saberlo nadie. La gracia no forma parte de la conciencia, es la cantidad de luz que tenemos en el alma, no de sabiduría ni de razón. También usted, sin que lo supiera, podría ser tocado por la gracia».

¿Sin fe? ¿No creyente?

«La gracia se refiere al alma».

Yo no creo en el alma.

«No lo cree, pero la tiene».

Santidad, había dicho que usted no tenía ninguna intención de convertirme y creo que no lo lograría.

«Esto no se sabe, pero en cualquier caso no tengo ninguna intención».

¿Y Francisco?

«Es grandísimo porque es todo. Hombre que quiere hacer, quiere construir, funda una Orden y sus reglas, es itinerante y misionero, es poeta y profeta, es místico, ha constatado sobre sí mismo el mal y ha salido de ello, ama la naturaleza, los animales, la hoja de hierba en el prado y los pájaros que vuelan en el cielo, pero sobre todo ama a las personas, los niños, los ancianos, las mujeres. Es el ejemplo más luminoso de ese ágape del que hablábamos antes».

Tiene razón, Santidad, la descripción es perfecta. ¿Pero por qué ninguno de sus predecesores nunca ha elegido ese nombre? ¿Y en mi opinión después de usted ninguno lo elegirá?

«Esto no lo sabemos, no hipotequemos el futuro. Es verdad; antes que yo ninguno lo eligió. Aquí afrontamos el problema de los problemas. ¿Quiere beber algo?».

Gracias, tal vez un vaso de agua.

Se levanta, abre la puerta y pide a un colaborador que está en la entrada que traiga dos vasos de agua. Me pregunta si desearía un café, respondo que no. Llega el agua. Al final de nuestra conversación mi vaso estará vacío, pero el suyo se ha quedado lleno. Se aclara la voz y comienza.

«Francisco quería una Orden mendicante y también itinerante. Misioneros en busca de encontrar, escuchar, dialogar, ayudar, difundir fe y amor. Sobre todo amor. Y anhelaba una Iglesia pobre que se ocupara de los demás, recibiera ayuda material y la utilizara para sostener a los demás, con ninguna preocupación por sí misma. Han pasado 800 años desde entonces y los tiempos han cambiado mucho, pero el ideal de una Iglesia misionera y pobre permanece más que válida. Esta es en cualquier caso la Iglesia que predicaron Jesús y sus discípulos».

Ustedes, cristianos, ahora son una minoría. Hasta en Italia, que es definida como el jardín del Papa, los católicos practicantes serían, según algunos sondeos, entre el 8 y el 15 por ciento. Los católicos que dicen serlo, pero de hecho lo son bastante poco, son un 20 por ciento. En el mundo hay mil millones de católicos e incluso más, y con las demás Iglesias cristianas superan los mil millones y medio, pero el planeta está poblado por 6 o 7 mil millones de personas. Son ciertamente muchos, especialmente en África y en América Latina, pero minoría.

«Lo hemos sido siempre, pero el tema de hoy no es éste. Personalmente pienso que ser una minoría es incluso una fuerza. Debemos ser una levadura de vida y de amor y la levadura es una cantidad infinitamente más pequeña que la masa de frutos, de flores y de árboles que de esa levadura nacen. Me parece haber dicho ya que nuestro objetivo no es el proselitismo, sino la escucha de las necesidades, los deseos, las desilusiones, de la desesperación, de la esperanza. Debemos volver a dar esperanza a los jóvenes, ayudar a los ancianos, abrir hacia el futuro, difundir el amor. Pobres entre los pobres. Debemos incluir a los excluidos y predicar la paz. El Vaticano II, inspirado por el Papa Juan XXIII y por Pablo VI, decidió mirar el futuro con espíritu moderno y abrir a la cultura moderna. Los padres conciliares sabían que abrir a la cultura moderna significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes. Después de entonces se hizo muy poco en aquella dirección. Yo tengo la humildad y la ambición de quererlo hacer».

También porque —me permito añadir— la sociedad moderna en todo el planeta atraviesa un momento de crisis profunda y no sólo económica, sino social y espiritual. Usted al inicio de este encuentro nuestro ha descrito una generación aplastada en el presente. También nosotros, no creyentes, percibimos este sufrimiento casi antropológico. Por esto nosotros queremos dialogar con los creyentes y con quien mejor les representa.

«Yo no sé si soy quien mejor les representa, pero la Providencia me ha puesto en la guía de la Iglesia y de la diócesis de Pedro. Haré cuanto pueda para cumplir el mandato que me ha sido confiado».

Jesús, como usted ha recordado, dijo: ama a tu prójimo como a ti mismo. ¿Le parece que esto ha ocurrido?

«Lamentablemente no. El egoísmo ha aumentado y el amor hacia los demás disminuido».

Este es, por lo tanto, el objetivo que nos reúne: al menos equiparar la intensidad de estos dos tipos de amor. ¿Su Iglesia está dispuesta y preparada para desarrollar esta tarea?

«¿Usted qué piensa?».

