ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 25 de enero de 2014

La frase del día

"El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz". Beata Teresa de Calcuta. 1910-1997.

 


El papa Francisco

El Papa: solo Cristo puede ser el motor de nuestra unidad
Texto completo de las palabras del Santo Padre en la oración de las vísperas en la Basí­lica San Pablo Extramuros

Francisco elogia el genio femenino en la esféra pública y en la familia
El Santo Padre recibe a las participantes del Congreso nacional promovido por el Centro Italiano Femenino

Santa Sede

El Papa enví­a al cardenal Sarah a visitar la zona afectada por el tifón Haiyan
Se reunirá con los obispos filipinos, con el presidente de la República de Filipinas y visitará la localidad de Tacloban, la que más ha sufrido

Iglesia y Religión

Los cristianos hijos del Evangelio, la unidad está en nuestro ADN
Desafíos y perspectivas del diálogo interreligioso a la luz del pontificado de Bergoglio. Entrevista a monseñor Marco Gnavi, director de la Oficina para el ecumenismo del Vicariato de Roma

Acción Social

La Iglesia atiende 567 leproserías en el mundo
A lo largo de los últimos 20 años se han curado más de 14 millones de enfermos de lepra

Espiritualidad

Una luz en las sombras
III Domingo Ordinario -

Beato Manuel Domingo y Sol
«Este santo apóstol de las vocaciones, como lo denominó Pablo VI, amó profundamente su vocación sacerdotal y tuteló la de los seminaristas. Es el fundador de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos»


El papa Francisco


El Papa: solo Cristo puede ser el motor de nuestra unidad
Texto completo de las palabras del Santo Padre en la oración de las vísperas en la Basí­lica San Pablo Extramuros

Por Redacción

ROMA, 25 de enero de 2014 (Zenit.org) - El Santo Padre ha presidido esta tarde la oración de las vísperas por la solemnidad de la Conversión de san Pablo Apóstol y la conclusión de Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que este año ha reflexionado sobre la cita de san Pablo a los Corintios: "¿está dividido Cristo?" En las vísperas celebradas en la Basílica San Pablo Extramuros han participado también representantes de otras Iglesias y Comunidades eclesiales presentes en Roma.

Publicamos a continuación las palabras que el Papa ha pronunciado durante la celebración:

Queridos hermanos y hermanas:

«¿Está dividido Cristo?» (1 Co 1,13). La enérgica llamada de atención de san Pablo al comienzo de su Primera carta a los Corintios, que resuena en la liturgia de esta tarde, ha sido elegida por un grupo de hermanos cristianos de Canadá como guión para nuestra meditación durante la Semana de Oración de este año.

El Apóstol ha recibido con gran tristeza la noticia de que los cristianos de Corinto están divididos en varias facciones. Hay quien afirma: «Yo soy de Pablo»; otros, sin embargo, declaran: « Yo soy de Apolo»; y otros añaden: «Yo soy de Cefas». Finalmente, están también los que proclaman: «Yo soy de Cristo» (cf. v. 12). Pero ni siquiera los que se remiten a Cristo merecen el elogio de Pablo, pues usan el nombre del único Salvador para distanciarse de otros hermanos en la comunidad. En otras palabras, la experiencia particular de cada uno, la referencia a algunas personas importantes de la comunidad, se convierten en el criterio para juzgar la fe de los otros.

En esta situación de división, Pablo exhorta a los cristianos de Corinto, «en nombre de nuestro Señor Jesucristo», a ser unánimes en el hablar, para que no haya divisiones entre ellos, sino que estén perfectamente unidos en un mismo pensar y un mismo sentir (cf. v. 10). Pero la comunión que el Apóstol reclama no puede ser fruto de estrategias humanas. En efecto, la perfecta unión entre los hermanos sólo es posible cuando se remiten al pensar y al sentir de Cristo Jesús (cf. Flp 2,5). Esta tarde, mientras estamos aquí reunidos en oración, nos damos cuenta de que Cristo, que no puede estar dividido, quiere atraernos hacia sí, hacia los sentimientos de su corazón, hacia su abandono total y confiado en las manos del Padre, hacia su despojo radical por amor a la humanidad. Sólo él puede ser el principio, la causa, el motor de nuestra unidad.

Cuando estamos en su presencia, nos hacemos aún más conscientes de que no podemos considerar las divisiones en la Iglesia como un fenómeno en cierto modo natural, inevitable en cualquier forma de vida asociativa. Nuestras divisiones hieren su cuerpo, dañan el testimonio que estamos llamados a dar en el mundo. El Decreto sobre el ecumenismo del Concilio Vaticano II, refiriéndose al texto de san Pablo que hemos meditado, afirma de manera significativa: «Con ser una y única la Iglesia fundada por Cristo Señor, son muchas, sin embargo, las Comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la verdadera herencia de Jesucristo; ciertamente, todos se confiesan discípulos del Señor, pero sienten de modo distinto y marchan por caminos diferentes, como si Cristo mismo estuviera dividido». Y, por tanto, añade: «Esta división contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura» (Unitatis redintegratio, 1). Todos nosotros hemos sido dañados por las divisiones. Todos nosotros no queremos convertirnos en un escándalo. Por esto todos nosotros caminamos juntos fraternalmente hacia la unidad también haciendo unidad en el caminar, esa unidad que viene del Espíritu Santo que nos lleva a una singularidad especial que solamente en Espíritu Santo puede hacer, la diversidad reconciliada. El Señor nos espera a todos, nos acompaña a todos y con todos nosotros en este camino de la unidad.

