30.01.14

Antoinismo: la situación en Francia de una secta belga (y 2)

A las 2:49 PM, por Luis Santamaría
Categorías : General

 

Reproducimos aquí la segunda parte (ver aquí la primera) de la información sobre los templos franceses de la única secta belga exportada, contenida en el reportaje que firma Christophe Gleizes en el medio frances Ragemag, y que ha traducido la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).

Una breve historia de la secta

Fundada en 1910 por el valón Louis-Joseph Antoine (1846-1912), el antoinismo es un movimiento religioso sanador nacido en Jemeppe-sur-Meuse. Educado en la fe católica, el Padre Antoine trabaja primero como minero y luego como metalúrgico, antes de interesarse por el espiritismo.

En 1893, la muerte repentina de su hijo marca su ruptura con la Iglesia católica. En 1896 explica sus opiniones espiritistas en un libro y, de repente, descubre “poderes curativos” que le permiten reunir a muchos discípulos. En 1906 rompe con el espiritismo y comienza su propia “religión”, el antoinismo.

Después de su muerte en 1912, su esposa Catherine toma las riendas de la secta y establece nuevas reglas en la organización. Convertido en un auténtico fenómeno social en Bélgica, donde se registran más de 300.000 adeptos en la década de 1920, el antoinismo se exporta al extranjero, especialmente a Francia, donde se levantan templos rápidamente.

Principalmente activo en Francia hoy, este movimiento religioso se caracteriza por una estructura descentralizada y ritos simples, envueltos en una discreción absoluta y en una tolerancia vis-à-vis con las otras creencias. Reconocida como fundación de utilidad pública en Bélgica y asociación de culto en Francia, el antoinismo cuenta con un total de 64 templos, más de 40 salas de lectura en el mundo y miles de miembros. Sigue siendo la única confesión religiosa nacida en Bélgica cuya fama y éxito han traspasado las fronteras del país.

El culto y la doctrina

Los servicios religiosos son muy simples: primero la lectura, diaria, de los 10 principios establecidos por el Padre Antoine, y la Sanación, cinco veces a la semana, que dura unos quince minutos en presencia de un público muy numeroso. La ceremonia se distingue por su sencillez y pobreza.

“La religión no son ritos, sino un grado de elevación”, dice el hermano Coulon. Hay que decir que los textos legados por el Padre Antoine deben ser meditados mucho. Según la opinión de los adeptos, el estilo que se contonea y el dialecto franco-belga utilizado hacen difícil la comprensión de la Enseñanza en el primer intento.

“Es cierto que la Enseñanza, nuestro libro sagrado, está escrito de manera complicada. Hay algunos giros un poco anticuados”, admite la hermana Maryvonne, que trata de desentrañar los misterios del lenguaje franco-belga junto a algunas hermanas con hábito negro y sonrisa desdentada. “Entiendo perfectamente que se sea escéptico en entrar aquí, pero el antoinismo no se explica, se practica”.

Si la principal enseñanza del Padre es la superioridad de la conciencia sobre la inteligencia, el antoinismo se distingue sobre todo por un amor infinito hacia su prójimo, como lo explica el frontón del fondo de cada templo: “No amar a sus enemigos es no amar a Dios; porque es el amor que tenemos a nuestros enemigos lo que nos hace dignos de servirle”. Por lo tanto, no hay que ver el mal en nadie, dice la hermana Maryvonne, porque “Dios no es una entidad independiente, cada uno tiene una pequeña parte dentro de él”.

De inspiración católica, la religión combina además elementos de curación y una creencia evidente en la reencarnación. Como indican las paredes pintadas en verde pastel, un antoinista convencido no muere, sino que, sin cuerpo, su alma pasa entonces a otro cuerpo humano.

El líder de la secta en Francia

“Representante del Padre en Francia”, nada menos. Ésta es la función de Norbert Madeleine, de 89 años de edad, con las piernas cansadas pero con la fuerza intelectual intacta. “Es la religión la que la mantiene”, dice sonriendo. Introvertido, quiere ser un líder discreto y rechaza la etiqueta de “gurú": “no lo hay entre nosotros; no somos una secta, sino un culto reconocido como religión desde 1934 por el Consejo de Estado”.

Sonriente y conciliador, este hombre de mirada penetrante ha escalado uno a uno los peldaños de la jerarquía espiritual antoinista durante casi 60 años de culto. Si se define principalmente por “lo espiritual”, hacer el retrato de Norbert es como hacerlo de una doble vida: la de un anciano sin hijos, antes técnico de farmacia, y la de un hombre que conoció “sus propias pruebas”, con la muerte de sus dos mujeres y un cáncer de pulmón en 1972 del que se ha curado “gracias a la fe”.

Nacido en Prouai, una pequeña aldea en Eure-et-Loir, Norbert vive una infancia feliz cuando la guerra estalla. En 1944, con tan sólo 20 años, se une a las filas de los FFI, y participa en la defensa de Estrasburgo, donde mueren 34 de sus compañeros. Traumatizado por el recuerdo de “la sangre que se mezcla con la nieve”, y buscando la salvación, Norbert Madeleine encuentra, en los consejos de su mujer, una respuesta en la religión antoinista.

A partir de 1949, empieza a frecuentar los templos y se queda regularmente a las lecturas. “En el templo encontré algo tranquilizador y reconfortante, una calma que me sedujo”. Finalmente decidió vestir los hábitos en 1951. Comienza su carrera espiritual.

Al vestir los hábitos, Norbert se convierte en el hermano Madeleine. Se dedica a su “obra moral” en Mantes y Rouen, antes de regresar a París, donde es nombrado capellán en 1994. Hace sólo seis meses fue elegido “responsable moral”, “representante del Padre” y “delegado del culto” por el colegio de los capellanes en Francia; un reconocimiento tardío que nunca buscó.

Arremete contra un mundo “donde el alejamiento de la religión se ha generalizado”, y dice con amargura: “mi principal problema es la falta de seguidores en la región, y tengo dificultades para nombrar capellanes. También hay menos salas de lectura que antes e intento arreglarlo”. Tarea difícil, sin embargo, debido a la falta de recursos y la regla sagrada de no proselitismo en la religión antoinista. “Antes, nuestros adeptos venían a través del boca a boca; el carnicero o la panadera les hablaban del culto. Sin embargo, ahora es difícil porque las personas apenas contactan y no abundan las relaciones humanas”.

Nostálgico de la época en que el Padre Antoine sabía catalizar el movimiento en torno a sus poderes de curación –“Vi en una foto una multitud de 15.000 personas durante su funeral en Jemeppe-sur-Meuse en 1912; fue increíble”– el hermano Madeleine espera no morir con la secta. “Me gustaría ver a jóvenes en mi lugar; hace falta el relevo. Pero sigo siendo optimista: cuando la marea está baja hay que esperar que suba. El movimiento se está ahogando, pero las pruebas que nos esperan traerán de vuelta a la gente a la religión”.

Suspira y se despide para atender las consultas, que marcan jornadas dedicadas principalmente a la oración, en la que a veces confiesa “sentirse un poco solo”. Antes de irse se recupera, la sonrisa un poco forzada pero amable: “Mi familia está aquí ahora. Mis hijos, son mis seguidores”.