Pienso que el amor por el poder temporal es aún muy fuerte entre los muros vaticanos y en la estructura institucional de toda la Iglesia. Pienso que la Institución predomina sobre la Iglesia pobre y misionera que usted desearía.

«Las cosas están en efecto así y en esta materia no se hacen milagros. Le recuerdo que también Francisco en su tiempo tuvo que negociar largamente con la jerarquía romana y con el Papa para que se reconocieran las reglas de su Orden. Al final obtuvo la aprobación pero con profundos cambios y transacciones».

¿Usted tendrá que seguir el mismo camino?

«No soy ciertamente Francisco de Asís y no tengo su fuerza ni su santidad. Pero soy el Obispo de Roma y el Papa de la catolicidad. He decidido como primera cosa nombrar a un grupo de ocho cardenales que sean mi consejo. No cortesanos, sino personas sabias y animadas por mis propios sentimientos. Este es el inicio de esa Iglesia con una organización no sólo verticista, sino también horizontal. Cuando el cardenal Martini hablaba de ello poniendo el acento sobre los Concilios y los Sínodos sabía muy bien cuán largo y difícil era el camino a recorrer en esa dirección. Con prudencia, pero firmeza y tenacidad».

¿Y la política?

«¿Por qué me lo pregunta? He dicho ya que la Iglesia no se ocupará de política».

Pero justamente hace algunos días usted hizo un llamamiento a los católicos para que se comprometieran civil y políticamente.

«No me dirigí sólo a los católicos, sino a todos los hombres de buena voluntad. Dije que la política es la primera de las actividades civiles y tiene un campo propio de acción que no es el de la religión. Las instituciones políticas son laicas por definición y actúan en esferas independientes. Esto lo han dicho todos mis predecesores, al menos desde hace muchos años hasta aquí, si bien con acentos diversos. Yo creo que los católicos comprometidos en la política tienen dentro de ellos los valores de la religión, pero una conciencia madura y competencia para actuarlos. La Iglesia no irá jamás más allá de la tarea de expresar y difundir sus valores, al menos mientras yo esté aquí».

Pero no ha sido siempre así la Iglesia.

«No ha sido casi nunca así. Muy a menudo la Iglesia como institución ha sido dominada por el temporalismo y muchos miembros y altos exponentes católicos tienen todavía este modo de sentir. Pero ahora déjeme a mí hacerle una pregunta: usted, laico no creyente en Dios, ¿en qué cree? Usted es un escritor y un hombre de pensamiento. Creerá entonces en algo, tendrá un valor dominante. No me responda con palabras como honestidad, la búsqueda, la visión del bien común; todos principios y valores importantes, pero no es esto lo que le pregunto. Le pregunto qué piensa de la esencia del mundo, es más, del universo. Se preguntará, ciertamente, como todos, quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos. Se hace también un niño estas preguntas. ¿Y usted?».

Le estoy agradecido por esta pregunta. La respuesta es esta: yo creo en el Ser, o sea, en el tejido del que surgen las formas, los Entes.

«Y yo creo en Dios. No en un Dios católico, no existe un Dios católico, existe Dios. Y creo en Jesucristo, su encarnación. Jesús es mi maestro y mi pastor, pero Dios, el Padre, Abba, es la luz y el Creador. Este es mi Ser. ¿Le parece que estamos muy distantes?».

Estamos distantes en los pensamientos, pero semejantes como personas humanas, animadas inconscientemente por nuestros instintos que se transforman en pulsiones, sentimientos, voluntad, pensamiento y razón. En esto somos semejantes.

«Pero lo que ustedes llaman el Ser, ¿quiere definir cómo lo piensa usted?».

El Ser es un tejido de energía. Energía caótica pero indestructible y en eterna caoticidad. De esa energía emergen las formas cuando la energía llega al punto de explotar. Las formas tienen sus leyes, sus campos magnéticos, sus elementos químicos, que se combinan casualmente, evolucionan, finalmente se apagan pero su energía no se destruye. El hombre es probablemente el único animal dotado de pensamiento, al menos en este planeta nuestro y sistema solar. He dicho que está animado por instintos y deseos, pero añado que contiene también dentro de sí una resonancia, un eco, una vocación de caos.

«Está bien. No quería que me hiciera un compendio de su filosofía y me ha dicho cuanto me basta. Observo por mi parte que Dios es luz que ilumina las tinieblas aunque no las disuelve, y una chispa de esa luz divina está dentro de cada uno de nosotros. En la carta que le escribí recuerdo haberle dicho que también nuestra especie acabará, pero no acabará la luz de Dios que en ese punto invadirá a todas las almas y serátodo en todos».

Sí, lo recuerdo bien, dijo «toda la luz será en todas las almas», cosa que —si puedo permitirme— da más una figura de inmanencia que de trascendencia.

«La trascendencia permanece, porque esa luz, toda en todos, trasciende el universo y las especies que en esa fase lo pueblan. Pero volvamos al presente. Hemos dado un paso adelante en nuestro diálogo. Hemos constatado que en la sociedad y en el mundo en que vivimos el egoísmo ha aumentado bastante más que el amor por los demás y los hombres de buena voluntad deben actuar, cada uno con la propia fuerza y competencia, para que el amor hacia los demás aumente hasta igualar y si es posible superar el amor por uno mismo».