Queridos amigos, Cristo no puede estar dividido. Esta certeza debe animarnos y sostenernos para continuar con humildad y confianza en el camino hacia el restablecimiento de la plena unidad visible de todos los creyentes en Cristo. Me es grato recordar en este momento la obra de dos grandes Papas: los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II. Tanto uno como otro fueron madurando durante su vida la conciencia de la urgencia de la causa de la unidad y, una vez elegidos a Obispos de Roma, han guiado con determinación a la grey católica por el camino ecuménico. El papa Juan, abriendo nuevas vías, antes casi impensables. El papa Juan Pablo, proponiendo el diálogo ecuménico como dimensión ordinaria e imprescindible de la vida de cada Iglesia particular. Junto a ellos, menciono también al papa Pablo VI, otro gran protagonista del diálogo, del que recordamos precisamente en estos días el quincuagésimo aniversario del histórico abrazo en Jerusalén con el Patriarca de Constantinopla, Atenágoras.

La obra de estos predecesores míos ha conseguido que el aspecto del diálogo ecuménico se haya convertido en una dimensión esencial del ministerio del Obispo de Roma, hasta el punto de que hoy no se entendería plenamente el servicio petrino sin incluir en él esta apertura al diálogo con todos los creyentes en Cristo. También podemos decir que el camino ecuménico ha permitido profundizar la comprensión del ministerio del Sucesor de Pedro, y debemos confiar en que seguirá actuando en este sentido en el futuro. Mientras consideramos con gratitud los avances que el Señor nos ha permitido hacer, y sin ocultar las dificultades por las que hoy atraviesa el diálogo ecuménico, pidamos que todos seamos impregnados de los sentimientos de Cristo, para poder caminar hacia la unidad que él quiere. Caminar juntos ya es hacer unidad.

En este ambiente de oración por el don de la unidad, quisiera saludar cordial y fraternalmente a Su Eminencia el Metropolita Gennadios, representante del Patriarcado Ecuménico, a Su Gracia David Moxon, representante del arzobispo de Canterbury en Roma, y a todos los representantes de las diversas Iglesias y Comunidades Eclesiales que esta tarde han venido aquí. Estos dos hermanos en representación de todos hemos rezado en el sepulcro de Pablo. Y hemos dicho entre nosotros, 'recemos para que Dios nos ayude en este camino, este camino de la unidad, del amor, haciendo camino de unidad'. La unidad no vendrá como un milagro al final, la unidad viene en el camino, la hace el Espíritu Santo en el camino. Si nosotros no caminamos juntos, si nosotros no rezamos los unos por los otros, si nosotros no trabajamos juntos en tantas cosas que podemos hacer en este mundo por el Pueblo de Dios, la unidad no vendrá. Se hace en este camino, en cada paso. Y no la hacemos nosotros, la hace el Espíritu Santo que ve nuestra buena voluntad.

Queridos hermanos y hermanas, oremos al Señor Jesús, que nos ha hecho miembros vivos de su Cuerpo, para que nos mantenga profundamente unidos a él, nos ayude a superar nuestros conflictos, nuestras divisiones, nuestros egoísmos. Y recordamos que la unidad siempre es superior al conflicto. Y nos ayude a estar unidos unos a otros por una sola fuerza, la del amor, que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones (cf. Rm 5,5 ). Amén.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Francisco elogia el genio femenino en la esféra pública y en la familia
El Santo Padre recibe a las participantes del Congreso nacional promovido por el Centro Italiano Femenino

Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, 25 de enero de 2014 (Zenit.org) - El Santo Padre ha subrayado esta mañana "la indispensable aportación de la mujer en la sociedad, en particular con su sensibilidad e intuición hacia el otro, el débil, el indefenso". Lo ha hecho durante la audiencia a las participantes del 29º Congreso nacional promovido por el C.I.F (Centro Italiano Femenino) sobre el tema: "Cif: ese paso más re-generar la vida, cultivar la esperanza".

El Papa ha dado las gracias al CIF por el trabajo realizado en estos 70 años de vida, "por la obras que ha realizado en el campo de la formación y de la promoción humana, y por el testimonio que ha dado sobre el rol de la mujer en la sociedad y en la comunidad eclesial". De hecho, Francisco ha observado que en el arco de estos últimos decenios, junto a otras transformaciones culturales y sociales, también  la identidad y el rol de la mujer, en la familia, en la sociedad y en la Iglesia, han conocido cambios notables, y en general la participación y la responsabilidad de las mujeres ha ido creciendo.

