12.10.13

El mártir que sí fue combatiente

A las 10:39 AM, por Santiago Mata
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Aunque las autoridades eclesiásticas han insistido en que se habla de mártires del siglo XX porque no fueron combatientes de la Guerra Civil Española, entre los que son beatificados mañana, hay uno que sí lo fue: Jerónimo Fàbregas Camí. A él me refiero en “Holocausto católico”.

En el Ejército Republicano

Fàbregas (Gerónimo en la documentación de posguerra que copio abajo, y Jeroni según la documentación de la Beatificación).

Fàbregas Camí, de 28 años, vicario de Vilabella (Tarragona), había sido ordenado en 1934. Una de las cosas que hizo en Vilabella fue organizar la cabalgata de Reyes, que dura hasta hoy. Permaneció allí hasta el 22 de julio, celebrando el entierro de una monja para salir luego a esconderse. Estuvo en casa Boronat y luego en Barcelona, con unos hermanos. Allí hizo una labor intensa, conforme a estas palabras que escribió: “Los sacerdotes que no hemos sido martirizados tenemos que suplir ese acto intenso concentrado de amor a Jesucristo con una vida realmente apostólica, abnegada, toda de Cristo”.

Cuando le llamaron al ejército, se presentó declarando ser sacerdote. Fue destinado al frente del Ebro, en la 14ª Brigada de la 45ª división internacional, acantonada en una casa llamada Mas d’en Puig, de la familia Pahí-Salvadó, donde celebraba misa a diario y confesaba a muchos soldados y les daba la comunión, especialmente cuando entraban en combate. Cuando la familia le preguntaba si no tenía miedo, contestaba: “Yo siempre les diré la verdad, y si por ser sacerdote me matan, afortunado de mí”. Un soldado describió por carta a su familia las celebraciones de Navidad y año nuevo de 1939. La carta cayó en manos de un comandante el 5 de enero y mandó detener a todos los “implicados” en el castillo de Vilafortuny. El día 13 se los llevaron hacia Santa Coloma de Queralt. El 19 por la mañana mataron a Fàbregas en Pla de Manlleu (Aiguamúrcia, Alt Camp). Con él fue fusilado Manuel Palau Blasi, que quizá fue el soldado que escribió la carta.

Este ejemplo pone sobre el tapete la conveniencia de conocer el contexto revolucionario-bélico de la persecución religiosa en que murieron estos mártires de 1934-39, pues como dijo Pío XI, más importante (y grave) que el hecho martirial, es el brutal fenómeno de que los hermanos se maten entre sí en una Guerra Civil y precisamente los mártires nos aportan una solución a ese problema endémico de España: el perdón.

Me despido, de camino a Tarragona, encomendando a mis lectores a la Reina de los Mártires.