Aquí también la política está llamada en causa.

«Con seguridad. Personalmente pienso que el llamado liberalismo salvaje no hace más que volver a los fuertes más fuertes, a los débiles más débiles y a los excluidos más excluidos. Se necesita gran libertad, ninguna discriminación, no demagogia y mucho amor. Se necesitan reglas de comportamiento y también, si fuera necesario, intervenciones directas del Estado para corregir las desigualdades más intolerables».

Santidad, usted es ciertamente una persona de gran fe, tocado por la gracia, animado por la voluntad de relanzar una Iglesia pastoral, misionera, regenerada y no temporalista. Pero por cómo habla y por cuanto yo entiendo, usted es y será un Papa revolucionario. Mitad jesuita, mitad hombre de Francisco, una unión que tal vez jamás se había visto. Y además le gusta los «Promessi Sposi» de Manzoni, Hölderlin, Leopardi y sobre todo Dostoevskij, la película «La strada» y «Prova d’orchestra» de Fellini, «Roma città aperta» de Rossellini y también las películas de Aldo Fabrizi.

«Me gustan porque las veía con mis padres cuando era niño».

Eso. ¿Puedo sugerirle que vea dos películas que han salido hace poco? «Viva la libertà» y la película sobre Fellini de Ettore Scola. Estoy seguro de que le gustarán. Sobre el poder le digo: ¿sabe que con veinte años hice un mes y medio de ejercicios espirituales con los jesuitas? Estaban los nazis en Roma y yo había desertado del alistamiento militar. Éramos punibles con la condena a muerte. Los jesuitas nos acogieron con la condición de que hiciéramos los ejercicios espirituales durante todo el tiempo en que estuviéramos escondidos en su casa y así fue.

«Pero es imposible resistir a un mes y medio de ejercicios espirituales», dice él estupefacto y divertido. Le contaré la continuación la próxima vez.

Nos abrazamos. Subimos la breve escalera que nos separa del portón. Ruego al Papa que no me acompañe, pero él lo excluye con un gesto. «Hablaremos también del papel de las mujeres en la Iglesia.

Le recuerdo que la Iglesia es femenina».

Y hablaremos si usted quiere también de Pascal. Me gustaría saber qué piensa de esa gran alma.

«Lleve a todos sus familiares mi bendición y pida que recen por mí. Usted acuérdese de mí, acuérdese a menudo».

Nos estrechamos la mano y él se queda quieto con los dos dedos alzados en señal de bendición. Yo le saludo desde la ventanilla.

Este es el Papa Francisco. Si la Iglesia se vuelve como él la piensa y la quiere habrá cambiado una época.

 © Libreria Editrice Vaticana

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Mirada al mundo


Colombia: ¡No más guerra, solo cabe la paz!
Enérgico comunicado del VI Congreso Nacional de la Reconciliación

Por Redacción

LIMA, 05 de octubre de 2013 (Zenit.org) - ¡Colombia no quiere más guerra, solo quiere y espera la paz! Con estas palabras enérgicas pero a la vez esperanzadores, los participantes del VI Congreso de la Reconciliación convocado por la Conferencia Episcopal de Colombia, a través del Secretariado Nacional de Pastoral social en Colombia hicieron una invitación al Estado para que promueva la transformación de las prácticas políticas del país, "permitiendo cambios estructurales, superando la inequidad y dando una mayor participación de la sociedad".

En el mismo Comunicado, los participantes hicieron un llamado urgente a la mesa negociadora que se reùne en La Habana (ndr entre el gobierno y las fuerzas rebeldes), para que avancen de manera decidida y concreta en las negociaciones y se lleguen a acuerdos que lleve al fin del conflicto.

"Avanzar en forma decidida y concretar las decisiones para poner fin al conflicto armado, para que lleguen a acuerdos que realmente pongan fin al conflicto armado. El pueblo colombiano clama por el fin de la violencia armada y por la solución a la crisis humanitaria que sufre el país", reza el Comunicado.

En su mensaje hacen una invitación al Estado para que promueva la transformación de las prácticas políticas del país, permitiendo cambios estructurales, superando la inequidad y dando una mayor participación de la sociedad.

Al respecto de los diálogos en La Habana invitan al Gobierno a garantizar que los acuerdos que se adelanten en La Habana sean realmente participativos, incluyentes y democráticos.

"Se debe garantizar que el proceso de refrendación de los acuerdos de La Habana sea realmente participativo, incluyente y democrático".

El Comunicado hace además, un llamado a los actores armados para que respeten la vida, la libertad e integridad de las personas.

El VI Congreso Nacional de Reconciliación cuyo lema fue: "conversaciones para la construcción de paz", se realizó en Bogotá del 30 de septiembre al 02 de octubre. Contó con la participación de todas las regiones de Colombia, obispos, sacerdotes, religiosas y alrededor de seiscientos líderes y lideresas, quienes se reunieron para profundizar en la reflexión sobre los desafíos para alcanzar la reconciliación y la paz en el país.

