21.11.13

 

Voy a ser original empezando este post diciendo que la Iglesia en España está en pleno cambio de ciclo. No hay que ser muy listo para llegar a ese conclusión. Los cardenales y arzobispos de las archidiócesis españolas con más fieles presentaron hace ya bastante tiempo su renuncia por edad. Benedicto XVI no se la aceptó y el papa Francisco no parece tener especial prisa. Pero es evidente que antes o después, Madrid y Barcelona tendrán nuevos arzobispos que, presumiblemente, acabarán siendo creados cardenales por el Papa. Existe también la opción de que el cardenal Cañizares regrese a España, pero el cuándo y el dónde, si es que ocurre, solo lo sabe seguro el Santo Padre. Y lo mismo todavía no lo sabe porque no se lo ha planteado.

Se da además la circunstancia de que Mons. Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid, abandona la secretaría general y la portavocía de la CEE. Diez años al frente de la misma dejan huella, tanto en las formas como en el fondo. Aunque se puede caer en el peligro de simplificar mucho, no resulta demasiado aventurado decir que el secretario general de la Conferencia es el que está al mando de la sala de máquinas en el día a día. Ciertamente en comunicación con el presidente, la ejecutiva, la permanente y el resto de obispos, pero con cierto “mando en plaza”. El caso es que muy mal no les debió parecer a los obispos su primer quinquenio cuando le eligieron para un segundo. Habrá quien piense que los prelados votan siguiendo “órdenes” de la presidencia, pero yo me niego a aceptar que las plenarias son el coto privado de nadie. Más bien parece que entre los obispos españoles hay bastante sintonía a la hora de votar. Nadie olvide que el cardenal Rouco no consiguió una tercera reelección seguida porque le faltó un solo voto para obtener los dos tercios. Entonces los obispos volvieron a votar y eligieron a Mons. Blázquez, pero al final de su trienio optaron de nuevo por el cardenal. Y no creo que lo hicieran coaccionados por guardias suizos enviados desde Roma. Que es lo que algunos “opinadores” parecen querer dar a entender.

En la votación para la elección del nuevo secretario general se ha vuelto a demostrar una unidad de criterio ciertamente llamativa. El P. José María Gil Tamayo fue elegido a la primera. Cuarenta y ocho obispos optaron por él. Se puede decir sin temor a equivocarse que ha habido mucho consenso sobre su persona. Lo cual es, en sí mismo, algo muy positivo. No estoy en la piel del P. Gil Tamayo pero saberse apoyado por tantos obispos debe dar una gran tranquilidad a su alma. Lo cual le ayudará no poco a desarrollar la importantísima labor que tiene por delante.

Leer el currículum del P. José María Gil impresiona bastante. Conoce el paño muy bien. El bueno de Isidro Catela, director de la oficina de prensa de la CEE, -y que hoy parecía el protagonista de “solo ante el peligro” cuando ha salido a dar la rueda de prensa-, ha recordado que fue don José María quien le pidió que fuera a trabajar a Añastro. Durante 13 años (¡¡13 !!) fue director del Secretariado de la Comisión de Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal Española. Es decir, el sacerdote al que los obispos han puesto al frente de la secretaría general no es un advenedizo en la CEE. El hecho de ser periodista con amplia experiencia le da la ventaja de no tener que aprender a tratar con la prensa. Sabe lo que es esta profesión y conoce a muchos de los que llevan años ejerciéndola en España. Pero también fuera de España. El P. Gil Tamayo ha trabajado y colaborado con la RIIAL. En Roma le conocen y valoran tan bien que el P. Lombardi le dio la responsabilidad de ser portavoz para los medios de lengua española durante el periodo que siguió a la renuncia de Benedicto XVI y la llegada del papa Francisco. También es editorialista del periódico oficial de la Santa Sede. Podría seguir dando datos, pero como ya están en la noticia que dimos sobre su nombramiento, no es necesario.

Pero aunque su condición de periodista es importante, quiero destacar su labor como sacerdote. Ser cura rural en España no es cualquier cosa. Y trabajar en la pastoral educativa con jóvenes, tampoco. En Badajoz es párroco, canónigo y miembro del consejo de presbiterio. Y su actividad docente es cualquier cosa menos pacata. Es decir, no estamos ante un sacerdote que se ha pasado la vida de despacho en despacho, sino que ha estado a pie de obra con los fieles.

Entre otras responsabilidades, es miembro del Consejo de Administración de la Cadena COPE. O sea, la conocida como la “radio de los obispos". Aun me acuerdo un programa de la antigua Popular TV (hoy 13TV), en el que el P. José María dejó bien claro que los profesionales de la cadena debían respetar el ideario, cosa que no tenía muy claro que hicieran adecuadamente en esos momentos. En realidad, más bien opinaba que hacían lo contrario. Decir eso entonces era ir contracorriente. Y sin embargo, lo dijo. Hoy ya no están aquellos profesionales y ya sabemos que agua pasada no mueve molino, pero ahí queda el dato para los que crean que es indicativo de por dónde van las querencias “comunicativas” del nuevo secretario general. Aunque todo lo relacionado con los medios de comunicación propiedad de la Iglesia depende más de los obispos de la ejecutiva, sobre todo el presidente, que del secretario general, sin duda su opinión será tenida en cuenta en el futuro cuando se produzca el relevo del cardenal Rouco al frente de la CEE.

La cercanía del P. José María Gil Tamayo al Opus Dei es también evidente. Estudió Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Y se está doctorando en Comunicación Social Institucional en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma. Poco más hay que añadir. Ese dato era parte de la comidilla entre los periodistas que esta mañana estaban cubriendo informativamente su nombramiento en la sede de la CEE. Cada cual saque las conclusiones que estime pertinentes.

Conclusión. Los obispos han elegido a un buen sacerdote que conoce bien el trabajo que le espera por delante. Ser secretario general es mucho más que aparecer ante los medios de vez en cuando. Hay mucho trabajo en la sombra que hay que realizar. Y cuanto mejor se realice, mejor para la Iglesia en España. Roguemos al Señor para que derrame de su gracia sobre el P. José María Gil. Que el Espíritu Santo le ayude a ser un fiel servidor del Señor y de su Iglesia. O sea, servidor nuestro. Quien ha sido fiel en lo poco, será fiel en lo mucho.

Vaya desde aquí nuestra felicitación y nuestras oraciones por él. Que la Madre de Dios le guíe y le proteja en esta nueva responsabilidad.

Luis Fernando Pérez Bustamante