3.03.14

 

Por si algún despistado creía que el papa Francisco no conoce bien lo que está ocurriendo en España, hoy ha despejado todas las dudas en su discurso a los obispos españoles:

Ahora que estáis sufriendo la dura experiencia de la indiferencia de muchos bautizados y tenéis que hacer frente a una cultura mundana, que arrincona a Dios en la vida privada y lo excluye del ámbito público, conviene no olvidar vuestra historia. De ella aprendemos que la gracia divina nunca se extingue y que el Espíritu Santo continúa obrando en la realidad actual con generosidad.

El Papa sabe que gran parte de los bautizados en este país han dejado la fe en el baúl de los recuerdos. Y también es consciente de que en España hay una cultura mundana que quiere enterrar aún más esa fe. Apelar, en ese contexto, a la historia y la gracia de Dios, es un claro mensaje. A saber, que España ha sido católica. Y que la gracia de Dios está a nuestra disposición para que vuelva a serlo.

¿Y cómo se consigue eso? Pues convirtiendo las diócesis en misioneras. El Papa ha pedido a los obispos que pongan sus Iglesias “en un verdadero estado de misión permanente, para llamar a quienes se han alejado y fortalecer la fe, especialmente en los niños". Ha insistido en la importancia de la iniciación cristiana (no hace falta que les diga qué realidad eclesial es “especialista” en eso), en la formación de los futuros cónyuges y en el acompañamiento de los ya casados que han formado una familia.

¿Y quiénes deben dirigirlo todo? Los obispos. El Santo Padre les ha exhortado a ponerse “al frente de la renovación espiritual y misionera de vuestras Iglesias particulares“. Pero ni pueden ni deben estar solos o creerse que están solos. Sacerdotes, consagrados y laicos, cada cual en su papel, han de ser colaboradores con los pastores. Es más, los obispos pueden y deben ayudarse entre sí. Por eso el Papa les dice que les “será de gran ayuda la colaboración franca y fraterna en el seno de la Conferencia Episcopal“.

Como no podía ser de otra manera, el Papa ha recordado que “el amor y el servicio a los pobres es signo del Reino de Dios que Jesús vino a traer“. Y la labor de la Iglesia en España en esa tarea ha sido reconocida por el Sucesor de Pedro: “Sé bien que, en estos últimos años, precisamente vuestra Caritas – y también otras obras benéficas de la Iglesia – han merecido gran reconocimiento, de creyentes y no creyentes. Me alegra mucho...". La alegría del Papa debe reafirmarnos en esa labor de servicio a los más necesitados, que no es otra cosa que el servicio al mismísmo Señor Jesucristo, que se encarna en ellos.

Igualmente importante para el Papa es que nuestros obispos cuiden la pastoral vocacional. Una Iglesia sin sacerdotes, o con sacerdotes mal formados, está destinada a pasar por una crisis continua, por no hablar de su posible desaparición. Por ello el Papa Francisco indica que este “es un aspecto que un obispo debe poner en su corazón como absolutamente prioritario, llevándolo a la oración, insistiendo en la selección de los candidatos y preparando equipos de buenos formadores y profesores competentes“.

Como católico español, me siento muy feliz de comprobar que el Papa conoce bien la realidad de mi país y ha sabido exhortar sabiamente a nuestros pastores. Es señal de que sus fuentes de conocimiento de lo que ocurre en España son inmejorables. Y eso me lleva a pensar que en la elección de futuros pastores para la Iglesia en este país, la labor de asesoramiento al Santo Padre está en muy buenas manos. Algunas de esas manos tienen muchos años de experiencia.

Ahora falta que todos los católicos españoles, desde los obispos hasta el último de los seglares, cojamos el testigo y convirtamos nuestras iglesias locales en instrumentos de misión. Si el Santo Padre tiene a bien visitarnos el año que viene, con motivo del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, mejor que mejor. Nos vendrá muy bien que venga a cumplir su ministerio petrino de confirmarnos en la fe. Hoy lo ha hecho ante nuestros obispos. Ojalá lo haga también visitando esta tierra que le quiere y le necesita.

Luis Fernando Pérez Bustamante