El evento fue clausurado por monseñor Nel Beltrán Santamaría, obispo de Sincelejo y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social. 

El Comunicado completo puede leerse aquí

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Uruguay: Todo listo para "La Fiesta de la Fe"
Fecha coincide con el bicentenario del nacimiento del siervo de Dios Jacinto Vera
LIMA, 05 de octubre de 2013 (Zenit.org) - La arquidiócesis de Montevideo celebrará este domingo 6 de octubre lo que se ha denominado ”La Fiesta de la Fe”, el mismo año en que se celebra el bicentenario del nacimiento del Siervo de Dios, monseñor Jacinto Vera, "un testigo y modelo de la fe en Cristo", como se informa a los medios.

Mediante este encuentro, Montevideo propone que se encuentren adultos, jóvenes, y niños, para vivir una verdadera fiesta, "donde lo que hay que llevar es un corazón dispuesto a compartir la fe".

En la oportunidad se ofrecerán testimonios de fe y se compartirán gran parte de las obras que Iglesia de Montevideo ofrece como fruto de esa fe que obra en la caridad.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Argentina: Matrimonio y familia, el espacio para ejercitar la cultura del encuentro
La Doctrina Social de la Iglesia ilumina los desafíos contemporáneos

Por Redacción

LIMA, 05 de octubre de 2013 (Zenit.org) - El arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik, OFM Cap, destacó la muy estrecha relación que existe entre laico, familia y Doctrina Social de la Iglesia (DSI), en una conferencia magistral en el marco del Encuentro Nacional de Doctrina Social de la Iglesia que se realizó el miércoles 18 de septiembre en las instalaciones de la Universidad Católica de Santa Fe (UCSF), de la capital santafesina.

En informaciones divulgadas por el Celam se supo que el alto prelado recordó –tomando como fundamento el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia- que “el compromiso social de los fieles laicos es el servicio a la persona humana y a la promoción de su dignidad, como el don más precioso que posee” y precisó que “esa promoción implica, ante todo, la afirmación del inviolable derecho a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural; el reconocimiento de la dimensión religiosa del hombre; el derecho a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa; y en el actual contexto cultural, adquiere especial urgencia el compromiso de defender el matrimonio y la familia”.

Em otra parte de su intervenciòn señalò que este servicio “se trata de una tarea esencial, es más, en cierto sentido es la tarea central y unificante del servicio que la Iglesia, y en ella los fieles laicos, están llamados a prestar a la familia humana. Al respecto, el primer criterio de discernimiento para actuar ese servicio consiste en el compromiso y en el esfuerzo por la propia renovación interior, porque de la conversión del corazón brota la solicitud por el hombre amado como un hermano. Y para completar este criterio se afirma taxativamente que los fieles laicos deben trabajar a la vez por la conversión de los corazones y por el mejoramiento de las estructuras”.

El arzobispo correntino advirtió también sobre “la turbulencia cultural en la que se encuentra el matrimonio y la familia, la cuestión de fondo está en la concepción misma de la persona humana” y ratificó que, “según el designio de Dios, la pareja constituye la expresión primera de la comunión de las personas, de allí que la familia es considerada como `el lugar primario de la humanización de la persona y de la sociedad’ y ‘cuna de la vida y del amor’. De allí la importancia de la familia para la persona y para la sociedad”.

Tras afirmar con palabras del beato Juan Pablo II que “la familia es la primera estructura fundamental a favor de la ‘ecología humana”, subrayó que la familia se “convierte también en la base para la convivencia social”, por lo que ha de ser prioridad de la sociedad y al Estado.

Por último, monseñor Stanovnik citó un reciente discurso pronunciado por el papa Francisco en Brasil, en el que insistió sobre “la cultura del encuentro”, a la que consideró “una enorme deuda que pesa sobre nuestro pueblo. Todos sabemos que la persona se capacita o se anula para encontrarse con otras en la familia. La cultura del ‘descarte’ –trágico resultado del desencuentro entre las personas–, de la que también habló mucho el Santo Padre, tiene sus primeros pasos en la familia: allí debemos preguntarnos qué lugar le damos al anciano y al niño; cuánto escuchamos a los hijos adolescentes y qué tiempo pasamos con ellos; y cómo se tratan los cónyuges entre sí. La sociedad no es más que el reflejo de la cultura de los vínculos que se practica en el matrimonio y en la familia”.

“El único modo de que una persona, una familia, una sociedad, crezca; la única manera de que la vida de los pueblos avance, es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y todos pueden recibir algo bueno a cambio. Por eso, la exhortación del Papa fue contundente: ‘Ser servidores de la comunión y de la cultura del encuentro’. El matrimonio y la familia son la usina central y básica donde se genera ese servicio de comunión y se ejercita la cultura del encuentro”, concluyó.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Los Legionarios de Cristo tendrán su Capítulo General en 2014
El cardenal De Paolis convocó a la congregación para el 8 de enero

Por Redacción

ROMA, 05 de octubre de 2013 (Zenit.org) - El cardenal Velasio De Paolis, delegado Pontificio para la Legión de Cristo y el Regnum Christi, escribió una carta a los Legionarios de Cristo este 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís, en la que anuncia la celebración del Capítulo General Extraordinario previsto ya por el santo padre Benedicto XVI en su carta de nombramiento como delegado del 16 de junio de 2010.

