Con gran alegría el Santo Padre recibió en audiencia
privada a los miembros y consejeros de la Pontificia
Comisión para América Latina encabezados por el
Cardenal Marc Ouellet, el pasado viernes 28 de febrero.
El Papa Francisco aprovechó esa circunstancia para, dejando de
lado el discurso que había preparado, improvisadamente hablarles
durante más de 17 minutos.
A continuación, reproducimos tanto las palabras dirigidas a los
asistentes, como el texto oficial del discurso entregado a la
Pontificia Comisión para América Latina.
Texto completo de la alocución del Santo Padre
Francisco
¡Buenos días! Agradezco al Cardenal Ouellet sus palabras y a
ustedes todos, el trabajo que han hecho todos estos días.
“Transmisión de la fe, emergencia educativa”.
“Transmisión de la fe” lo escuchamos varias veces, no nos hace
tanto ruido la palabra. Sabemos que es una obligación hoy día cómo
se transmite la fe, que ya fue tema propuesto para el anterior
Sínodo que terminó en la evangelización.
Emergencia educativa es una expresión recientemente acuñada por
ustedes, por los que prepararon esto. Y me gusta porque esto crea
un espacio antropológico, una visión antropológica de la
evangelización una base antropológica, ¿no? O sea, hay una
emergencia educativa para la transmisión de la fe. Es como tratar
el tema de la catequesis a la juventud desde una perspectiva,
diríamos, de teología fundamental. Es decir, bueno, cuáles son los
presupuestos antropológicos que hay hoy día en la transmisión de
la fe, que hacen que para la juventud de América Latina esto sea
emergencia educativa ¿no?
Y por eso creo que hay que ser repetitivo y volver a las grandes
pautas de la educación, y la primera pauta de la educación es que
educar, lo hemos dicho en la misma comisión, alguna vez lo hemos
dicho, que no es solamente transmitir conocimientos, ¿no?
transmitir contenidos, sino que implica otras dimensiones: O sea
transmitir contenidos, hábitos y valoraciones, y los tres juntos.
Para poder transmitir la fe hay que crear el hábito de una
conducta hay que crear la recepción de valores que la preparen y
la hagan crecer. Hay que crear contenidos básicos. Si solamente
queremos transmitir la fe con contenidos será una cosa superficial
o ideológica, que no va a tener raíces. La transmisión tiene que
ser de contenidos, con valores, valoraciones y hábitos, hábitos de
conducta, ¿no? Los antiguos propósitos de nuestros confesores
cuando éramos chicos, ¿no? “Bueno, en esta semana vos hacé esto,
esto y esto” y nos iban creando un hábito de conducta, ¿no? Y no
sólo el contenido, sino lo valores. O sea que en ese marco de la
transmisión de la fe tiene que moverse, ¿no? Tres pilares ¿no?
Otra cosa que es importante para la juventud, transmitirle a la
juventud y a los chicos también ¿no?, pero sobre todo a la
juventud, es el buen manejo de la utopía. Nosotros en América
Latina hemos tenido experiencia de un manejo no del todo
equilibrado de la utopía, y que en algún lugar, en algunos
lugares, no en todos, en algún momento nos desbordó, y al menos el
caso de Argentina, podemos decir ¡Cuántos muchachos de la Acción
Católica, por una mala educación de la utopía terminaron en la
guerrilla de los años 70! ¿No?
Saber manejar la utopía, o sea, saber conducir. Manejar es una
mala palabra. ¡Saber conducir y ayudar a crecer la utopía de un
joven es una riqueza! ¡Un joven sin utopías es un viejo adelantado
¿no? envejeció antes de tiempo! ¿No? O sea, ¿cómo hago para que
esta ilusión que tiene el chico, esta utopía, lo lleve al
encuentro con Jesucristo? Es todo un paso que hay que ir haciendo.
Me atrevo a sugerir lo siguiente: una utopía en un joven crece
bien si está acompañada de memoria y de discernimiento. La utopía
mira al futuro, la memoria mira al pasado y el presente se
discierne.
