12.10.13

 

Cuando hay que descubrir un Nuevo Mundo
o hay que domar al moro,
o hay que medir el cinturón de oro
del Ecuador, o alzar sobre el profundo
espanto del error negro que pesa
sobre la Cristiandad, el pensamiento
que es amor en Teresa
y es claridad en Trento,
cuando hay que consumar la maravilla
de alguna nueva hazaña, los ángeles que están junto a su Silla,
miran a Dios… y piensan en España.

(J.M. Pemán, Poema de la Bestia y el Angel, fragm.)

Yo comprendo que al estar compuesto este portal-familia mayoritariamente por españoles, casi sin querer, crean que no vale la pena insistir en el tema, pues tanto les han censurado de aquí y de allá, que como quien dice, parece que se tratara de soberbia o vanagloria…

Permítanme entonces que alejada de esos sentimientos, y en cambio henchida el alma de gratitud y santo orgullo por haber nacido en esta América Hispana, hoy comparta algunas ideas, que pongo a los pies de Nuestra Señora del Pilar y de Santiago.

Pienso que ante todo, los españoles de hoy deben comprender que la “cuestión” de España excede con creces a los españoles; porque se trata de un misterio que no “cabe” en límites geográficos, sino que involucra a todo hijo de la Iglesia. Yo, argentina, aunque con sangre también francesa e italiana, hoy me visto de fiesta rojigualda, y me dan ganas de salir a gritar por las calles “¡Viva España!, ¡Bendita sea por siempre nuestra Madre Patria!”, y pese a todas las tristezas, el alma se me llena de cascabeles y alleluyas, por un nuevo 12 de octubre, Fiesta gloriosa de la Reina de la Hispanidad.

Tanto se ha escrito, tanto y tan bella y elocuentemente lo ha hecho Zacarías de Vizcarra, Ramiro de Maeztu, Vicente Sierra, Alberto Caturelli, el padre Alfredo Sáenz y muchos otros…y sin embargo, a algunos se nos vuelca el corazón para seguir cantando una eterna acción de gracias. Porque lo propio ante un misterio sagrado es contemplarlo, y seguir meditando en nuestro corazón sus enseñanzas, y sobre todo, descubrir en él los designios amorosos del Padre sobre los hombres.

Y como no se agota el misterio de la Encarnación al proclamarlo, ni se agotan las vidas de los santos, creo que hay que seguir mirando el resplandor con que esta fecha bendita fue enclavada por la Providencia en medio de la historia de los hombres, mostrando que Dios sigue escribiendo la Historia Sagrada, entrelazando almas y sucesos con los designios de Su Voluntad.

El sentido último de la historia será siempre, como señala el p. Julio Meinvielle, “una disputa entre Cristo y el diablo por apoderarse de los hombres”; uno por conquista de amor, el otro por medio de la esclavitud y del pecado.

Porque la historia, la historia de la realidad temporal de los pueblos, de su realidad pública y también política, debe significar el alto y supremo dominio que Dios ha puesto en manos de Cristo. Es cierto que los pueblos podrán rebelarse contra la pacífica dominación de Cristo. Pero aún entonces, para su ruina, los pueblos no podrán dejar de significar a Cristo. Porque la historia tiene una directa dependencia de Cristo, ya que toda ella debe significar como un sacramento el reino de Dios. Y lo significa sólo positivamente cuando se convierte en historia cristiana, en civilización cristiana, en Ciudad Católica. (El comunismo en la revolución anticristiana, Cruz y Fierro Editores, pag.9).

Desde la perspectiva miope, inmanentista, que vivimos, enferma de cronolatría historicista, cuesta entender las inscripciones en la eternidad. Por eso para amar la Hispanidad, es imprescindible aprender a levantar la mirada, como sin duda habrá hecho la bendita Isabel para secundar la propuesta del gran Almirante. Quién sabe si ella también entreviese un guiño de la Providencia en que ese hombre se llamara Cristóbal (“el que porta a Cristo”), y que fuese el encargado de traerLo a través de las aguas con sabor al Aqueronte, para rescatar las almas de los muertos que por siglos esperaban el beso redentor de la gracia.