El Capítulo General dará inicio el 8 de enero de 2014 en Roma, en la sede de la Dirección General de los Legionarios de Cristo. Sus tareas principales serán concluir la revisión de las Constituciones de los Legionarios de Cristo y la elección de un nuevo gobierno general del instituto religioso, como se indicó en la carta del papa Francisco del 19 de junio de 2013. 

El Capítulo General será presidido por el Delegado Pontificio. Participarán algunos sacerdotes legionarios en virtud del oficio que desempeñan (el director general; los miembros del consejo general; el administrador general; el procurador general; el secretario general; el prefecto general de estudios y los nueve directores territoriales).

El resto de los representantes será elegido por los legionarios de los diferentes territorios y serán un poco más de dos terceras partes de los padres capitulares. El total de legionarios en el Capítulo General será ligeramente superior a los sesenta. De este modo, el Capítulo representa a todo el instituto.

En su carta, el cardenal De Paolis establece la modalidad y fechas de las elecciones de los delegados de los diferentes territorios en los que se divide la Congregación. El mismo Capítulo determinará la agenda de los otros temas que se abordarán y el calendario que seguirá y se prevé que el Capítulo concluya a finales del mes de febrero.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Cáritas del Perú: 58 años al servicio de los más necesitados
Las celebraciones incluye un programa de profundización en la fe

Por Redacción

LIMA, 05 de octubre de 2013 (Zenit.org) - Al celebrar 58 años de vida institucional y dentro de la clausura del Año de la Fe, Cáritas del Perú realizó esta semana que termina una serie de actividades dentro de un ciclo de formación y reflexión, denominado: “La Fe vive en el corazón del hombre cristiano”, que según informa el ente eclesial, "constituyen un tiempo de gracia para crecer en humanidad y en la Fe, como hijos e hijas de la Iglesia". 

Las actividades se iniciaron el 2 de octubre, con una ponencia de monseñor Pedro Hidalgo, ex rector de la Facultad de Teología y Pontificia de Lima, acerca de “La Fe en el magisterio del papa Benedicto XVI y del papa Francisco”. En tanto, el 3 de octubre, el padre Ciro Quispe López, catedrático de Sagrada Escritura de la Facultad de Teología y Pontificia de Lima, tuvo a su cargo la ponencia sobre: “La Fe en el contexto actual”.

Finalmente, este viernes 4, culminó la semana de reflexión con la intervención de monseñor Richard Alarcón Urrutia, obispo de Tarma y presidente de Cáritas del Perú, quien disertó sobre “La Fe como respuesta ante el mundo actual”. 

Cáritas en el Perú fue fundada el 4 de octubre de 1955 con el nombre de Cáritas Peruana, siendo nombrado presidente el señor nuncio apostólico en el Perú, monseñor Francisco Lardone. En 1959, el cardenal Juan Landázuri Ricketts, arzobispo de Lima y primado del Perú, asumió la presidencia con la denominación Cáritas del Perú.

La acción de Cáritas del Perú se enmarca dentro de la labor socio-pastoral de la Iglesia Católica y depende directamente de la Conferencia Episcopal Peruana. Cuenta con 47 obispos asociados, los que a su vez nombran un Directorio integrado por 8 miembros, uno de los cuales la preside.

Hoy, Cáritas del Perú cuenta con una Red de 48 Cáritas Diocesanas que desarrollan su tarea de promoción humana integral a los largo y ancho del país. 

Para conocer más aquí

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Homilética


Comentario evangelio XXVII Domingo

Por Don Antonello Iapicca

TAKAMATSU, 05 de octubre de 2013 (Zenit.org) - La Iglesia está en el mundo como "una morera arrancada y trasplantada en el mar", revela lo imposible que va más allá de las leyes de la naturaleza. ¿Cómo puede un árbol echar raíces en el agua? Nunca se ha visto. La naturaleza ha caído bajo el peso del pecado. ¿Es natural tener a dos padres o dos madres? ¿Es natural que una madre mate al hijo que lleva en su seno? ¿Es natural odiar, sentir rencor, mentir? ¿Es natural ofrecerse a sí mí mismo cada cosa y persona, incluso hasta el cuerpo de la propia esposa? Ciertamente que no, no es natural, nos hace mal, nos intoxica el alma y nos sentimos morir.

Es innatural lo que parece natural, porque "Dios no ha creado la muerte y en las criaturas del mundo no hay veneno de muerte... Dios ha creado el hombre para la incorruptibilidad, lo ha hecho a imagen de su misma naturaleza" (cfr. Sab 1,13ss).

