11.02.14

Un amigo de Lolo - Esa extraña virtud de la pureza

A las 12:06 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Hoy celebramos la festividad de la Virgen de Lourdes.

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Esa extraña virtud de la pureza

“Los niños que Dios más quiere son aquellos, de pantalón largo o medias, que en medio del huracán de las pasiones sostienen la llama de la pureza”.
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (653)

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Hay palabras que, por su escaso uso o la escasa aplicación práctica de las mismas, pueden acabar por perder el sentido que las diferencia de otras.

De algunas, además, huimos porque significan mucho para lo que es nuestra vida y no estamos dispuestos a que su semilla arraigue en nuestra tierra íntima.

Cuando, por si lo dicho no fuera ya suficiente como para mostrar lo que podemos llegar a ser no siendo lo que debemos ser, uno de los vocablos a los nos referimos puede mostrar unas claras diferencias entre los discípulos de Cristo y los que no lo son, bien podemos decir que el olvido de los mismos es, básicamente, perjudicial para nosotros. Y nos perjudica porque su puesta en ser nos construye y nos forma.

Por eso cuando, por ejemplo, preterimos la pureza lo único que conseguimos es vaciar nuestro corazón de lo bueno y mejor que Dios nos entrega cuando decide que debemos ser creados, nos crea y nos sostiene; nos crea y nos sostiene, pues tal es la verdad de una realidad, la nuestra, a veces tan alejada del origen eterno de lo que somos.

Pureza ha de significar, significa, no tergiversar la voluntad de Dios porque nos conviene tergiversarla; ser lo que debe ser sin pretener que sea otra cosa porque es mejor, eso creemos, para llevar una existencia mínimamente llevadera entre los hijos de los hombres que no quieren reconocer que lo son.

Y es que lo puro es lo que no ha perdido su original constitución y es, por decirlo así, exactamente lo que Dios quiso que fuera. Y nosotros somos semejanza e imagen suya. Por eso ser, puramente, lo que debemos ser, está muy lejos de lo que tantas y tantas veces somos: egoístas, idólatras de ídolos mundanos (nuestros pequeños dioses que no hablan ni escuchan), olvidadizos de lo que supone tener un prójimo al que debemos amar pero al que damos la espalda por cualquier excusa o vanidad humana.

Puro es, tambièn, aquello que no ha sido contaminado por lo impuro o, lo que es lo mismo, lo que presenta, de cara al mundo, una faz de la que pueda predicarse que ha sido creada por Dios y a Él se debe en forma, actuación y obras.

Por eso es tan triste, y supone un ataque directo al Creador, que en demasiadas ocasiones prefiramos la impureza (la del corazón, la de los haceres) a lo que es bueno y benéfico para nuestra existencia. Y es triste porque Dios ha de entristecerse cuando ve que su creación le vuelve la espalda y se despurifica perdiendo la pureza original con la que vino al mundo habiendo salido de las manos amasadoras del barro más bajo y perdido al que tantas veces gozamos volver…

Pureza es lo mismo que ser puro; ser puro es lo mismo que decir “sí” a Dios frente a los muchos noes que el mundo nos propone. Y, entre todas las ocasiones escoger siempre la que muestre nuestras manos limpias de aberraciones de hombres, nuestro corazón limpio de las asechanzas del Mal y, en fin, nuestro pensamiento que suba suba y suba directo hacia Dios, el Puro por excelencia.

Eleuterio Fernández Guzmán