1.02.14

Rafaela y la sonrisa del obispo

A las 6:32 PM, por Jorge
Categorías : Señora Rafaela

 

Con carita de “a ver por dónde me sale este” se quedó Rafaela cuando le dije que tenía que preguntarle una cosa. Facilita, no se me asuste. A ver, Rafaela: ¿tú crees que es importante que el cura sea simpático?

“¿Y a mí qué me importa?” Respondió sin vacilar. Lo de ser más o menos simpático va en carácter y cada cual es como es. Si el cura tuviera que contar chistes, pues cuanto más simpático mejor, pero no es el caso. Lo que se necesita es un cura que celebre la misa, confiese, enseñe a rezar, enseñe el catecismo a los niños y los no tan niños, esté cerca de la gente, ayude a los necesitados. Y que lo haga como lo manda la Iglesia. Si además se ríe mejor, y si no, pues tampoco pasa nada.

Pero a ver, que nos conocemos desde hace mucho, ¿por dónde van los tiros? Porque esa pregunta no la haces por pura casualidad. Suelta, suelta…

Ejem… Es que verás, hace unos días, en una charla o conferencia, un obispo decía que lo que tienen que hacer ellos, los obispos, es “ser normales, mirar a la gente a la cara, responder a sus preguntas, saludar con cariño, sonreír…” Ya, responde Rafaela. Eso lo tienen que hacer los obispos, los maestros, los curas, los alcaldes y los registradores de la propiedad, tú y yo. Vaya novedad. Ya nos lo decía la señorita Juliana en las clases de urbanidad.

A mí qué me importa que el obispo se ría más o menos, incluso te voy que yo de esa gente que se pasa el día sonriendo no me fío. Cosas mías. Yo creo que lo que tiene que hacer el obispo es preocuparse por ejemplo de que aquí tengamos misa a diario, que se celebre bien, que los niños reciban catequesis de la buena, que funcione Cáritas. De qué me vale un obispo cariñoso y simpático si luego no tengo misa o la tenemos de cualquier manera, si la catequesis en vez de enseñar confunde o está la iglesia cerrada todo el día mientras el cura está en el bar haciéndose el simpático.

Además, prosiguió Rafaela, ¿qué pasa, que los obispos de antes se comían los niños crudos? Por aquí han pasado unos cuantos y todos ellos amables, cariñosos, simpáticos. Otra cosa es que luego nos hicieran caso o no. Pero obispos besando niños los hemos tenido siempre. También lo hacen los políticos en campaña.

¿Entonces? Pues eso, siguió diciendo Rafaela, yo quiero hechos, que mira como estamos: la mitad de los días sin misa, los jóvenes perdidos, lo de confesarse nada. Menos reírse y más dar soluciones.

Rafaela… ¿te puedo llamar… bruta? Soy serrana, ya sabes, criada entre peñascos. Salimos así. Eso sí, las rosquillas me salen de dulce. ¿Te preparo unas pocas y te las llevas para Madrid? ¡Hecho!