Pero hoy vemos y experimentamos que justamente el "veneno de muerte" es lo que corre en nuestras venas, como también en las de la naturaleza y de la sociedad: un terremoto, un tifón, un cáncer como un divorcio o un aborto, describen una naturaleza herida y destinada a la corrupción, porque "por la envidia del diablo la muerte ha entrado en el mundo y la experimentan los que le pertenecen" (cfr. Sab). No es religiosamente correcto – hoy en día estas cosas no se dicen... - pero es así: muchos de nosotros pertenecen al diablo; alguien, quizás tú y yo, nos hemos atado a él creyendo en sus mentiras. Un árbol plantado en la tierra es la imagen de eso: creado por Dios como cosa buena, tendiendo las raíces en la tierra participa de la corrupción inyectada por el demonio. Aunque grande, bonito y robusto, un día morirá y se secará. Así mismo, creados como cosa muy buena, los hombres han echado raíces en el suelo maldito por causa del demonio.

Pero Dios no ha dejado que las cosas quedasen así. Se ha entregado a sí mismo a la corrupción del sepulcro que correspondía a esta naturaleza, para devolvernos la incorruptibilidad de su vida divina. Ha entregado a su Hijo a esa muerte que aferra cada instante de nuestra historia, para destruirla con su amor. Con el perdón de su cruz ha neutralizado el veneno mortal del demonio, y "la fe" ha llamado a la puerta de la humanidad.

Ella, la fe, es el regalo ofrecido a cada hombre para que pueda apoyarse en el amor de Dios y experimentar el "trasplante" de un corazón nuevo, como la "morera arrancada" de las garras de una tierra ya corrompida y "trasplantada en el mar". Ello es imagen del seno materno de la Iglesia, la pila bautismal, dónde un hijo de Dios puede renacer, vivir y crecer en la misericordia: un hombre salvado de la muerte, que pueda vivir donde la naturaleza lo impediría. Un hombre renacido que sabe querer más allá de la barrera del rencor y los celos.

También tú y yo hemos "sido trasplantados" al Reino de Jesús. Él es la "morera" que ha tendido sus raíces en el mar de la muerte para elevarse hasta al cielo de la vida. Con Él podemos entrar en el misterio de la Pascua que enciende la "fe" capaz de cumplir lo imposible: una vida más allá de la muerte.

Por eso, no se trata de "aumentar la fe", basta una pizca como un "grano de mostaza", el más pequeño entre todas las semillas; la fe es un camino, no es algo mágico que llueve del Cielo, sobre uno sí y sobre otro no, porque Dios no hace preferencia de personas. Como no existe quien tiene más y quién tiene menos fe: existe quien se ha abierto a la Gracia acogiéndola, y quién ha endurecido el corazón rechazándola; quién se ha dejado conducir por la Iglesia y quién no. La fe, en efecto, como una semilla echada en el terreno de vida, solicita nuestra libertad, para acoger, gracias a ella, la posibilidad de una vida nueva. Luego, como el proceso biológico de una semilla, la fe necesita una iniciación cristiana que la haga madurar hasta llegar a ser adulta.

Es imposible pedirle a un hijo obedecer y a un marido entregarse si no tienen una fe adulta. Tan imposible como decir a un árbol que se "trasplante" por sí mismo. Es inútil. Cuando aparece la muerte, el hombre sin fe escapa, y no puede hacer otra cosa. Siempre buscará aquello que sea para sí mismo su propio "útil", ganar algo, viviendo para sí mismo en un egoísmo desenfrenado. Aunque amar era "nuestro deber", pues para eso fuimos creados. Pero, para una naturaleza herida por el pecado, el amor es innatural. Quien camina con la Iglesia lo sabe, se conoce a sí mismo y también el amor de Dios; ha visto la fe crecer en sus frutos aparecidos donde era impensable.

También nosotros hemos experimentado la alegría y la plenitud de vivir donándonos "sin utilidades" - sin ganancia - según el sentido del término griego traducido con "inútiles (simples)." Ciertamente, así torpes y débiles, somos "puro obstáculo" a la obra de Dios, como dijo S. Ignacio. Pero "inútiles" no, sino todo el revés. Para enseñar su amor, Dios ha elegido justo lo que es "inútil" según el mundo. Nos ha elegido a nosotros, débiles y heridos, incapaces de amar para que, en la gratuidad de la cual sólo es capaz quien la ha experimentado, resplandezca la Gracia de su amor y no la utilidad y capacitad humana: transformados en siervos en el Siervo, podemos vivir de acuerdo con el plan con el que Dios nos ha creado.

Por eso, así como nadie "de nosotros" haría hacer a una cuidadora (de ancianos) algo diferente para lo cual ha sido empleada, así Dios, después de habernos "arrancado" del demonio para pertenecerle a Cristo, no puede llamarnos a vivir de otra manera que la de su Hijo. No lo envió al mundo a ser político o filósofo, sino para ser el Siervo crucificado, "hasta el final". Después de haber "arado y cuidado el ganado" desde Galilea hasta Jerusalén "cumpliendo con su deber", sobre la Cruz, Jesús ha "cumplido" la obra que el Padre le "ordenó": con la "túnica recogida" lavó los pies de sus apóstoles, limpiando todos sus delitos; y así "sirvió" al Padre el banquete mejor: la vida perdonada y rescatada de cada hombre.

