19.10.13

Sobre el Museo Nacional de Escultura de Valladolid

A las 11:44 AM, por Cartas al director
Categorías : Cartas al Director
 

Soy un incansable seguidor de esta web y quería hacer partícipes a todos sus lectores de una visita turística de la que salimos escandalizados mi familia y yo. Creo que es algo que debe ser denunciado en los medios. Algo montado para herir a los católicos, como ahora verán.

Hace unos días fui a hacer turismo a Valladolid con la familia. Hacía unos años que no la visitábamos y teníamos ilusión en recorrer sus calles, ir a su espléndida Plaza Mayor y acercarnos a sus lugares más conocidos. Decidimos visitar, como no podía ser de otra manera, el Museo Nacional de Escultura. Hacía al menos diez años que no nos dejábamos caer por allí y lo recordábamos con un buen sabor de boca. Mi mujer, Licenciada en Historia del Arte, y yo, aficionado al arte sacro y Diplomado en Ciencias Religiosas, teníamos unas ganas enormes de disfrutar con las valiosas obras que allí se guardan.

Cuando accedimos al museo empezamos a ver cosas que no nos gustaron ni un pelo. El problema no son las obras, maravillosas todas, sino cómo están expuestas y los comentarios que pueden encontrarse en los paneles informativos. La exposición tiene un marcado sabor anticatólico y antieclesial que no deja indiferente a nadie. Les cuento:

1. Hasta el 12 de enero se puede “disfrutar” de una exposición temporal de un tal B. Roig titulada “Instante Blanco". Básicamente se trata de esculturas contemporáneas que aparecen en diversos lugares de la exposición permanente. Las esculturas representan a señores calvos y gordinflones, medio desnudos, a veces con posturas irreverentes (sacando la lengua o con la cremallera bajada). No hay reparos en situar estas esculturas junto a los Patriarcas del Antiguo Testamento o junto a San Joaquín y Santa Ana. Si mi tía Ana, la del pueblo, viera a semejante fantoche junto a su santa patrona, con lo devota que es, le daría un patatús. Pero estoy tranquilo por su salud, porque ni maneja internet ni creo que vaya a Valladolid en breve.

¿Tienen estas esculturas el mismo significado, o si se me apura, la misma calidad escultórica que las obras de Juan de Juni, Berruguete o G. Fernández? A todas luces, no. Sin embargo, desde el museo se dice: estas diez esculturas blancas rompen el silencio devoto del lugar y de sus visitantes para proponer otro itinerario de la colección de escultura. ¡Y se quedan tan panchos!, no vaya a ser que alguno, viendo a estas bellas imágenes de la Virgen y los santos, le dé por rezar. Ahí les adjunto el enlace, del propio museo, en el que se puede ver todo esto:
http://www.mcu.es/promoArte/Novedades/BernardiRoig_InstanteBlanco.html

2. Y no queda ahí la cosa. El recorrido de la colección permanente está “ilustrado” por diversos paneles con un sesgo marcadamente antirreligioso y antieclesial. Da la impresión que se aprovecha cualquier obra para lanzar una “puyita” a la Iglesia y el pensamiento cristiano. Les pondré varios párrafos con los que entenderán de lo que les hablo.

• En la sala 2, se nos dice:
…El arte religioso se convertirá en un lugar mental donde el hombre organiza su visión del mundo y sus inquietudes ante el destino. La imagen de devoción fomenta la fantasía, da sentimiento a la relación del individuo con el más allá y fortalece la Iglesia…

• En los paneles de la sala 14, barroco, se nos narra:
…Es la Iglesia la que encarga las obras, impone los temas e impone el pensamiento. Propaga la creencia en los milagros y el culto a las reliquias, expuesta en decorados exuberantes, mezcla de magia, piedad y ostentación… Las artes plásticas, convertidas en un arma de propaganda, alcanzaron un patetismo vibrante.

• En la sala 15, también sobre el barroco, se cuenta esto:

…La escultura, con su corporeidad tridimensional, se sirve de su poder de seducción e invade todos los canales sensoriales del espectador para confundirle y sugerir, incluso, una aparición sobrenatural.
El arte religioso se deja penetrar por el elemento sensual: todo se vuelve visible, palpable, táctil. Un materialismo extremo simula lágrimas y sangre, el desgarro de las heridas y laceraciones, la morbidez de la carne y la exactitud anatómica de músculos y tendones, gracias a una refinada combinación de policromías y materias añadidas: cuero, asta, gotas de cristal, corcho, ojos de vidrio, telas encoladas. Es el triunfo del engaño….

• Y, para terminar, en la sala de los pasos procesionales:

…Entre ellos, las procesiones de Semana Santa reúnen lo más característico: el engaño de los sentidos, la imagen como adoctrinamiento, la suntuosidad y la falta de moderación, la confusión entre lo real y lo imaginado…, el pensamiento mágico…

…El espectáculo (de los pasos) ejercía un fuerte impacto emocional, por el tamaño natural de las figuras y su disposición escenográfica, el esmero en el atavío y el oropel, el maniqueísmo moral de sus figuras y el cruel tremendismo del ambiente…
Y hay más, pero con esto basta para que se hagan una idea de lo que les comento. Ni las imágenes religiosas son el triunfo de un engaño, ni son arma de propaganda, ni fomentan la fantasía, como allí nos quieren vender. Los cristianos sabemos bien qué son y qué representan estas imágenes tan maravillosas que allí se exponen y que tantos y tantos dirigieron su mirada de fe y sus oraciones antes de que fueran desamortizadas en 1835. Los responsables parecen olvidar precisamente esto: que su museo está lleno de esculturas a rebosar porque monasterios y conventos de Valladolid como san Benito el Real y san Francisco fueron saqueados por el Estado en aquellos años. También parecen olvidar que la misma sede donde se ubica el museo, el Colegio de san Gregorio, era un lugar benemérito, donde se impartían enseñanzas teológicas a estudiantes dominicos. Por sus aulas pasaron, entre otros, nada menos que fray Bartolomé de las Casas, fray Francisco de Vitoria y fray Luis de Granada. El museo es, en definitiva, heredero de un rico legado cultural, artístico y religioso que no debería ser manipulado y puesto a disposición de intereses ideológicos beligerantes con la religión y la Iglesia.

David Jiménez