ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 01 de noviembre de 2013

La frase del día

Quien le enseña al hombre a morir, le enseña a vivir. 

Montaigne (1533 – 1592)

 


El papa Francisco

Fiesta de Todos los Santos. Francisco en el ángelus: la meta no es la muerte, sino el paraíso
Los santos han visto el rostro de Dios en los más pequeños y despreciados y ahora lo contemplan su gloria. Nunca odiar, sino servir a los otros. La santidad es una vocación para todos

El papa celebra en el principal cementerio de Roma
Invitó a la esperanza del cielo y recordó también a quienes mueren emigrando

Homilía del papa en la celebración en el cementerio de El Verano
El santo padre improvisó y recordó la esperanza que significa el cielo. Y a anclar la vida a Jesús que nunca nos desilusiona

Mirada al mundo

Italia: cumbre de Renovación Carismática sobre nueva evangelización
En la ciudad de Rímini 4500 responsables se reúnen del 31 de octubre al 3 de noviembre

Homilética

Cómo mejorar nuestra predicación sagrada
Columna del P. Antonio Rivero, L.C. Doctor y profesor de Teología y de Oratoria en el Seminario Mater Ecclesiae en Sao Paulo, Brasil

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

San Nuño de Santa María Alvares Pereira
«Carmelita portugués, primeramente esposo y padre. Con un remedo de la prodigiosa Excalibur, y amparado por la Virgen, obtuvo grandes victorias. Fue bienhechor de los pobres, artífice de conventos y monasterios»


El papa Francisco


Fiesta de Todos los Santos. Francisco en el ángelus: la meta no es la muerte, sino el paraíso
Los santos han visto el rostro de Dios en los más pequeños y despreciados y ahora lo contemplan su gloria. Nunca odiar, sino servir a los otros. La santidad es una vocación para todos

Por Redacción

ROMA, 01 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - El papa Francisco recitó hoy el ángelus en la solemnidad de Todos los Santos, desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano, ante los miles de fieles que se encontraban en la Plaza de San Pedro.

Queridos hermanos y hermanas

La fiesta de Todos los Santos que hoy celebramos nos recuerda que que la meta de nuestra existencia no es la muerte, sino el paraíso. Lo escribe en apóstol Juan: “Lo que seremos no ha sido aún revelado. Sabemos entretanto que cuando él se habrá manifestado, nosotros seremos similares a él, porque lo veremos como él es” (1Gv 3,2).

Los santos, los amigos de Dios, nos aseguran que esta promesa no desilusiona. En su existencia terrena de hecho han vivido en comunión profunda con Dios. En el rostro de los hermanos más pequeños y despreciados han visto el rostro de Dios y ahora lo contemplan cara a cara en su belleza gloriosa.

Los santos no son superhombres, ni han nacido perfectos. Son como nosotros, como cada uno de nosotros, son personas que antes de alcanzar la gloria del cielo han vivido una vida normal, con alegrías y dolores, fatigas y esperanzas.

Pero ¿qué les ha cambiado su vida? El amor de Dios, lo han seguido con todo el corazón, sin condiciones ni hipocresías. Han empleado su vida al servicio de los otros, han soportado el sufrimiento y adversidades sin odiar y respondiendo al mal con bien, difundiendo alegría y paz. Esta es la vía de los santos: personas que por amor de Dios en su vida no le han puesto condiciones a él; no han sido hipócritas, hay empleado su vida para servir al prójimo, han sufrido tantas adversidades pero sin odiar.

Los santos no han odiado nunca. ¿Han entendido bien esto?: el amor es de Dios, ¿pero el odio de donde viene? ¡El odio no viene de Dios, sino del diablo! Y los santos se han alejado del diablo. Los santo son hombres y mujeres que tienen la alegría en el corazón y la transmiten a los otros. Nunca odiar, sino servir a los otros, a los más necesitados, rezar y vivir en la alegría. ¡Este es el camino de la santidad!

Ser santos no es un privilegio de pocos, como quien tuvo una gran herencia. Todos nosotros en el bautismo hemos recibido la herencia que nos permite ser santos. La santidad es una vocación para todos. Todos por lo tanto estamos llamados a caminar en el camino de la santidad y este camino tiene un nombre y un rostro: el rostro de Jesucristo.