En este proceso, Francisco ha destacado el importante discernimiento por parte del Magisterio de los papas. De forma especial ha señalado la Carta apostólica Mulieris dignitatem de 1988 y el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1995 sobre el tema: "La mujer: educadora de paz".  Asimismo ha recordado sus palabras de la Evangelii gaudium señalando la indispensable aportación de la mujer en la sociedad, en particular con su sensibilidad e intuición hacia el otro, el débil, el indefenso". También ha manifestado el Santo Padre que se alegra al ver "muchas mujeres compartir algunas responsabilidades pastorales con los sacerdotes en el acompañamiento de personas, familias y grupos, como en la reflexión teológica".

El Pontífice ha afirmado que "estos nuevos espacios y responsabilidades que se han abierto, y que deseo vivamente puedan ampliar la presencia y la actividad de las mujeres, tanto en el ámbito eclesial como en el civil y profesional, no pueden hacer olvidar el rol insustituible de la mujer en la familia". Además, ha añadido, las dotes de delicadeza, peculiar sensibilidad y ternura, del que es rica el alma femenina, representan no solo una fuerza genuina para la vida de las familias, para la irradiación de un clima de serenidad y de armonía, sino una realidad sin la cual la vocación humana sería irrealizable".

Por otro lado, el Santo Padre ha indicado que si en el mundo del trabajo y en la esfera pública es importante la aportación más incisiva del genio femenino, tal aportación permanece imprescindible en el ámbito de la familia, que para nosotros cristianos no es simplemente un lugar privado, sino esa "Iglesia doméstica", cuya salud y prosperidad es condición para la salud y prosperidad de la Iglesia y de la sociedad misma. Ha invitado a pensar en la Virgen... "La Virgen en la Iglesia crea algo que no pueden crear los sacerdotes, los obispos y los Papas. ¿Es ella el genio femenino propio no? Y pensemos en la Virgen en las familias... en qué hace la Virgen en una familia".

Francisco ha insistido en que la presencia de la mujer en el ámbito doméstico se revela cuanto más necesaria, "para la transmisión a las generaciones futuras de sólidos principios morales y por la misma transmisión de la fe".

Finalmente, a este punto, el Papa se ha preguntado cómo es posible crecer en la eficacia en tantos ámbitos de la esfera pública, en el mundo del trabajo y al mismo tiempo mantener la presencia y la atención preferencial en la familia. La respuesta que ha dado el Pontífice es "el campo del discernimiento que, además de la reflexión sobre la realidad de la mujer en la sociedad, presupone la oración asidua y perseverante".

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Santa Sede


El Papa enví­a al cardenal Sarah a visitar la zona afectada por el tifón Haiyan
Se reunirá con los obispos filipinos, con el presidente de la República de Filipinas y visitará la localidad de Tacloban, la que más ha sufrido

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 25 de enero de 2014 (Zenit.org) - El cardenal Robert Sarah, presidente del Pontificio Consejo 'Cor Unum', visitará, por encargo del Santo Padre, las zonas afectadas por el tifón, Haiyan, que golpeó con fuerza Filipinas el pasado 8 de noviembre. El purpurado acudirá "para llevar el signo del consuelo y cercanía espiritual a la población, que ahora se enfrenta al momento de la reconstrucción de cuanto ha sido devastado por las calamidades naturales, además de promover la red de las ayudas de quién está trabajando en el lugar", anuncia un comunicado de la Sala de Prensa del Vaticano.

La misión del cardenal tendrá lugar del 26 al 31 de enero, y se desarrollará a través de tres momentos de particular importancia: el encuentro con los obispos filipinos, reunidos en estos días en Conferencia Episcopal; el encuentro con el presidente de la República de Filipinas, Beningno Aquino III; y la visita a la localidad de Tacloban, que es la más afectada por el tifón.

En el contexto de esta visita, el cardenal Sarah presentará, en nombre del Santo Padre, el compromiso de realizar, a través de "Cor Unum", un proyecto para la construcción ex-novo de un orfanato y una residencia de ancianos. El edificio comprenderá, entre otras cosas, un pequeño convento para religiosas, una capilla y un dispensario.

Golpenando las islas Visayas (Filipinas central), el tifón Haiyan provocó - según los informes difundidos por Caritas Filippine/Nassa en estas semanas - más de 5.500 muertos, más de 26.000 heridos y casi 2.000 desaparecidos. Los desplazados serían cerca de 3'8 millones, pertenecientes a más de 851.000 familias. En total, se trata de casi 12 millones de personas que han sufrido daños o pérdidas de distinto tipo, dispersas en 574 entre municipios y ciudades, y se teme ahora por el problema de las epidemias.

A penas se conoció la noticia de la llegada del tifón, el Santo Padre decidió enviar, a través de "Cor Unum", una primera contribución de emergencia de 150 mil dólares para el socorro a las poblaciones, el apoyo de las obras de asistencia realizadas en favor de los desplazados y las víctimas de las inundaciones, que se han sumado a los fondos asignados por toda la Iglesia en su conjunto, las iglesias locales, las parroquias en todo el mundo, la red de Cáritas y las otras agencias nacionales y diocesanas comprometidas en el trabajo con la caridad.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Iglesia y Religión


Los cristianos hijos del Evangelio, la unidad está en nuestro ADN
Desafíos y perspectivas del diálogo interreligioso a la luz del pontificado de Bergoglio. Entrevista a monseñor Marco Gnavi, director de la Oficina para el ecumenismo del Vicariato de Roma

Por Salvatore Cernuzio

ROMA, 25 de enero de 2014 (Zenit.org) - Se concluye hoy, en la fiesta de la Conversión de San Pablo, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Han sido muchos los llamamientos del Papa en estos días para superar el "escándalo" de la división entre cristianos, y numerosas las iniciativas de las diferentes confesiones para profundizar el conocimiento y la acogida recíprocas. Todo siguiendo como hilo conductor el interrogante del apóstol a la comunidad de Corinto: "¿está Cristo dividido?" Los desafíos surgidos por el camino ecuménico y las relaciones entre los cristianos son múltiples, como también las grandes novedades que se ven en el horizonte. Cabe destacar también el viaje del Papa a Tierra Santa, donde se reunirá con el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomeo. De todo esto ZENIT ha hablado con monseñor Marco Gnavi, director de la Oficina para el ecumenismo y el diálogo interreligioso del Vicariato de Roma.

***

Hoy, ¿a qué punto se ha llegado en el diálogo ecuménico? ¿Cuáles son los desafíos que se esperan?

--Mons. Gnavi: Nunca como en el momento actual se ha alcanzado una conciencia tal de las diferencias de cada uno. Se trata ahora de dar testimonio juntos, delante de un mundo que mira a los discípulos de Evangelio, de los que se espera ver una esperanza. La búsqueda de la unidad hoy no puede ser prerrogativa solo de los académicos, de los teólogos, sino que debe involucrar a todos en una nueva inspiración, en una nueva pasión, recordándonos la llamada urgente a la unidad que viene de la oración sacerdotal de Jesús en el Evangelio de Juan, el testamento espiritual que Cristo nos ha dejado.

¿Cuál es, según usted, la contribución del papa Francisco al desarrollo del diálogo ecuménico?

--Mons. Gnavi: Gran escucha y disponibilidad al encuentro. Lo demuestran las numerosas audiencias del primer día de su pontificado: Bartolomeo, Tawadros, Theodoros II y muchos otros. Como también las palabras de Siria, Egipto y todas esas zonas de mundo incendiadas por movimientos de la historia: un llamamiento continuo a la solidaridad, al encuentro con las iglesias en minoría, a dar esperanza a estos hermanos. Creo que el Santo Padre está ayudando a todos a centrarse en el Evangelio: en un mundo secular como el nuestro, tentado por divisiones, presentarse como Obispo de Roma es un signo a reencontrarse en la esencialidad de las raíces cristianas, sin olvidar las propias diferencias.

¿Francisco ha indicado una enfoque diferente con los ortodoxos para facilitar la relación entre el primado de Pedro y la 'sinodalidad'?

--Mons. Gnavi: El papa Francisco se coloca en la línea de sus predecesores: pone el ministerio petrino al servicio de la unidad. El Santo Padre ha hablado de 'sinodalidad' pensando en la comunión interna de la misma Iglesia católica, como indicación de encuentro entre las iglesias locales con la fe de Roma. El ejemplo de la sinodalidad ortodoxa es por tanto una provocación para estimular a los obispos católicos en la búsqueda de una verdadera comunión. El Papa lo ha subrayado como una pregunta abierta: por ahora no tiene respuesta, quizá se realizará en la historia.

El Papa, en la última audiencia general de los miércoles, ha afirmado que "la división de los cristianos es un escándalo".

--Mons. Gnavi: Creo que el Papa haya querido estimular a todas las iglesias y las comunidades eclesiales, en primer lugar a nosotros católicos, a considerar la urgencia de un testimonio creíble y alegre que debemos dar del Evangelio en cada contexto en el que vivimos. La división es más dolorosa donde los cristianos son minoría, donde las armas pacíficas del diálogo se enfrentan al mal de la violencia. Hay zonas en el mundo en las que los cristianos buscan "recomponerse", aún en sus divisiones y diferencias, para darse apoyo recíproco. Pienso en particular en Nigeria, donde los católicos, anglicanos, etc., resisten juntos a las agresiones y mueren inocentemente mientras rezan en las iglesias.

En una entrevista el Papa ha hablado de hecho de “ecumenismo de sangre”…

--Mons. Gnavi: Exacto. Es el ecumenismo de los mártires que es celebrado por estos hermanos de Asia, África, América Latina, que viven las bienaventuranzas evangélicas al precio de la sangre, mueren en el ejercicio de la caridad, en la búsqueda de la paz. Esta humildad les hace grandes.