Esto es lo que Dios ha pensado para nosotros: no nos hace "sentar a la mesa" antes de haber ofrecido la vida por los hermanos: somos siervos y lo seremos hasta al último respiro, hasta que no entremos en el Paraíso. Otras recompensas no son previstas. Tampoco los paraísos artificiales, ni las jubilaciones full optional, con zapatillas y televisión incluidas; pero sí nos esperan los sufrimientos del apóstol, y luego enfermedades y muerte: la vida de un siervo que pertenece a su Dueño por toda la eternidad y por eso lo sirve en cada hombre que encuentra.

Con Cristo estaremos de rodillas delante de cada persona, a "preparar la cena, con la túnica recogida, para servirlas hasta que hayan comido y bebido." Estamos llamados con la Iglesia a "cuidar y pastorear el rebaño" que nos ha sido confiado y a "arar" la tierra de todos con el anuncio del Evangelio; hemos sido enviados a conducir la familia, los amigos, los compañeros a "comer y beber" el amor de Cristo, "trasplantando" su vida en el Reino de Dios. Sin otro "útil" que el Evangelio y la alegría de gozar con ellos la vida celeste, donde el Señor nos hará sentar a su mesa y nos servirá, cuando "volvamos" del campo de la vida, heridos y exhaustos.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Cómo mejorar nuestra predicación sagrada
Columna del P. Antonio Rivero, L.C. Doctor y profesor de Teología y de Oratoria en el Seminario Mater Ecclesiae en São Paulo, Brasil

Por Antonio Rivero

BRASILIA, 05 de octubre de 2013 (Zenit.org) - ¿La homilía escrita?

- Ventajas: si es escrita no se divaga, implicaría responsabilidad.

- Desventajas: podría perder espontaneidad y naturalidad, parece que esa homilía no ha nacido de su vida espiritual, el oyente no presta tanta atención.

- ¿Qué concluir? Ciertamente hay que evitar la improvisación. Pero un discurso no es un escrito. Llevar la homilía preparada, sí, pero no perder el contacto con el auditorio, y tratar de memorizarla, si es posible. Otros prefieren llevar un esquema solamente. Cada quien es libre, pero lo que sí hay que hacer es preparar la predicación durante la semana.

¿Homilía participada?

La misa dominical no parece la ocasión más propicia para hacer una homilía “participada”, es decir, haciendo alguna pregunta en aquellos que me escuchan. Sólo en el caso de una misa a la que asista poca gente y habitualmente la misma, podría hacerse. Pero incluso en este caso, el celebrante debe procurar que sea realmente una homilía y no una simple yuxtaposición de sentimientos subjetivos (sin olvidar que casi seimpre son unos pocos los que hablan y más lo que callan).

¿Cuánto tiempo?

Si es homilía, es preferible la brevedad que el alargarse y cansar. Dicen los expertos que difícilmente es posible conservar la atención más allá de diez minutos, especialmente en nuestra cultura basada más en imágenes visuales que en palabras. A menudo una homilía larga es fruto de no haberla preparado debidamente. Hay que salpicar la homilía con dos ejemplos que ayuden a renovar la atención.

Si es discurso o charla, puede durar una hora. La gente ya viene dispuesta a escuchar ese tema de interés que tú propones, ya sea tema de fé, de moral o científico y educacional. Se puede hacer uso de diapositivas o slides, en forma de esquemas atractivos y esquemáticos. Pero será la expresividad y el entusiasmo del predicador, lo que más agradecerán quienes escuchan.

¿Cómo preparar un esquema de predicación?

- El objetivo: es la finalidad de esa predicación que, aunque no la nombro, sin embargo cuanto digo está dirigido a ese objetivo.

- La introducción: no debe ser larga. Se logra una buena introducción con un hecho, una noticia, una vivencia, un buen nexo con los domingos anteriores.

- El tema: cierra la introducción. Es la idea central de las lecturas bíblicas de ese domingo. Los clásicos lo llamaban proposición. Ese tema puede estar dividido tres

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


Santa Faustina Kowalska
«Esta mística es mundialmente aclamada como apóstol de la Divina Misericordia, cuyo culto propagó. Maestra de la vida espiritual, profeta de nuestro tiempo y secretaria de Jesús misericordioso»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 05 de octubre de 2013 (Zenit.org) - Helena Kowalska nació el 25 de agosto de 1905 en Glogowiec, Polonia, en el hogar de una familia de campesinos, piadosos practicantes. Fue la tercera de diez hermanos. Espiritualmente fue forjada en la fe sobre todo por su madre. Y desde su más tierna infancia manifestó una inclinación religiosa que se apreciaba en su comportamiento. Los suyos conocían perfectamente sus prácticas de oración, la tendencia a procurar todo el bien posible a su alrededor y su marcada predilección por las vidas de santos que le gustaba leer y compartir con otros niños de su edad. A los 7 años fue sellada por la experiencia del amor de Dios. Antes de ir a la escuela, su padre le había enseñado a leer. Luego añadió lo que pudo aprender en la escueta formación académica que recibió, que no llegó a tres años. Los escasos recursos para tan numerosa familia demandaban la pronta ayuda de los hijos mayores. Y ella con 16 años tuvo que ganarse el sustento como empleada de hogar y dependienta. Trabajó en varios hogares y localidades diversas.

