24.10.13

¡Que entre aire fresco!

A las 12:50 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Defender la fe

 

Las imágenes o, lo que es lo mismo, aquello que nos puede servir de ejemplo para llegar a alguna conclusión, vienen la mar de bien cuando se trata de temas como el que hoy traemos aquí.

Sabemos que cuando se abre una ventana pueden pasar muchas cosas.

Pues bien, como decíamos ayer, en la homilía del pasado domingo, 20 de octubre, el sacerdote (hombre mayor muy bien intencionado y con buen corazón) dio a entender que el Beato Juan XXIII quiso convocar el Concilio Vaticano II para que entrara aire fresco en la Iglesia católica.

Bueno, en realidad lo que dijo fue esto:

“Quiero abrir las ventanas de la Iglesia para que podamos ver hacia fuera y para que desde fuera pueda verse el interior”.

Y eso está muy bien porque ya sabemos que, de vez en cuando, conviene abrir las ventanas para que el aire de dentro de la casa (o del edificio que sea) no se enrarezca y, digámoslo suavemente, huela mal. Entonces, claro, también es posible que entre aquel aire fresco al que hacía referencia el sacerdote citado supra.

Está más que claro que mucho y bueno se ha producido a partir de la celebración del Concilio Vaticano II en aplicación de la “hermenéutica de la continuidad” que tanto defiende el emérito Papa Benedicto XVI y que, por lo tanto, mucho debe la Esposa de Cristo a la reunión que, durante tantos meses, mantuvieron nuestros pastores allá por los años 60 del pasado siglo XX. Y eso sí fue aire fresco o, mejor, el resultado de la “aireación” de la Iglesia católica.

Sin embargo, no todo ha sido bueno ni, por desgracia, será bueno.

Por ejemplo, en “Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia”, de Mons. Fernando Arêas Rifan, Obispo y Administrador Apostólico, publicado por la Fundación Gratis Date se nos dice, en un momento determinado, algo de lo que el tal “aire fresco” ha podido producir en la Iglesia católica. A lo mejor esto es más que suficiente (cuando esto se produce, claro):

-La negación de la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

-La transformación de la Misa en una simple cena.

-La negación o el oscurecimiento de la naturaleza sacrificial y propiciatoria de la Misa.

-La la confusión entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los fieles.

-La profanación de la sagrada Liturgia.

-La la falta de reverencia, de adoración y de modestia en el vestir durante el culto divino.

-La mundanización de la Iglesia.

Todo esto causado, o hecho, en una errónea interpretación de lo acaecido en el Concilio Vaticano II.

Ya sabemos, por experiencia de cada cual, que en según qué épocas del año el aire fresco puede causarnos una muy grave pulmonía o algo por el estilo. Y es que si no nos cuidamos, pueden pasar cosas como las citadas y eso, a nivel eclesial, es más que importante.

De todas formas, estoy más que seguro que “aggiornamento” (por “puesta al día”) de la Iglesia católica que muchos querían no era el que ha resultado de tal Concilio. Y es que la avaricia, a veces, rompe el saco.

Por eso siguen insistiendo, tanto y tanto, en que no se cumple el Concilio Vaticano II cuando, en realidad, lo que no se cumplen son las excesivas expectativas de más de uno.

Por algo será pues, no por casualidad, recuerdo ahora aquello que dijera Pablo VI sobre el “humo de Satanás” que había entrado en la Iglesia y, claro, a uno le da por pensar que con las ventanas demasiado abiertas pueden pasar ciertas cosas.

Eleuterio Fernández Guzmán