24.11.13

A menos de una semana de finalizado el XVI Encuentro de Formación Católica de Bs. As., no quisiera omitir el dejar constancia fotográfica de un sinfín de gracias que hemos recibido en estos días, tanto organizadores como asistentes, y que no cesamos de agradecer.

Entre algunos favores, destaco por ejemplo, el haber compartido estos días con dos conferencistas muy diferentes entre sí, como lo son el querido padre Alfredo Sáenz -cuya sola presencia es para nosotros un regalo maravilloso-, y Amparo Medina, invitada especial desde Ecuador, testimonio viviente de un milagro de la gracia, al convertirla de guerrillera atea y abortista, en militante católica a favor de la vida, convencida de que lo único imprescindible es buscar la santidad.

Esperamos poder compartir algunas conferencias en posts sucesivos.

Quizá muchos opinen que esto es irrelevante, o que tal vez magnificamos en este Encuentro un suceso que al fin y al cabo, frente a todos los grandes eventos que hoy vemos en el mundo católico… Pero yo creo que tal vez, entre tanto culto a lo grandilocuente y espectacular, numerolátrico, se corre el riesgo de menospreciar el ámbito de lo pequeño, en que Dios sigue convirtiendo el agua en vino en múltiples Canáa, y multiplicando panes y peces para dar de comer a multitudes con nuestra contadísima pobreza. Y ese menosprecio atenta siempre contra la esperanza, porque se ha entorpecido la mirada para ver cotidianamente todo “más allá”. Y el cristiano, hombre de la trascendencia, jamás puede conformarse con quedarse “hic et nunc”, sino que siempre, siempre, es preciso remontar la mirada y el corazón, y ver que somos águilas casi sin saberlo, porque Cristo es Rey del Universo, y nosotros somos suyos.

No es irrelevante que ni un solo asistente haya quedado sin imponerse el Escapulario del Carmen, ni que haya habido 9 confirmaciones en la Misa del domingo. No es irrelevante que hayamos tenido, además de las 16 conferencias, 3 o 4 sacerdotes “católicos” disponibles casi todos los días para oír confesiones a cualquier hora, compartiendo con los fieles liturgia, mesa, estudio y eutrapelia. Ha sido, sí, una fiesta, y bendito sea Dios por ello.

No quiero, pues, “acostumbrarme", ni dejar de sorprendernos año tras año, y Dios nos guarde de la frialdad, y dejar de agradecerle, que al fin y al cabo, la Acción de Gracias es el núcleo de nuestra vida, “fuente y culmen” de toda ella…

Dejo, pues, algunas fotos, invitando a los que hayan asistido, a compartir unas líneas si lo ven oportuno, y agradeciendo una y otra vez a quienes han hecho posibles estos días con su colaboración y oraciones.