Soñaba con la vida religiosa, y en las contadas ocasiones que viajó a su casa paterna expuso este anhelo, recibiendo siempre una negativa como respuesta. En una de ellas ya tenía 18 años. Fue entonces cuando pasó por un corto periodo de tiempo en el que las diversiones ocuparon su tiempo. En su Diario explicó que de ese modo trataba de sofocar las constantes invitaciones que recibía de lo alto para mudar sus hábitos. Pero la predilección divina se extendió sobre ella. Un día en una fiesta, mientras bailaba, vio al divino Redentor lleno de llagas; poniéndose a su altura, le dijo: «Helena, hija mía, ¿cuándo cesarás de ignorarme y cuánto más estarás alejada de mi lado?». Profundamente turbada, como no podía ser menos, acudió presurosa a la catedral de San Estanislao de Kostka. Cristo se manifestó explícitamente ante la pregunta acuciante de la joven, ansiosa por saber qué debía hacer: «Ve inmediatamente a Varsovia; allí entrarás en un convento».

En esa época la dote era condición imprescindible para ingresar en él. Solo cabía la fe, ya que de ningún modo poseía la cantidad exigida. Pero su confianza en Dios no tenía fisuras, y con ella tocó las puertas del convento de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia. Para reunir la suma necesaria aún tuvo que trabajar otro año más. Por fin, en 1925 pudo cumplir la indicación de Cristo integrándose en la vida religiosa; tomó la iniciativa sin contar con la venia de sus padres. Ahora bien, no le resultó fácil la consagración. Le acuciaron las tentaciones de volver al mundo y de mirar retrospectivamente su pasado. Cristo le instó a mantenerse fiel para superar las sombras que se cernían sobre ella y, una vez disipadas con su gracia, siguió el camino trazado desempeñando tareas de cocinera, jardinera y portera. El 30 de abril de 1926 profesó en Cracovia con el nombre de Faustina del Santísimo Sacramento, nombre que se le reveló durante el acto litúrgico.

Era humilde, sencilla, trabajadora, muy alegre. Durante el primer año de noviciado vivió la experiencia de la «noche oscura». Hacia mediados de 1930 y después de haber pasado por casi todas las casas de la Orden, llegó al convento de Płock. En febrero de 1931 recibió la primera revelación. En ella Cristo le pedía: «Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma: 'Jesús, en Ti confío'. Deseo que esta imagen sea venerada primero en su capilla y [luego] en el mundo entero». Esta imagen fue realizada en 1935 por Eugene Kazimierowski siguiendo sus indicaciones. Es venerada en Ostra Brama, Vilma, aunque la más conocida es obra de Adolf Hyla, que la pintó en 1943 en agradecimiento por haber preservado a su familia de la guerra.

Progresivamente, y en sucesivas manifestaciones, Cristo confiaba a Helena la devoción y ejercicio de la virtud de la misericordia: «Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo, ni excusarte, ni justificarte. Te doy tres formas de ejercer misericordia al prójimo: la primera, la acción; la segunda, la palabra; la tercera, la oración. En estas tres formas está contenida la plenitud de la misericordia y es el testimonio irrefutable del amor hacia Mí». En una ocasión, después atender a un enfermo de gravedad, el Redentor le dijo: «Hija mía, me has dado una alegría más grande haciéndome este favor que si hubieras rezado mucho tiempo». Ella respondió: «Si no te he atendido a Ti, oh Jesús mío, sino a este enfermo». Cristo corroboró el alcance de esa virtud: «Sí, hija mía, cualquier cosa que haces al prójimo me la haces a Mí».

Estas revelaciones fueron marcando su vida mística, sellada por profunda aflicción: «Experimento un terrible dolor cuando veo los sufrimientos del prójimo. Todos los dolores del prójimo repercuten en mi corazón, llevo en mi corazón sus angustias de tal modo que me agotan incluso físicamente. Quisiera que todos los dolores cayesen sobre mí para llevar alivio al prójimo». En medio de ello, Cristo la consolaba. Su director espiritual el beato Miguel Sopoćko fue de inmensa ayuda para dilucidar cuánto había de verdad en sus experiencias místicas, y qué debía hacer respecto a la fundación de una nueva Congregación como había percibido. En una de las locuciones Cristo le comunicó su deseo de que instaurase una Fiesta dedicada a la Divina Misericordia. Y ella impulsó esta devoción que contiene la «Coronilla a la Divina Misericordia», oración que Él mismo le dictó, haciéndole saber que quien la rezara recibiría gran misericordia en el momento de la muerte, entre otras gracias.

Mientras, su vida iba deteriorándose paulatinamente con lesiones diversas. La tuberculosis atacó sus pulmones y estómago. Y murió en Łagiewniki, Cracovia, el 5 de octubre de 1938. Había sido agraciada con numerosos carismas. Juan Pablo II la beatificó el 18 de abril de 1993, y la canonizó el 30 de abril de 2000. Determinó también que la Fiesta de la Divina Misericordia se celebre el primer domingo después de la Pascua de Resurrección.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba