26.01.14

Rezando en voz alta y perdonando de corazón a sus verdugos


Tres mártires de la guerra civil nacieron un 26 de enero: uno de los dominicos de Calanda(Teruel), uno de los franciscanos de Fuente el Fresno (Ciudad Real) y una laica de Alcoy (Alicante).

Iban rezando el rosario en voz alta y perdonando de corazón a sus verdugos

Tirso Manrique Melero, de 59 años y natural de Alfaro (La Rioja), fue uno de los siete dominicos a los que, junto con el coadjutor de Calanda, asesinaron el 29 de julio de 1936 en esa localidad turolense, y que fueron beatificados en 2001 con los mártires valencianos. Los nombres y edades de los otros eran: Lamberto de Navascúes y de Juan, de 25 años; Felicísimo Díez González y Saturio Rey Robles, ambos de 28; Lucio Eradio Martínez Mancebo, de 34; Antonio López Couceiro y Gumersindo Soto Barrios, ambos de 66; y el coadjutor Matías Manuel Albert Ginés, de casi 69.

La comunidad dominica de Calanda se dispersó al estallar la guerra, a excepción de aquellos que, por edad o enfermedad, no podían hacerlo, y de algunos más jóvenes que quisieron acompañarles. Este fue el caso de Lamberto de Navascués, que había dejado la carrera de derecho al morir su padre para solicitar ser hermano cooperador, llegando al postulantado de Barcelona en 1935. Apodado el duquesito, afirmaba que “si había sido servido, ahora quiero servir a los demás”. Llevaba poco más de dos meses en Calanda cuando estalló la revolución, y quiso quedarse con los religiosos mayores en el convento. Con ellos fue conducido a la cárcel el 28 de julio.

El mayor de todos era el hermano de obediencia Gumersindo, que no podía hacer largas caminatas, y no quiso comprometer a los que fueron a esconderse en casas particulares; de modo que se quedó sentado en un banco de la plaza del pueblo. Fue apresado, conducido a Alcañiz, y de nuevo devuelto a Calanda para ser juzgado. En el simulacro de juicio, se les condenó a todos a muerte. Tras muchos malos tratos de palabra y obra, fueron conducidos en un camión a unos seis kilómetros del pueblo, al lugar llamado “Nueve Masadas". Iban rezando el rosario en voz alta y perdonando de corazón a sus verdugos. Les fusilaron a medianoche, mientras gritaban “¡Viva Cristo Rey!”.

“Domingo irá donde vayan sus hermanos”

De los 20 franciscanos asesinados el 16 de agosto de 1936 en Fuente el Fresno (Ciudad Real) y beatificados en 2007, había nacido un 26 de enero el alumno ilerdense Alfonso Sánchez Hernández-Ranera, de 21 años. Los nombres y edades del resto eran: Valentín Díez Serna y Vicente Majadas Málaga, alumnos de 20 años; Ramón Tejado Librado, Saturnino Río Rojo, Felix Maroto Moreno, y Anastasio González Rodríguez, alumnos de 21; Santiago Maté Calzada, Andrés Majadas Málaga, y JoséÁlvarez Rodríguez, subdiáconos, y Federico Herrera Bermejo, alumno, de 22; José De Vega Pedraza, subdiácono, Antonio Rodrigo Antón, alumno, y Marcelino Ovejero Gómez, hermano, de 23; y los sacerdotes Benigno Prieto del Pozo, de 29; Julián Navío Colado, de 32; Víctor Chumillas Fernández, de 34; Martín Lozano Tello, de 36; y Ángel Remigio (padre Ángel) Hernández-Ranera de Diego, de 58.