En su opinión, ¿la búsqueda de la comunión con otras iglesias es realmente una prioridad para los cristianos de hoy o es una "forma de hablar" mientras se remarcan todavía las diferencias?

--Mons. Gnavi: Es una prioridad porque la vocación de los cristianos a la unidad está escrita en su DNA. Los cristianos viven en la historia, y a pesar de que se ha perdido el sentido de la unidad y del bien común, esto es un rasgo distintivo. Somos hijos del Evangelio y nuestra raíz es la comunión. Sin unidad, de hecho, el testimonio evangélico es débil y la división se convierte en una brecha abierta al mal en todas sus expresiones. La búsqueda de la unidad por tanto no solo es, sino debe ser una prioridad. Juan XXIII pedía buscar lo que une y dejar de lado lo que nos divide. Hemos vivido momentos en los que se ha hecho lo contrario, y continuamos sufriendo; hoy, sin embargo, estamos llamados a dejarnos atravesar por el Espíritu para buscar una comunión plena. El tema de Semana de este año es "¿Cristo está dividido?". La respuesta es sencilla: Cristo no puede estar dividido, cada uno de nosotros debe dar signos eficaces de esto.

A la luz de lo que ha dicho hasta ahora, ¿de qué forma el viaje del Papa a Tierra Santa podrá favorecer un salto de calidad en el diálogo ecuménico?

-- Mons. Gnavi: Es un gran signo que esta visita suceda cincuenta años después del histórico abrazo de Pablo VI y Athenagora. Un gesto que ha representado la cancelación de todas las excomuniones, después de una distancia secular, en 1054. Un evento extraordinario sucedido precisamente en la Tierra de Jesús. El Papa también se encontrará con el patriarca Bartolomeo, y este encuentro - como también la elección de las tres etapas -muestra su confianza en el futuro. El viaje de Francisco no quiere marcar una nostalgia del pasado, sino una esperanza tenaz en la posibilidad de fecundar el mundo junto a los hermanos ortodoxos. Y, en mi opinión, es un llamamiento para los cristianos a comenzar de Jerusalén un nuevo camino. El mundo está atravesando una época difícil, marcada por crisis económicas, sociales, de valores, pero esto debe convertirse en una ocasión para los cristianos para hacer brillar con humildad la esperanza de la que son portadores, sin dejarse tentar por las insidias del mal. También porque el mundo espera precisamente esto de ellos.

Traducido por Rocío Lancho García

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Acción Social


La Iglesia atiende 567 leproserías en el mundo
A lo largo de los últimos 20 años se han curado más de 14 millones de enfermos de lepra

Por Redacción

ROMA, 25 de enero de 2014 (Zenit.org) - El domingo, 26 de enero se celebra el 61º Día Mundial de la Lepra, instituida en 1954 por Raoul Follereau, escritor y periodista francés. La Iglesia administra 567 centros de lepra en el mundo, según el último Anuario Estadístico de la Iglesia, 20 más con respecto al año pasado. El desglose por continentes es el siguiente: en África 211, en América 65 (total), en Asia 281, en Europa 6 y en Oceanía 4. Las naciones que albergan el mayor número de enfermos de lepra son: en África: Tanzania (32), República Democrática del Congo (26), Madagascar (26), Sudáfrica (23); en América del Norte: Estados Unidos (1); América central: México (10): en América Central-Caribe: Haití (3); en América del Sur: Brasil (22), Perú (6) Ecuador (5); en Asia: India (219), Vietnam (18) Indonesia (13); en Oceanía: Papúa Nueva Guinea (4); en Europa: Francia (2), Bélgica (1), España (1), Polonia (1), Italia (1).
La Iglesia misionera cuenta con una larga tradición de servicio a los enfermos de lepra, a menudo abandonados incluso por sus propios familiares, y siempre les ha proporcionado, además de la atención médica y la asistencia espiritual, posibilidades prácticas de recuperación y reinserción en la sociedad, señalada Fides en una nota publicada hoy. En muchos países se sigue sufriendo una grave discriminación en contra de estos enfermos, por este supuesto mal incurable y las mutilaciones terribles que provoca. Pero en realidad, la lepra es una enfermedad curable. Si se trata en las primeras fases, se evita la discapacidad.

No falta el ejemplo de misioneros santos que han dedicado su vida a aliviar el sufrimiento de la lepra, como San Jozef Daamian De Veuster SSCC, universalmente conocido como el apóstol de los leprosos de Molokai, y santa Marianna Cope, OSF, que pasó 35 años en Molokai ayudando junto con otras hermanas en la obra del p. Daamian. El beato Jan Beyzym, SI, llevó a cabo su ministerio entre los leprosos de Madagascar y la Beata Madre Teresa de Calcuta, los Siervos de Dios Marcello Candia y Raoul Follereau.