El joven tiene que recibir la memoria y plantar, arraigar su
utopía en esa memoria. Discernir en el presente su utopía, los
signos de los tiempos, y así ya la utopía ya va adelante pero muy
arraigada en la memoria, en la historia que ha recibido,
discernida en el presente, maestros de discernimiento necesitamos
para los jóvenes, y ya proyectada hacia el futuro. Entonces la
emergencia educativa ya tiene un cauce allí para moverse desde lo
más propio del joven que es la utopía.
De ahí la insistencia, que por ahí me escuchan a mí, del encuentro
de los viejos y los jóvenes, ¿no? El icono de la Presentación de
Jesús en el Templo, ¿no? O sea, el encuentro de los jóvenes con
los abuelos es clave. Me decían algunos obispos de algunos países
en crisis que donde hay una grande desocupación de jóvenes, que
parte de la solución de los jóvenes está en que le dan de comer
los abuelos. O sea, se vuelven a encontrar con los abuelos: Los
abuelos tienen la pensión y salen de la casa de reposo, vuelven a
la familia y además le traen esa memoria, ese encuentro.
Yo me acuerdo de una película que vi hace 25 años, más o menos de
Fury Shaw, este japonés, este famoso director japonés, que es muy
sencilla, una familia, dos chicos, papá y mamá. Papá y mamá se
iban a hacer una gira por los Estados Unidos y les dejaron los
chicos a la abuela. Chicos japoneses de coca-cola, hot-dog, o sea,
de una cultura de ese tipo, ¿no? Y todo el film está en cómo esos
chicos empiezan a escuchar lo que les cuenta la abuela, de la
memoria de su pueblo. Cuando los padres vuelven, los desubicados
son los padres, fuera de la memoria. Los chicos la habían recibido
de los abuelos. Este fenómeno del encuentro de los chicos y los
abuelos ha conservado la fe en los países del Este durante toda la
época comunista, porque los padres no podrían ir a la Iglesia. Y
me decían, (me estoy confundiendo… pero en estos días estuvieron,
no se si los obispos búlgaros o de Albania, los que estuvieron
ahí), me decían que las iglesias de ellos están llenos de viejos y
de jóvenes. Los papás no van porque nunca se encontraron con Jesús
¿no? El encuentro de los chicos con los abuelos es clave para
recibir la memoria de un pueblo y el discernimiento en el
presente. Maestros de discernimiento, consejeros espirituales. Y
aquí es importante para la transmisión de la fe de los jóvenes, el
apostolado cuerpo a cuerpo. O sea, el discernimiento en el
presente no se puede hacer sin un buen confesor, un buen director
espiritual que se anime a aburrirse horas y horas escuchando a los
jóvenes. Entonces, memoria del pasado discernimiento del presente,
utopía del futuro. En ese esquema va creciendo la fe de un joven.
Tercero que diría como emergencia educativa es esta transmisión de
la fe y también de la cultura, es el problema de la cultura del
descarte. Hoy día, por la economía que se ha implantado en el
mundo, bueno, en el centro está el dios dinero y no la persona
humana, y todo lo demás se ordena, y lo que no cabe en ese orden,
se descarta, ¿no? Y se descartan los chicos que sobran, que
molestan o que no conviene que vengan. Los obispos españoles me
decían recién la cantidad de abortos, ¡el número! ¡Yo me quedé
helado! ¿no? Ellos tienen ahí los censos de eso, más o menos…
Se descartan los viejos, ¿no? tienden a descartar. En algunos
países de América Latina hay eutanasia encubierta, ¡hay eutanasia
encubierta! Porque las obras sociales pagan hasta acá, no más, y
los pobres viejitos, ¡como puedan! Recuerdo haber visitado un
hogar de ancianos en Buenos Aires, del Estado, donde estaban las
camas llenas, y como no había más camas, ponían colchones en el
suelo, y estaban los viejitos ahí… ¡¿un país no puede comprar una
cama?! ¡Eso indica otra cosa! ¿No?… pero son material de descarte:
sábanas sucias, con todo tipo de suciedad, sin servilletas, los
viejitos comían ahí, se limpiaban la boca con la sábana… eso lo vi
yo, no me lo contó nadie. Son material de descarte, pero eso se
nos mete adentro…
Y acá caigo en lo de los jóvenes: Hoy día como molesta a este
sistema económico mundial la cantidad de jóvenes que hay que darle
fuente de trabajo, el porcentaje alto de desocupación de los
jóvenes. Si estamos teniendo una generación de jóvenes que no
tienen la experiencia de la dignidad. No que no comen, porque le
dan de comer los abuelos, o la parroquia, o la sociedad de
fomento, o el Ejército de la salvación, o el club del barrio… el
pan lo come, pero no la dignidad de ganarse el pan y llevarlo a
casa. Hoy día los jóvenes entran en esta gama de material de
descarte. Entonces, dentro de la cultura del descarte, miremos a
los jóvenes que nos necesitan más que nunca. No sólo por esa
utopía que tiene, porque el joven está sin trabajo, tiene
anestesiada la utopía, la estuvo a punto de perder. No sólo por
él, sino por la urgencia de transmitir la fe a una juventud que
hoy día es material de descarte también.