Él nos enseña a volvernos santos. Él en el evangelio nos muestra el camino: el de las beatitudes. El reino de los cielos, de hecho es para quienes no pone su seguridad en las cosas sino en el amor de Dios; para quienes tiene un corazón simple, humilde, no presumen de ser justos y no juzgan a los otros. Quienes saben sufrir con quien sufre y alegrarse con quien se alegra, no son violentos pero misericordiosos y tratan de ser operarios de reconciliación y de paz. El santo, la santa es artífice de reconciliación y de paz; ayuda siempre a la gente a reconciliarse y ayuda siempre para que haya paz. ¡Es así de linda la santidad; es un hermoso camino!

Hoy, en esta fiesta, los santos nos dan un mensaje. Nos dicen: ¡tengan confianza en el Señor, porque el Señor no desilusiona! No desilusiona nunca, es un buen amigo a nuestro lado. Con su testimonio los santos nos alientan a no tener miedo de ir contracorriente o de ser incomprendidos o ser ridicularizados cuando hablamos de él y del evangelio.

Nos demuestran con su vida que quien es fiel a Dios y a su palabra experimenta ya en esta tierra la calidez de su amor y después el 'ciento' en la eternidad. Esto es lo que esperamos y le pedimos al Señor para nuestros hermanos y hermanas difuntos. Con sabiduría la Iglesia puso en secuencia la fiesta de Todos los Santos y la conmemoración de todos los fieles difuntos. A nuestra oración de alabanza a Dios y de veneración de los espíritus beatos se une la oración de sufragio por cuantos nos precedieron en el paso de este mundo a la vida eterna.

Confiamos nuestra oración a la intercesión de María Reina de todos los santos.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


El papa celebra en el principal cementerio de Roma
Invitó a la esperanza del cielo y recordó también a quienes mueren emigrando

Por H. Sergio Mora

ROMA, 01 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - El papa Francisco celebra hoy por la tarde la santa misa al ingreso del principal cementerio de Roma, El Verano, seguida por una oración y la bendición de las tumbas. Le acompañarán el obispo auxiliar y el párroco del cementerio y tantos sacerdotes y miles de personas que le esperaban allí rezando el santo rosario. En este cementerio Juan Pablo II celebró por segunda vez en 1993. 

El santo padre con paramentos blancos, al entrar posó una flor sobre una tumba y se dirigió en el cortejo hacia el altar acompañado por quienes concelebraron y en donde inciensó a una antigua imagen que representa a la Virgen del Rosario.

El santo padre improvisó su homilía. Recordó que en visión del cielo, de la primera lectura, se habla de la belleza de Dios, la bondad, el amor pleno y que "nos espera eso".

Y quienes nos esperan allá "proclaman que fueron salvados no por sus obras" aunque seguramente las hicieron, sino "por la misericordia de Dios, que nos lleva de la mano hacia el final de nuestra vida". 

El papa invitó en este atardecer del día, a recordarnos "del atardecer de tantos hermanos que nos antecedieron, pensemos a nuestro atardecer cuando llegará y pensemos a nuestro corazón" E invitó a preguntarse: "¿Dónde está anclado mi corazón? Y si no está anclado bien, anclémonos en esa orilla, sabiendo que la esperanza no desilusiona, porque el Señor Jesús no desiluciona". 

Al concluir la ceremonia tras bendecir con la aspersióndel agua bendita, rezó como lo había indicado esta mañana y dijo: "Quisiera rezar particularmente por estos hermanos y hermanas nuestros, que en estos días han muerto mientras buscaban una liberación, una vida más digna. Hemos visto las fotos, lo cruel que es el desierto, hemos visto el mar donde tantos murieron ahogados, recemos por ellos". Esl santo padre añadío: "Y también recemos por aquellos que se han salvado y en este momento están apiñados en tantos lugares de acogida esperando que los trámites legales para poder ir a otras partes más cómodas o a otros centros de acogida".  

