27.01.14

 

Si lo que publica Dier Spiegel es cierto, y no parece improbable que lo sea, solo cabe sacar una conclusión en relación a la situación del catolicismo en Alemania. A saber, que apenas existe. Es una especie en extinción. Hablamos de una nación en la que más o menos la mitad de sus ciudadanos han sido bautizados en la fe católica. La otra mitad son luteranos. Aunque dada la inmigración turca, cada vez son más los nacidos en el país que profesan la religión musulmana.

A nadie extraña que estén así las cosa. El cardenal Lehman ha reconocido que los obispos alemanes se imaginaban que ese sería el resultado de las respuestas al cuestionario con motivo del próximo sínodo. Y eso a pesar de que los prelados evitaron que los fieles respondieran a algunas preguntas. Concretamente a las relacionadas con el aborto y el “matrimonio homosexual". Pero, seamos sinceros, si casi el 70% de los encuestados dicen no tener en cuenta los dogmas de la Iglesia, podemos deducir lo que opinan sobre esos temas.

Llama la atención que la mayoría de los que se pasan las enseñanzas de la Iglesia por el forro, decidan acudir a Misa y comulgar. Si lo que se encontraran en los púlpitos fuera la predicación de la fe y moral católica, seguramente desistirían de hacerlo. Ni irían a Misa ni, desde luego, osarían profanar la Eucaristía. Y ese es el gran drama de la Iglesia en Alemania: un número ingente de fieles llevan seguramente décadas sin ser educados y formados en la fe católica. Mucho me temo que si la encuesta se realizara solo entre los sacerdotes germanos, los resultados no serían muy diferentes.

Puede que haya quien crea que el rechazo del magisterio alcanza solo a la moral sexual. Pero quien no cree en lo que la Iglesia enseña sobre el matrimonio y los sacramentos, ¿por qué va a creer en el resto de dogmas? Un católico que decide lo que cree y deja de creer ha abandonado el catolicismo para convertirse en protestante. El protestantismo acepta el libre examen. Dado que el luteranismo en Alemania es mayoritariamente liberal, cabe pensar que esos católicos heterodoxos son tan liberales como sus camaradas de herejía luteranos. Que les pregunten si creen en la virginidad de María, en la historicidad de los milagros, etc. Verán como los resultados son similares.

Este, y no otro, es el resultado de décadas de pastoral funesta. Cinco siglos después, la reforma protestante ha triunfado casi por completo en el país donde nació. Lástima que sea en su versión “liberal". Lutero murió seguramente más “católico” que gran parte de los que han respondido al cuestionario de marras. Algunos ilusos dirá que esos datos han de ser interpretados como la respuesta del “sensus fidei". Es más, se alegran de que las cosas estén así porque es lo que necesitan en su cruzada secularizante. Pero es que allá apenas quedan “fidei". La Iglesia en Alemania vive una gran farsa por la cual se pretende que se acepten como católicos a quienes viven como si no lo fueran. Sabemos que el sacramento del bautismo imprime carácter, pero también lo “imprimió” en Lutero.

Ante un drama espiritual de estas dimensiones caben tres actitudes:

1- Seguir como si nada ocurriera. Salvo alguna declaración ocasional, no se recuerda en los últimos años de ninguna acción conjunta del episcopado alemán encaminada a que sus fieles sean de verdad católicos y no luteranos disfrazados de “catolicismo” modernista.

2- Intentar forzar al resto de la Iglesia a que acepte la realidad y cambie la doctrina, de manera que, por ejemplo, se acepte que los divorciados vueltos a casar puedan comulgar. Quizás se conformen con que esa sea una “norma” a aplicar solo en los países donde el catolicismo esté en esa situación. Es decir, dirán algo así como “que en Alemania o Suiza se acepte eso no significa que en España o Chile se haga lo mismo". Tendríamos entonces un catolicismo a la carta, que dependería de lo que cada episcopado nacional quisiera. Estaríamos ante una situación de cisma abierto, pero ¿acaso no lo estamos ya?

3- Predicar la fe católica. No se trata de empezar de cero, porque hay un porcentaje pequeño de católicos alemanes que realmente profesan la fe de la Iglesia. Pero al mismo tiempo, cabe indicar que no es lo mismo predicar a quien nunca ha oído hablar de la fe que a quienes se han apartado de ella y piensan que siguen siendo lo que no son. Es más, si de repente los obispos alemanes decidieran que solo puede ejercer como sacerdote quien no se aparte mi medio milímetro de la fe católica y además no tenga miedo de predicar la misma abiertamente, seguramente no habría curas suficientes para atender a un número importante de parroquias. Habría, por tanto, que reestructurar por completo las diócesis, de manera que no quedara ni rastro de herejía en los púlpitos y confesionarios. Pero para hacer eso es necesario un valor y una determinación que no parece abundar.

Los últimos papas han hablado en repetidas ocasiones del avance de la apostasía en Europa. Pero a la apostasía no se la combate desde el error ni desde una complacencia cómplice. El papa Francisco ha pedido salir a las periferias para predicar el evangelio. Y ciertamente debemos llevar la buena nueva a todas partes. Pero hay naciones enteras, por no decir continentes, donde lo primero que hay que hacer es evangelizar a los que creyendo ser cristianos católicos, no lo son. Si no evangelizamos a los bautizados que acuden a Misa, ¿cómo vamos a hacerlo con los demás? Hay países en el que ni siquiera cabe aplicar al catolicismo la fábula del “Rey desnudo”. No es que el rey esté sin ropa. Es que está muerto. Y además, hiede como Lázaro tras cuatro días en la tumba. Hoy, como entonces, es necesario que se oiga la voz del Señor diciendo: “Lázaro, sal fuera". Esa voz no es otra cosa que la fe de la Iglesia.

Luis Fernando Pérez Bustamante