Así lo ve el poeta venezolano Rafael María Baralt:

“¿Quién el furor insulta de mis olas?
¿Quién del mundo apartado y de la orilla
Entre cielos y abismos hunde la quilla
De tristes naves, náufragas y solas?
Las banderas triunfantes enarbolas,
En la mojada arena con mancilla
Miedo al mundo serán, no maravilla
Y ocaso de tus naves españolas”.
-El Mar clamó, pero una voz sonora,
“¡Colón!” –prorrumpe- y al divino acento,
Inclina la cerviz, besa la prora,
cruje el timón, la lona se hincha al viento
y Dios, guiando al nauta sin segundo,
a los pies de Isabel arroja un mundo.

 

Vistas así las cosas, todo cobra un nuevo sentido, y la comprensión de la historia no puede basarse en una sumatoria de datos, desprendidos de su vínculo espiritual, no siempre evidente para quien hurga en todo, los móviles mezquinos.

En el Descubrimiento y evangelización de América, en cambio, esas relaciones aparecen quizá con un resplandor tan grande, que uno no puede menos que encandilarse, sólo con remitirnos a que el día del bautismo de América, es Nuestra Señora del Pilar la que da a luz un continente para Cristo, por medio de España. Ésta, pues, es como el rostro visible del Cuerpo Místico, el icono arquetípico del espíritu misionero, que es el espíritu cristiano, atravesando mares y tormentas y expulsando demonios en Su nombre. Tal como Trento será para los siglos el rostro histórico de la Fidelidad y la defensa de la fe.

El misterio de España, pues, la excede por completo en tiempo y en espacio; ingleses ha habido y hay que reconocen su especialísima fisonomía, como Chesterton cuando señala que “Cuando se toma la historia de España en conjunto, se percibe a través de ella un espíritu cuyo verdadero y único nombre es libertad (…); es mejor que ningún otro país, el verdadero campo, el campo limpio de batalla entre las piezas espirituales de nuestro época…” (revista Ave María, 1933).

El poeta sudafricano de lengua inglesa, Roy Campbell, es capaz de confesar “España salvó mi alma”, a través de la obra de San Juan de la Cruz.

¿Podrían los católicos japoneses, o en las Islas Molucas, sentirse ajenos a España, cuando desde allí recibieron el bautismo de San Francisco Javier?

Y por supuesto, a los americanos nos implica de tal modo esta misión suya, que nos hace de manera especial sus hijos, incluso antes que de nuestras propias patrias, desviadas de su hispánico origen al amparo de principios masónicos y liberales, pero este será tema de otro día.

A los hispanoamericanos Dios nos ha regalado una Pascua especial: esta es la “nuestra”, el cumplimiento de la “promesa jacobea”; somos nosotros la simiente de Santiago, bautizados por la Reina del Pilar, y arropados por la Guadalupana. Yo no dudo en absoluto de la predilección de Nuestra Señora por España, y por extensión, claro, por los “polluelos” del Águila. Miren qué bellamente lo expresa el peruano José Santos Chocano:

Era una reina hispana…No sé ni quién seria,
ni cuál su egregio nombre, ni como su linaje;
sé apenas la elegancia con que de su carruaje
saltó, al oír a un niño que en un rincón gemía.

Y dijo: ¿Por qué lloras?… la tarde estaba fría,

y el niño estaba hambriento; la reina abrióse el traje,
y le dio el seno blanco, por entre el blanco encaje,
como lo hubiese hecho Santa Isabel de Hungría.

Es gloria de la estirpe la que dio su pecho
a aquel hambriento niño, que acaso sentiría
mas tarde un misterioso dinástico derecho;
Y es gloria de la estirpe, porque ese amor fecundo
con que la reina al niño le dio su seno un día
¡Fue el mismo con que España le dio su seno a un Mundo!