Y dentro de este ítem de material de descarte, el avance de la
droga sobre la juventud. No es solamente un problema de vicio. Las
adicciones son muchas, como todo cambio de época, se dan fenómenos
raros entre los cuales está la proliferación de las adicciones,
¿no? La ludopatía ha llegado a niveles sumamente altos, pero la
droga es el instrumento de muerte de los jóvenes. Hay todo un
armamento mundial de droga que está destruyendo esta banda, esta
generación de jóvenes que están destinados al descarte.
Esto es lo que se me ocurrió decir, compartir, ¿no? Primero como
estructura educativa, transmitir contenidos, hábitos y
valoraciones. Segundo la utopía del joven, relacionarla y
armonizarla con la memoria y el discernimiento. Tercero la cultura
del descarte como uno de los fenómenos más graves que está
sufriendo nuestra juventud, sobretodo por el uso que de esa
juventud puede hacer y está haciendo la droga para destruirla.
Estamos descartando nuestros jóvenes.
¿El futuro cuál es? Sale por una obligación: la Traditio fidei es
también Traditio spe y la tenemos que dar.
La pregunta final que quisiera dejarles es: Cuando la utopía cae
en el desencanto, ¿cuál es nuestro aporte? La utopía de un joven
entusiasta, hoy día está resbalando hacia el desencanto. Jóvenes
desencantados a los cuales hay que darles fe y esperanza.
Les agradezco de todo corazón el trabajo de ustedes, de estos
días, para salir al frente de esta emergencia educativa, y bueno,
¡sigan adelante! ¡Necesitamos ayudarnos en esto, en todo esto, en
las conclusiones de ustedes y todo lo que podemos hacer! ¡Muchas
gracias!
(Transcripción de Mariana Puebla – RV).
Texto del discurso del Papa entregado a la
Pontificia Comisión para América Latina (28/02/14)
Queridos hermanos:
Me llena de alegría recibirlos esta mañana. Agradezco el saludo
que, en nombre de todos, me ha dirigido el Cardenal Marc Ouellet,
presentándome las líneas de sus trabajos y los propósitos que animan
su labor.
Este año, siguiendo las huellas de la Jornada Mundial de la Juventud
de Río de Janeiro, han querido centrar sus reflexiones en los
millones de jóvenes de América Latina y el Caribe, que viven en
condiciones de “emergencia educativa” y para quienes se plantea la
cuestión fundamental de la traditio de la fe. La Iglesia quiere
imitar a Jesús en su acercamiento a los jóvenes. Desea repetirles
que merece la pena seguir el ejemplo que nos dio, ejemplo de
entrega, de servicio, de amor desinteresado, de lucha por la
justicia y la verdad. La Santa Madre Iglesia está convencida de que
el mejor Maestro de los jóvenes es Jesucristo. Ella quiere inculcar
en todos ellos sus mismos sentimientos, mostrándoles así que es
hermoso vivir como él lo hizo, desterrando el egoísmo y dejándose
atraer por la belleza de la bondad. Quien conoce en profundidad a
Jesús no se queda en el sofá. Se engancha a su estilo de vida y
llega a ser un discípulo misionero de su Evangelio, dando testimonio
entusiasta de su fe, no ahorrando sacrificios.
Siempre me ha impresionado el encuentro de Jesús con el joven
rico (cf. Lc 18,18-23). Creo que es un lindo modelo que expone al
vivo la pedagogía del Señor. Me detengo en tres aspectos de este
relato: cómo Cristo acoge, escucha y llama a ese joven a seguirlo.
1. La acogida: Éste es el gesto primero de Jesús y también
nuestro. Es previo a toda enseñanza o misión apostólica. Cristo se
detuvo con aquel joven, lo miró con afecto, con mucho amor: es el
abrazo de la caridad sin condiciones. El Señor se pone en la
situación de cada uno, incluso de aquellos que lo rechazan. No les
paga con la misma moneda. Estar cercanos a los jóvenes en todos los
ambientes de su vida: en la escuela, la familia, el trabajo…,
atentos a sus necesidades y aspiraciones, no sólo materiales. Muchos
pasan por graves problemas. Cómo no pensar en el fracaso escolar, el
desempleo, la soledad, la amargura en las familias desunidas. Son
momentos difíciles, que les hacen experimentar frustración y
desprotección; los vuelven vulnerables a las drogas, al sexo sin
amor, a la violencia… Se nos pide no abandonar a los jóvenes, no
dejarlos al costado del camino; necesitan mucho sentirse valorados
en su dignidad, rodeados de cariño, comprendidos.
2. Después, Jesús entabló un diálogo franco y cordial con aquel
joven. Escuchó sus inquietudes y las clarificó con la luz de la
Sagrada Escritura. Jesús, de entrada, no condena, no tiene
prejuicios, no cae en los tópicos de siempre; del mismo modo los
jóvenes tienen que sentirse en la Iglesia como en casa. No solamente
ha de abrirles sus puertas; tiene que salir a buscarlos,
sintonizando con sus reclamos y dando espacio para que se sientan
escuchados. Ella es madre y no puede permanecer indiferente, sino
conocer sus preocupaciones y llevarlas al corazón de Dios.
3. Y, finalmente, Jesús invita a aquel joven a seguirlo: Vende
todo… y luego ven y sígueme (cf. Lc 18,22). Estas palabras no han
perdido su actualidad. Los jóvenes las tienen que oír de nosotros.
Que escuchen que Cristo no es un personaje de novela, sino una
persona viva, que quiere compartir ese deseo irrenunciable que ellos
tienen de vida, de compromiso, de entrega. Si nos contentamos con
darles un mero consuelo humano, los defraudamos. Es importante
ofrecerles lo mejor que tenemos: a Jesucristo, su Evangelio, y con
ello un horizonte nuevo, que les haga afrontar la vida con
coherencia, honradez y altura de miras. Ellos ven los males del
mundo y no se callan, ponen el dedo en la llaga, piden un mundo
mejor, no admiten sucedáneos. Quieren ser protagonistas de su
presente y constructores de un futuro en donde no quepa la mentira,
la corrupción, la insolidaridad… La Iglesia en América Latina no
puede desperdiciar el tesoro de su juventud, con todas sus
potencialidades para el crecimiento de la sociedad, con sus grandes
anhelos de forjar una gran familia de hermanos reconciliados en el
amor. En ese camino, Jesús sale al encuentro de nuestros jóvenes,
los llama a su lado y les regala su fuerza, su Palabra, en la que
pueden encontrar inspiración para afrontar los retos que se les
presentan. Necesitan ser amigos de Cristo, para convertirse en
“callejeros de la fe” y llevarlo a cada esquina, a cada plaza, a
cada rincón de la tierra (cf. Esort. ap. Evangelii gaudium, 106). Y
que sientan la calidez de la santa Madre Iglesia, tanto en el
recibirlos como en el acompañarlos; y también la calidez de la otra
Madre, la de Jesús y la nuestra. Cuando caminamos agarrados de su
mano, se nos va el miedo y aprendemos a sonreír de un modo nuevo.
Queridos hermanos, los jóvenes nos esperan. No los defraudemos.
Los invito a asumir este desafío con decisión. Que las comunidades
cristianas de América Latina y el Caribe sepan ser acompañantes,
maestras y madres de todos y cada uno de sus jóvenes. Educar a los
jóvenes, evangelizarlos y convertirlos en discípulos misioneros es
tarea ardua, paciente, pero muy urgente y necesaria. Les confieso
que merece la pena. Saluden a los jóvenes en mi nombre y díganles
que les pido el favor de que recen por mí. Que Jesús vaya siempre
con ustedes y los bendiga.