En la mañana, en el Vaticano el santo padre había dicho "Estaré unido espiritualmente a quienes en estos días visitan los cementerios, en donde duermen quienes nos han precedido en el signo de la fe y esperan en día de la resurrección” 

“En particular -dijo el santo padre-- rezaré por las víctimas de la violencia, especialmente por los cristianos que han perdido su vida a causa de las persecuciones”.

Y añadió que “de manera especial por quienes, hermanos y hermanas nuestros, hombres, mujeres y niños han puerto por la sed, el hambre, la fatiga para alcanzar mejores condiciones de vida” Y precisó: “En estos días hemos visto esas imágenes crueles del desierto: hagamos todos en silencio una oración por estos hermanos y hermanas nuestras”.

El cementerio de El Verano es el principal y más conocido de la Ciudad Eterna, y es calificado como un 'museo al abierto' por la cantidad de obras y testimonios artísticos culturales del siglo XIX y XX

El cementerio actual fue instituido durante el reino napoleónico (1805-1814) siguiendo un edicto que imponía las sepulturas fuera de las murallas de la ciudad.

Allí también están enterrados en una determinada área, los Zuavos Pontificios, el cuerpo militar de elite compuesto por combatientes voluntarios, muchos de los cuales murieron al defender la ciudad de Roma antes de su caída, durante la unificación italiana y el pontificado de Pio IX.

Ver el texto completo de la homilía

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Homilía del papa en la celebración en el cementerio de El Verano
El santo padre improvisó y recordó la esperanza que significa el cielo. Y a anclar la vida a Jesús que nunca nos desilusiona

Por Redacción

ROMA, 01 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - “Queridos hermanos y hermanas. (...) En este cementerio, nos recogemos y pensamos en nuestro futuro, pensemos en todos aquellos que se fueron, que nos precedieron en la vida y están en el Señor.

Es tan linda esa visión del cielo que escuchamos en la primera lectura. El Señor Dios, la belleza, la bondad, la verdad, la ternura, el amor pleno, nos espera esto. Y quienes nos precedieron y murieron en el Señor están allá, proclaman que fueron salvados no por sus obras. Las hicieron, pero fueron salvados por el Señor. La salvación pertenece a nuestro Dios, es él quien nos salva y nos lleva de la mano como un papá y en el final de nuestra vida, a ese cielo en el que están nuestros antecesores.

Uno de los ancianos hace una pregunta: ¿Quienes son estos vestidos de blanco, estos justos y estos santos que están en el Cielo? Son aquellos que vienen de la gran tribulación y lavaron sus vestidos volviéndolos cándidos en la sangre del cordero. Solamente podemos entrar en el cielo gracias al sangre del cordero, gracias a la sangre de Cristo. Es la sangre de Cristo que nos ha justificado y abierto las puertas del cielo. Y si hoy recordamos a estos hermanos y hermanas que nos precedieron en el cielo es porque fueron lavados por la sangre de Cristo. Y esta es nuestra esperanza, la esperanza en la sangre de Cristo y esta esperanza no nos desilusiona. Si vamos en la vida con el Señor, él no nos desilusiona nunca.

Juan le decía a sus discípulos. Vean que gran amor tuvo el Padre para llamarnos hijos de Dios, lo somos. Por ello el mundo no nos conoce: somos hijos de Dios. Pero lo que seremos aún no ha sido revelado. Y mucho más. Y cuando se habrá manifestado seremos similares a él porque lo veremos como él es. Ver a Dios, ser similares a Dios, esta es nuestra esperanza.

Y hoy, justamente en el día de los santos, antes del día de los muertos es necesario pensar a la esperanza, esta esperanza que nos acompaña en la vida. Los primeros cristianos pintaban la esperanza con un ancla. Como si la vida fuera el ancla en aquella orilla y todos nosotros vamos sujetando la cuerda. Es una hermosa imagen esta esperanza. Tener el corazón anclado allá en donde están los nuestros, donde están nuestros antecesores, los santos, donde está Jesús y donde está Dios.