 

Lo cierto es que el sentido profundo de algunas realidades no puede depender de la sanción de leyes o de ridículas efemérides dictadas por el Nuevo Orden Mundial, como la que en nuestra pobre patria pretende llamar a este día el de la “Diversidad cultural”. Yo creo, por supuesto, que todo hijo bien nacido de la pila Bautismal (“útero de la Iglesia”, como se la llegó a llamar) debe seguir celebrando la unidad profunda a que somos congregados, por una misma Fe, en bellísimo mosaico. Y celebrarlo es buscar el modo de solemnizarlo, por supuesto, porque la guerra que vivimos es sobre todo, cultural. Las fiestas moldean un espíritu mucho más rápida y eficazmente que los libros y las bellas declamaciones.

Las fiestas y los signos, las imágenes, las formas, ya que no somos ángeles. No es casual que a nuestros colegios se les imponga a diestra y siniestra, la cantinela machacona del buen salvaje, y aprovechando la mezcla de ignorancia, hambre y snobismo, se inocule “paganismo originario” entre baile y baile, y artesanías indígenas de moda. En el fondo, lo que molesta es Cristo Rey; los “tolerantes” eso sí que no lo toleran. Y nosotros, católicos, no podemos ni debemos acostumbrarnos a este sistemático desprecio, ya institucionalizado. Se organizan marchas y se movilizan pueblos porque no hay seguridad, por temor a que a uno le roben…y no se reacciona muchas veces lo suficiente cuando se nos saquea y falsifica el alma.

No; no hay que acostumbrarse, ni plegarse a la farsa, para no perder jamás la gratitud, por este milagro renovado.

 

¿Y quiénes son los que hoy “no tienen nada que festejar”? Así como la Sierpe acecha el calcañar de la Mujer vestida de Sol, no puede sino odiar y emponzoñar preferentemente a sus hijos dilectos.

Es lógico entonces, que en los diversos combates de ayer y hoy a favor y contra España, sigan campeando dos banderas, aunque a veces camufladas.

Es comprensible que los promotores del indigenismo abominen de la gesta evangelizadora en América, y sean los mismos que hoy agravian a los mártires de la Guerra Civil. Porque tanto el siniestro paganismo precolombino como la perversión intrínseca del comunismo ateo, y el liberalismo demócrata de nuestras dirigencias, conforman, al fin y al cabo, diferentes modos de esclavitud, pero responden a un mismo amo, cuyo lema es “Non serviam”.

En la cristiana y crucificada Rumania, vio muy claro ese vínculo íntimo el joven Ion Motza, cuando le escribe a sus padres anunciando su viaje a España, durante la Guerra Civil:

El dolor es grande, inmenso, lo sé. Y me estremezco de preocupación al pensar que tal vez no tendréis las fuerzas suficientes para soportarlo.

Pero, queridos padres míos, procurad ver junto a vuestro dolor toda la belleza de nuestro gesto: ¡Se ametralla el rostro de Cristo! ¡Se bambolea el fundamento cristiano del mundo ¿Podíamos nosotros permanecer impasibles? ¿No es un gran beneficio espiritual para la vida futura el haber caído en defensa de Cristo? Así junto al dolor, no podréis menos de sentir una gran exaltación espiritual. Dios os dará fuerzas para soportar este sufrimiento y vencerlo.

