18.10.13

 

Yo no sé qué diría Jesús. En realidad, no hace falta que venga ahora mismo y se presente ante el mundo (eso ya llegará cuando llegue) y diga lo que cree al respecto porque ya lo dijo hace mucho tiempo. Tiene que ver con lo que Dios une y con lo que no puede separar el hombre.

A uno le da impresión de que eso ha de querer decir que el Creador no está de acuerdo con que el hombre separe lo que él ha unido. Y, aunque el que esto escribe no sea teólogo ni nada por el estilo, como simple creyente, me parece que ha querer decir algo que, a lo mejor, sólo a lo mejor, no hay que saltarse a la torera o tergiversarlo según sean los tiempos que corren…vamos, según sea lo moderno del momento.

Estoy seguro que muchos dirán que el tema de los divorciados y vueltos a casar y la comunión que, ahora mismo, no pueden tomar, no es tema dogmático y que, por lo tanto, es posible cambiarlo según entienda quien eso puede hacer. Sin embargo, no negarán, las mismas personas, que hay que tener un desvío grande de la doctrina católica hacer lo contrario de lo que se hace.

Ahora se escuchan voces, seguramente interesadas en que se escuchen lo que dicen, que el Papa Francisco se está pensando eso de que los divorciados vueltos a casarse puedan comulgar sin ningún problema.

El que esto escribe piensa que es más que probable que se pueda argumentar a favor de tal posibilidad. Incluso que se cambie la realidad que hoy existe con algún tipo de documento salido del Vaticano y escrito por quien tenga posibilidad de hacer eso. Sin embargo, al que esto escribe le parece que eso sería manifestarse muy en contra de la voluntad de Dios y de recogido arriba que una vez dijera Jesucristo.

En realidad, si hay algo que Dios une y que no puede separar el hombre pero el hombre lo separa, es más que comprensible (y no hace falta mucha ciencia teológica para entender esto) que por ejemplo, y digamos, el matrimonio (que es de lo que esto trata) no puede ser separado por el hombre sin infringir lo establecido por Cristo y, consecuentemente, sin tener fines malos o perversos católicamente hablando.

Pues entonces, nadie podrá negar que nadie (y digo nadie), aunque valiéndose de la legitimidad que lo adorna y permite hacer estas cosas, puede cambiar eso.

Y creo que se me entiende. Pero mejor así:

Mc 10,11-12: “Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio".

Yo, por mi parte, no tengo nada más que decir.

Eleuterio Fernández Guzmán