Y esta es la esperanza, la esperanza que no desilusiona. Y hoy y mañana son días de esperanza. La esperanza es un poco como la levadura que hace ampliar el alma, pero hay momentos difíciles en la vida, pero el alma va adelante y mira lo que nos espera. Hoy es un día de esperanza. Nuestros hermanos y hermanas están en la presencia de Dios y también nosotros estaremos allí por pura gracia del Señor si caminamos por la vía de Jesús. Y concluye el apóstol: 'quien tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo. La esperanza también nos purifica, nos aliviana, nos hace ir deprisa. Esta purificación en la esperanza en Jesucristo'.

En este pre atardecer de hoy cada uno de nosotros puede pensar al ocaso de su vida. Pensemos, el mío, el tuyo, el tuyo, etc. Todos nosotros tendremos un atardecer, todos. ¿Lo miro con esperanza, con esa alegría de ser recibido por el Señor como es la del cristiano?

Y esto nos da paz. Este es un día de gloria, pero de una gloria serena, tranquila, de la paz. Pensemos alatardecer de tantos hermanos y hermanos que nos antecedieron, pensemos a  nuestro atardecer cuando llegará, y pensemos a nuestro corazón y preguntémonos: ¿dónde está anclado mi corazón? Y si no está anclado bien anclémoslo allá en aquella orilla, sabiendo que la esperanza no desilusiona, porque el Señor Jesús no desilusiona.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Mirada al mundo


Italia: cumbre de Renovación Carismática sobre nueva evangelización
En la ciudad de Rímini 4500 responsables se reúnen del 31 de octubre al 3 de noviembre

Por Rocío Lancho García

RIMINI, 01 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - Los animadores de los grupos de la Renovación Carismática Católica en Italia se encuentran en Rímini para celebrar la XXXVIII Congreso Nacional de Responsables.

El encuentro sobre el tema "Que todos sean una sola cosa para que el mundo crea. Comunión y Nueva Evangelización de la RCC" inició ayer 31 de octubre y durará hasta el 3 de noviembre. A esta ciudad de la costa adriática italiana han acudido 4500 animadores y responsables de todas las regiones de Italia para reflexionar juntos sobre el tema de la 'comunión' entendida como compartir vital y de experiencia del camino, perseverancia en el servicio a cada hombre, amistad especial con los que sufren y están lejos. El siguiente paso del Congreso, tras una verificación de la unidad de comunión del camino del movimiento, será precisamente una llamada a la 'nueva evangelización'.

En la homiía del sábado, el vicepresidente de la Conferencia Episcopal Italiana y arzobispo de Perugia, Gualtiero Bassetti, les dijo: "Vosotros, queridos amigos de la Renovación, debéis ser los discípulos de hoy; la vanguardia profética de la nueva evangelización". Añadió que "la Iglesia y los obispos italianos confían en vosotros y contempla admirada la obra del Espíritu sobre muchos de vosotros que, abandonando las cosas de este mundo, se sienten llamados a una gran misión: el anuncio del amor y de la misericordia de Dios a un mundo desgarrado por egoísmos y violencias, de abusos y desprecio". Y concluyó: "Sed siempre auténticos testimonios del amor de Dios y que el Espíritu lleva a cabo la obra que ha iniciado en vosotros". 

El intenso trabajo de estos días, comenzó con una charla de introducción del consejero espiritual nacional, Guido Pietrogrande, sobre el tema 'si permanecéis en mi palabra, seréis verdaderos discípulos'. Destacó que "nuestra oración ha comenzado con el carisma de la acogida y terminará cuando volvamos a nuestros grupos. Es un espacio que el Señor nos ofrece para que pueda ser acogida la visión de Dios sobre nuestro Movimiento". Asimismo explicó que "permanecer es una palabra más fuerte que quedarse porque dejar entender más una condición de estabilidad. La Palabra debe encontrar hogar en nosotros, tener residencia estable y guiar nuestra vida".

La celebración eucarística del jueves 31, fue presidida por monseñor Francesco Lambiasi, obispo de Rímini. Durante la homilía habló sobre las ocho bienaventuranzas "ocho balcones floridos que se dan en un círculo, en un solo 'jardín': el espléndido jardín del reino de Dios". De forma particular el obispo ha afirmado cuánto cada bienaventuranza sea "una fotografía de Jesús que deja la marca transpirar el 'carné de identidad del discípulo'". Pero entre las ochos, elige una en particular: la de la misericordia, como sugiere el papa Francisco: "Misericordia es la mensaje más fuerte del Señor".

