23.01.14

 

Llevamos unas cuantas semanas asistiendo a un verdadero espectáculo de declaraciones, artículos, entrevistas, etc, sobre el anteproyecto de ley para reformar la situación legal del aborto en España. Políticos de uno y otro signo, periodistas, tertulianos, proabortistas, provida, seglares, religiosos, curas, obispos y cardenales han dicho de todo.

Como es imposible comentar lo que dicen todos, y además estamos en un momento en que no se sabe bien en qué puede quedar la polémica reforma, me limitaré a opinar sobre tres aspectos del debate.

1- Intervención de Alberto Ruiz Gallardón, ministro de Justicia, ayer en el Parlamento. Leo en Europa Press:

En su respuesta a Valenciano, que planteaba “qué necesidad hay” de modificar la normativa vigente, Gallardón ha contestado que no existe ningún “derecho absoluto” y ha criticado que los socialistas están “enganchados a un feroz y radical individualismo” con intención de “que sus derechos no tengan límites y se puedan ejercer de una forma absoluta al margen del derecho del concebido y no nacido".

“Yo no tengo ningún derecho absoluto respecto a usted porque mi derecho termina cuando empieza el suyo (…) Están enganchados a un feroz y radical individualismo, lo que pretenden es que su derecho no tenga límites y que se pueda ejercer de una forma absoluta al margen del derecho del concebido y no nacido”

Oiga, don Alberto, darían ganas de aplaudirle si no fuera porque su proyecto de reforma dejará de facto el derecho del concebido y no nacido prácticamente igual que con la ley actual -hay quien piensa que peor, hay quien piensa que mejor-. Y en todo caso quedará peor a como estaba con la ley de 1985, con la que se podía abortar solo hasta la semana 12 a través del coladero de la salud psicológica de la madre. Con la reforma prevista, ese coladero se alarga hasta la semana 22. Vean ustedes como es un feto humano de esa edad y saquen las conclusiones pertinentes.

Señor ministro, si usted fuera coherente con lo que dijo ayer, su reforma iría encaminada a que la protección del derecho del “concebido y no nacido” fuera absoluta y no sometida a ningún otro derecho de menor rango. A menos, claro, que usted piense que hay un derecho de más rango que el de poder vivir y que no te maten. Ni siquiera el derecho a la salud de la madre está por encima del derecho a la vida. Podríamos discutir qué hacer con los escasísimos casos en los que esté en juego sea un riesgo real de muerte de la madre, pero son tan pocos, que casi ni merece la pena.

2- La extrema derecha francesa es abortista.

Mientras que Rubalcaba y el PSOE están empeñados en decir que al gobierno español, en este tema, solo le apoya en Europa la extrema derecha francesa, la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, acaba de decir que ella está la mar de feliz con la legislación proabortista de su país y que no propondría un cambio como el que se plantea en España. Cierto que su padre, fundador y primer líder del partido, era y es provida. Pero quien manda en la ultraderecha francesa es la hija, no el padre. Y hasta donde yo sé, no ha salido nadie en el FN a poner el grito en el cielo por el abortismo de su “jefa". Si algún católico despistado sigue con la tentación de ver con buenos ojos a los herederos del régimen de Vichy, que se lo haga mirar por un buen oculista del alma.

3- Reacciones de los provida en España.

Cuando se anunció la reforma de la ley del aborto, las reacciones en el mundo provida en España han oscilado desde el más absoluto de los entusiasmos hasta el “nos toman el pelo”. No daré siglas ni nombres porque no tengo la menor intención de entrar en polémica con nadie. Pero a algunos les hemos visto aplaudir hasta con las orejas, a otros decir “es un paso pequeño pero muy importante por ser el primero en la buena dirección", a otros afirmar que “mejora lo que hay pero no es lo que querríamos"; a aquellos, más bien pocos, afirmar que “el aborto seguirá siendo libre de facto con una ley apoyada por la derecha parlamentaria"; y por último, algún llanero solitario ha escrito artículos indicando que en algunos aspectos la nueva ley es incluso peor que la vigente.

Así que, como ustedes pueden ver, hay opiniones para todos los gustos. Yo solo voy a advertir de algo que, de cumplirse, sería dramático. Una parte importante del mundo provida parece estar a punto de caer en la trampa de conformarse con el tan cacareado consenso alrededor de la ley de 1985. Sí, esa que nos llevó a alcanzar la cifra de cien mil abortos al año. A ver si a algunos les va a pasar lo que a Gallardón, que dice defender el derecho a la vida para luego no defenderlo de verdad. Porque desde luego, si el referente político provida de este país va a ser el ministro de Justicia, quien siendo alcalde de Madrid se dedicó a repartir gratuitamente la píldora abortiva del día después, apaga y vámonos.

Luis Fernando Pérez Bustamante