IGLESIA EN EL MUNDO

Luis Ortiz, religioso amigoniano desde Manila: “El problema será cómo levantar una vez más, un pueblo arrasado”


 

Son las palabras de Luis Ortiz, director del Centro de Menores Friendship Home Father Luis Amigó en Manila. Y es que no es la primera vez que el país sufre un desastre natural de envergadura. Alrededor de 2000 terremotos y una veintena de tifones se registran al año en Filipinas. Sin embargo, el tifón Yolanda ha sido considerado el más potente del mundo en 2013. “Nos ha pillado fuera de juego. Aquí le han puesto Yolanda, con “y”, porque  ya se han utilizado prácticamente todas las letras del abecedario, para nombrar a todos los fenómenos de este tipo que han azotado al país”, asegura el religioso amigoniano.   

Luis Ortíz lleva 27 años de dedicación y trabajo social en el país del sudeste asiático. A falta de que el gobierno confirme la magnitud de la tragedia, el religioso se atreve a aventurar que será sin duda el peor tifón que ha vivido nunca en sus casi tres décadas en Filipinas. “Toda la población está volcada en ayudar a los damnificados. Llevamos todo el fin de semana trabajando en ello. Mucha gente aquí en Manila, tiene familiares en esa zona y siguen sin saber nada de ellos, sin saber si están vivos o muertos. Estamos consternados. Ahora nuestra máxima prioridad es atender a las familias”, explica el director.  Acaba de llegar del Departamento de Bienestar Social de la capital, donde colabora en las tareas de voluntariado. Junto a los jóvenes preparan paquetes de alimentos para los damnificados.

Las primeras estimaciones apuntan a 10.000 muertos y 10 millones de damnificados. 4 millones de niños han resultado afectados. El agua potable se ha convertido en un bien tan básico como inexistente en las regiones devastadas. “El Tifón ha pasado, ha dejado la desgracia humana, pero esto es sólo el principio.  Ahora llegarán más problemas como la delincuencia, el abuso a menores, violaciones, enfermedades, desplazamientos o falta de empleo, entre otros.  Los miles de muertos en las calles darán lugar a más muertos y para evitarlo hay que trabajar lo más rápido posible. Tenemos que prevenir un mal mayor”, apunta el padre Ortiz. El religioso no oculta su preocupación por lo que ocurra a partir de ahora. Es uno de sus objetivos principales, tratar de mitigar las consecuencias del desastre y que la ayude llegue a todos los rincones. “Ahora sólo espero que después de esta catástrofe se tomen las medidas adecuadas y que los hogares de los filipinos sean construcciones más seguras para que una desgracia de estas dimensiones no vuelva a ocurrir”. Es el deseo de Luis Ortiz antes de volver a su tarea diaria, hacer la vida algo más fácil a las miles de familias que habitan este país del sudeste asiático.

(IVICON)