Durante la jornada de hoy durante el encuentro programático, el presidente nacional Salvatore Martínez recordó que "servir quiere decir ir al encuentro del otros, salir afuera, darse, no dejarse engañar por el diablo que nos hace acomodarse sobre una visión optimista de nuestro egoísmo. Si no cuesta, no es servir".

Por la tarde la asamblea se ha divido en dos grupos de trabajo. Por un lado los miembros de los organismos de pastoral de servicio y los coordinadores con la directora nacional, Marcella Reni y Dino De Dominicis, miembro del Comité Nacional. Y por otro lado, los animadores nacionales y los delegados se han reunido con Carla Osella y Amabile Guzzo, miembros del Comité Nacional.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Homilética


Cómo mejorar nuestra predicación sagrada
Columna del P. Antonio Rivero, L.C. Doctor y profesor de Teología y de Oratoria en el Seminario Mater Ecclesiae en Sao Paulo, Brasil

Por Antonio Rivero

BRASILIA, 01 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - EVALUACIÓN DE UN ORADOR Y PREDICADOR

Si quisiéramos anotar aquí los puntos principales para evaluar a un orador –sea político que religioso-, podrían ser éstos:

Relajación física y mental: para liberarse de preocupaciones, nerviosismo, tensiones, miedo, timidez, inseguridad…

Concentración física y mental: partir con una pausa de concentración, como el pianista, para posesionarse del papel que se va a realizar y del tema que se va a exponer.

Posición física: busto erecto, tronco erguido, cabeza ligeramente elevada, no encogida o hacia abajo. Apoyarse bien en los talones, cuando se está de pie. Sentarse con la espalda bien apoyada en el respaldo de la silla, como la mecanógrafa o el tenor. Mantener todos los músculos relajados, sin rigidez pero tampoco con abandono, sino con cierta tensión.

Respiración diafragmática: rítmica y honda. Con la boca, mejor que con la nariz, para hacerla más rápida y sin ruido. Economizar bien el aire, sobre todo en las frases largas, para llegar al final con la justa energía y sonoridad. Hacer bien y aprovechar al máximo las pausas.

Apariencia personal: mirada comunicativa con el auditorio, no dirigida hacia el techo o al vacío. Estar seguro de sí mismo, sin nervios, tensiones o rigideces. Evitar el moverse demasiado o el balancear el cuerpo, los tics. Buscar la elegancia y la naturalidad. El entusiasmo y la sinceridad en la expresión del rostro y de los ademanes es lo que más convence. Para ello, que los gestos sean armoniosos y plásticos, ni demasiado rápidos ni demasiado ampulosos.

Emisión de la voz: ¿de garganta, nasal, de pecho, de cabeza? Conocerla y no lamentarse de la que se tiene o envidiar voces ajenas, sino más bien estudiar la propia y educarla para aprovecharla al máximo. Subir y bajar el volumen según las exigencias del argumento y atenerse a las dimensiones del local, pero siempre dentro de los límites de la propia naturaleza: no forzarla. Buscar un tono moderado y natural, ni grave ni agudo. Evitar la monotonía y los tonos melosos y paternales, dulzones o ásperos, dictatoriales, dogmáticos, solemnes, “políticos” o efectistas. Evitar los tonillos y los regionalismos. Entonación afinada y entonada, según los cánones de la entonación. Punto de partida “sostenido” y con garra, con tono vibrante y convencido.

Memoria: si la alocución o discurso no se ha de aprender de memoria, al menos memorizar un esquema básico con sus puntos clave. Si se ha de pronunciar de memoria, hacerlo perfectamente, ensayándolo varias veces y en voz alta antes de su presentación. Tratar de que el auditorio no note que lo sabemos de memoria.

Sentimientos: estar convencido de lo que se va a hablar para poder sentirlo y declamarlo con calor, sentido, convencimiento, resonancia, entusiasmo y sinceridad. Salir de sí mismo frente a la inhibición o timidez. Variedad de tonos y de volumen para evitar la monotonía, pero con sobriedad y discreción: evitar el gritar o teatralizar. Estudiar el discurso y sus sentimientos antes de pronunciarlo. Conocer el auditorio para tratarlo con dulzura, amistad, convicción, energía, según lo exija su problemática.