Los franciscanos vivían en Consuegra (Toledo), donde ya habían sido asesinados el 7 de agosto cuatro hermanos de las Escuelas Cristianas. La villa era sede del teologado de la provincia franciscana de Castilla, formado por 32 religiosos: 9 sacerdotes, 19 estudiantes y cuatro hermanos. 28 de ellos morirían en 1936. Los franciscanos estaban bien vistos por el pueblo -según el resumen que hace hispaniamartyr.org de las biografías publicadas por el padre Marcos Rincón Cruz-, que era muy religioso, pero no por las autoridades locales. Al sacerdote Martín Lozano el 19 de julio le dijeron: “¿Cómo anda Ud por la calle vestido de hábito, no sabe que le van a matar?” Y respondió: “llevo la mortaja puesta”.

El 21 de julio, las autoridades se incautaron de todas las iglesias y prohibieron celebrar actos religiosos. Del 21 al 24, los franciscanos siguieron en su convento, pero sin poder salir y cercados por guardias del pueblo. Pasaron esos días en oración, se confesaron y celebraron la eucaristía en el oratorio del estudiantado. El 24 fueron expulsados del convento y entregaron las llaves a los agentes municipales. Los religiosos fueron hospedados por familiares y bienhechores. El padre Víctor Chumillas, guardián del convento, exhortó a la comunidad a sufrir el martirio por Dios, y lo aceptaron diciendo: “Preparado está nuestro corazón, Señor; vengan cuando quieran a darnos muerte; esperamos la vida eterna de la mano de Dios misericordioso”.

Los frailes fueron llevados a la iglesia de Santa María, convertida en prisión, donde celebraron la fiesta de la Asunción de la Virgen. En la madrugada del día 16 les sacaron. “No temáis, hermanos, nos llevan al Cielo” les dijo el padre Benigno Prieto. Separaron a los naturales de Consuegra y a los hermanos no clérigos- a los que asesinarían después, y a los 20 restantes los subieron atados a un camión. Al sacerdote Domingo Alonso de Frutos le dijeron que se bajase del camión, pues no estaba en la lista, pero él contestó: “Domingo no se baja; Domingo irá donde vayan sus hermanos”. Escoltados por varios coches, encabezados por el alcalde y otros miembros del Ayuntamiento, pasado el pueblo de Urda, se detuvieron el lugar llamado Boca del Balondillo, en el término de Fuente el Fresno (Ciudad Real). Eran las 4 de la madrugada del 16 de agosto. El padre Chumillas pidió que les desataran para poder morir con los brazos en cruz, pero no se lo concedieron. Entonces dijo a sus hermanos: “Elevad los ojos al Cielo y rezad un último Padrenuestro, pues dentro de un momento veremos al Padre ya cara a cara”, y dirigiéndose al alcalde añadió: “Cuando queráis, estamos dispuestos a morir por Cristo”.Al empezar la descarga varios frailes gritaron: “¡Viva Cristo Rey!, ¡Viva la Orden Franciscana!”.

Por último, María del Pilar Jordá Botella, alcoyana de 31 años, soltera y dedicada a sus labores, fue asesinada en Benifallím (Alicante) el 27 de septiembre y beatificada en 2001. Era la mujer de Marino Blanes Giner (asesinado el 8 de septiembre, y beatificado con ella), con quien tuvo nueve hijos; pertenecía a todas las a todas las asociaciones religiosas de la parroquia de Santa María de Alcoy, como las Hijas de María, las Mujeres de Acción Católica, o el Apostolado de la Oración, y trabajó en el Patronato de las Obreras de San Mauro. Al estallar la revolución, marchó a Madrid,para vivir con un hermano suyo soltero, pero fue detenida y trasladada a Alcoy por los milicianos. Allí sufrió prisión en la checa del Colegio de las Esclavas, del 20 al 26 de septiembre. Esa noche, se la llevaron y la mataron en el km 21 de la carretera de Benifallim a Jijona, junto con otros dos alcoyanos, según recoge la Causa General en el legajo 1395, expediente 8, folio 4 (fechado el 4 de noviembre de 1940).

Más sobre los 1.523 mártires beatificados, en “Holocausto católico”. Les invito a la charla que daré el martes 28 sobre Mártires de Pozuelo y de España en el siglo XX.