31.10.13

Motivos de la existencia del Purgatorio

A las 8:00 AM, por Germán
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La cercanía de la festividad de los fieles difuntos llena la actualidad de la existencia y de la calidad del Purgatorio.

Hoy en día se enseña muy poco acerca del Purgatorio; y la ignorancia que deriva de ello, puede llevar a muchas personas a la curiosidad y, si están solas y sin una guía espiritual, a deslizarse hacia las prácticas del ocultismo (¡Ayúdennos a salir de aquí!, María Simma).

¿Existe? ¿Por qué motivos? Cuatro principalmente:

1) Lo exige la santidad de Dios. La compenetración entre Dios y el alma que exige una pureza exquisita, y una limpieza total, porque Dios aborrece espontáneamente toda suciedad.

Es difícil que persona alguna pase por este mundo sin imperfecciones ni pecados livianos que requieren una purificación antes de ingresar en el reino de la santidad.

Así como el hombre que se deja matar antes que ofender a Dios, siente el morir y le da sufrimiento, pero la luz de Dios le da un celo seguro que le hace estimar el honor de Dios más que la muerte corporal; así el alma que conoce la ordenación de Dios, tiene más en cuenta esa ordenación que todos los tormentos, por terribles que puedan ser, interiores o exteriores. Y esto es así porque Dios, por el que se hacen estas obras, excede a toda cosa que pueda imaginarse o sentirse (Tratado del Purgatorio, Santa Catalina de Génova, 30).

Podrían existir santos que hayan sufrido cruces muy superiores a sus faltas, por lo que el dolor les purificaría ya en esta vida, pero no será lo corriente, por lo que se impondrá la necesidad de la depuración.

2) Lo exige la Divina Providencia. A Dios corresponde ofrecer a los bienaventurados una oportunidad ideal para su expurgación, para que puedan limpiar sus almas de toda impureza en la Sangre del Cordero, las túnicas manchadas han de depositar sus purulencias lentamente según la calidad de la penitencia que realizan.

El Purgatorio es como una piscina de aguas limpísimas que se ofrece al alma pecadora para que se lave en ella hasta alcanzar un total grado de pulcritud.

Y en cuanto a la culpa, aquellas almas permanecen tan puras como cuando Dios las creó, ya que han salido de esta vida arrepentidas de todos los pecados cometidos, y con voluntad de nunca más cometerlos. Con este arrepentimiento, Dios perdona inmediatamente la culpa, y así no les queda sino la herrumbre y la deformidad del pecado, las cuales se purifican después en el fuego con la pena (Tratado del Purgatorio, 10).

3) Lo exige también la fuerza de la Ley. Dios señala las leyes, promulga sus amenazas, sus castigos, a fin de que el hombre adquiera el verdadero sentido del pecado.

Sin la amenaza del Purgatorio, en el que han de sancionarse los pecados veniales, los hombres descuidarían por completo el cumplimiento de los preceptos leves, no harán caso de los pecados veniales, y omitirían la debida satisfacción por los pecados ya perdonados.

Y cuando el alma está purificada, permanece toda en Dios, sin nada propio en sí misma, ya que la purificación del alma consiste precisamente en la privación de nosotros en nosotros. Nuestro ser está ya en Dios. El cual, cuando ha conducido a Sí mismo el alma de este modo purificada, la deja ya impasible, pues no queda ya en ella nada por consumar (Tratado del Purgatorio, 18).

4) Y finalmente lo exige también la simple razón natural. La filosofía pagana anterior a la doctrina de Jesús, considera necesario una purificación antes de la gloria. Así lo dice Virgilio en su Eneida: hay que purificarse antes de entrar en los Campos Elíseos. Platón describe lugares ultraterrenos en los que han de morar las personas antes de su ingreso en el reposo eterno.

Y Séneca escribía: no hay razón para que corras al sepulcro de tu hijo, ya que allí yace lo peor de él, y lo más repugnante. Los huesos y las cenizas, no menos ajenos a él, que sus vestidos y otros abrigos del cuerpo.

Íntegro se fue, y sin dejar nada de él huyó todo entero y después de haber detenido un pequeño espacio de tiempo encima de nosotros, mientras expurga y sacude de sí los vicios pegajosos y la herrumbre inherente a toda vida mortal fue encumbrado a las alturas donde vuela entre las almas bienaventuradas.

El Purgatorio es un lugar y una condición en que cada alma vive cuando necesita todavía expiar y reparar los pecados cometidos durante su vida, antes de que ella pueda llegar a Jesús en el Paraíso (¡Ayúdennos a salir de aquí!, María Simma).

Cada uno se fabrica su propio purgatorio al acumular faltas, pecados e imperfecciones. Si ya los quita acá, no le hará falta lugar de lavadura.