Ritmo y velocidad: pronunciación ni demasiado lenta ni demasiado precipitada. Lograr una dicción reposada y clara a la vez que ágil y variada. Vocalizar esmeradamente las palabras difíciles, las consonantes dobles y las sílabas finales. Recalcar las palabras claves y las ideas principales.

Expresión gramatical: corrección gramatical y sintáctica. Precisión y expresividad en el vocabulario. Riqueza de léxico, pero teniendo en cuenta el auditorio, la situación y el argumento. Evitar el vocabulario pedante, técnico o erudito. Algunos defectos de dicción: anacolutos, pleonasmos, muletillas, “ehhh”, tropiezos, regresiones, titubeos…

Introducción-exordio: atractivo e interesante para abrir el apetito del auditorio y condicionarlo a escuchar el resto del discurso. Pertinente y unido al resto del discurso. Tocar el problema del auditorio para que se sienta aludido, para captar su atención. Originalidad, pero sin rarezas, vulgaridades o extravagancias.

Fondo: plan y organización del tema: conocer, amar al auditorio. Fin concreto y presente a lo largo de todo el discurso u homilía. Esquema claro y ordenado de los motivos más válidos y concretos para ese auditorio concreto y para ese fin concreto. Valoración de dichos motivos o pruebas. Previsión y respuesta de posibles objeciones. Buscar más bien argumentos positivos que negativos. No atacar al auditorio, sino más bien comprenderlo y estimularlo.

Forma: sensibilizar cuanto más mejor los argumentos y motivos, aplicando los diversos métodos (concreción, visualización, desentrañamiento, dramatización, imágenes, anécdotas, citas…), según el afecto que se quiera conseguir. Evitar que la forma ahogue el fondo, así como el hacer literatura y retórica pomposa. No abrumar con demasiados datos, imágenes, ejemplos, citas o anécdotas. Discreción y selección en su uso, para integrarlos armónica y equilibradamente con el fondo de ideas.

Conclusión-peroración: recapitular brevemente todas las ideas. Formularlas en una frase breve, a manera de consigna, para que el auditorio tenga claro y recuerde fácilmente el fin. Terminar siempre con elegancia y pie justo, con la mayor claridad y belleza, para dejar un buen sabor de boca. Hacerlo a tiempo.

Cualquier duda o sugerencia, comuníquese, por favor, con el padre Antonio Rivero a este email: arivero@legionaries.org

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


San Nuño de Santa María Alvares Pereira
«Carmelita portugués, primeramente esposo y padre. Con un remedo de la prodigiosa Excalibur, y amparado por la Virgen, obtuvo grandes victorias. Fue bienhechor de los pobres, artífice de conventos y monasterios»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 01 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - En esta festividad de Todos los Santos, la Iglesia celebra también la vida de este portugués, aclamado fervorosamente en su país que lo festeja el 6 de noviembre.

Nació el 24 de junio de 1360, se cree que en Cernache de Bonjardím, Portugal. Pertenecía a la nobleza, ya que era hijo del caballero Álvaro Gonçalves Pereira, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, gran prior del hospital que esta obra había establecido en el convento de Flor da Rosa. Álvaro tuvo diez hijos. Nuño fue fruto de una unión ilícita, pero al año de nacer lo reconoció legalmente. Ello permitió al muchacho disfrutar de los beneficios que le proporcionaba su ilustre ascendencia. Su infancia transcurrió entre las tropas que estaban al mando de su padre y los libros de caballerías, que hacían furor en la época, sin perder la inocencia de la que estaba adornado. La historia de su vida tiene poco que envidiar a las literarias. Porque el pequeño Nuño, imbuido por las gestas de los caballeros de la Tabla Redonda que las obras ponían a su alcance, se enamoró de los altos ideales impregnados de pureza que atisbaba en los personajes. Soñaba con emularlos, proteger el santo Grial empuñando en sus manos un remedo de la prodigiosa «Excalibur», y convertirse en otro héroe defensor de su país. De hecho, su madre cariñosamente le llamaba «mi Galaaz», nombre de uno de los adalides del rey Arturo.