Queridos padres: en vuestro dolor acordáos de lo que tuvieron que sufrir otros padres, como Moscardó, que asistió por teléfono al fusilamiento de su hijo (…). Así he comprendido el deber de mi vida. ¡He amado a Cristo y he marchado a la muerte por El! ¿Por qué os afligís más de lo debido, cuando yo tengo salvada mi alma en el reino de Dios? (…) Deseamos tomar parte en la lucha algún tiempo, tratándose de un signo vivo de unión cristiana entre los corazones de dos pueblos…”

En clave poética, lo expresará como nadie Pemán en el

Poema de los Conquistadores:
I
Llevaban la espiga y la rosa
Y los Mandamientos y el Ave María.
Era sembradura de luz y armonía
Lo que parecía
Ruidosa
Galopada de Muerte y Dolor.
Estuvo el Señor
Apretando los brazos de España
Con viento de llano y de sierra,
Durante ocho siglos para aquella hazaña
De cíclopes…
Tierra
Prometida: ¡cómo te quisieron!
Ocho siglos de ronda te hicieron
Los conquistadores.
Ocho siglos duró aquel momento
De la Gran Promesa:
Noviazgo de un Mundo. Viejo Testamento.
Lección de ambiciones…
Y luego: ¡la empresa!
……
II
Fiesta, gozo y luces del Renacimiento:
¡Qué estrecha es la tierra!¡Qué ancho el Pensamiento!
Sin la dura España, brazo de gigante, corazón de mozo,
¿dónde te cabría la risa y el gozo?
Para el despilfarro de tus altos sueños, Pródigo y Poeta,
¡España ha agrandado el planeta!
……
Y tú niega a Cristo, fray Martín Lutero:
Mientras que tú arrasas, siembra el misionero.
Y tú, Juan Jacobo, blando y soñador
Del río y la flor,
Sé de la gran Duda profeta y maestro…
¡Por el Amazonas se oye el Padrenuestro!
A orillas del Sena, la Razón se dice triunfante y señora;
A orillas del Plata se levanta un Cáliz vestido de aurora.
Mientras canta un mundo, vela otro, callado, junto al candelero,
En las catacumbas de otro año primero.
Mientras se emborracha con la escandalosa
Canción nueva un mundo lleno de ufanía,
Hay todo un Imperio que guarda la rosa
Y el Ave María.

III
Y acertaste, España, guardando en tus manos
La intacta blancura de tu flor de novia.
¿No era el lema “un dulce vivir libre y blando”?
¿No era el albedrío la única Verdad?
Unos hombres grises, con hoscas caretas, se encorvan labrando
Tumba de trincheras a la Libertad.
Escúchalo, España: galopan caballos, retumba el cañón.
¡Mira si era tuya toda la razón!
¡Frente al mundo oscuro de los gavilanes
alcemos un grito de amores sin fin!
Mundo de dolores, muertes y locura,
Por el Occidente se oye una voz pura:
La América virgen y la España aún llena
Del temblor del Ebro, Huesca y Teruel,
Te ofrecen el oro de esta paz serena
con las joyas de Doña Isabel.
Toda Europa es grito de feria y mercados.
Retumban cañones, se rizan banderas,
Pregona uno: ¡Sangre! ¡Vidas y soldados!
Y otro: ¡Minas!¡Costas!¡Petróleo!¡Fronteras!
Y se viste de lutos el día.
Y se mustia de penas la esposa.
Y el uno: ¡Abrid paso a mi luz victoriosa!
Y el otro: ¡Adelante, que la tierra es mía!
Y nosotros, tercos: ¡Por amor : la rosa,
La rosa, la rosa… y el Ave María!

Y la beatificación de los mártires, en estos días… ¡Señor! ¡Que es como una suelta de miles de palomas hacia el cielo sin una sola nube, en medio de tanta bruma! No dejemos pues, que nos empañen la fiesta los que no lo comprenden…y tratan de escamotear nombres, de acallar corazones, y de plegar banderas. ¡Ellos se pierden el gozo de esta hora de apoteosis de la fe, como una diadema más para la corona de la Iglesia! Y sin duda los mártires interceden por los españoles tibios u hostiles de hoy, como han intercedido ayer por sus verdugos.

Aquí, junto a los buenos amigos, festejaremos sin disimulo con el corazón en la ceremonia de beatificación, porque esta dicha nos atañe, y mucho.