Las cifras oficiales ofrecidas por la Organización Mundial de la Salud dicen que hay más de 182 000 enfermos, principalmente en Asia y África, y que en 2012 se notificaron aproximadamente 219 000 nuevos casos.

En 1991, la Asamblea Mundial de la Salud, adoptó una resolución para eliminar la lepra como problema de salud pública en el año 2000,  entendiendo eliminar la lepra por conseguir una tasa de prevalencia de menos de 1 caso por 10 0000 habitantes. La meta se alcanzó a tiempo.

A lo largo de los últimos 20 años se han curado más de 14 millones de enfermos de lepra, unos 4 millones de ellos desde el año 2000. La tasa de prevalencia de la enfermedad ha disminuido un 90%. La carga de morbilidad mundial por esta causa ha disminuido considerablemente: de 5,2 millones de casos en 1985 a 805 000 en 1995, 753 000 a finales de 1999, y 181 941 a finales de 2011. La lepra se ha eliminado en 119 de los 122 países en los que constituía un problema de salud pública en 1985.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Espiritualidad


Una luz en las sombras
III Domingo Ordinario -

Por Mons. Enrique Díaz Diaz

SAN CRISTóBAL DE LAS CASAS, 25 de enero de 2014 (Zenit.org) - Una luz en las sombras

Isaías 8, 23-9, 3: “Los que andaban en tinieblas vieron una gran luz”

Salmo 26: “El Señor es mi luz y mi salvación”

I Corintios 1, 10-13, 17: “Que no haya divisiones entre ustedes”

San Mateo 4, 12-23: “Fue a Cafarnaúm y se cumplió la profecía de Isaías”

La situación de Michoacán, como también la de muchas otras zonas de nuestra República, ha llegado a límites que asombran a todo mundo. Es cierto que todos se quejan y lanzan acusaciones desde el anonimato y lo escondido. Pero también es cierto que el clima de incertidumbre y pesimismo invaden todos los pueblos. Así resuena valiente y esperanzadora la voz del Obispo de Apatzingán que al mismo tiempo que denuncia, despierta una chispa que alienta y contagia. “Nosotros somos conscientes de que alguien debe consolar a las víctimas, pero también alguien debe frenar a la máquina que asesina” denuncia ante la actuación del gobierno; pero asegura: “Al pueblo de Dios que peregrina en nuestra diócesis los exhortamos a no perder la esperanza, Dios está con nosotros y no nos deja solos en los momentos de peligro”  y asegura su cercanía y su oración al Pueblo de Dios que camina en Tierra Caliente, tan castigado por el flagelo de la violencia absurda y fratricida. No huye ni se esconde, se mantiene firme porque tiene su seguridad y confianza en Dios pero también la exigencia de justicia y el compromiso de construir una nueva sociedad.

Como si quisiera sacarnos de nuestros pesimismos y despertarnos de nuestras modorras, hoy se abre el Evangelio de San Mateo con un pasaje paradigmático que pone las bases de la vida del discípulo de Jesús. Mateo reconoce que el inicio de la misión evangelizadora de Jesús no ocurre en el tiempo más oportuno ni con los mejores augurios, sino todo lo contrario. Juan Bautista, quien no era la luz pero sí testigo de la luz, ha sido arrestado y reducido al silencio. Jesús no inicia su predicación en Jerusalé,n centro religioso y con todas las garantías oficiales, sino que su palabra resuena en las periferias sospechosas y despreciadas. La Galilea de los paganos era considerada por las autoridades religiosas como una región de riesgos y constantes contaminaciones paganas. Allá donde hay oscuridad, donde se está lejano de los centros de poder y de la religión, allá donde todo es sospecha y duda, inicia Jesús su gran misión salvífica y liberadora. Jesús aparece como la gran luz allí donde las tinieblas son más espesas, donde hay confusión y sombra de muerte. Raramente Jesús aparece por las sinagogas y prefiere hacerse presente en los lugares donde se encuentra alguien que debe ser liberado de la enfermedad, de la injusticia, del pecado, del odio o de la violencia.

Cuando el Papa Francisco nos presenta el Evangelio como la gran noticia que debe ser anunciada con alegría y con entusiasmo, no hace más que recoger y actualizar el estilo de predicación de Jesús. La Buena Nueva no es una noticia reservada y exclusiva para determinados lugares, sino que se lanza generosamente a todos aquellos que desfallecen en su esperanza; es anuncio para quienes, aún sin saberlo, albergan en su corazón la ilusión de una vida mejor, y que quizás no se atreven ni siquiera a soñarlo o a pedirlo. Al igual que el pueblo de Israel que caminaba en tinieblas y vio aparecer una gran luz, hoy nuestros pueblos en sus sombras, buscan ansiosamente esa luz que les dé sentido y dirección a su caminar. Jesús es esa luz que dará sentido. Con el salmo hoy nos atrevemos a proclamar gozosamente: “El Señor es mi luz y mi salvación”. Con Él venceremos las tinieblas, nuestros miedos e inseguridades. Él es la defensa de nuestra vida y con Él superaremos nuestros temblores y apatías.