Realmente, Nuño era valeroso y, como tal, a los 13 años fue armado caballero y designado paje de la reina Leonor Teles. En su corazón ansiaba la vida celibial, pero cuando tenía 16 años, su padre, con la venia del rey, determinó que contrajese matrimonio con Leonor de Alvim, una joven y acaudalada viuda, sin descendencia. Tuvieron tres hijos; los dos varones fallecieron en el parto, sobreviviendo la niña, Beatriz, que sería la esposa del primer duque de Bragança, Alfonso, hijo del rey Juan I. Leonor murió en 1388 al poco tiempo de dar a luz a esta única hija, cuya educación fue confiada por su progenitor a la abuela de la niña.

Históricamente, la muerte del rey Fernando I de Portugal vino acompañada de graves conflictos. Partió de este mundo sin dejar herederos varones y Juan, maestro de Avis, hijo, aunque fuera natural, de Pedro I de Portugal, como lo era el legítimo Fernando, se vio obligado a luchar por la corona de su país contra el rey Juan I de Castilla que pretendía el gobierno luso. La armadura con la que había sido investido caballero Nuño era del maestro de Avis; mantenían una estrecha cercanía. Así que éste lo designó condestable, otorgándole el título nobiliario de conde de Ourém. Al frente de las tropas, Nuño le apoyo en sus aspiraciones monárquicas, y obtuvo varias victorias, algunas de las cuales por ser tan memorables han pasado a los anales de la historia portuguesa como la batalla de los Atoleiros, y especialmente las de Aljubarrota y Valverde. Nuño ya era un gran militar y luchaba con una potente espada, que se conserva, en la que mandó grabar: «Excelsus super omnes gentes Dominus»(El Señor se eleva sobre todos los pueblos), y en la que inscribió, junto a la cruz y una flor de lis, el nombre de María.

El convento del Carmen fue mandado construir por él en terrenos de su propiedad en cumplimiento de la promesa efectuada tras ganar la batalla de Aljubarrota. Porque en medio de los conflictos bélicos, este héroe no abandonaba las prácticas de piedad. Vivía de manera tan ejemplar que invitaba a proceder honestamente a quien se hallaba a su lado. Adoraba al Santísimo Sacramento, sentía una profunda devoción por la Eucaristía, y por Virgen María, a la que consideraba indudable protectora en el combate y artífice de sus victorias, oraba fervientemente, socorría caritativamente a los pobres, y no consentía gestos licenciosos a su alrededor. Jamás tuvo reparos en mostrar a todos el signo externo de su fe plasmado en el estandarte en el que llevaba impresos los rostros de Cristo crucificado, de la Virgen María, del apóstol Santiago y de san Jorge. Muchas iglesias y monasterios se deben a su generosidad.

Beatriz falleció en 1414. En agosto de 1422 el santo ingresó en la Orden carmelita, justamente en el convento que él había mandado erigir en Lisboa, aunque su deseo hubiera sido recluirse en una comunidad alejada de Portugal. No pudo hacerlo porque don Duarte, hijo del rey, no lo consintió. Era un hombre eminentemente mariano, y en el hecho de elegir el Carmelo para pasar allí el resto de sus días, pesó su devoción por la Santísima Virgen. Al dar este paso, se desprendió de todos sus bienes y tomó el nombre de fray Nuño de Santa María. No quiso para sí ninguna prebenda; eligió ser un simple «donado» escogiendo una apartada y humilde celda para llevar a cabo su intensa ofrenda de amor. No solo mantuvo intactos los pilares que hasta entonces habían jalonado su vida espiritual, sino que acentuó su oración, ayuno y penitencias, siendo ejemplar en la vivencia de la observancia. Los religiosos vieron en sus virtudes un modelo a seguir. Murió con fama de santidad el 1 de abril de 1431 acompañado de su entrañable amigo, el monarca Juan I, y de grandes personalidades del reino. Fue beatificado por Benedicto XV el 23 de enero de 1918 y canonizado por Benedicto XVI el 26 de abril de 2009.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba