17.02.14

 

 Un comentarista del post anterior, señalaba “¿cómo les hacemos ver a nuestros hermanos bautizados que estamos en un combate con el Mundo (ONU incluida)?”

Esta es una inquietud que se presenta hoy a más de un fiel que empieza a comprender la seriedad de la cosa, y que sigue rodeado de una multitud que prefiere mirar para otro lado y quiere hacernos creer que estamos locos, que no hay motivo de alarma. Y sí…convengamos que no es muy alentador mirar con estupor la llegada de una estampida de elefantes a la sala llena de cristales, señalarla, y comprobar que algunos, en vez de defenderse de ello, buscan rápidamente un chaleco de fuerza para nosotros, diciendo “¿Qué elefante? No…¡si es un pajarito!”.

Efectivamente, hay todavía a nuestro alrededor una gran cantidad de cristianos que se resisten firmemente a creer en la oposición frontal entre muchas máximas y “dogmas” del mundo contemporáneo, y los principios evangélicos. Y esto entraña un grave peligro ante el que hay que prevenirse.

En ese peligro vemos caer a veces a algunos católicos muy “lúcidos” (¿lo son realmente?), de creer que frente a tamaña invasión de basura de todo tipo -moral, educativa, estética, pseudoreligiosa- que nos rodea con el sello inconfundible de la mentira, ya casi no hay lugar para que se ventile francamente la verdad, sin que sea de inmediato pisoteada o escarnecida. Se piensa entonces que sólo queda sentarse a esperar el regreso de Nuestro Señor, atrincherándose lo mejor posible en “guettos” para no contaminarse, mirando por la ventana cómo se pudre el prójimo, arrastrado por la corriente.

Creo que en todas las épocas de la Iglesia, la peste de los “purísimos” ha estado pululando ante las murallas del alcázar de la fe.

Es preciso por eso estar alerta frente al consorcio del Desánimo con la Soberbia, porque su herencia es un erial inconmensurable.

Y no obstante todo el macabro panorama, lo cierto es que no nos es lícito el cansancio o la renuncia al apostolado de la Verdad, porque al fin y al cabo, ¿quiénes somos nosotros para pedir cuentas de la siembra?

Hay almas empedernidas a las que décadas de prédica de familiares o amigos no hace la menor mella, y un buen día, sin saber cómo, llega el momento de la gracia, y comienzan a ver, amar y vivir la Verdad iluminando todo lo que rozan.

Por supuesto que no se puede vivir pidiendo tampoco a todos una conversión del tipo de la de San Pablo, pero también sería una injuria a Dios pensar que las grandes y profundas conversiones son cosa del pasado. Frente a todas nuestras previsiones, el sol de la gracia se alza cada día siempre nuevo, inesperado y fecundante.

Amparo Medina es una ecuatoriana que luego de una conversión “como la de Damasco”, tras haber sido guerrillera, luchadora pro-aborto y funcionaria del Fondo de Población de la O.N.U. , pasó a ser una ferviente católica y es vivo testimonio de las maravillas de la gracia. Hoy es presidenta de la Red Pro Vida de Ecuador, y una de las más claras voces que advierten sobre las Leyes de Salud Sexual y Reproductiva que promueven en Hispanoamérica los grandes organismos internacionales. Personalmente, agradecimos el haberla conocido el año pasado para el último Encuentro de Formación Católica de Bs. As. , y creemos que difundir su experiencia puede ser de gran ayuda para muchos que no terminan de ver “los elefantes”. Aunque hay en la web varias conferencias suyas que recomendamos vivamente, dejamos aquí un video de una breve esposición suya ante la Asamblea Nacional del Ecuador (órgano que en ese país ejerce el Poder legislativo).

¿Qué nos toca entonces, ante la incredulidad no sólo de la fe verdadera, sino de la Verdad, a secas, de nuestros semejantes? No claudicar, por el contrario, en el servicio a Ella “a tiempo y a destiempo” (2Tim.4,2). La doctrina católica acerca del mundo es bastante clara, pero a veces es bueno refrescarla.

No es preciso dedicarse profesionalmente a los Medios de Comunicación para ser responsables de la difusión de la verdad; en un tiempo en que tantas personas “difunden” por las redes sociales multitud de noticias y tanto se cacarea sobre los derechos de opinión, se hace indispensable a todo cristiano alfabetizado el tomar seriamente la responsabilidad de difundir según sus posibilidades, lo que los grandes medios de comunicación se ocupan de torcer y silenciar. Recordamos al respecto algunos números del Catecismo:

2472 El deber de los cristianos de tomar parte en la vida de la Iglesia, los impulsa a actuar como testigos del Evangelio y de las obligaciones que de él se derivan. Este testimonio es transmisión de la fe en palabras y obras. El testimonio es un acto de justicia que establece o da a conocer la verdad (cf Mt 18, 16): «Todos […] los fieles cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra al hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo y la fuerza del Espíritu Santo que les ha fortalecido con la confirmación» (AG 11).

2495 “Es necesario que todos los miembros de la sociedad cumplan sus deberes de caridad y justicia también en este campo, y, así, con ayuda de estos medios, se esfuercen por formar y difundir una recta opinión pública” (IM 8). La solidaridad aparece como una consecuencia de una información verdadera y justa, y de la libre circulación de las ideas, que favorecen el conocimiento y el respeto del prójimo.

Y para señalar especialmente en nuestros días:

2499 La moral denuncia la llaga de los estados totalitarios que falsifican sistemáticamente la verdad, ejercen mediante los mass-media un dominio político de la opinión, manipulan a los acusados y a los testigos en los procesos públicos y tratan de asegurar su tiranía yugulando y reprimiendo todo lo que consideran “delitos de opinión”.

Hoy, estos “estados totalitarios” se han convertido en el “Gran Estado” del Nuevo Orden Mundial, bajo el Poder internacional del dinero que la Iglesia hace décadas viene denunciando. La diferencia es que, como decíamos en el artículo precedente, los campos se van delineando cada vez mejor, y es necesario saber qué partido hemos tomado.

Crisóstomo

San Juan Crisóstomo presenta la justa medida de la actitud frente al mundo en su comentario al evangelio de san Mateo 33,1.2:

Mientras somos ovejas, vencemos y superamos a los lobos, aunque nos rodeen en gran número; pero, si nos convertimos en lobos, entonces somos vencidos, porque nos vemos privados de la protección del Pastor. Este, en efecto, no pastorea lobos, sino ovejas, y, por esto, te abandona y se aparta entonces de ti, porque no le dejas mostrar su poder.

Es como si se dijera: «No os alteréis por el hecho de que os envío en medio de lobos y, al mismo tiempo, os mando que seáis como ovejas y como palomas. Hubiera podido hacer que fuera al revés y enviaros de modo que no tuvierais que sufrir mal alguno ni enfrentaros como ovejas ante lobos, podía haberos hecho más temibles que leones; pero eso no era lo conveniente, porque así vosotros hubierais perdido prestigio y yo la ocasión de manifestar mi poder. Es lo mismo que decía a Pablo: Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad. Así es como yo he determinado que fuera». Al decir: Os mando como ovejas, dice implícitamente: «No desmayéis: yo sé muy bien que de este modo sois invencibles».Pero, además, para que pusieran también ellos algo de su parte y no pensaran que todo había de ser pura gracia y que habían de ser coronados sin mérito propio, añade: Por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. «Mas, ¿de qué servirá nuestra sagacidad –es como si dijesen– en medio de tantos peligros? ¿Cómo podremos ser sagaces en medio de tantos embates? Por mucha que sea la sagacidad de la oveja, ¿de qué le aprovechará cuando se halle en medio de los lobos, y en tan gran número? Por mucha que sea la sencillez de la paloma, ¿de qué le servirá, acosada por tantos gavilanes?» Ciertamente, la sagacidad y la sencillez no sirven para nada a estos animales irracionales, pero a vosotros os sirven de mucho.

Pero veamos cuál es la sagacidad que exige aquí el Señor. «Como serpientes –dice–. Así como a la serpiente no le importa perderlo todo, aunque sea seccionado su cuerpo, con tal que conserve la cabeza, así también tú –dice– debes estar dispuesto a perderlo todo, tu dinero, tu cuerpo y aun la misma vida, con tal que conserves la fe. La fe es la cabeza y la raíz; si la conservas, aunque pierdas todo lo demás, lo recuperarás luego con creces». Así, pues, no te manda que seas sólo sencillo ni sólo sagaz, sino ambas cosas a la vez, porque en ello consiste la verdadera virtud.

Dios nos conceda entonces, los ojos verdaderamente lúcidos de la esperanza, para volver a poner las manos cada día en el arado, sabiendo que “los que sembraban entre lágrimas cosechan entre cantares” (Ps.125, 5).