Pero Jesús nos aclara cómo inicia la presencia de esa luz: “Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”. La conversión comienza por reconocer esa presencia de un Padre amoroso en nuestra vida. No es cuestión sólo de intentar hacerlo mejor, sino de sabernos envueltos y acogidos por esa misericordia grande de Dios en todos los momentos de nuestra vida. Si reconocemos este amor entonces las tinieblas se trocarán en verdadera luz que nos permitirá caminar en justicia y en verdad. Convertirse implica cambio, pero no un cambio superficial y meramente exterior, se trata de poner a Dios en el corazón, de dejarnos amar por Dios; entonces comenzaremos a limpiar nuestro egoísmo y nuestros intereses mezquinos y dejaremos de someternos al dinero y al poder. Convertirse es descubrir que nuestro origen y nuestro destino es Dios, que nuestra misión es el amor y nuestra tarea el servicio alegre y entusiasta. Todos necesitamos conversión y nunca es tarde para hacerla actual.

Jesús viene a traer esta luz y a darnos esa esperanza. Inicia así la construcción del Reino de los Cielos. Pero no lo hará solo, inmediatamente se pone a buscar a sus colaboradores: Pedro y Andrés; Santiago y Juan, tú y yo… No nos parecerían los mejores candidatos, pero a todos llama Jesús y en todos confía. También en nosotros pequeños e inadecuados. Ciertamente andamos “enredados” en mil negocios, pero ahí está la invitación entusiasta de Jesús para ir a construir su Reino. Se requiere dejar nuestras redes y enredos, nuestros egoísmos y vacilaciones, para lanzarnos a seguir a Jesús. No es fácil, ya sabemos lo que le pasó a Juan el Bautista. No es fácil, ¡pero es una tarea importantísima! ¡Es Jesús quien lo pide! Jesús no es selectivo, no pone requisitos, invita a todos, solamente pide disposición, corazón abierto, coherencia y ¡amor! Así se construye su Reino. Sí, pide una respuesta generosa y mirar en cada hombre y mujer un hermano. ¿Será mucho pedir para construir un Reino nuevo?

Aparecen también muy claro en este breve sumario otros dos elementos que sostendrán la vida del discípulo: “para que se cumpliera la Palabra…” y “curando a la gente de toda enfermedad y dolencia”. Bases importantísimas sin las cuales no se puede construir ni la Iglesia ni el Reino y ¡a veces las olvidamos! y nos lanzamos ingenuamente a construir un reino sin escuchar la Palabra, sin meditar la Palabra, sin sembrarla en el corazón, sin darle su espacio. O bien, escuchamos la Palabra superficialmente y no la ponemos en práctica y no curamos a la gente de sus enfermedades y dolencias y pasamos desentendidos a su lado. Nos dividimos y peleamos por nada, nos olvidamos que somos hermanos. Ya San Pablo en su carta a los Corintios nos recuerda lo doloroso que son las divisiones y que así no se puede construir la Iglesia de Jesús. Aquí está pues la propuesta de Jesús: la aceptación de una luz que rompe las estructuras de la oscuridad, una actitud constante de conversión, la fidelidad a la Palabra, la actitud de seguimiento, la construcción de un Reino universal donde todos seamos hermanos, la opción por los pobres, son las bases que nos pone San Mateo para lanzarnos en seguimiento de Jesús y construir hoy su Reino ¿Cómo las estamos viviendo? ¿Son realmente los cimientos donde descansa nuestra vida?

Padre Bueno lleno de misericordia, conduce nuestra vida por el camino de tus mandamientos para que, unidos a tu Hijo amado, podamos comprometernos en la construcción del Reino de justicia, paz y amor que Él viene a anunciarnos. Amén.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Beato Manuel Domingo y Sol
«Este santo apóstol de las vocaciones, como lo denominó Pablo VI, amó profundamente su vocación sacerdotal y tuteló la de los seminaristas. Es el fundador de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 25 de enero de 2014 (Zenit.org) - Hoy la Iglesia celebra la conversión de san Pablo apóstol, y entre otros, la vida de este beato.

Es impagable la labor de tantos sacerdotes diocesanos que han nutrido con su oración ante el sagrario (y continúan haciéndolo) la vocación que recibieron encaminada a llevar la fe al corazón de las gentes sencillas, a veces en lugares apartados e inhóspitos, multiplicando el tiempo para atender a varias parroquias y estar presente en los momentos de gozo y de duelo de los fieles. Son albaceas de hermosos sueños y han sido capaces de transitar por las frías veredas de la desidia ajena sin dejarse atrapar por el sentimiento de fracaso. Con su admirable tesón y sacrificio han cosechado numerosos frutos apostólicos a lo largo de los siglos. Manuel, considerado por Pablo VI «santo apóstol de las vocaciones», fue uno de ellos.