La hispanidad, misión inconclusa: Así titula el p. Alfredo Sáenz un artículo suyo del que seleccionamos unos párrafos:

Se va haciendo cada vez más apremiante volver a descubrir a América, es decir, quitarle sus maquillajes, sus disfraces y máscaras falaces, para poder reencontrar su verdadera esencia. Afirma de Maeztu que, por desgracia, la mayor parte de los países de Hispanoamérica parecen tener ahora dos patrias ideales, aparte de la suya. La una es Rusia soviética; la otra, los Estados Unidos. Son los dos grandes señuelos actuales. Para las masas, los obreros, los universitarios de izquierda, la revolución bolchevique; para los políticos y los economistas, los empréstitos norteamericanos. O el culto de la revolución o la adoración del bienestar. Dividida su alma por estos ideales antagónicos, ambos exóticos, extranjeros a su alma, los pueblos hispánicos no hallaran sosiego sino cuando se reencuentren con su vocación inicial, cuando retornen a su centro de gravedad, que es la hispanidad. (…)

Los argentinos hemos de ser más argentinos; los colombianos más colombianos. Y no lo lograremos sino somos a la vez más hispánicos, pues la Argentina y Colombia son, es cierto, nuestras respectivas tierras, pero la Hispanidad es nuestra común raíz espiritual, el mismo que la condición de nuestra presencia peculiar en el mundo. Debemos retomar la antorcha de nuestra misión, una misión interrumpida por el espíritu de la Revolución moderna, de la Revolución anticristiana, retomar las esencias de los siglos XVI y XVII: su mística, su religión, su moral, su derecho, su política, su arte, su función civilizadora, Para Proyectarnos a la construcción de un futuro mejor. Se tralla de una obra a medio hacer, de una misión inacabada.

Los últimos Papas nos incitan a ello. Pio XII dijo a España: “España tiene una misión altísima que cumplir. Pero solamente será digna de ella si logra totalmente de nuevo encontrarse a el misma en su espíritu tradicional y en aquella unidad que solo sobre tal espíritu puede fundarse. Nos alimentamos, por lo que se refiere a España, un solo deseo: verla una y gloriosa, alzando en sus mano poderosa una Cruz rodeada por todo este mundo que, gracias principalmente a ella, piensa y reza en castellano, y proponerla después como ejemplo del poder restaurador, vivificador y educador de una fe. . . “
Dice por otra parte el beato Papa Juan Pablo II: “Yo. obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu Historia y benéfica tu presencia en los demás continentes".

De Maeztu propiciaba la reaparición de “los caballeros de la Hispanidad". También de los poetas, ya que no hay nación sin poesía: “Si la plenitud de la vida de los españoles y de los hispánicos está en la Hispanidad, y del recobrar de su conciencia histórica tendrán que surgir los poetas que nos orienten con sus palabras mágicas.. . Nuestros guerreros de la Edad media crearon la que fue talismán de la victoria: ¡Santiago, y cierra España!. En el siglo XVI pudo crearse, como lema del esfuerzo hispánica, la de: “La Fe y las obras. . . ” Los caballeros de la Hispanidad tendrán que forjarse su propia divisa. Para ello pido el auxilio de los poetas….”

Las lides más profundas no son con los gobiernos, títeres de turno del Nuevo Orden Mundial. Sí, en cambio, hay que montar guardia contra los Serrat, Sabina, Arjona…A restaurar, pues, los poetas y el arte genuinamente hispánicos, como pide Maeztu.

De nuestro tesoro debe hablar la cultura y el arte, porque somos libres no de sino por España, al pertenecer al Corazón de Cristo quienes buscamos Su reinado, le pese a quien le pese, y por eso hoy nos saludamos a voz en cuello:

¡Feliz y Santo Día, estirpe de Santiago!¡Viva la Hispanidad y Viva María Reina del Pilar y del Universo!