El papa Francisco destacó, en la alocución previa al Ángelus del domingo, la vocación apostólica de todo bautizado. Una vocación que ilumina el ambiente en el que vive cada cristiano y que es ”esta misión de dar luz al mundo! Pero es una misión que nosotros tenemos. ¡Es bonita! Es también muy bonito conservar la luz que hemos recibido de Jesús. Custodiarla. Conservarla. El cristiano debería ser una persona luminosa, que lleva la luz, ¡siempre da luz! “.

Tras el rezo de la oración del Ángelus el Papa recordó la fiesta de la Virgen de Lourdes, el próximo martes en la que la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Enfermo, en este sentido destacó que “Es la ocasión propicia para colocar a las personas enfermas al centro de la comunidad. Recen por ellas y con ellas, estarles cercanos. El Mensaje para esta Jornada está inspirado en una expresión de san Juan: Fe y caridad: «También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3,16). En particular, podemos imitar la actitud de Jesús hacia los enfermos, enfermos de todo tipo: el Señor se ocupa de todos, comparte con ellos el sufrimiento y abre el corazón a la esperanza”. Asimismo pidió oraciones por los profesionales sanitarios.

El Papa recordó también la celebración de los Juegos de Invierno en la localidad rusa de Sochi y, una vez más volvió a pedir oraciones por “aquellos que están sufriendo daños y lo están pasando mal por las calamidades naturales, en diferentes países, también aquí en Roma, estoy cerca de ellos. La naturaleza nos desafía a ser comprensivos y estar atentos a la protección de la creación, incluso preveer, en medida de lo posible, las consecuencias más graves. Y antes de despedirme, me viene en mente la pregunta que he hecho: ¿lámpara encendida o apagada? ¿Qué querría? ¿Encendida o apagada? Eh, ¡el cristiano lleva la luz! ¡Es una lámpara encendida! ¡Siempre adelante con la luz de Jesús!”

Palabras del Papa antes del rezo del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas buenos días,

En el Evangelio de este domingo, que viene inmediatamente después de las Bienaventuranzas, Jesús dice a sus discípulos: «Ustedes son la sal de la tierra… Ustedes son la luz del mundo» (Mt 5,13.14). Pero esto nos sorprende un poco, si pensamos en quienes tenía Jesús ante sí cuando decía estas palabras. ¿Quiénes eran aquellos discípulos? Eran pescadores, gente simple… Pero Jesús los mira con los ojos de Dios, y precisamente su afirmación se entiende como una consecuencia de las Bienaventuranzas. Él quiere decir: si serán pobres de espíritu, si serán dóciles, si serán puros de corazón, si serán misericordiosos… ¡serán la sal de la tierra y la luz del mundo!

Para comprender mejor estas imágenes, tenemos presente que la ley hebraica prescribía colocar un poco de sal sobre cada ofrenda presentada a Dios, como signo de alianza. La luz, además, era para Israel el símbolo de la revelación mesiánica que triunfa sobre las tinieblas del paganismo. Los cristianos, nuevo Israel, reciben por lo tanto una misión en relación a todos los hombres: con la fe y con la caridad pueden orientar, consagrar, hacer fecunda a la humanidad. Todos nosotros bautizados somos discípulos misioneros y estamos llamados a convertirnos en el mundo en un evangelio viviente: con una vida santa daremos “sabor” en los diversos ambientes y los defenderemos de la corrupción, como hace la sal; y llevaremos la luz de Cristo con el testimonio de una caridad genuina. Pero si los cristianos perdemos sabor, y apagamos nuestra presencia de sal y de luz, perdemos la eficacia. ¡Pero qué bonita es esta misión de dar luz al mundo! Pero es una misión que nosotros tenemos. ¡Es bonita! Es también muy bonito conservar la luz que hemos recibido de Jesús. Custodiarla. Conservarla. El cristiano debería ser una persona luminosa, que lleva la luz, ¡siempre da luz! Una luz que no es suya, pero es el regalo de Dios, es el regalo de Jesús. Y nosotros llevamos esta luz adelante. Si el cristiano apaga esta luz, su vida no tiene sentido: es un cristiano de nombre solamente, que no lleva luz, una vida sin sentido. Pero yo querría preguntarles ahora, ¿cómo quieren vivir ustedes? ¿Como una lámpara encendida o como una lámpara apagada? ¿Apagada o encendida? ¿Cómo quieren vivir? ¡Pero no escucho bien desde aquí! ¿Cómo? Lámpara encendida, ¿eh? Es justamente Dios que nos da esta luz y nosotros la damos a los demás. ¡Lámpara encendida! Ésta es la vocación cristiana.

 

(VIS. Foto: L’Osservatore Romano)