12.11.13

 

Anda la izquierda eclesial y política muy alterada por la publicación del libro “Cásate y sé sumisa” de la periodista italiana Constanza Miriano (best-seller en su país), que ha sido editado en España por la archidiócesis de Granada.

Tanto es así, que una diputada socialista, Ángeles Álvarez, piensa preguntar al gobierno por su opinión sobre el libro:

Digo yo que la ministra tendrá algo que decir porque lo que no podemos es permitir que organizaciones como la Iglesia, que recibe dinero del Estado, se dediquen a hacer proselitismos de la desigualdad, de la discriminación y del sexismo.

Justo después de escribir este post, me he encontrado con las declaraciones del secretario general del PP en Andalucía, José Luis Sanz. Este va más allá que la diputada socialista y pide directamente al arzobispado de Granada que deje de vender el libro. Es decir, censura pura y dura. Eso es lo que quiere el PP.

¿Se ha leído la diputada Álvarez el libro? Lo dudo. ¿Se lo ha leído el secretario general del PP andaluz? Lo dudo. ¿Se lo han leído todos los que desde sectores eclesiales están poniendo el grito en el cielo? Lo dudo. Y sin embargo, arremeten contra el mismo, seguramente porque el mero título les espanta.

Pero hete aquí que hay otro libro mucho más vendido que contiene textos como los siguientes:

 

Las casadas estén sujetas a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia y salvador de su cuerpo. Y como la Iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres a sus maridos en todo. (Ef 5,22-24)

Y

Así es como en otro tiempo se adornaban las santas mujeres que esperaban en Dios, obedientes a sus maridos. Como Sara, cuyas hijas habéis venido a ser vosotras, obedecía a Abraham y le llamaba señor, obrando el bien sin intimidación alguna. (1ª Pedr 3,5-6)

Se trata, efectivamente, del Nuevo Testamento. Podría aportar más citas, pero con esas dos basta. Se podrá discutir cuál es la interpretación correcta de esos dos versículos. Yo desde luego sé la que hicieron, de forma unánime y sin resquicio alguno a la duda, los Padres de la Iglesia. También la que la Iglesia ha hecho durante veinte siglos. Y sé, faltaría más, lo que el Beato Juan Pablo II escribió al respecto, en un claro intento de hacer más “digerible” para el mundo actual la doctrina sobre el plan de Dios en relación al matrimonio cristiano.

Lo que no se puede discutir es que esos versículos, y otros, están en el Nuevo Testamento. Titular un libro basándose en ellos es una opción perfectamente legítima. Tampoco he leído el libro, pero dudo que Constanza Miriano abogue por un sometimiento de la mujer al marido que convierta a la esposa en una persona de menor dignidad. Eso no sería conforme ni a la Escritura ni a la Tradición. Pero ocurre que hoy en día la mentalidad modernista pretende que la enseñanza de la Escritura y la Tradición sobre esa materia hace de la mujer un ser humano de segunda clase. Y no acepta que se expliquen los términos bíblicos de manera que quede patente que no hay semejante discriminación y que, en todo caso, hablamos de textos que son revelados y no pueden ser arrojados al cubo de la basura así como así.

San Pablo, guste más o guste menos, hace teología sobre el matrimonio partiendo de la relación entre Cristo y la Iglesia. Los últimos versículos del capítulo cinco de Efesios no dependen de lo que la sociedad del siglo XXI opine sobre cuál ha de ser la relación entre el marido y la esposa en el matrimonio cristiano. Quien niega que el marido es cabeza de la mujer, signifique eso lo que signifique (*), está negando que Cristo es cabeza de la Iglesia. Y quien niega que la mujer ha de estar sujeta al marido, signifique eso lo que signifique (*), está negando que la Iglesia debe sujetarse a Cristo. Por cierto, eso es lo que pretenden aquellos que quieren abrir la puerta a la aceptación por la Iglesia del divorcio y recasamiento. Quieren que la Iglesia deje de sujetarse a la clara y nítida enseñanza del Señor. A saber, que quien se divorcia y se vuelve a casar es un adúltero. Tanto si es hombre como si es mujer. Y en cuanto a tal, está en pecado mortal y debe de arrepentirse para recibir la misericordia de Dios que nos salva. Oculten ustedes doctrinal o pastoralmente esa verdad y se cargan la fe católica. Esto no lo digo yo. Lo dice el actual Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Mons. Gerhard L. Müller:

La Carta a los Efesios es de grande significado para el fundamento bíblico de la comprensión sacramental del matrimonio. En ella se señala: «Maridos, amad a vuestras esposas, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella» (Ef 5,25). Y más adelante, escribe el Apóstol: «Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos serán una sola carne. Este es un gran misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia» (Ef 5,31-32). El matrimonio cristiano es un signo eficaz de la alianza entre Cristo y la Iglesia. El matrimonio entre bautizados es un sacramento porque significa y confiere la gracia de este pacto.

Clarito, ¿verdad?

Luis Fernando Pérez Bustamante

(*) Cuando digo “signifique eso lo que signifique” no es que no tenga opinión sobre ese posible significado. De momento todos tenemos claro lo que significa que Cristo sea la cabeza de la Iglesia y que la Iglesia esté sujeta a Cristo, ¿verdad que sí? Y también sabemos que, vuelvo a citar a Mons. Müller, “el matrimonio cristiano es un signo eficaz de la alianza entre Cristo y la Iglesia", ¿verdad que sí? Pues hale, las reclamaciones, al maestro armero. Es decir, a Aquél que inspiró a San Pablo a escribir así.