13.01.14

 

Ante los embajadores del mundo entero acreditados ante la Santa Sede, el Papa ha pronunciado hoy un discurso en el que ha abordado muchas cuestiones. Una de ellas, el aborto. Y ha sido contundente:

… suscita horror sólo el pensar en los niños que no podrán ver nunca la luz, víctimas del aborto…

No ha dicho pena, disgusto o lamento. Que también, sin duda. No, ha dicho HORROR. O sea, espanto.

También ha dicho que es un horror pensar “en los que son utilizados como soldados, violentados o asesinados en los conflictos armados, o hechos objeto de la trata de personas, esa tremenda forma de esclavitud y que es un delito contra la humanidad“. La diferencia es que nadie duda de que usar a los niños como soldados o como objetos de la trata de personas es una salvajada. Pero son millones los que creen que el aborto es un derecho de la mujer, y que matar seres humanos antes de nacer es algo aceptable.

Las palabras del papa Francisco tienen una doble virtud:

1- Están pronunciadas ante los representantes de las naciones en este mundo. Es decir, ante los gobernantes. O, usando un término bíblico, ante el César.

2- Disipan cualquier duda sobre lo que él piensa acerca de este asunto y la importancia del mismo. Hubo quien quiso coger el rábano por las hojas cuando en una entrevista aseguró que no podemos estar hablando sólo del aborto. Y ciertamente el Papa no ha hablado solo del aborto en su discurso. Una cosa es no dedicarse en exclusiva a hablar de uno o dos temas que afectan gravemente a nuestra sociedad y otra muy distinta es pensar que hay que callar ante esos temas. Es evidente que el Papa no se calla.

Ante este regalo que el Santo Padre ha hecho a los defensores del derecho a la vida, toca dar gracias a Dios. Y toca algo más. Volvernos a preguntar qué pintan en la Iglesia de Cristo aquellos que defienden el derecho al aborto. No hace falta que dé nombres. Ustedes los saben.

Luis Fernando Pérez Bustamante