Vino al mundo el 1 de abril de 1836 en Tortosa, Tarragona, España. Y creció amando profundamente el sacerdocio en el que veía un campo fecundo de grandes proporciones evangelizadoras. En plena adolescencia ingresó en el seminario, y en 1862 comenzaba a dar rienda a sus anhelos en una modesta población, La Aldea, perteneciente a la demarcación de Tortosa, un destino en el que permaneció un año hasta que tomó posesión de la parroquia de Santiago de esta ciudad en la que había nacido. Combinó su misión pastoral con la atención espiritual a religiosas y la docencia en el Instituto. Entre las obras que emprendió a lo largo de 13 años se hallan tres conventos de clausura para religiosas, un centro juvenil y la fundación de la revista católica dirigida a este colectivo El Congregante, pionera en España. Pero la honda impresión de que podía hacer mucho más le acompañaba y portando este sentimiento en lo más recóndito de su ser, afán que ponía a los pies de Cristo en su oración, un día halló la respuesta.

¡Cuántos seminaristas han malvivido y sufrido carencias de distinto calado para materializar su vocación! En febrero de 1873 Manuel se encontró con un grupo de generosos jóvenes que actuaron en conformidad con el Evangelio despojándose de todo con auténtica fruición para obtener la perla preciosa, fieles al llamamiento de Cristo. El eslabón de este importantísimo hallazgo, de suma trascendencia en su vida, fue el seminarista Ramón Valero, quien informó al beato de la existencia de otros compañeros que se hallaban en su misma situación. Impresiona la grandeza de corazón de este colectivo aspirante al sacerdocio que sobrevivía casi clandestinamente en Tortosa, sin lugar donde guarecerse de forma digna, por haber sido destruido el seminario durante la guerra de 1868, y no tenían más comida que la que obtenían de la caridad ajena o de la que se procuraban en el basurero, ni más luz que una simple vela. Entre tantas necesidades incluían la falta de formadores.

Manuel se puso manos a la obra y en septiembre de ese mismo año ya contaba con un grupo de 24 seminaristas que habían vivido en precarias condiciones y tres años más tarde se había engrosado el número llegando casi al centenar. A este primer centro que denominó «Casa de san José» siguió en 1878 el «Colegio de san José para vocaciones sacerdotales», cuya apertura tuvo lugar en 1879 y en el que se alojaron 300 seminaristas que habían conocido en carne propia la indigencia. A ellos había que sumar otro centenar que tenía acogidos en el palacio de San Rufo.

Pero el horizonte de un apóstol es inmenso, su fe no tiene fronteras, y su oración insistente ante Dios para conocer su voluntad, termina por recibir respuestas. El 29 de enero de 1883, después de oficiar la Santa Misa, tuvo una honda impresión que pocos días más tarde emergió con claridad y dio lugar a la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos que se centrarían en la formación de los seminaristas. Desde el primer momento, el espíritu que animó a los sacerdotes que inicialmente se unieron a esta labor era la Reparación al Corazón de Jesús, toda vez que Manuel tenía gran devoción por la Eucaristía que había convertido en el centro de su vida y quehacer apostólico.«Si descendiéramos al fondo, al manantial de los sentimientos de nuestra espiritualidad, tal vez encontraríamos lo que no habíamos reparado ni discurrido: que el origen de nuestro deseo por el bien y promoción de las vocaciones sacerdotales, de que Dios tenga muchos y buenos sacerdotes, ha sido nuestro instintivo amor a Jesús eucarístico», solía decir.

La profunda sensibilidad del beato revertió en los seminaristas que comenzaron a recibir una formación integral extraordinaria. Abarcaba todas las facetas: humana, espiritual, intelectual, pastoral, etc., una manera de proceder que signó la tarea de los Sacerdotes Operarios. Manuel vio con inmensa alegría cómo brotaban las vocaciones y llovían las demandas de prelados de distintas diócesis para contar con la inestimable ayuda de la Hermandad.

Siempre con el sello del amor a Jesús Eucaristía recordaba: «una de las cosas que nos avergonzarían en el cielo, si pudiese haber confusión, sería el pensar que le hemos tenido en la tierra, y no nos absorbió toda la vida, todo nuestro corazón». Y con este espíritu siguió trabajando por el reino de Dios sin desfallecer, con la convicción de que entre sus manos tenían la delicadísima tarea de formar sacerdotes revestidos por la auténtica y genuina entrega evangélica: «la formación de los sacerdotes es lo que podríamos decir ‘la llave de la cosecha’ en todos los campos de la gloria de Dios. Nosotros, más que apóstoles parciales, hemos de ser moldeadores y formadores de apóstoles». Entre sus grandes sueños alimentó la idea de erigir templos de Reparación en todas las diócesis. Uno de los dos construídos, a instancias suyas, fue el de Tortosa, y en él se custodian sus restos. Murió el 25 de enero de 1909. Juan Pablo II lo beatificó el 29 de marzo de 1987.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba